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Alemania
De nuevo en marcha
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Alemania es un país de zapatos sensatos. Y, debo añadir, supremamente cómodos. Los alemanes hacen el cuero tan bien como la cerveza.
La política energética alemana es igualmente sensata. Los alemanes no ven ninguna razón para elegir la fuente de energía más lenta, más cara, más peligrosa y decididamente no renovable con la que abordar la crisis climática.
En consecuencia, Alemania rechazó la energía nuclear y el sábado 15 de abril cerró el último de sus reactores. Alemania, al igual que su vecino aún más sensato, Austria -donde nada nuclear puede siquiera atravesar su terreno- es ahora un país desnuclearizado. Casi. El siguiente paso para el movimiento antinuclear alemán será cerrar las instalaciones de enriquecimiento de uranio de URENCO y la planta de fabricación de combustible de Lingen. Y, por supuesto, sigue habiendo armas nucleares en Alemania, no suyas, sino estadounidenses.
Alemania, al igual que su vecino aún más sensato, Austria -donde nada nuclear puede siquiera atravesar su terreno- es ahora un país desnuclearizado. Casi.
Mientras Francia sigue tambaleándose sobre sus tacones de aguja nucleares de alta costura, girando los tobillos y rompiéndose los talones cada vez que las cosas se ponen feas, Alemania avanzará inexorable y cómodamente hacia su objetivo declarado de neutralidad en carbono para 2045.
Alemania también planea poner fin a su uso del carbón, posiblemente ya en 2030, pero sin duda para 2038. Aunque nunca se sabría, con todo el bombo alarmista que circula tras el cierre nuclear. El lobby nuclear, ya en plena campaña propagandística, se ha vuelto supersónico en sus esfuerzos por persuadir al mundo de que la decisión de Alemania de cerrar los tres últimos reactores -sin tener en cuenta que su energía ya ha sido sustituida por energías renovables- significará quemar más carbón.
La decisión de prolongar el tiempo de funcionamiento de sus tres últimos reactores hasta abril de 2023 (originalmente debían cerrar a finales de 2022) fue en gran medida política, diseñada para apaciguar las voces de la derecha dentro de la alianza de gobierno liderada por los socialdemócratas. “De hecho, ya podríamos haber cerrado las centrales nucleares el 1 de enero de este año sin que se apagaran las luces”, afirmó la economista alemana Claudia Kemfert. “La prórroga fue más bien un consuelo psicológico, ya que teníamos un exceso de oferta de electricidad”, declaró al Washington Post.
Alemania no necesitaba esos tres últimos reactores para mantener en marcha su revolución verde. Y especialmente no los necesitaba durante este invierno, después de rechazar el suministro de gas de Rusia en respuesta a la invasión de Ucrania por ese país. La calefacción alemana no es eléctrica. Así que la energía nuclear no tenía ningún papel que desempeñar para aliviar esa situación.
Mientras tanto, los precios de la electricidad en la Bolsa Europea de la Energía para el primer trimestre de 2023 fueron más del doble en Francia que en Alemania. Gran parte de ello se debió a la pérdida de confianza del mercado en que la compañía energética estatal francesa, EDF, volvería a poner en funcionamiento un número suficiente de sus reactores nucleares con problemas para satisfacer la demanda.
Mientras tanto, los precios de la electricidad en la Bolsa Europea de la Energía para el primer trimestre de 2023 fueron más del doble en Francia que en Alemania.
Esto no cambió tras el cierre de los tres últimos reactores alemanes. Como señala Bruno Burger, de Energy Charts: “El cierre de las tres últimas centrales nucleares alemanas no tiene ningún efecto visible en los precios semanales futuros de la electricidad en Alemania”.
La aportación de la energía nuclear a la combinación energética de Alemania no ha dejado de disminuir desde que en 2000 se puso en marcha el boom de las energías renovables, conocido como Energiewende, con la Ley de Energías Renovables. Una condición previa para la aprobación de la Ley era que, a medida que se fuera eliminando la energía nuclear, se sustituiría por energías renovables y eficiencia energética (aunque la demanda debería haberse reducido mucho más rápido, mucho más) y no por combustibles fósiles.
En 2000, la cuota de las energías renovables en la electricidad alemana apenas superaba el 6%. La cuota nuclear era del 30%. En sólo 23 años, estas cifras se han invertido con creces, con una cuota actual de energía eólica y solar en tierra y en el mar de algo más del 46% y una cuota nuclear del 4,6% en la última semana antes del cierre definitivo de reactores. Alemania sigue en camino de alcanzar su objetivo de neutralidad de carbono en 2045.
El auge de las energías renovables se vio muy favorecido por la implantación de una tarifa regulada que contribuyó a crear confianza y seguridad para los inversores en energías renovables, a los que se garantizó un precio fijo durante 20 años, por encima del precio estándar del mercado. Esto estimuló una gran inversión, no sólo por parte de empresas, agricultores y cooperativas, sino también de particulares y muchos municipios.
El auge de las energías renovables se vio muy favorecido por la implantación de una tarifa regulada que contribuyó a crear confianza y seguridad para los inversores en energías renovables, a los que se garantizó un precio fijo durante 20 años, por encima del precio estándar del mercado.
Así surgieron casos de éxito local como el de Morbach, una pequeña ciudad a unos 92 kilómetros al oeste de Fráncfort que cuenta con 14 turbinas eólicas, 4.000 metros cuadrados de paneles solares y una planta de biogás. Combinados, generan tres veces más electricidad de la que necesita esta comunidad de 11.000 habitantes. El excedente se vende a la red.
En pocas palabras, el abandono de la energía nuclear abrió el camino al crecimiento de las energías renovables en Alemania y puso al país en la senda de un futuro sin combustibles fósiles. Sin lo primero, lo segundo no habría sucedido.
Los críticos que falsamente atribuyen el uso continuado de carbón en Alemania, incluido el lignito, al abandono de la energía nuclear, no entienden que estos repuntes están impulsados por el mercado de exportación y no están relacionados con el consumo interno o el cierre nuclear.
Irónicamente, es la Francia nuclear, dependiente del calor eléctrico, la responsable en parte de la demanda de carbón alemán. Esto fue especialmente cierto el pasado invierno, cuando el sector nuclear francés prácticamente se hundió, con más del 50% de su capacidad nuclear parada debido a graves problemas de seguridad combinados con el mantenimiento programado.
En cambio, en 2022, Alemania consiguió desprenderse totalmente del gas ruso y suministrar a Francia 15.000 millones de kWh netos de electricidad.
Además, la producción alemana de lignito y carbón sigue estando muy por debajo de los niveles anteriores y Alemania se ha comprometido legalmente a poner fin al uso del carbón para 2038. El gobierno actual está trabajando para adelantar esta fecha a 2030.
En 2022, Alemania consiguió desprenderse totalmente del gas ruso y suministrar a Francia 15.000 millones de kWh netos de electricidad.
Según el Informe sobre la situación de la industria nuclear mundial de 2022: “El lignito alcanzó su máximo en 2013 y luego disminuyó -especialmente en 2019-2020- antes de aumentar de nuevo un 20,2 por ciento en 2021. Sin embargo, la generación de lignito se mantuvo por debajo del nivel de 2019 y un 25 por ciento por debajo del nivel de 2010.
”La hulla también alcanzó su máximo en 2013 y luego cayó hasta un 64% por debajo del nivel de 2010. Aunque ha experimentado, con un 27,7%, el mayor aumento en 2021 de todas las tecnologías de generación de energía, también se mantiene por debajo de las cifras de 2019.
“El gas natural fluctuó desde 2010 y alcanzó un máximo en 2020 con un 2,6 por ciento por encima del nivel de 2010 antes de caer un 5,3 por ciento en 2021”.
De hecho, la lucha de Alemania por abandonar los combustibles fósiles radica principalmente en el sector del transporte y no en el de la electricidad. El idilio del país con el coche y las autopistas sin límite de velocidad es un largo compromiso que ahora hay que romper.
El camino de Alemania hacia una economía neutra en carbono se basa en la trayectoria, que va por buen camino a pesar de los baches. Como siempre, se trata de un compromiso político más que de cualquier reto tecnológico. Si el Gobierno actual cumple su palabra de acelerar enormemente la implantación de las energías renovables, la Energiewende, que no es ni mucho menos una hoja de ruta perfecta, volverá a encarrilarse.
Sin duda se cometieron errores. Incluso después de que la entonces canciller Angela Merkel tuviera su epifanía en 2011 a la luz del desastre nuclear japonés de Fukushima, tomando de la noche a la mañana la decisión de devolver a Alemania a la senda del cierre nuclear, posteriormente realizó drásticos recortes en las subvenciones a la energía solar, algo que los ecologistas describieron como “nada menos que una ley de eliminación progresiva de la energía solar”.
Pero a pesar de ello, Alemania sigue siendo uno de los pocos países occidentales que ha demostrado un compromiso coherente tanto con el abandono de la energía nuclear como con la reducción del caos climático.
Gran parte de este progreso se debe al movimiento antinuclear alemán. Desde hace tiempo es uno de los más poderosos y eficaces políticamente. Al igual que los zapatos sensatos con los que desfilan, los defensores de la ecología en Alemania comprendieron exactamente de qué iba su lucha y la importancia de ese cierre nuclear definitivo. Espero que estén de fiesta. Se lo merecen. Después volveremos a vigilar la Energiewende y, con suerte, a retirar las armas nucleares estadounidenses de suelo alemán y a cerrar las plantas de fabricación de combustible de uranio. Porque ese es el tipo de cosas que sólo el poder del pueblo puede conseguir.
“El abandono de la energía nuclear en Alemania es una victoria de la razón sobre el afán de lucro, sobre las poderosas corporaciones y sus políticos clientes”, se lee en un comunicado de Greenpeace. “Es un éxito impulsado por la gente contra todo pronóstico”.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.