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La semana política
Pólvora en las fronteras
“Sientes que estás encima de un barril de pólvora”. La cita es la última de un extenso artículo que el 14 de abril publicó Nicholas Pelham, corresponsal de The Economist. El barril es Marruecos, la pólvora es la situación política. Concretamente, el enfrentamiento de Mohamed VI y una parte significativa del Mazjen, esa palabra que designa a un sistema formal-informal de poder compuesto por militares, servicios secretos, diplomáticos y empresarios. Es lo más parecido a la concepción canónica de “Estado profundo” y al frente del Mazjen está Abdellatif Hammouchi, oficial de los servicios secretos, un vector de poder en sí mismo y un veterano con buenas relaciones con FBI y CIA.
El artículo del pasado viernes desarrolla, con la misteriosa vida de Mohamed VI en el primer plano, la volátil situación en la que se encuentra el país vecino, que se ha expresado ya en estallidos populares como las protestas del Hirak rifeño a finales de la pasada década y vive hoy el desarrollo de una conjura palaciega que incrementa el nivel de descontento popular. Pelham refiere que las fuerzas vivas no descartan algún tipo de golpe militar y que a través de una campaña sutil en prensa se está presionando a Mohamed VI para que tome “la vía española” y abdique, como lo hizo Juan Carlos I en 2014, con el fin de salvar un sistema del que es clave de bóveda.
Con un lenguaje cuidado, que invita a leer entre líneas, Pelham revela al público angloparlante las dimensiones de una confrontación entre un monarca abducido –en una doble y severa crisis, de identidad y de mediana edad–, que vive desapegado de un pueblo que se encuentra en una situación de triple crisis marcada por la inflación, las migraciones y la represión política, y los artífices de esa misma represión política, unos servicios secretos que han cimentado su poder en el chantaje a sus adversarios y quizá también al representante de su principal institución.
Una frase y mucho poder
El tope que el reino alauita impuso a las revueltas populares de las primaveras árabes en 2011 consolidó su papel de gendarme de la frontera sur a cargo de la Unión Europea y acrecentó la colaboración militar del país con Estados Unidos, sistema que tiene en Egipto y Marruecos sus socios clave en la región. En 2020, los Acuerdos de Abraham, anunciados desde Washington, unieron a Israel y Marruecos en un afán mutuo por establecer “relaciones diplomáticas plenas, pacíficas y amistosas“. Esa convergencia tuvo como principal recompensa para el reino que el gabinete de Donald Trump reconociese como único marco posible el plan trazado por Rabat para la autonomía del Sahara. Respecto a ese enclave, es un marco ajeno a las resoluciones de la ONU.
El Gobierno español aceptó acatar “la frase” en marzo de 2022 y, aún hoy, no se conoce el contenido completo de la carta en la que fue incluida. La Moncloa se niega a hacerla pública
La victoria diplomática rotunda de Rabat ha dado lugar a una frase, “la frase” con la que la Administración marroquí ha hecho pagar peaje a España para reconducir unas relaciones bilaterales que estaban en crisis. Una nota emitida por el reino de Marruecos en la que el Gobierno español pasaba por las horcas caudinas con esa frase –España “considera la iniciativa de autonomía marroquí, presentada en 2007, como la base más seria, realista y creíble para resolver este contencioso”– supuso un giro histórico en el posicionamiento de La Moncloa y abrió un periodo de fingida complicidad entre los dos países que dura hasta hoy. El Gobierno español aceptó acatar “la frase” en marzo de 2022 y, aún hoy, no se conoce el contenido completo de la carta en la que fue incluida. La Moncloa se niega a hacerla pública.
Esta semana, gracias a una investigación de Jose Bautista e Ignacio Cembrero en El Confidencial se ha sabido que la pleitesía a Marruecos no comenzó con la inclusión de esa declaración en la carta del 18 de marzo de 2022, sino que Pedro Sánchez sirvió a Rabat la cabeza de la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, en julio de 2021, para reestablecer puentes después de que los servicios secretos del reino del sur descubrieran que el Gobierno español autorizó el tratamiento médico de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario saharaui, en Zaragoza.
El mismo día, El Salto publicaba un reportaje sobre el uso de drones en la guerra del Sáhara por parte de Rabat, que se produce en un espacio aéreo cuyo administrador último sigue siendo España, en virtud de la descolonización fallida de la provincia número 53. Los intentos del periodista Alfonso Masoliver por aclarar la responsabilidad de Enaire, la entidad pública empresarial española adscrita al Ministerio de Transportes que controla ese espacio aéreo, se toparon con una respuesta evasiva bastante elocuente por parte de la empresa: “No es fácil para nosotros informar sobre este tema y tampoco podemos ofrecer un portavoz debido al componente político que tiene”. Todo indica que el Ejecutivo calla otro abuso militar del país vecino.
El Gobierno español se ha acomodado en la incomodísima posición de tener que permitir cualquier intromisión del poder marroquí en algunas de sus competencias debido al factor geopolítico antes mencionado y a la amenaza poco velada en términos de gestión de los flujos migratorios. La forma en la que el Estado marroquí ha tratado el episodio de la valla de Melilla en junio de 2022, en el que murieron más de 20 personas y tras el que 80 permanecen desaparecidas, y el empeño del Ministerio español de Interior por borrar su responsabilidad en este caso de crímenes transfronterizos llevaron al periodista Salaheddine Lemaizi, del medio independiente Enass Media, a hacer una reflexión en el marco del Congreso de periodismo de migraciones de Por Causa que ha tenido lugar miércoles y jueves: “Se van reduciendo las diferencias entre los países democráticos y los países autoritarios”. Para peor. Esa es la principal lección que hoy se puede extraer de las relaciones entre los dos países en este momento de la historia.
Una crisis política-policial en Marruecos que desembocara en algún tipo de golpe puede tener consecuencias en todo el Mediterráneo, especialmente en España. El riesgo tangible e inmediato, no obstante, es que la tendencia a la paranoia securitaria, propiciada o vehiculada mediante las técnicas de espionaje y chantaje contemporáneas, sigan extendiéndose en las dos orillas del mismo mar. Un año después de la emisión de “la frase” por parte de Sánchez es posible comprobar cómo está ha tenido consecuencias, no solo respecto a la situación del Sáhara occidental, sino que sus efectos se han extendido como una mancha por una serie de ministerios –Interior, Exteriores y Defensa, del que dependen los servicios secretos españoles– que alojan las mismas tendencias antidemocráticas que tan fácil identificamos cuando se trata de Marruecos.
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Cada vez más de acuerdo con lo afirmado por el periodista Lemaizi y recogido en este artículo: cada vez más las diferencias entre países autoritarios y democráticos son menores. O hay una confluencia entre el Socialismo, el Ecologismo, el Feminismo y el Antirracismo para frenar al autoritarismo y al belicismo, o los años 30 y 40 del siglo pasado pueden ser un ensayo de lo que se viene.