Infraestructuras
            
            
           
           
Surfear en la cresta de la montaña
           
        
         
El  surf es uno de los mayores atractivos deportivos y turísticos de la  costa vasca. Sus playas han sido cantera de algunos de los mejores  surfistas del mundo. La playa donostiarra de la Zurriola se encuentra  entre los escenarios favoritos para los deportistas locales y  visitantes, que en los últimos veranos acaban peleándose para coger  sus olas ante la gran afluencia de surfistas. Ahora, a tan solo cuatro  kilómetros, en el monte Antondegi, la empresa Wavegarden quiere  construir una piscina de olas artificiales de unas seis hectáreas.  El proyecto ha levantado las críticas de surfistas, ecologistas y  vecinos. La nueva infraestructura, denuncian, podría degradar una  zona rica en fauna.
Cercano  al barrio de Martutene, el polígono 27 esconde la entrada al monte  Antondegi. El camino de subida, que intercala caseríos con terrenos  agrícolas y ganaderos, deja atrás los espacios grises e  industriales para llegar a una de las zonas del cinturón verde de  Donostia. Allí, los estudios de la asociación ornitológica Itsas  Enara han recogido 109 especies de aves  que utilizan ese espacio como zona de descanso, alimentación o  nidificación. Entre ellas se pueden avistar águilas, buitres o  alimoches, una especie en peligro de extinción. En Antondegi existe,  además, una amplia comunidad de mamíferos, al menos de 18 especies,  como por ejemplo el tejón común, el zorro común, la garduña, la  gineta y la comadreja. Una fauna que, según los grupos ecologistas —que cuentan con el asesoramiento de biólogos y especialistas en gestión de faunas—, se vería gravemente afectada tras la artificialización de la parte alta, la construcción de nuevos viales, y el aumento de la afluencia de gente y vehículos que provocará la nueva ola.
Se trata de una gran piscina. Un centro de tecnificación de surf como el que ya hay en la pequeña localidad de Aizarnazabal, a 40 kilómetros, que desaparecería tras la construcción del nuevo equipamiento. Con un complejo sistema de ingeniería, que permite moldear olas al gusto, los surfistas pueden practicar esta actividad sin depender de las condiciones marítimas. La empresa guipuzcoana Wavegarden cuenta con instalaciones similares en países como Brasil o Australia. Y presume de mejorar los entornos naturales allí donde colocan sus instalaciones. Aunque todavía no saben si su ola artificial recalará en Antondegi, para esta empresa muchas de las personas que les critican lo hacen porque desconocen su forma de trabajar.
Preservar Antondegi
Javier Iraizoz, portavoz de los surfistas de la Zurriola que están en contra de la piscina de olas artificiales, y Xabier Saralegi, ingeniero y ornitólogo, observan con los prismáticos las aves que sobrevuelan los caminos que dan acceso a la parte alta del monte Antondegi. Junto a vecinos y vecinas de Donostia y organizaciones como Eguzki, Itsas Enara Ornitologia o Greenpeace han constituido el grupo Antondegi Berdea. “No estamos en contra de la ola artificial, estamos en contra de degradar el lugar donde se quiere construir”, explica Iraizoz. Por su parte, Saralegi comenta que mientras se aboga por planes de conservación en las zonas periurbanas de las ciudades, y el propio ayuntamiento de Donostia aprobó la Declaración de Emergencia Climática a principios de 2020, “parece que no se quiere cuidar una de las pocas zonas verdes y con fauna que quedan en la ciudad”.
“No estamos en contra de la ola artificial, sino de degradar el lugar donde se construirá”, Javier Iraizoz, surfista
Otro  de los aspectos más controvertidos de este proyecto es su cercanía  con la mar. Iraizoz, surfista experimentado, reconoce que cada vez  más compañeros se están posicionando contra la ola artificial  porque, si bien la actividad y el proyecto les puede parecer  interesante, no están de acuerdo con que se establezca en Antondegi.  Asimismo, considera que se trata de un servicio “elitista”. Y  pone de ejemplo la visita que Shakira hizo a la ola artificial de  Wavegarden en Aizarnazabal, que fue publicitada por varios medios  guipuzcoanos. Por otra parte, también temen que la nueva piscina atraiga  más surfistas a la playa de la Zurriola y al barrio de Gros, donde,  según Iraizoz, ya “hay una gran masificación en el agua y casi  nos tenemos que pegar por las olas”. En esa zona de la ciudad,  además, hoy es casi imposible aparcar el coche y en invierno la  playa no tiene servicios de socorristas ni duchas.
Escondido  entre los árboles, a la orilla del río Urola y tras los estrechos  caminos que llevan a sus caseríos, el complejo de Wavegarden en  Aizarnazabal crea la ola perfecta para exportarla a sus piscinas de  Reino Unido o Australia. Allí, en pequeñas casetas, sus  trabajadores planifican la ola en una piscina que, por lo general, no  se abre al público. Detrás, varios obreros se afanan en desmontar  los últimos restos que quedan de su primera piscina, con la que al  principio experimentó la empresa haciéndose valer de un tractor.  Amaia Iturri, responsable de comunicación de Wavegarden, defiende  las bondades de su ola artificial: “En todos nuestros proyectos  hemos mejorado la biodiversidad del terreno. Queremos hablar con  todas las partes y crear planes conjuntos para no dañar esa zona de  Donostia”.
Iturri  admite que la empresa tiene unos principios de construcción  sostenible, pero que muchas veces dependen “de lo que diga el  cliente, que es el que pone el dinero”. Así, explica que las  plantas que tienen en Reino Unido, Suiza o Australia funcionan con  energía renovable, pero matiza que hasta que el proyecto de Donostia  no esté validado comercialmente no pueden adelantar cómo será su  funcionamiento. “Hay mañanas en las que nos encontramos animales  bebiendo en la piscina, incluso jabalíes”, cuenta Iturri sobre  sus instalaciones en Aizarnazabal. Y reitera que la defensa del  medioambiente les obliga a estar comprometidos.
Para  Wavegarden, la construcción de Antondegi será similar a la de un  polideportivo o un rocódromo, que “son grandes edificios y generan  un impacto que nadie cuestiona”. Por su parte, desde Antondegi  Berdea rechazan esta comparación y recuerdan que ese tipo de  infraestructuras suelen colocarse en zonas urbanas ya degradadas.  “Mientras una piscina de natación mide 25 metros y un rocódromo  cabe dentro de un polideportivo, las olas artificiales pueden  alcanzar las seis hectáreas en la cima de un monte”, matiza Javier  Iraizoz.
Gestión  municipal
Desde Antondegi Berdea ponen también el foco en la gestión del ayuntamiento de Donostia. Para Saralegi, desde que se presentó el proyecto, el consistorio ha jugado con la falsa premisa de que en ese terreno o se construía esta piscina o edificios residenciales, algo fraudulento ya que allí, en la práctica, no se pueden construir casas. “Es un terreno que el ayuntamiento siempre ha querido colocar, y antes ya lo situaron como opción para la incineradora o para el cuartel militar”, recuerda Iraizoz. Y remarca que casi todos los informes que han analizado la fauna y biodiversidad del terreno los han tenido que hacer ellos. Asimismo, han colocado cámaras para grabar y documentar todos los animales que conviven en ese espacio. “Lo que tendría que ser cosa del ayuntamiento lo estamos haciendo nosotros, y encima nos insultan”, lamenta Saralegi.
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Impulsar  el surf y apoyar a una empresa guipuzcoana son los dos motivos  principales por los que el Ayuntamiento de Donostia dice apoyar la  construcción de la nueva ola artificial de la empresa Wavegarden.  Eso sí, para lograrlo el ayuntamiento deberá cambiar su plan  general de ordenación urbana. Una modificación puntual, que se  realizaría de una forma más rápida o tras incluir estos cambios en  un nuevo plan, cuya aprobación podría dilatarse de dos a cuatro  años. “No entendemos cómo es posible que el consistorio haya  declarado la emergencia climática y permita está construcción en  una parte del cinturón verde de la ciudad”, comenta Markel  Ormazabal, del grupo EH Bildu Donostia, que rechaza el proyecto.  Ormazabal considera una “locura” construir una ola artificial a  cuatro kilómetros de la playa y critica que aún no se haya  presentado un informe de impacto medioambiental. “No es nuevo que  quieran utilizar este terreno, el exteniente de alcalde Ernesto Gasco  ya propuso Antondegi para trasladar allí el cuartel militar de  Loiola”, recuerda Ormazabal. Y explica que aunque en Iparralde, en  Donibane-Lohizune, las protestas vecinales ya paralizaron otra ola  artificial, “al ayuntamiento le da completamente igual”.
Por  su parte, para Aitzole Araneta, portavoz del grupo municipal  Elkarrekin Podemos, también contrario al proyecto de Wavegarden, “el  alcalde de Donostia, Eneko Goia, quiere una ola artificial para una  ciudad de cartón piedra”. Y critica que se cemente uno de los  pocos corredores verdes que quedan en la ciudad, cuando a pocos  kilómetros están la playa de la Zurriola o la de Zarautz. Además,  señala la contradicción que supone aprobar la declaración  climática de emergencia en favor del ecologismo y un modelo verde de  ciudad y que luego “se quiera construir un complejo con una ola  artificial”. En su opinión, Donostia y Gipuzkoa tienen un gran  potencial para el mundo del surf, pero se puede combinar con una  forma de vida en la que se “disfrute y respete del entorno  natural”.
Energía  y sostenibilidad
Los consumos energéticos y la sostenibilidad de la piscina artificial también generan dudas entre sus detractores. Desde Antondegi Berdea insisten en que todavía la empresa no ha ofrecido datos detallados sobre estos aspectos. Se ha hablado de la posibilidad de recoger el agua a través de un sistema de captación que funciona con embudos. De esta forma, recogerían el agua de la lluvia, aunque Saralegi observa que “donde pretenden edificar tienen un depósito de agua, por si tienen que recurrir al agua corriente”. Además, la zona, apartada del centro urbano, obliga al desplazamiento en coche, lo que supondría ampliar la obra inicial para crear accesos y parking. “Generas un gasto energético cuando puedes hacer la misma actividad o similar a 4 kilómetros sin tener que coger el coche y sin tener que ocupar espacio, fauna y entorno verde”, apunta Saralegi.
“Consumimos 10 veces menos energía que cualquier otra tecnología”, Amaia Iturri, de Wavegarden
La  empresa Wavegarden tiene en marcha 44 proyectos en diferentes fases  de construcción. En el mercado de las olas artificiales apenas hay  en el mundo cuatro o cinco empresas que les hagan competencia.  “Consumimos 10 veces menos energía que cualquier otra tecnología.  Nuestro funcionamiento es electromecánico, mientras que el de las  demás empresas es neumático”, explica Iturri. Mientras la  competencia gasta 4.400 kWh, desde Wavegarden aseguran que apenas  consumen 400 kWh. Además, utilizarían energía fotovoltaica, con la  implantación de placas solares. Y respecto al agua, aseguran que  pretenden “llenar la piscina durante la construcción con el agua  de la lluvia”. Aunque, reconocen, será “casi imposible” no  utilizar también agua corriente. “Es muy fácil tirarnos el  proyecto sin conocer cómo funciona de verdad”, concluye Iturri,  responsable de comunicación de la empresa.
Olas  vascas
Wavegarden  fue fundada en 2005 por el ingeniero Josema Odriozola y  la economista deportiva alemana Karin Frisch. Entre 2005 y 2007 la  empresa diseñó y construyó sus dos primeros prototipos de olas  artificiales para la práctica del surf, uno circular y el otro  lineal. En 2008, la empresa trasladó sus oficinas de Donostia a  Aizarnazabal, donde levantó un prototipo de mayor tamaño. Un par de  años después, generó la primera ola surfeable y algunos de los  mejores surfistas se acercaron hasta su centro de pruebas. Es  entonces cuando la empresa busca un lugar más atractivo para  potenciar su negocio y piensa en Zarautz. La villa costera  guipuzcoana, con gran tradición surfera, ya había sido una de las  sedes del circuito mundial de surf.
El ayuntamiento de Zarautz apoyó el proyecto y consideró que podría convertirse en un importante revulsivo turístico, económico, industrial, deportivo y en una nueva zona de ocio. “Una empresa guipuzcoana tenía la oportunidad de impulsar su producto en Zarautz, y eso propiciaba la creación de nuevas instalaciones deportivas para todo tipo de gente: surfistas profesionales, aprendices, niños, discapacitados…”, explica Jon Urien, alcalde de Zarautz en 2011. Y recuerda que, aunque entonces hubo vecinos a favor y en contra de las instalaciones, “había que tener otros factores en cuenta”.
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Finalmente,  Wavegarden no se instaló en Zarautz porque EH Bildu, que no apoyaba  el proyecto, sustituyó a EA al frente del consistorio pocos meses  después. “Creo que fue una oportunidad perdida, pero no creo que  fuese ni bueno ni malo”, reconoce ahora Urien. En su opinión, era  un proyecto bonito, bien trabajado, que ofrecía buenas oportunidades  para el sector turístico e industrial, para crear puestos de trabajo  y probar algo innovador. “Un proyecto útil y que respetaba lo  ecológico”, sentencia el exalcalde.
Antondegi  forma parte del cinturón verde de Donostia y es uno de sus grandes  parajes desconocidos. Su cima, con vistas a la mar y a toda la  ciudad, parece el lugar ideal para escapar de la zona urbana y de los  malos aires provocados por el incesable tráfico de la capital. Sin  embargo, para el ayuntamiento se trata también de un lugar  degradado, al toparnos también allí con un depósito de agua y una  escombrera. Y de ahí que, en lugar de apostar por su recuperación,  defienda que en ese paraje se construya la gran piscina. El tiempo  dirá si las aves y mamíferos que habitan Antondegi tienen que  abandonar el monte por la infinidad de curiosos que acudirán a  surfear en su cresta.
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