Derechos Humanos
Pastora Filigrana: “Las mujeres andaluzas custodian formas de vida que son antisistema en sí mismas”
Entrevista a Pastora Filigrana Mujer, gitana, andaluza y en las antípodas.

Viene del Turruñuelo, un humilde barrio trianero de casitas y corrales. Ninguna de sus abuelas, ni la paya ni la gitana, sabían leer o escribir. En la universidad formó la Asociación de Mujeres Gitanas Universitarias y ejerció como abogada de personas gitanas en Las Tres Mil Viviendas. Colaboró con la Oficina de Derechos Sociales, donde nació la primera asociación de mujeres inmigrantes del servicio doméstico. Se implicó en el Sindicato de Obreros del Campo y contribuyó a la formación del Sindicato Andaluz de Trabajadores. Fue parte del Grupo 17 de Marzo, resorte y escudo de los movimientos políticos y sociales. Desde la Cooperativa Jarsia (“Justicia” en caló) lucha contra la represión política y los abusos hipotecarios y patronales. Nadie es imprescindible, pero sí hay personas necesarias. Pastora es una de ellas.
¿Qué lleva a luchar contra la injusticia?
Desde chiquita he tenido ese sentimiento de repulsa hacia la injusticia. Es un ímpetu que está en mí, una fuerza más grande que una misma. Existe en la humanidad desde su comienzo y es el motor de la evolución. Ni la mayor forma de violencia organizada ha logrado hacerla desaparecer.
¿Y tus circunstancias?
Sé que hay sujetos más oprimidos, pero en mí coinciden varias líneas de opresión que me hacen luchar. De ser un hombre con las cosas más fáciles hubiera luchado menos, o siendo mujer pero en una situación económica favorable. Como gitana tuve que hacer frente al racismo estructural y vivir en el sur, en la periferia, es otra línea que me atraviesa. No por estar en una situación de opresión te conviertes en un sujeto revolucionario, pero en mi caso sí, no sé el porqué. Era más fácil empatizar con quienes sufren. También tengo un fuerte sentimiento de deuda histórica. Alguien luchó antes que yo para que mi destino no fuera parir y criar, analfabeta y sujeta a la voluntad de un hombre.
¿Cómo determinan la lucha esas líneas de opresión?
Los métodos de lucha que tenemos y hasta el mismo concepto de revolución han sido inventados por el hombre blanco, europeo, de clase media. Un modelo creado en un contexto histórico preciso no puede ser exportado a todo tiempo y lugar. Es necesario deconstruir esas ideas y saber que también son hegemónicas. Lo emancipatorio es entender las líneas de opresión que te atraviesan, por qué te están oprimiendo y luchar desde tus propios valores oprimidos. Cuando el poder te reprime es por aquellos modos de ser y estar en el mundo que le ponen en peligro. No te reprime al azar. ¿Qué peligro han representado los gitanos para recibir en su historia reciente más de 250 leyes represivas? Un modelo de vida alternativo fuera de las lógicas de producción y consumo del capitalismo. Hay que hacer un trabajo de reflexión y mirarse como andaluces, como mujeres o gitanas y ver qué es eso que tenemos que tanto molesta al sistema. Creo en el internacionalismo, pero hay que organizarse desde la propia identidad. Es una cuestión estratégica, no romántica. Porque nos da pistas sobre cómo construir las máquinas de guerra para la emancipación.
¿Hay un feminismo andaluz?
No existe como tal una corriente de pensamiento del feminismo andaluz, pero cada vez somos más quienes la estamos pariendo. Tú eres mujer, pero, además, por ser andaluza, estás un escalón por debajo. Existe una realidad de pobreza y exclusión que no se da en otros lugares y te sitúa, en muchos indicadores, a años luz. ¿Son los mismos puntos de partida para reivindicar la igualdad? No se pueden ignorar las condiciones socioeconómicas del territorio que habitas. Hay que tomar conciencia, quitarnos los complejos de nuestras propias mentes colonizadas y organizarse desde abajo. Hace falta un feminismo andaluz no solo por una cuestión de justicia. ¿Por qué nos oprimen así? Las mujeres andaluzas custodian formas de vida que son antisistema en sí mismas o apuntan a su superación, como el mutualismo de base y las redes comunales allí donde no llega el Estado, los modos de priorizar el consumo o el contacto con la naturaleza en el mundo rural. Es un potencial político que debe ser organizado y convertido en herramienta.
Más allá de la resistencia, ¿por dónde tirar?
El enemigo no puede ser infravalorado y tiene el monopolio de la violencia, pero lleva el virus dentro y hay vías de fuga por donde pierde fuerza. También hay que sacar energías para construir, imaginar y ser propositivos. El mundo nuevo que yo sueño se parece a lo que el poder reprime. Si quieren individualismo, jerarquías y opresiones, ese mundo será comunitario. Si explotan la naturaleza, sostendremos nuestra ecodependencia. Hay que situarse en las antípodas.
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