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Guerra en Ucrania
La guerra que llevó a Europa a quemar su trigo
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
En el mundo globalizado del siglo XXI una guerra tiene implicaciones en multitud de ámbitos a lo largo del planeta. Y si hablamos del cuarto exportador global de maíz y quinto de trigo, como es el país cuyo territorio constituye el teatro de guerra del conflicto ruso-ucraniano, y del primer exportador de trigo del mundo, Rusia, lo es aún más. De hecho, en conjunto, la Federación Rusa —que ha prohibido exportar cereales y otras materias primas— y Ucrania proporcionan en torno a una cuarta parte del trigo y la cebada comercializados en el mundo, así como un 15% del maíz y un 60% del aceite de girasol.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un exhaustivo informe sobre las consecuencias de la guerra de Ucrania en los mercados agrícolas globales, advertía a mediados de marzo que el precio de los alimentos y el pienso aumentará este año “entre un 8% y un 22% por encima de los ya elevados niveles actuales”, lo que traerá importantes consecuencias para el acceso a alimentos de millones de personas. De hecho, la cotización del trigo en el mercado estadounidense ha llegado a registrar aumentos del 40% en solo una semana tras el comienzo del conflicto, con diferencias interanuales superiores al 80%.
“Cada año quemamos millones de toneladas de trigo y otros granos vitales para hacer funcionar nuestros autos. Esto es inaceptable frente a una crisis alimentaria global”, señala Maik Marahrens, director de biocombustibles de T&E
Con este panorama, para un buen número de organizaciones resulta sorprendente que 10.000 toneladas de trigo se conviertan en etanol para combustibles, como ha destapado el último estudio de Transport & Enviroment (T&E), una coalición de medio centenar de organizaciones europeas centradas en fomentar que el transporte sea sostenible y cero emisiones. La cifra supone el equivalente a 15 millones de hogazas de pan de 750 gramos.
Suspensión inmediata
“Pedimos que se suspenda la utilización de materias primas alimentarias para producir combustibles”, reclama Pablo Muñoz, responsable de la campaña de Biocombustibles de Ecologistas en Acción (EeA), una de las organizaciones integradas en T&E. “Aparte de sus conocidos impactos climáticos y ambientales”, indica, “ahora mismo estamos en un momento en el que añadir más presión en términos de demanda de estas materias primas repercute directamente en subidas de precios de alimentos básicos como cereales y cultivos oleaginosos, que ya venían subiendo en los últimos meses”.
El trigo es una de esas materias primas fundamentales, pero no es la única. El 78% del biodiésel que se produce en Europa proviene de cultivos alimenticios como son la soja, la palma, la colza y el girasol, mientras que en el caso del bioetanol el 96% proviene del maíz, el trigo, cultivos azucareros y cereales como la cebada y el centeno, según las cifras que maneja T&E.
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En España, el trigo tiene un menor peso en la producción de biocombustibles, aunque no los cultivos alimenticios. El biodiésel producido en el país está elaborado fundamentalmente a partir de soja (27%), palma (24%), colza (8%) y aceite de cocina usado (36%); mientras que el hidrobiodiésel (HVO) proviene en un 88% de cultivos de palma.
Presión de la industria
La coyuntura, asimismo, está haciendo que los lobbies de estos biocombustibles —que se mezclan con carburantes fósiles para vehículos— pidan un incremento de los mismos. Es el caso de organizaciones como European Biodiesel Board and European Renewable Ethanol, que aseguran que incrementar el uso de biocombustibles provenientes de cultivos alimenticios mejora tanto la seguridad alimentaria como la energética.
T&E afirma que la eliminación del trigo en los biocombustibles europeos compensaría más del 20% de los suministros de trigo ucranianos
Este es un argumento que desde T&E califican de “inmoral” en una época de escasez global de alimentos. “Cada año quemamos millones de toneladas de trigo y otros granos vitales para hacer funcionar nuestros autos. Esto es inaceptable frente a una crisis alimentaria global. Los gobiernos deben detener urgentemente la quema de cultivos alimentarios en automóviles para reducir la presión sobre suministros críticos”, señala Maik Marahrens, director de biocombustibles de la organización.
En la misma línea, Pablo Muñoz habla de la necesidad de poner la seguridad alimentaria de la población por delante de la industria del transporte. “Estamos viendo cómo ante una escasez de suministro de combustible por parte de Rusia hay presiones por parte de la industria para suplir ese déficit de petróleo aumentando la producción de biocombustibles, lo que generaría más demanda de materias primas alimentarias”, explica. “Cualquier presión añadida se traduce en que los precios se disparen y hay regiones del mundo con problemas para asegurar el acceso de su población a productos básicos como el trigo y la cebada. Ya hay problemas de suministro en Oriente Próximo y África oriental”, continúa el portavoz de EeA.
En ese sentido, el informe presentado por T&E detalla que la eliminación del trigo en los biocombustibles europeos compensaría más del 20% de los suministros de trigo ucranianos. “En países como Egipto, que importa más del 60% de su trigo principalmente de Rusia y Ucrania, ese suministro adicional al mercado salvaría vidas”, señalan los responsables del informe.
Carta a Ribera
En España, una docena de organizaciones han enviado una carta a la ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la que le piden que suspenda con carácter inmediato el uso de materias primas basadas en cultivos alimentarios y forrajeros para producir biocombustibles, según se puede leer en la misiva, a la que ha tenido acceso El Salto.
“Hay que evitar a toda costa tomar decisiones apresuradas que solo transfieren los problemas a otros lugares y poblaciones”, recomiendan las organizaciones a Ribera.
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Para las entidades firmantes los biocombustibles “nunca han tenido sentido” debido a que “sus impactos sobre el clima y la biodiversidad son nefastos, y además siempre han constituido un factor causante del alza en los precios de alimentos”. De hecho, abogan porque esta suspensión “decisiva y urgente” sea el paso previo para su eliminación total “en favor de un apoyo decidido a fuentes de energía realmente renovables que impulsen la movilidad sostenible en lugar de seguir promoviendo la quema de combustibles del siglo pasado”.
Como recuerda Pablo Muñoz, aunque la urgencia del momento se centra en los problemas de seguridad alimentaria y abastecimiento, el uso de biocombustibles está asociado a la deforestación, especialmente en latitudes tropicales y subtropicales, y al incremento de la emergencia climática. Sin ir más lejos, un informe de Harvest y la Rainforest Foundation Norway alertaba la pasada semana que las grandes comercializadoras de soja han incrementado la destrucción de zonas de alto valor ecológico.
“Estamos viendo cómo ante una escasez de suministro de combustible por parte de Rusia hay presiones por parte de la industria para suplir ese déficit de petróleo aumentando la producción de biocombustibles”, explica Pablo Muñoz
Precisamente estos días se está debatiendo en Bruselas el futuro Reglamento europeo para luchar contra la deforestación, una ley que busca poner coto a hecho como que el 17% de las importaciones de soja brasileña que los países europeos realizan están vinculadas a la tala ilegal en zonas de altísimo valor como son la Amazonía y El Cerrado.
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Del mismo modo que ocurre en el sector de los biocombustibles, decenas de organizaciones sociales y ecologistas han denunciado que los lobbies de la industria sojera —ligada no solo a los biocombustibles, sino especialmente a la del pienso para ganado— están presionando a la UE para que relaje su normativa y rebaje sus controles sobre las importaciones que acaban con los grandes pulmones del planeta. Así lo denunciaron 200 colectivos a principios de mes ante la nueva ronda de negociaciones sobre el Reglamento contra la deforestación que ha tenido lugar a mediados de marzo.
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Hay que acabar con la lógica del crecimiento económico permanente antes de que la lógica acabe con nosotros por simple autorregulación planetaria. Sólo un movimiento a escala mundial puede lograrlo.