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Agricultura
La UE aprueba las nuevas normas sobre agricultura ecológica
El acuerdo, que deberá ser refrendado por el Parlamento europeo y el Consejo de ministros de Agricultura, entrará en vigor en 2021.
Los veintiocho han dado vía libre al nuevo reglamento europeo sobre producción y etiquetado agroecológico. Representantes de los miembros de la Unión Europea en el Comité Especial de Agricultura han llegado a un acuerdo que pretende “simplificar y armonizar muchas de las normas que rigen la producción de alimentos ecológicos tanto dentro de la Unión Europea como en países no pertenecientes”, ha explicado el comisario de Agricultura y Desarrollo Rural, Phil Hogan.
El objetivo de la nueva normativa es modernizar y homogeneizar la legislación vigente –la actual tiene más de dos décadas– sobre agricultura ecológica con el fin de impulsar un sector que mueve en torno a 27.000 millones de euros, ha crecido un 125% en la última década y al que se dedican 400.000 nuevas hectáreas de suelo cada año, según los datos que manejan en las instituciones comunitarias.
El texto, del que ya se había alcanzado un acuerdo provisional el pasado junio y para cuyo acuerdo han hecho falta tres años de negociaciones, deberá ser refrendado por el Parlamento europeo y el Consejo de ministros de Agricultura.
Está previsto que la nueva normativa entre en vigor el 1 de enero de 2021, con lo que los productores tendrán tres años para adaptarse al nuevo marco legislativo. Sin embargo, el nuevo ordenamiento puede suponer “menos flexibilidad para la adaptación normativa, y eso puede perjudicar a la pequeña producción, por cuanto encarece la inversión, gastos, etcétera”, plantea el director de VSF Justicia Alimentaria Global, Javier Guzmán.
Trabas al pequeño productor
El acuerdo busca, según el comisario Hogan, garantizar una competencia justa para los productores, así como eliminar prácticas poco justas y evitar el fraude. Pero esto puede suponer nuevas trabas para la pequeña producción: “Se busca un modelo al final más homogeneizado, competitivo, fomentando por tanto el fortalecimiento de grandes operadores y productores, desvinculando la producción ecológica del comercio local y de la producción de pequeña escala, y apostando por un mercado único, que aumente la producción”, señala Guzmán. Todo ello no garantiza, para el director de VSF, “la vinculación con el pequeño agricultor” al fomentar “la producción ecokilométrica que le prepara para su globalización vía tratados internacionales”.
Además, la simplificación de los trámites para la importación de producción eco de terceros países “facilita la importación, con el problema que puede suponer para la producción local”, indica Guzmán.
Esquemas de certificación grupal
Con el nuevo marco, “los productores más pequeños podrán ahora unirse a esquemas de certificación grupal para beneficiarse de costos de certificación más bajos”, explicó Hogan, quien remarcó que los agricultores orgánicos “tendrán acceso a un nuevo mercado de semillas orgánicas que mejorará la biodiversidad, la sostenibilidad de los cultivos e impulsará la innovación”.
Para Hogan, la decisión del Consejo es “otro hito para el sector orgánico, que garantiza que este importante sector y de rápido crecimiento pueda seguir expandiéndose con reglas claras y pueda estar en igualdad de condiciones con los productores de países no pertenecientes a la UE que exportan sus productos orgánicos a la Unión”.
El comisario de Agricultura apuntó, por otra parte, que las nuevas normas “ponen fin al actual sistema a la carta de excepciones”. Asimismo, establecen “medidas de precaución más estrictas también reducirán el riesgo de contaminación accidental por sustancias no autorizadas”.
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Els orígens del que hui en dia coneguem com Agricultura Ecològica, se remunten a l’època en que la producció d’aliments comença a globalitzar-se, a industrialitzar-se i a mercantilitzar-se, desarrelant-se del seu context cultural per a ser dirigida per opacs organismes supranacionals no sobirans ni democràtics, i per a ser abocada finalment als obscurs designis de l’acumulació de capital i de poder. La fam, l’abundància o l’enverinament indiscriminat de la terra començaren a instrumentalitzar-se i a convertir-se, d'ara en avant, en simples variables d’ajust. Fou en aquella mateixa època, quan un grapat d’individus desperdigats arreu del món, inconnexes aparentment entre ells, cadascú des de les seues xicotetes aldees, des dels seus particulars microcosmos, i originaris de cultures tan distintes com l’àrab (Rabhi), l’europea (Steiner) o la nipona (Fukuoka), començaren a desenvolupar una estratègia vital de resistència davant tot lo que esdevenia, un plantejament filosòfic, més bé, on l’enginy humà es ficara al servei d’una agricultura integral, una agricultura que posara la salut de les persones i dels ecosistemes en el centre, que els fusionara, que els prioritzara, que els sacralitzara. Una agricultura, en definitiva, profundament antisistema. Es podria dir que en aquell primer moment la humanitat reaccionà davant una agressió a la pròpia humanitat. Però ha passat el temps. I com si es tractara d’una paloma que desapareix en el barret d’un mag i torna a eixir convertit en fum blanc i purpurina, hui en dia l’Agricultura Ecològica es concebuda per la gran majoria de la població, i més en especial pel mega aparat burocràtic de la Unió Europea, com (còpie textualment de l’article) ‘un sector que mou al voltant dels 27.000 milions d’euros, i ha crescut un 125%’; i que, per tant, és un sector que ha de ‘modernitzar-se’ i ‘reglamentar-se’ més, si cap. Crec que de tot aquest despropòsit, la paraula ‘sector’ és la que més m’inquieta. Heus ací una altra de tantes inqüestionables medalles penjades al coll del capitalisme, les coses com siguen i l’honestitat davant de tot, ja que és de lo poc -si no l'únic- que ens queda.
¿Cómo va a compartir "el sistema" un negocio de 27.000 millones de euros al año (y subiendo) con los pequeños agricultores?.
Las multinacionales del sector agroalimentario ya tienen sus similares ecológicos y la norma solo les favorece a ellos porque "flexibiliza" la certificación, y por lo tanto abarata sus costes. La perversión es que puedes producir ecológico en Malasia y ser más barato, en Mercamadrid, que un productor ecológico de Aranjuez. La certificación ecológica ya no tiene valor, los pequeños agricultores tienen que prescindir de esta, y de todas las certificaciones, y vender como producto de cercanía, de confianza, y que respeta la naturaleza y a los consumidores. Son los consumidores, desde la confianza, los que tienen que certificar los productos. La marca ECO es, hoy, una gran mentira.