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La semana política
Vacío
En la platea está Ursula Von der Leyen, vestida con una combinación de blusa azul y chaqueta amarilla. El discurso sobre el Estado de la Unión Europea en Estrasburgo está pintado con los colores de la épica y los adjetivos de un propósito común. De alguna manera, la UE ha adquirido un sentido que está por encima de la economía de mercado. Ese sentido, defiende la presidenta de la Comisión Europea el miércoles, es la puesta a prueba de sus valores, que ha llegado a su endgame con la invasión rusa de Ucrania.
El amado pastiche europeo, la forzada combinación entre el neoliberalismo y la democracia, ha hallado su destino en la defensa de la soberanía de Ucrania, hasta el punto de suspender, parcialmente, el mecanismo de los negocios como siempre. “No me malinterpreten”, se apresura a defender Von der Leyen, “en la economía social de mercado hacer beneficios es positivo pero en estos momentos es erróneo recibir beneficios extraordinarios”.
Ocurre justo antes de anunciar la única medida sustanciosa de su discurso: la limitación de las ganancias derivadas del funcionamiento regular del sistema. Un apaño temporal con el que la Comisión Europea pretende recaudar 140.000 millones de euros mientras dure la crisis energética. Una muestra también del uso de la lengua: Von der Leyen evita la palabra “impuesto” y no detalla cuáles serán los mecanismos de intervención en el mercado spot de la energía, donde cada día se establece el sobrecoste que los especuladores pueden obtener de las subastas a corto que determinan el grado de sufrimiento que pueden alcanzar los distintos pueblos de los Estados europeos. No pienses en un elefante, sobre todo si el elefante se balancea sobre la ideología que ha sostenido la Unión Europea durante cuatro décadas.
Opinión
La puerta abierta de Von der Leyen
En las semanas previas al fundido a negro definitivo de la democracia italiana de la mano del partido fascista Fratelli d'Italia, la defensa de la democracia de Von der Leyen evidencia la crisis de un modo de pensar (palabras de la portavoz de The Left, Manon Aubry). Un vacío. No es extraño que Pedro Sánchez —“vacío”, en la afortunada denominación que adoptó hace tiempo La Página Definitiva— sea el comodín del carisma de una Comisión Europea esforzada por hacer “lo de siempre, lo que haga falta, pero con un agradable toque de modernidad”.
Demasiadas incógnitas en el discurso de Von der Leyen, demasiada condicionalidad. Pero una certeza: el vacío existencial ha alcanzado al motor del sueño europeo. Alemania, el país del que salió la monstruosa solución a la anterior crisis, ha perdido el control. Su industria exportadora es la gran amenazada por el incremento de los precios del gas, sus mentes más fiables aparecen al borde de la enajenación y la escasa agenda de paz lograda desde la reunificación del país saltó por la ventana en cuanto los tanques rusos cruzaron la frontera ucraniana.
El discurso de Von der Leyen acepta el nuevo marco y propone tímidamente, sin convicción, una manera de llenar el vacío: la retórica de los valores, siempre presente en la propaganda de la UE pero hoy imprescindible como modo de salvaguardar la idea de que hay algo que se puede llamar un plan autónomo. Como colofón de este nuevo orden, el viernes el Parlamento Europeo decidía el viernes 16 que Hungría, miembro de pleno derecho de la unión desde 2004, no es una democracia plena. Esto no implica su expulsión, un mecanismo no previsto por los tratados vigentes, sí la posible congelación de los fondos de ayuda hacia un país señalado por su corrupción y sospechoso por la relación entre el Gobierno de Fidesz con la autocracia rusa.
La vecindad sur
Unas horas antes de la esperada puesta al día de Von der Leyen, en un escenario semidesierto, tiene lugar la presentación, a cargo de Antonio López-Istúriz (Partido Popular Europeo) de la nueva Agenda para el Mediterráneo. Un acuerdo respecto a la “vecindad sur” que López-Istúriz cierra con la alusión a China como un peligro “para Europa y para el mundo democrático”.
La agenda para el entendimiento con capos regionales como Mohamed VI, Recep Erdoğan, Isaac Herzog o Abdelfatah El-Sisi es una respuesta tímida —al menos a nivel de inversión financiera— a la iniciativa exterior china, muy especialmente la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en una semana intensa de actividad internacional del presidente Xi Jinping, reunido con Putin y los mandatarios de India, Pakistán, Uzbekistán o Kazajistán en la Organización de Cooperación de Shanghai.
En lo económico, la Agenda para el Mediterráneo dibuja el mismo escenario de relación neocolonial que ya existe sobre un mundo distinto, el del capitalismo de la escasez. Explotación de la naturaleza y de la vida, a cambio de contribuciones cada vez más condicionadas a las políticas de control fronterizo. En lo social, la falta de cualquier alusión a la sociedad civil, y el escaso papel de los derechos laborales y sindicales, deja clara la orientación economicista del acuerdo. En lo estratégico, se trata de una fotocopia de las tesis de la cumbre de la OTAN de Madrid pero los eurodiputados del PPE constatan, entre la perplejidad y la indignación, que la línea moral que separa a Rusia de las democracias, que tan clara ven los pueblos europeos, se desdibuja más allá del muro mediterráneo.
El miércoles, mientras Von der Leyen emite un discurso destinado a reafirmar el destino europeo, en otra sala del Parlamento de Estrasburgo, convocadas por la eurodiputada Idoia Villanueva (The Left), se evoca a las miles de víctimas de las afinidades electivas de la Unión Europea, los miles de perseguidos por aquellos países considerados “predecibles y fiables”. El pueblo rifeño, víctima del régimen de Mohamed VI; el saharaui, en guerra por la autodeterminación desde 2020; el pueblo palestino, acostumbrado a las palabras a media asta de la UE cada vez que Israel emplea la violencia en Gaza o afina sus sistemas de persecución en Cisjordania; el pueblo kurdo, con más de 14.000 personas encerradas en las cárceles de Turquía y la amenaza de una ofensiva final sobre Rojava. Otra serie de víctimas desconocidas, los muertos en el Mediterráneo, las 37 asesinadas en Melilla el 24 de junio de 2022, o la mujer de 24 años asesinada por un tiro en el pecho el pasado lunes por un gendarme marroquí, cuyo nombre no ha sido publicado, reclaman también su reconocimiento en la agenda de los valores europeos. Y solo encuentran abandono.
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