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Agricultura
Enrico Somaglia: “Sin naturaleza no hay trabajo ni agricultores”
Frente a la avalancha de agricultores que están tomando las calles y siendo noticia en los medios de comunicación de toda Europa, los gobiernos nacionales y las instituciones de la UE están dispuestas a hacer concesiones inmediatas a fin de calmar los ánimos. Sin embargo, ¿son estas soluciones lo que los agricultores y trabajadores agrícolas necesitan realmente?
Consultamos a Enrico Somaglia, secretario general adjunto de la Federación Europea de Sindicatos de los sectores de la Alimentación, la Agricultura y el Turismo y ramas afines (EFFAT, por sus siglas en inglés), sobre ello.
¿Existe algún denominador común entre las protestas de los agricultores que están teniendo lugar a lo largo de Europa?
Las protestas están relacionadas con diferentes circunstancias de carácter nacional, tales como la sobrerregulación, los recortes en las subvenciones o las importaciones de grano de Ucrania a la UE. No hay duda de que existe una frustración hacia un enemigo común: la Unión Europea, el Pacto Verde y su estrategia “De la granja a la mesa”. Obviamente, no todos los agricultores los consideran enemigos, ya que el sector de la agricultura es muy heterogéneo. Los pequeños productores agrícolas se organizan de forma distinta que los grandes, sus representantes son distintos. Existe una minoría dentro del sector que se opone a cualquier tipo de política verde porque se resiste al cambio. Nosotros, como sindicatos, rechazamos firmemente esa actitud.
La transición ecológica puede ser una oportunidad para crear mejores trabajos, pero hay que reforzar el aspecto social
Por otro lado, gran parte de los agricultores están en contra del Pacto Verde porque lo perciben como una imposición. Por suerte, aún hay margen para mejorar las políticas verdes y hacerlas más aceptables para la sociedad. Los sindicatos consideran que este es el camino a seguir para construir un nuevo sector de la agricultura que no sólo sea más sostenible desde un punto de vista medioambiental, sino que también se convierta en un entorno de trabajo mejor. Para ello es necesario adoptar medidas que estén orientadas a lograr una transición verdaderamente justa. No debemos olvidar que, si las circunstancias de los agricultores son difíciles, las de los trabajadores agrícolas son, lisa y llanamente, inaguantables. Una gran proporción de los trabajadores agrícolas de temporada, trabajadores migrantes y jornaleros sigue enfrentándose a jornadas interminables, unas condiciones de vivienda deplorables y unas relaciones laborales marcadas por la explotación. La transición ecológica puede ser una oportunidad para crear mejores trabajos, pero hay que reforzar el aspecto social.
Si el sector agrícola no es un bloque unido, ¿quiénes son los que están protestando? ¿Comparten en realidad los mismos intereses?
Existe unidad entre los agricultores respecto a cuestiones tales como la toma de decisiones unilateral, el acuerdo de la UE con el bloque económico Mercosur (actualmente en proceso de negociación) y la desigual distribución de la riqueza.
En muchos países, los pequeños productores agrícolas representan a la gran mayoría y son una pieza esencial de la economía rural. Necesitan respuestas y los sindicatos les apoyan en esto. Obviamente, también existe el riesgo de que las protestas de los agricultores sean instrumentalizadas por una minoría dentro del sector que se resiste al cambio porque se beneficia del modelo vigente, insostenible en términos medioambientales y sociales. Esta minoría trabaja contra la naturaleza y, en consecuencia, también contra la agricultura. Por lo tanto, los agricultores deberían tener cuidado de que sus reivindicaciones no se instrumentalicen en contra de sus intereses.
Sin embargo, los grandes terratenientes son a menudo los únicos que obtienen representación en Bruselas. ¿Cómo podemos abordar este problema?
Como sindicatos, esperamos que todos los productores agrícolas, ya sean grandes o pequeños, respeten los derechos de los trabajadores y del medio ambiente. Pero sí, la representación es sin duda un problema. Hay una parte importante de la comunidad agrícola a la que no se escucha lo bastante. Algo parecido ocurre con los sindicatos: representamos a los trabajadores más vulnerables de la cadena de suministro, y aun así los responsables políticos no nos prestan suficiente atención, a pesar de que las condiciones laborales y de vida en el sector siguen siendo muy duras para muchas personas. Los trabajadores agrícolas son los más afectados por las desigualdades del sistema alimentario. Los pequeños productores agrícolas también se encuentran entre las principales víctimas. Por ejemplo, se encuentran en una posición débil a la hora de negociar con las cadenas de supermercados que quieren imponer precios de manera unilateral.
Establecer objetivos medioambientales ambiciosos es importante, pero si no abordamos de raíz las causas que hacen a la industria agroalimentaria tan injusta, la frustración de los agricultores y los trabajadores agrícolas continuará creciendo
Ha habido muchos intentos (algunos han funcionado) en varios países de apoyar la organización de pequeños productores agrícolas. Esta es una de las principales cuestiones en las que la UE debería centrarse a corto plazo. Establecer objetivos medioambientales ambiciosos es importante, pero si no abordamos de raíz las causas que hacen que la industria agroalimentaria sea tan injusta, la frustración de los agricultores y los trabajadores agrícolas continuará creciendo. Y estas causas tienen que ver con la concentración, la competencia desleal y la distribución desigual de la riqueza.
Ayudar a los pequeños productores agrícolas a organizarse entre sí, implementar la directiva de Prácticas comerciales desleales y garantizar que a los trabajadores agrícolas se les pague un salario justo deberían ser algunos de los pasos en la dirección correcta. Otro paso importante es tomar acción respecto a la ley de competitividad y poner fin a las megafusiones y la concentración de poder en el sector agroalimentario, o bien inspeccionarlos minuciosamente desde una lente social y medioambiental. Por último, existe el problema de la competitividad desleal y los acuerdos comerciales como el de Mercosur, donde el sector agrícola europeo sale perdiendo.
La instrumentalización también tiene un trasfondo político. ¿Qué ocurriría si agricultores indignados se dejaran seducir por los partidos de derechas?
Cometerían un error muy grave y extremadamente peligroso. Algunos partidos se alegran de ver el descontento social (ya sea por la crisis sobre el coste de la vida, una crisis de migración o las protestas de los agricultores). No obstante, las soluciones que ofrecen son precisamente lo contrario a lo que se necesita. No quieren ayudar a los trabajadores, quieren enfrentarlos entre sí. Tampoco están a favor de los agricultores porque son ellos mismos quienes defienden el modelo de distribución que sólo favorece a los grandes terratenientes, a expensas de los pequeños productores agrícolas. Ofrecen una respuesta equivocada a un problema real y eso es algo de lo que los agricultores deberían desconfiar.
Sin embargo, también es responsabilidad de los partidos democráticos y progresistas ofrecer las respuestas correctas y acercarse a hablar con los sindicatos de agricultores y trabajadores agrícolas, escucharlos, valorar sus necesidades y aspiraciones, e idear una agenda política clara acorde a sus realidades.
Los verdes europeos están intentando que los agricultores los vean como sus mejores aliados. ¿Son creíbles?
No cabe duda de que las fuerzas progresistas, incluyendo al partido verde, son las aliadas de los agricultores. La extrema derecha propone soluciones pésimas para los problemas a los que se enfrentan. No necesitamos una agenda neoliberal. Necesitamos proteger la naturaleza y promover trabajos dignos en la agricultura con fuertes derechos de negociación colectiva. Los agricultores dicen: “Sin nosotros no hay comida”. Pues bien, sin naturaleza no hay trabajo ni agricultores. Así que los progresistas y los partidos democráticos pueden ofrecer la mejor solución para los agricultores y los trabajadores agrícolas, siempre y cuando consigan construir la narrativa adecuada, disipen las promesas engañosas y se esfuercen más para resultar socialmente aceptables.
No necesitamos una agenda neoliberal. Necesitamos proteger la naturaleza y promover trabajos dignos en la agricultura con fuertes derechos de negociación colectiva
La mala noticia es que no tenemos mucho tiempo y el mundo ha cambiado durante los últimos años. De hecho, el año 2019 marcó un antes y un después. La creciente tensión geopolítica y la crisis del coste de vida son otros obstáculos para la agenda ecológica.
La Política Agrícola Común (PAC) sigue constituyendo alrededor de un tercio del presupuesto de la UE y tradicionalmente ha supuesto el mayor apoyo al sector agrícola para el proyecto europeo. ¿Está flaqueando este apoyo?
La PAC es de hecho una de las políticas más importantes de la UE. Su presupuesto se ha ido recortando a lo largo de los últimos años, pero el principal problema es cómo se distribuye este presupuesto. Ahora mismo, la mayoría de los recursos están destinados a quienes menos los necesitan, ya que sus negocios ya son extremadamente prósperos.
La nueva Política Agrícola Común se pondrá en marcha en 2027. ¿En qué principios fundamentales se basa?
Necesitamos replantear la redistribución de los fondos de la PAC de otra manera, además de revisar los criterios de elegibilidad. En este momento, se basan sobre todo en la extensión del territorio, y no lo suficientemente en el tipo de producción que se desempeña o en el número de personas empleadas. Vincular el desembolso de fondos con el número de personas en plantilla contratada de forma regular, por ejemplo, ayudaría a combatir el “trabajo en negro” y a garantizar unos salarios dignos.
El segundo punto, que está relacionado con el primero, es la condicionalidad reforzada y social como mecanismo preventivo. Actualmente, se sanciona a un empresario si es declarado culpable por no ofrecer contratos regulares. La condicionalidad reforzada y social implica que los agricultores tienen que acatar los estándares sociales y laborales mínimos para poder recibir subvenciones de la PAC.
Por último, debemos fortalecer los aspectos medioambientales de la PAC: escuchar a los ecologistas y acompañar a los agricultores para que el sistema sea lo menos burocrático posible.
Todos estos cambios dependen de las autoridades y organismos reguladores. ¿Es necesario también que se produzca un cambio cultural en los consumidores?
Pedir a la población que cambie sus hábitos de consumo en mitad de una crisis sobre el coste de la vida no es tarea fácil. Después de todo, los consumidores son trabajadores. Obviamente, tenemos que crear conciencia sobre el impacto negativo que la comida barata tiene sobre la salud, los derechos de los trabajadores y el medio ambiente.
Pero el cambio más grande tiene que ocurrir a nivel del sistema alimentario. Necesitamos asegurar que los alimentos más asequibles también son los más sostenibles. Para lograrlo debemos brindar a la agricultura un apoyo diferente, abordando la injusta distribución de la riqueza a lo largo de la cadena de suministro. La política tiene que encabezar este proceso, y esto supone un gran problema; el hecho de que la Comisión abandonase la iniciativa del Sistema Alimentario Sostenible es preocupante, ya que este proyecto buscaba expresamente alcanzar estos objetivos.Final del formulario
Los gobiernos de los Estados miembro y las instituciones de la UE están tratando de apaciguar a los agricultores para solucionar el problema. ¿Lo conseguirán o deberíamos esperar que la economía siga siendo un asunto de máxima importancia hasta que lleguen las elecciones europeas en junio?
Los agricultores necesitan respuestas, necesitan soluciones. Desgraciadamente, las respuestas que la UE les ha proporcionado hasta ahora apuntan a la dirección equivocada, ya que ofrecieron derogar normas sobre las tierras en barbecho y fulminaron los planes para reducir el uso de pesticidas. Una señal positiva sería detener el acuerdo comercial con Mercosur, o al menos la parte que concierne a la agricultura.
Respecto a las protestas en las calles, no sé lo que ocurrirá en las próximas semanas. Los agricultores necesitan soluciones a largo plazo, de lo contrario, las revueltas resurgirán de nuevo tarde o temprano.
Si la agricultura es realmente un sector tan estratégico para la economía, la clase política debe trabajar hombro con hombro con los sindicatos y las organizaciones de agricultores, incluyendo a los pequeños productores agrícolas. Necesitamos fortalecer las negociaciones colectivas en el sector, subir los salarios y mejorar las condiciones laborales para que resulte atractivo. En la actualidad, miles de agricultores están abandonando la profesión cada año. Particularmente en algunos países, la agricultura depende enormemente de un modelo que no respeta los derechos de la clase trabajadora. Esto no puede continuar así.
Conforme la población mundial crece y el impacto del cambio climático se intensifica, el sector agrícola afrontará problemas aún más grandes en el futuro. Debemos adoptar un enfoque integral y tener una visión de futuro.
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