We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Madrid
La compra en los mercados municipales, una cuestión de elecciones
Es temprano por la mañana en miércoles de resaca del Puente del 1 de Mayo, que en Madrid se alarga con la fiesta local del día 2, y en la primera planta del Mercado de Usera hay menos clientes que puestos abiertos. Contando a este redactor y en casi una hora, nunca llega a haber tres personas a la vez comprando. Uno de los tenderos, con su puesto de carne y huevos frente a la puerta lateral de entrada del mercado, resume: “Aquí estamos esperando a cerrar o jubilarnos, como aquel y aquel. Yo en unos meses, cuando me salga otra cosa que estoy esperando, echo la persiana”. Su vecino, desde la charcutería, le apostilla: “es que no puedes competir con los que abren en fin de semana. Y la gente ya está acostumbrada a comprar en fin de semana”.
En Madrid capital existen 45 mercados municipales, contando galerías y los “mercados de tapas” del centro. La Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), que recoge varias propuestas para su mejora en su documento de Propuestas para las elecciones autonómicas y municipales de 2023, los divide en tres tipos según su tipología y problemática: los de la almendra central, los de la periferia… y los inexistentes, en barrios de nueva construcción que nunca han dispuesto de uno. A lo largo del mandato que ahora termina, los principales partidos de la izquierda, PSOE y Más Madrid, han paseado a sus candidatas –la actual número 3 en la lista de Reyes Maroto, Ema López, y coordinadora de la campaña por la parte socialista, y la ‘alcaldable’ Rita Maestre por el partido regionalista– por los distintos locales y asumiendo las reivindicaciones de comerciantes y vecinos, al menos aparentemente.
Enma López llegó a realizar lo que llamó una ‘Ronda de Mercados’, recorriéndose los 45 y haciendo un seguimiento en redes con una serie de propuestas para mejorarlos. Su modelo es el de los mercados de Barcelona, donde el nivel de compra local es desde hace años es mucho mayor que en Madrid, y “un sistema de gestión mixto, donde el Ayuntamiento no se desentienda de los mercados, se encargue de las grandes inversiones y se cogestione junto a las asociaciones de comerciantes”, algo que canalizarían, hipotéticamente, “a un instituto o agencia municipal de mercados municipales”.
Los mercados de la almendra central que la FRAVM clasifica aparte son los que han evolucionado hacia el modelo turístico
Jorge Nacarino, de la FRAVM, por su parte, aclara lo de los mercados “inexistente”. Las federación de asociaciones vecinales pide “no solo revitalizar los mercados que ya existen, sino crearlos en los nuevos desarrollos de las últimas dos décadas, en los que no se ha construido un solo mercado municipal nuevo. Es evidente que la ciudad ha apostado por un modelo distinto, vinculado a los centros comerciales y el sector privado, cuando es una demanda que muchos vecinos tienen presente. Pero es imposible para un alguien de San Chinarro, Las Tablas o Ensanche de Vallecas. El mercado municipal siempre está vinculado a la cercanía y esa opción se les está negando. Se habla de libertad de mercado pero hay alternativas que no se permiten que existan”.
Hay un diagnóstico en el que coinciden las asociaciones de vecinos, los partidos de la oposición e incluso, sobre el papel, algunas partes del actual gobierno PP-Ciudadanos: la necesidad de su existencia para vertebrar el comercio local e, incluso en algunos casos, el mismo tejido social. El ya manido eslogan del comercio de cercanía es enarbolado por la vicealdesa, Begoña Villacís, que el pasado febrero presentaba la acción ‘Cómo compras importa’, dentro del programa ‘Mercados sostenibles’ para incentivar el consumo sostenible y de cercanía. Lo circunscribía a cinco, los de Maravillas, Barceló, Ventas y Tirso de Molina. Curiosamente en uno de ellos, el de Barceló, los vecinos y comerciantes han denunciado que cinco puestos se encuentran cegados a los usuarios y utilizados de forma ‘alegal’ para albergar cocinas fantasma.
Madrid
Cocinas fantasma Calles a punto de ebullición
Una denuncia que recogió, precisamente, Rita Maestre en su propia ronda de mercados. Sara Ladra, economista y séptima en la lista de Más Madrid al ayuntamiento, nos explica que su partido propone actualizar la Ordenanza de Mercados Municipales porque “si hay mercados municipales que no viven de ser mercados, hay que hacer cambios estructurales”. Su equivalente al instituto del PSOE sería un Observatorio del Pequeño Comercio” que provea al sector comercial de datos relativos a la actividad comercial de la ciudad”, como oferta de locales vacíos, tendencias y pautas de consumo, concentración de actividad comercial… y una “Escuela de Formación de Profesionales en Oficios Tradicionales, en colaboración con la que ya existe en Mercamadrid, con objeto de formar en aquellos oficios que más demandan los mercados municipales”.
Añade que, aunque cada caso requiere “una estrategia propia”, hay unos patrones que sí comparten los mercados que van bien y se pueden adaptar, poniendo como ejemplos de Chamartín, Maravillas o Prosperidad: “tienen gerencias profesionales, asociaciones de comerciantes sólidas y cohesionadas, una visión compartida del valor social y económico del comercio de barrio y una capacidad adaptativa a los nuevos hábitos de consumo”.
En el mercado de Usera una vecina jubilada escucha nuestra conversación con el charcutero y aprovecha para meter baza: “Yo vengo porque a mi hija le gusta la carne de la charcutería de aquí, pero ella vive en otra zona de Madrid y va al supermercado o pide por internet”. Desde un puesto vecino otro de los carniceros apunta: “Coger uno de los puestos vacíos es tan fácil como subir a hablar con el gerente. Lo que pasa es que aparte de la inversión o lo que sea, levantarse a las tres de la mañana y marcharse de aquí a las diez de la noche no es tan fácil, como hace todos los días este señor”, y apunta al frutero, uno de los comerciantes más veteranos del Mercado, que con un gesto deja claro que no lo contradice pero se abstiene de participar. “Lo que pasa es que en el barrio hay mucho inmigrante rumano, ecuatoriano o de África, que no tienen un céntimo y no compran”, comenta un carnicero. Ante el escándalo de la vecina, el del puesto colindante aclara riendo: “Él también es rumano”. “Bueno, pero no le vendo ni a un compatriota. A este solo le tiene arraigo la gente mayor de aquí”.
“A diferencia de lo que ocurre en San Miguel, donde ningún vecino va a hacer su compra, en el de Antón Martín sí que ves gente del barrio haciendo la compra semanal” dicen desde la FRAVM
Los mercados de la almendra central que la FRAVM clasifica aparte son los que han evolucionado hacia el modelo turístico. Mercados “de tapas” cuyo ejemplo más extremo es de San Miguel, junto a la Plaza Mayor, donde sería complicado encontrar a un residente haciendo la compra. En el no tan lejano Mercado de la Cebada es conocido el conflicto entre los propietarios de los puestos llamados de degustación, que tienen su pico de actividad los fines de semana, y los tradicionales de abastos que atienden a la menguante población local del barrio de La Latina. El temor de estos últimos, admitido explícitamente, es “convertirse en otro San Fernando”, por el reconvertido mercado del vecino Lavapiés, y a veces presentado como modelo posible para los gentrificados antiguos barrios populares del centro.
López, del PSOE-A, preguntada por El Salto, apunta que “San Fernando no es la solución. Ese enorme edificio está vacío en su mayor parte. Salvo instalar un pequeño centro de salud, nunca se pensó en reformarlo para albergar otras actividades compatibles con el comercio del mercado. Lleva decenas de años en obras que nunca acaban por falta de recursos, sus puestos son pequeños, sus zonas comunes estrechas, sus accesos no están adaptados, etc... E introducir sin límite alguno la actividad hostelera está perjudicando más que favoreciendo su viabilidad: está lleno los fines de semana y completamente vacío de lunes a viernes”.
Añade que, en general, “existe un problema grave de relevo generacional y de adaptación a los nuevos hábitos de consumo. Pero eso no puede traducirse en abandonar el modelo de mercado de abastos y convertirlos todos en bares. Primero porque creemos en la necesidad de que se garantice un abastecimiento desde los mercados municipales y segundo, porque en muchas ocasiones esta transición genera problemas de convivencia. Los mercados municipales tienen que estar vivos todos los días, no solo los fines de semana”.
El fondo buitre Numulae ya posee el 90% de los puestos del mercado de Torrijos e intenta librarse de los restantes para transformarlo en un centro comercial de alto standing
Nacarino, de la FRAVM, salva al del pasaje de Antón Martín, en la calle Santa Isabel, junto al Cine Doré. “A diferencia de lo que ocurre en otros más turistificados, pervive el puesto de galería tradicional con otro tipo de puestos de oferta hostelera. Diferentes usos conviven sin que ninguno esté acabando con el otro. A diferencia de lo que ocurre en San Miguel, donde ningún vecino va a hacer su compra, en el de Antón Martín sí que ves gente del barrio haciendo la compra semanal”.
También advierte contra los mercados gestionados por “empresas creadas ad hoc para ello, y que normalmente ocultan meros intereses especulativos sobre el suelo que ocupan a medio o largo plazo”. Ninguna zona de Madrid se libra. Este mandato se han visto amenazados el Mercado de Maravillas, en Bellas Vistas, “uno de los que mejor funciona, más público atrae, tiene mejor relación calidad precio o representa la mezcolanza del barrio con puestos con todo tipo de productos, y que además ha tenido una reforma estructural importante”. Pero también el Mercado de Torrijos, en Goya, del cual el fondo buitre Numulae ya posee el 90% de los puestos e intenta librarse de los restantes para transformarlo en un centro comercial de alto standing.
“Estamos pidiendo que nos pongan todos en la misma planta”, apunta el charcutero de Usera. “Así no daríamos esta imagen de abandono”. “Lo que nos haría falta es tener un supermercado dentro del mercado, como hay en otros barrios”, añade el carnicero rumano, que abrió hace una hora y aún no ha recibido ningún cliente. “Así, simplemente por arrastre, alguno nos compraría”. El frutero decano del local participa puntualmente: “Y que reformen el edificio de arriba abajo, que sigue teniendo cosas de cuando mi padre abrió el puesto, y yo estoy a punto de jubilarme. Nosotros sí que no podemos pagar esas obras”.