Tribuna
Por un sindicalismo de clase en el campo

Los espacios de organización deben ser en organizaciones de clase, donde solo puedan participar aquellas personas que no tengan a otras personas asalariadas a su cargo, que no estén explotando a nadie para su propio beneficio.
Tractorada La Fondarella Lleida - 2
Cientos de agricultores y ganaderos catalanes bloquean con sus tractores el acceso a la A-2 en La Fondarella, Lleida. Marc Asensio (©)

En estos últimos días hemos podido ver cómo el sector primario se ha movilizado. En los medios de comunicación se ha hablado de huelga, aunque en realidad lo que hemos observado ha sido, por un lado, una huelga de autónomos, pero también (y es importante no perderlo de vista, ya que es un gran grupo de las caras visibles del sector) una parada patronal. Detrás de estas movilizaciones encontramos organizaciones de todo tipo, pero prácticamente todas son asociaciones sectoriales e interclasistas carentes de un programa revolucionario y una visión de clase.

Las políticas neoliberales de la Unión Europea y la misma crisis capitalista ahogan a un sector esencial para nuestras vidas. Ante esta realidad, la pequeña y gran burguesía sufre la imposibilidad de controlar un mercado dominado por los grandes lobbies empresariales, económicos y financieros. Estos son los efectos de un capitalismo global en crisis. Frente a este juego de poderes, la realidad es la misma de siempre, y la clase obrera es la verdadera perjudicada de este embrollo. El salario medio en este sector está por debajo de la media (a pesar de incluir en esta ecuación tanto a propietarios como a encargados y jornaleros), es el sector donde hay más siniestralidad laboral y donde la temporalidad es más alta.

¿Y cuál es la solución que tenemos? Pues también, como siempre, no es otra que rechazar todas aquellas reformas neoliberales que nos alejan de un verdadero proyecto en el cual podamos ser partícipes y administradores de nuestra propia realidad. Un proyecto que nos permita por fin volver a “poseer” de forma colectiva esa tierra que trabajamos.

Sin embargo, lo que estamos viendo no deja de ser movilizaciones monopolizadas por plataformas interclasistas donde se exigen diversas demandas en relación con reformas o modificaciones de leyes del sector (disminución de burocracia, por ejemplo).

En el mejor de los casos, estas plataformas querrán aumentar la “soberanía alimentaria” (reduciendo la dependencia de exportaciones) y aplicar políticas de control de precios. Estas demandas serán aceptadas si a los gobiernos de turno les interesa electoralmente (por el momento no estamos viendo la represión sindical existente en otros sectores, como puede ser el metal de Cádiz), pero a pesar de la supuesta buena voluntad de algunos políticos socialdemócratas, estos no podrán controlar precios ni aumentar la soberanía alimentaria dentro de un mercado capitalista (como hemos podido ver en el último ciclo político marcado por “gobiernos progresistas” de diferentes colores, nuestras condiciones de vida han empeorado claramente), y por tanto, se estaría engañando de nuevo ante una situación límite que ya está viviendo el sector.

Es necesario replantear los espacios desde los cuales nos organizamos, si las alianzas se deben construir con aquellos que trabajan el campo o aquellos que explotan a través de un salario a compañeros y compañeras

En primer lugar, pues, es necesario replantear los espacios desde los cuales nos organizamos, si las alianzas se deben construir con aquellos que trabajan el campo o aquellos que explotan a través de un salario a nuestros compañeros y compañeras de sol a sol con el objetivo de aumentar sus bolsillos. Los espacios de organización deben ser en organizaciones de clase, en organizaciones donde solo puedan participar aquellas personas que no tengan a otras personas asalariadas a su cargo, que no estén explotando a nadie para su propio beneficio, asegurándonos de que defenderemos nuestros intereses. Organizaciones en las que no juguemos a favor de los intereses de una clase que nos es contraria, pero que se camufla con reivindicaciones que podríamos compartir, porque estas pequeñas organizaciones empresariales, en última instancia, se aliarán con los gobiernos que mencionábamos y con las oligarquías más crueles, y juntos, en este tándem, terminarán ahogándonos y agudizando nuestras condiciones de vida, también las de la clase obrera migrante. Ante esto, debemos dejar claro que no dividiremos la lucha ecologista de la de clase, ya que son la misma, sino que continuaremos asociándonos y creando fuerza como clase trabajadora, porque nosotros somos aquellos que no podemos acceder a los medios para cultivar, disponer de un terreno, de maquinaria, y del beneficio que generamos trabajando la tierra.

En segundo lugar, es necesario que estas organizaciones de clase estén guiadas por unos principios básicos desde los cuales actuar, y estos principios que proponemos parten del anarcosindicalismo. Esta cuestión la desarrollaremos en los siguientes puntos.

Así, las propuestas (ya no demandas dirigidas “a alguien” en abstracto) estarían integradas en un programa revolucionario, que contemple las diversas fases que debe vivir el sector y el conjunto de nuestra clase (ese conjunto de situaciones que pueden provocar una mejora de nuestras condiciones de vida y que, sobre todo, pasen por mejorar las condiciones en las que podemos organizarnos) para alcanzar el comunismo libertario, que es el sistema al cual aspiramos.

Durante su IV Congreso, en 1936, CNT coloca en el centro la cuestión agraria: se aborda la situación de los pequeños propietarios y, sobre todo, se interpela a los trabajadores del campo como un sujeto imprescindible para implementar el Comunismo Libertario

Acuerdos de la CNT sobre el campo

Desde un punto de vista histórico, CNT adquiere una importancia fundamental en los procesos revolucionarios en el campo, alcanzando su punto culminante en 1936 durante el IV Congreso, donde la organización coloca en el centro la cuestión agraria. Se aborda la situación de los pequeños propietarios y, sobre todo, se interpela a los trabajadores del campo como un sujeto imprescindible para implementar el Comunismo Libertario. En este congreso se establecen medidas como la expropiación sin indemnización de propiedades de más de 50 hectáreas, la entrega de bienes comunales a los sindicatos para su explotación colectiva, la abolición de impuestos y deudas sobre las tierras de aquellos trabajadores que las explotan para su propia subsistencia, fomento de obras hidráulicas, vías de comunicación, granjas, repoblación rural, creación de escuelas agrarias y solución inmediata al desempleo obrero, reducción de la jornada laboral y equiparación de los salarios con el costo de vida.

Estos acuerdos, tomados meses antes de la revolución social liderada por la CNT y la clase obrera en el Estado español, no son directamente transferibles en la actualidad. Sin embargo, sirven como lecciones para aprender y trazar una estrategia en el sector primario en general y en el campo en particular.

Desde una perspectiva más reciente, nuestra organización ha tomado acuerdos sobre el campo y el ecologismo en congresos posteriores a la transición. Desde 1979 hasta la actualidad, se encuentran referencias repetidas a estos aspectos, destacando en la última década las posiciones sobre el cooperativismo y los grupos autónomos de consumo, así como las posturas sobre el decrecimiento. 

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En el punto 2.4 de los acuerdos de Zaragoza de 2015, titulado “Economía Colectivista y Proyectos Autogestionados en la CNT”, se abordan las diferencias entre las cooperativas de consumo y las colectividades de producción y consumo. Se señala que el cooperativismo es un concepto que transforma y denigra el concepto original de colectivismo, aunque en la actualidad existe confusión al utilizar ambos términos y existe la posibilidad de asumir posturas que no son anarcosindicalistas. En este punto, nuestros acuerdos especifican: “Rechazamos el cooperativismo como finalidad, ya que su dinámica nos lleva a la integración en la sociedad capitalista, creando nuevos empresarios o una autoexplotación voluntaria en beneficio del mercado y del Estado”.

El cooperativismo es un concepto que transforma y denigra el concepto original de colectivismo, aunque en la actualidad existe confusión al utilizar ambos términos y existe la posibilidad de asumir posturas que no son anarcosindicalistas

Se sigue apuntando que “los Grupos Autónomos de Consumo no deben ser nunca un objetivo de la CNT, sino una táctica insertada en la situación actual, al no poder abastecernos y coordinar la producción y el consumo a través de federaciones de ramo”. Estas apuestas temporales se llevan a cabo mientras se organiza al proletariado agrícola. Y continúa: “Para responder a nuestros principios, tácticas y objetivos, esta herramienta [refiriéndose a los Grupos Autónomos de Consumo] debe dirigirse hacia el colectivismo, superación del intercambio a través del mercado, buscando reducir al mínimo el dinero a favor de acuerdos basados en una satisfacción de necesidades planificada y participativa.” Así pues, vemos cómo el objetivo para abastecer a la clase trabajadora de los alimentos que necesitamos es la creación de Federaciones de Rama lo suficientemente fuertes como para poder apropiarse de los medios de producción, y que el resto de apuestas tácticas (como pueden ser en este caso los Grupos Autónomos de Consumo) deberán revisarse para evaluar en qué medida cubren las necesidades de nuestra clase o si es necesario adoptar otras posturas. A pesar de estas u otras tácticas, la CNT basa su principal estrategia en la implementación de secciones sindicales y la organización (a través de estas secciones y las federaciones entre ellas) de todas las trabajadoras en sus centros de trabajo, y es en esta estrategia en la que se deben centrar los principales esfuerzos.

Acuerdos de la CNT sobre ecologismo y decrecimiento

En el último congreso de nuestra organización, que tuvo lugar en Canovelles en diciembre de 2022, se aprobaron diversas ponencias que terminaron conformando los acuerdos sobre la “Cuestión relativa a la ecología”. En este punto, se analiza brevemente la situación geopolítica, la crisis climática y la necesidad de que una organización revolucionaria como la CNT tome medidas ante estos cambios (como los cierres de empresas), y se menciona que “nuestros sindicatos pueden rodearse de pequeños proyectos socioeconómicos de subsistencia, basados en cubrir las necesidades básicas, como pueden ser redes de apoyo mutuo, comedores sociales o asambleas de desempleadas” 5.

Es importante tener en cuenta que muchos ”sindicatos“ lanzan consignas decrecentistas. Pero, ¿en qué consisten estas consignas? ¿Cómo se implementan? Nuestro modelo sindical presenta propuestas concretas en la negociación colectiva. No solo fortalecemos un tejido social y económico para nuestra propia afiliación, logrando así una mayor participación, más recursos y más sinergias con otros grupos, sino que este tejido está orientado a hacernos resilientes frente a las situaciones de crisis mencionadas anteriormente.

Por más afectado y oprimido que esté un pequeño propietario por los grandes capitales (Mercadona, Carrefour, Auchan...), esto no lo convierte en clase obrera

La CNT puede poner la negociación colectiva al servicio de estas ideas del decrecimiento. Y lo que es mejor, podemos implementarlas en el momento en que la correlación de fuerzas sea efectiva. Podemos negociar medidas que tengan impacto en las relaciones laborales, como por ejemplo, reducir la dependencia del transporte privado (o negociar retribuciones ad hoc por utilizar el transporte público). Es importante, por lo tanto, nuestra idea de controlar el mercado laboral y supervisar las contrataciones. Estos son algunos de los puntos en los que se centran nuestros sindicatos, unas tácticas que nos pueden llevar hacia una mayor organización. 

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Puede sorprender que, entre las clases subalternas, los campesinos, el grupo social considerado más arcaico y más tradicionalista sea el primero en tener una dimensión europea transnacional.

Como mencionamos, ”potenciar y refinanciar el transporte público y hacerlo gratuito (en la medida de lo posible, hacer que las empresas asuman el costo del transporte de sus trabajadoras)“ es una de las propuestas que presentamos en el ámbito laboral, pero también enumeramos otras inmediatas como:

  • Desincentivar la ganadería intensiva y las macrogranjas.
  • La municipalización y nacionalización de ciertas empresas estratégicas que no pueden ni deben estar bajo capital privado.
  • La defensa de los servicios públicos e, incluso, su ampliación.
  • La introducción de conceptos como gestión comunitaria y control sindical en la gobernanza de la empresa pública o municipalizada.
  • La introducción de medidas de emergencia o transición entre las reivindicaciones de nuestras secciones sindicales.

Algunas conclusiones desde el anarcosindicalismo

Como se ha expuesto anteriormente, creemos que la asociación de la clase trabajadora en el sector agrícola es necesaria para solucionar la situación que se nos presenta hoy y, sobre todo, para enfrentar las situaciones de conflicto que se agudizarán en los próximos años, tanto en este como en los demás sectores productivos.

El modelo agroecológico está directamente relacionado con nuestra organización, pero siempre teniendo en cuenta quién lo lleva a cabo y en qué condiciones para nuestra clase

Como se refleja en nuestros acuerdos (sobre decrecimiento y sobre el campo), el modelo agroecológico está directamente relacionado con nuestra organización, pero siempre teniendo en cuenta quién lo lleva a cabo y en qué condiciones para nuestra clase. Si este modelo se implementa sin considerar quién y cómo lo lleva a cabo, se integrará (igual que el cooperativismo) en la economía capitalista. En cambio, si este modelo es llevado a cabo y adaptado a sus necesidades por el conjunto de nuestra clase desde una organización revolucionaria como la CNT, resultará completamente útil para nuestra tarea. Es necesario distinguir cuando este modelo se integra en un programa revolucionario, o cuando simplemente busca cubrir un “nicho de mercado” que pueden ocupar pequeños propietarios en algunos territorios y hacia algunos clientes de “clases medias”. Es decir, por muchos esfuerzos que hagamos por alejarnos del mercado, sus leyes seguirán determinando nuestro día a día, y solo integrándolo en un proyecto con miras a un futuro económico y social diferente (el comunismo libertario) podremos liberarnos de estas dinámicas capitalistas de las que hablamos. No obstante, creemos que estos proyectos de abastecimiento deben dar respuesta a las necesidades de nuestra sociedad, entendiendo esta tanto en su parte ”productora“ como en la “consumidora”, y que, por lo tanto, si no es accesible, el proyecto deja de tener sentido desde un prisma revolucionario.

Es necesario tener en cuenta el contexto en el que nos encontramos y no calificar de extrema derecha a cualquier movilización campesina que se lleve a cabo en cualquier punto del estado

Es necesario tener en cuenta el contexto en el que nos encontramos y no calificar de extrema derecha a cualquier movilización campesina que se lleve a cabo en cualquier punto del estado. Por otro lado, sin embargo, es importante considerar quiénes integran cada movilización y cuál es su relación con la propiedad de los medios de producción que tienen las personas que las protagonizan. En este punto, como se hacía al principio, queremos destacar que los pequeños propietarios con personas asalariadas (es decir, que explotan a otros trabajadores, por pocas horas y poca gente que sea) no defenderán los intereses de nuestra clase, sino que están tratando de sobrevivir en un contexto económico que pone en riesgo su existencia. Ante la existencia de capitales mayoristas que controlan el mercado agrícola, estos empresarios ven peligrar su existencia (y de hecho, en el sistema capitalista están destinados a desaparecer como estrato de clase), pero cambiar el nombre o el tamaño de la empresa de aquellos que nos explotan no puede ser un objetivo revolucionario, sino abolir la explotación. Por más afectado y oprimido que esté un pequeño propietario por los grandes capitales (Mercadona, Carrefour, Auchan...), esto no lo convierte en clase obrera. De hecho, cualquiera que quiera iniciar un proyecto agrícola se verá arrastrado por estas dinámicas de grandes capitales que controlan el sector, y es nuestra tarea construir una alternativa (para los trabajadores, no para pequeñas propiedades) que supere el capitalismo y las formas de explotación existentes.

Los pequeños propietarios con personas asalariadas no defenderán los intereses de nuestra clase, sino que están tratando de sobrevivir en un contexto económico que pone en riesgo su existencia

Es por esta razón, pues, que animamos a todas las personas que trabajan en el campo a asociarse a nuestros sindicatos, a organizarse en la CNT para mejorar sus condiciones en cada empresa o asociarse con otras personas que estarán en su situación, haciéndolo en organizaciones de clase y no de la mano de aquellos que te explotan a ti, directamente, o a otras compañeras.

Este es el camino que llevamos a cabo en nuestros sindicatos, y algunos sindicatos (como el del Maresme en la regional catalanobalear) comienzan a recoger los primeros frutos que se traducen en victorias sindicales como readmisiones o mejoras en las condiciones del proletariado agrícola (las últimas semanas continuamos viviéndolas). Cuando decimos que no queremos un cambio de máscaras, o que las empresas que nos explotan sean más pequeñas, es porque conocemos las condiciones que nos ofrecen estas. Es en las empresas familiares (empresas de menos de 20 trabajadoras del Maresme y del Baix Llobregat, por ejemplo) donde hemos visto enormes cantidades de trabajadoras sin contrato, donde vemos las nuevas formas de explotación y esclavismo.

No nos podemos guiar por la buena voluntad de un empresario, sino por las formas de organización sociales existentes y por aquellas que queremos implementar. Y es el momento de centrar y acumular las fuerzas necesarias para hacerlo, en el campo y en todas partes.

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