We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La vida y ya
Reparadoras de grietas

Se agachó a atarse el cordón de la zapatilla izquierda justo en el momento en que sonó la explosión. Decidió quedarse ahí, a ras del suelo, recordándose a sí misma que la paz sobre una tierra destruida siempre es frágil.
Con el cuerpo todavía agarrado al miedo y la cara sobre el polvo de muchos días sin lluvia, piensa quién recogerá todo eso después, cuando cesen los golpes de las bombas sobre las huertas y las casas y los cuerpos. Cuando cesen los gritos. Piensa en quién retirará los escombros y plantará de nuevo los árboles y construirá centros de salud y plantas depuradoras para tener agua potable. Quién volverá a construir las casas. Quién los parques. Quién los raíles para que pasen trenes. Quién las aceras. Quién los rincones de los que huir del trajín de cada día.
Piensa en quién volverá a abrir los caminos que se llenaron de cosas rotas y sucias.
Piensa, sobre todo, en quién se fijará en los vínculos que rompieron las bombas. Quién se dará cuenta de todo lo que se quebró.
Piensa en quién sabrá de la importancia de volver a construirlos de nuevo. Los vínculos que se partieron. Quién decidirá hacerlo. Repararlos. Con el tiempo que lleva eso. Con el tesón que hace falta. Más que para volver a poner rectas las paredes torcidas. Más que para llenar las tiendas de suministros. Más, incluso más, que para hacer colegios que se llenen de niñas y niños que hayan dejado de tener pesadillas.
Piensa en quién creerá que las semillas volverán a germinar sobre esa tierra rota.
Una mujer se acerca a ella. Se sienta a su lado. No pronuncia ninguna palabra. No se conocen de nada. O sí. En tiempos de guerra ocurren cosas extrañas.
Le ofrece su mano.
Ella se agarra a la mano que le es ofrecida. Llora.
Comienza a caer una leve lluvia que les refresca los pómulos. La tierra se humedece. No solo de lágrimas.
Si se levanta la vista puede verse que hay más mujeres. Son muchas. Unas se mueven con sigilo. Otras aprendieron a no hacer silencio. Comienzan a quitar todas las cosas que se quedaron por medio, todo lo que está por ahí tirado entorpeciendo el paso.
Todas saben cómo arreglar las cosas descosidas y rotas.
Todas llevan los bolsillos cargados de semillas.