Huelga feminista
Crónica de un 8M desde el epicentro de la internacional feminista

Las calles de Buenos Aires recordaron y rindieron homenaje a Pepa Gaitán, asesinada por ser lesbiana, y a las 16 víctimas de travesticidios en el país en lo que va de año.

argentina 8m
Las marchas del 8 de marzo volvieron a tomar Buenos Aires este 2019. Imagen: Luciana Rolón
10 mar 2019 13:47

Tras un año de la histórica convocatoria de paro general feminista impulsada desde Argentina y que se hizo eco en todo el mundo, las mujeres volvieron a tomar Buenos Aires en el 8M, una convocatoria a la que se sumaron manifestaciones descentralizadas en el área metropolitana bonarense.

El 2019 en Argentina marca la capacidad del feminismo de convertirse en eje estructurador de las luchas por la justicia social en multitud de frentes, que van desde la campaña por el aborto legal hasta la resistencia popular al violento plan de ajustes económicos impuesto por el Macrismo.

En un contexto en que el neoliberalismo y las pautas ultraconservadoras avanzan a grandes pasos en Latinoamérica, atacando con ferocidad los derechos de las mujeres, no es casualidad que los últimos años se haya visto el asesinato de activistas –principalmente indígenas y negras– como Berta Cáceres en Honduras (2016) y Marielle Franco en Brasil (2018). También, en Argentina, con la represión a luchadoras populares como Milagro Sala, Mirta Guerrero, Gladyz Díaz, Mirta Aizama, Graciela López, Patricia Cabana, Adriana y María Condori.

Las calles recordaron y rindieron homenaje también a Pepa Gaitán, asesinada por ser lesbiana, y a las 16 víctimas de travesticidios en el país en lo que va de año, denunciando el genocidio trava y trans. El caráter antibiologicista –y consecuentemente antifascista– del movimiento se afirma a partir de reflexiones y construcciones que exponen la vinculación entre el biologicismo, que pretende negar la existencia de las personas trans, y el neofacismo, que viene alimentando una cruzada en todo el continente contra lo que llaman la “ideologia de género” a través de una agenda política compuesta por una miriada de proyectos de carácter genocida, que van desde la patologización de los cuerpos trava y trans hasta la censura de la palabra “género” en los establecimientos educativos.

Al ponerse en cabeza de las luchas por la justicia social, el feminismo argentino y latinoamericano pone en evidencia que el patriarcado, el racismo y el colonialismo son sistemas de opresión interconectados y anteriores al capitalismo, al cual abrieron paso; así que también la resistencia se puede articular desde una mirada feminista. Como explica la economista Camila Barón, “aquello a que se suele llamar feminización del trabajo es, en otras palabras, el proceso por el cual las características que hace tiempo eran propias del trabajo femenino ahora se tornan la experiencia de buena parte de la clase trabajadora: precarización, desempleo, subempleo, migración forzada y criminalizada”.

Pero en el acúmulo que lleva el movimiento desde el primer paro,  en 2016, pasando por la ampliación de las reflexiones de manera a incorporar la cuestión laboral, el 2017, y la masiva convocatoria internacional que marcó el 2018, este año por primera vez la asamblea acordó llamar a un paro plurinacional, buscando visibilizar especialmente a las mujeres indígenas, originarias, afroargentinas y negras. Esto viene a partir de la presencia y protagonismo de mujeres indígenas de toda Latinoamérica, contribuyendo a romper con el silenciamento que aún se vive en Argentina sobre el genocidio de los pueblos originarios, y abriendo paso a cuestionar la blanquitud que estructura la construcción nacional en el país.

Los pañuelos verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que inundaron ayer las calles de Buenos Aires son una presencia discreta pero constante en la vida social de la ciudad. Van atados al bolso de las trabajadoras y a las mochilas de las nenas de camino al cole, en el pelo de la estudiante, en el puño de una adolescente que se sube al metro para ir al cine o el carrito de mercado de la abuela. Y si surgieron como símbolo de una toma de posición en favor de la legalización del aborto, hoy día su significado se sigue ampliando para significar la resistencia contra las múltiples crueldades del sistema actual y las posibilidades plurales de un mundo aún por venir: la tarea de legalizar el aborto es la tarea de reinventarlo todo.

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