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Memoria histórica
Exponiendo con nazis en el Guggenheim
La exposición en el museo bilbaíno de la obra del célebre filósofo nazi, Martin Heidegger, no hace ninguna alusión a su pasado, lo que invita a la reflexión acerca de la necesidad de desvelar en vez de ocultar o prohibir para hacer una lectura crítica de nuestra historia, incluida la del arte vasco.
¿Artistas nazis exponiendo en el Museo Gugguenheim de Bilbao? Exactamente. La exposición El Arte y el Espacio, comisariada por Manuel Cirauqui (abierta todavía hasta el 15 de abril) incluye la “obra” del célebre filósofo nazi, Martin Heidegger. En 1969, la galería y editorial Erker Presse puso en contacto al filósofo alemán y al escultor Eduardo Chillida para que este último ilustrara con una serie de siete litocollages su celebre texto El Arte y el Espacio (Die Kunst und der Raum), referencial para ese arte vasco de vanguardia que tuvo en el concepto de vacío, justamente en la escultura de Chillida y de Oteiza, su elemento nuclear. Y esto es lo que expone: las piedras litográficas de los grabados de Chillida junto a las piedras de los textos inscritos por el mismo Heidegger, con su característica letra picuda. Por otra parte, y a partir de la obra de Heidegger y Chillida, la exposición incluye obra de Oteiza y de otros artistas de la época, y recoge una amplia y desigual selección de obras de los fondos del propio museo. Se explora, sin demasiada profundidad, el concepto de “espacio” con referencias tan sugerentes y peregrinas como la película 2001 Una odisea del espacio de Stanley Kubrick. Más allá de algún rescate aislado, esta muestra no pasará a la historia del Museo —que celebra su 20º aniversario—, cuyo mayor mérito en este caso es presentar las piedras litográficas originales de Chillida y Heidegger.
No se trata de reconsiderar el grado de nazificación o de desnazificación de Heidegger; desde el ensayo pionero de Víctor Farías (Heidegger y el nazismo, 1987) hasta su propio testimonio en los Cuadernos negros y cartas personales, está tan acreditada su temprana adhesión al nazismo como su falta de arrepentimiento posterior a la guerra. Esta cuestión no quita para que Heidegger fuera un filósofo capital del siglo XX que merece ser leído y estudiado, al igual que leemos a otros grandes escritores próximos o aliados al nazismo como Hamsun, Jünger o Céline. El problema surge cuando no se contextualiza la inclusión de la obra de Heidegger en una exposición: ni rastro en las 228 páginas de su catálogo. Es posible que comisarios y teóricos no consideren pertinente esta incómoda referencia, ya que un tema tan abstracto como el “espacio” nada tiene que ver aparentemente con la política. No obstante, la realidad es que el concepto de espacio en Heidegger se halla estrechamente relacionado con la alabanza de la provincia y lo manual en el nazismo. Y no digamos con el lebensraum o “espacio vital” que sirvió al nazismo para legitimar su expansionismo militar.
Martin Heidegger, gran filósofo y nazi de la primera hora —aunque luego flojeara su entusiasmo— trabajó con conceptos poderosos como “espacio”, que lo mismo sirve para apañar una pseudofilosofía aberrante, como nutre la recuperación de lo vernáculo a manos de vanguardias artísticas como la vasca. Como señala Georges Bataille en una cita recogida por el comisario de la muestra: “Lamentablemente, el espacio sigue siendo canalla y resulta difícil enumerar aquello que engendra”.
No se trata por tanto de prohibir que las litografías de Heidegger puedan exhibirse en el Guggenheim ni que los carteles que las acompañan muestren una esvástica delatora, sino que en el lugar que corresponda, se contextualice críticamente, en relación al arte y la filosofía, el nazismo de Heidegger, el filósofo que comentó a su amigo Karl Jaspers, refiriéndose a Hitler: “La educación no importa, Karl, solo mira sus maravillosas manos”. Las manos de Adolf, pintor aficionado cuya frustración como artista quizá le llevó a convertirse en el maestro de la destrucción y del exterminio.
En estos momentos se está produciendo en Europa una amplio debate sobre la memoria histórica en relación a figuras relacionadas con el nazismo —como la cancelación por parte de Gallimard de la publicación de las obras completas de Céline— en el cual hay que tener una posición clara y pedagógica, especialmente en beneficio de las nuevas generaciones. Un camino que quizá nos muestre la reciente y exitosa edición crítica del Mein Kampf. Ni ocultar ni prohibir, sino desvelar puede ser la clave, para hacer una lectura crítica de nuestra historia, incluida la del arte vasco.
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La utilización de animales vivos en una exposición ha provocado las protestas de artistas y antiespecistas, que han convocado una concentración el viernes frente al museo y una recogida de firmas.
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Parece que Oteiza está metido un poco con calzador por referencias al vacío.
Yo me lo pasé pipa leyendo “Voyage au bout de la nuit” de Celine, que es muy divertido y chocante, por facha que fuera.
Y prefiero, por mucho a Wittgestein que a Heidegger, admirado por Chillida.
El “espacio” es un concepto de la Física y, gracias a Dios, independiente del pringue de la política (la mayor parte del tiempo), no creo que canalla, si excluimos el ámbito social, y descriptible. Pero el espacio no engendra nada, la naturaleza engendra el espacio. O el hombre engendra “un espacio”, como un frontón, un campo de fútbol, o un barrio inhabitable.
¿Hay que censurar a Heidegger por un pasado nazi?
Lo correcto es explicar que tuvo un pasado nazi, ni más ni menos. Si la institución de un judio askenazí como Guggenheim trata con respeto a Heidegger, no seamos fanáticos.