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Resistencia contra el golpe en Sudán, fin del estado de emergencia en Egipto y un Colin Powell recordado con desprecio

La pulsión autoritaria de los mandatarios militares en Egipto y Sudán ahoga la lucha por la democracia en la cuenca del Nilo. Mientras, en Siria e Iraq, la población sufre las consecuencias de guerras alimentadas desde el exterior.
Jartum captura de pantalla
Captura de pantalla en una calle de Jartum el 26 de octubre.

Menos de dos años después de la revolución popular que acabó con la destitución del presidente sudanés Omar Al Bashir, la pulsión autoritaria del ejército amenaza la transición hacia la democracia en el país. Al norte, el también autoritario Al-Sisi se vanagloria de la retirada del estado de emergencia mientras activistas y organizaciones de derechos humanos apuntan que esta decisión puede tratarse solo de una medida cosmética. En Siria, las negociaciones de ACNUR con al-Asad para el retorno de miles de personas refugiadas despierta la suspicacia de quienes denuncian que el país aún no es un espacio seguro. Mientras, en Iraq, el recién fallecido Colin Powell es recordado como responsable de décadas de guerra y destrucción.

ACNUR negocia la vuelta de refugiados con al-Asad

Ciudadanos sirios exiliados en varias partes del mundo se llevaron las manos a la cabeza con el mensaje que publicó la semana pasada el jefe de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Filipo Grandi: “He explorado con el Gobierno Sirio fórmulas para reforzar la cooperación [entre nosotros] y afrontar el desplazamiento interno, así como la eliminacion de obstáculos para el retorno de los refugiados”. Las negociaciones con el gobierno sirio y el reconocimiento que estas implican hacia la figura de Bashar al-Asad indignaron tanto a sirios como a grupos humanitarios, que no dejan de denunciar la inconveniencia de considerar a Siria como un país seguro.

Muchos han querido recordar a Grandi que la propia ONU publicó recientemente un estudio que advertía del aumento de la violencia en Siria, incluyendo las torturas, desapariciones y ejecuciones a manos del régimen de al-Asad. La semana pasada el régimen ejecutó a 24 personas a las que acusaba de haber provocado incendios en el oeste del país. También la semana pasada,  Human Rights Watch emitió una investigación que revelaba el destino de decenas de refugiados sirios que regresaron a sus poblaciones de vuelta desde Líbano y Jordania, sólo para sufrir graves abusos de derechos humanos, así como duras condiciones de vida en un país devastado por el conflicto. La bomba en el autobús que mató el pasado miércoles a 14 personas en Damasco también demostraría que no es momento para considerar a Siria un lugar para el regreso. La capital del estado no sufría un ataque similar desde 2017.

La calle se opone al golpe de estado en Sudán

El primer ministro sudanés vuelve a estar en su domicilio particular, pero la transición del país hacia la democracia continua detenida. Abdallah Hamdok fue devuelto a su casa el miércoles después de haber sido arrestado en ese mismo lugar por parte de las fuerzas de seguridad del Sudán durante la madrugada del lunes. Los militares detuvieron también a otros representantes civiles del entramado cívico-militar encargado de pilotar el país hacia las elecciones presidenciales previstas para 2023.

Centenares de miles de sudaneses tomaron las calles desde primera hora del lunes, antes incluso del anuncio oficial de al-Burhan, protestando contra el golpe de estado y defendiendo la transición hacia la democracia que el país vive desde 2019

El ejército había fracasado 34 días antes en su último asalto a las instituciones, pero esta vez consiguieron hacer desaparecer la rama civil del gobierno y declarar, en boca de su jefe, Abdelfattah al-Burhan, el estado de emergencia y la disolución del gobierno de transición. Aunque es pronto para dictar sentencia, una victoria militar en el pulso actual permitiría eliminar la cuota de poder de los representantes civiles, así como el proyecto que debía llevarlos a gobernar el país.

Centenares de miles de sudaneses tomaron las calles desde primera hora del lunes, antes incluso del anuncio oficial de al-Burhan, protestando contra el golpe de estado y defendiendo la transición hacia la democracia que el país vive desde 2019, cuando se expulsó del poder a Omar el-Bashir. Los golpistas cortaron el acceso a internet, pero sindicatos profesionales y grupos opositores se organizaron para paralizar la capital Khartum, construyendo barricadas y convocando una huelga general que tuvo un enorme seguimiento, también entre los doctores que trabajan en los hospitales militares. El ejército patrullaba las calles y empleó munición real contra los manifestantes, provocando al menos siete víctimas mortales.

El riesgo evidente no ha frenado a los opositores al golpe, que cuatro días después se siguen manifestando en las calles de Khartum, enfrentandose incluso a los miembros de seguridad. El acceso a internet continúa cortado en buena parte del país y organizaciones internacionales como el Banco Mundial, además de los Estados Unidos, han anunciado el alto a la ayuda humanitaria que tenían comprometida con el país. Ls grupos de oposición han convocado mañana sábado una gran manifestación para continuar la presión contra los golpistas. En Sudán se teme que la falta de apoyo popular hacia el golpe del ejército se traduzca en una mayor violencia contra los civiles.

Iraq no lamenta la muerte de Colin Powell

Iraq no lamenta la muerte de Colin Powell. Al menos, eso dicen varios de sus ciudadanos, que estos días expresan la animadversión que les provoca el que fuera Secretario de Estado de los Estados Unidos. El discurso cargado de falsedades que Powell pronunció en febrero de 2003 enfrente del Consejo de Seguridad de la ONU, acusando a Saddam Hussein de tener vinculaciones con Al Qaeda y asegurando que el país escondía armas de destrucción masiva, propició la posterior invasión del país árabe, desencadenando dos décadas de caos y guerras internas que duran hasta nuestros días.

“Él fue la razón por la que mis primos fueron asesinados y mi familia tuvo que vivir en campos de refugiados durante tres años”, decía Suha Mutlak en declaraciones a The Guardian. Mutlak reside en Mosul, donde sufrieron el dominio de Estado Islámico —uno de los efectos colaterales de la invasión— durante tres años: “Qué tipo de victoria fue esa? No fue ni victoria para ellos ni para nosotros”.

Muntazer al-Zaidi, el periodista que lanzó sus zapatillas contra George Bush durante una rueda de prensa de Bagdad en 2008, ha hecho declaraciones en la misma línea:  “Me entristece la muerte de Colin Powell sin haber sido enjuiciado antes por sus crimenes en Iraq”.

Kamal Jabir, político de la Alianza Democrática Civil y antiguo combatiente contra Hussein, afirma que “Powell eligió ver las masacres contra los iraquíes y no hacer nada sobre ello. Iraq no llorará la muerte de Powell”.

Se levanta el estado de emergencia en Egipto

Cuatro años y medio después, el presidente egipcio levantó el estado de emergencia. “Egipto se ha convertido en un oasis de seguridad y estabilidad en la región”, anunció el pasado lunes Abdelfattah al-Sisi a través de un comunicado: “Ese es el motivo por el cual he decidido cancelar la renovación del estado de emergencia en todo el país”. La decisión supone una novedad destacada en Egipto: la medida extraordinaria se venía renovando periódicamente desde los atentados yihadistas de abril de 2017, y con ella los amplios poderes de los que dotaba al gobierno. Entre ellos, la capacidad de detener a individuos y de buscarlos en sus residencias particulares sin necesidad de contar con orden judicial.

Muchos advierten que el levantamiento del estado de emergencia no es más que un cambio estético que no alterará la naturaleza represiva que prevalece en Egipto durante las últimas décadas

Múltiples voces reclamaban el levantamiento del estado de emergencia alegando que permite a las autoridades ejercer el abuso de poder y reprimir a lo que consideran “los enemigos del estado”. Al-Sisi, sin embargo, ha insistido en que en Egipto no existen presos políticos.

Si embargo, muchos advierten que el levantamiento del estado de emergencia no es más que un cambio estético que no alterará la naturaleza represiva que prevalece en Egipto durante las últimas décadas. “Al-Sisi ya tiene todos los poderes represivos que necesita fuera de la Ley de Emergencia”, advierte Amy Hawthorne, directora de investigación del Proyecto sobre la Democracia en Oriente Medio: “si se quiere marcar un nuevo día en Egipto, se debe liberar a los presos políticos, detener la tortura y las ejecuciones, reformar las leyes de protesta, los medios de comunicación…”.

En la misma línea, grupos como Human Rights Watch dan la bienvenida al levantamiento del estado de emergencia pero advierten que la medida no es suficiente si no se termina con otras leyes abusivas que erosionan los derechos humanos en el país: “desde el golpe de estado de 2013, el gobierno ha aprobado docenas de leyes que deberían ser eliminadas o enmendadas”, dice Amr Magdi, del HRW en Oriente Medio y el Norte de África: “De lo contrario, levantar el estado de emergencia podría no significar nada”.

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