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Opinión
¿Qué supondrá la finalización de la Sagrada Familia?
El pasado día 8 de diciembre, coincidiendo con la festividad católica de la Inmaculada Concepción, la Sagrada Familia de Barcelona inauguró la iluminación de la recientemente colocada Estrella de la Torre de la Virgen María. El hecho, un paso más en la finalización de los trabajos de la conocida obra de Gaudí, volvió a situar al templo en el foco mediático, una vez que las restricciones relacionadas con la pandemia de covid-19 han venido impidiendo el movimiento turístico masivo y relegando, en cierta medida, su protagonismo como referente turístico fundamental.
La Sagrada Familia es parte inherente del skyline de la capital catalana. Su carácter singular la ha convertido, con 4,5 millones de visitantes en 2020, en el monumento más visitado del Estado español, calculándose en muchos más aquellos que no entran en sus instalaciones y lo admiran simplemente desde fuera, y superando al Conjunto Monumental de la Alhambra, ganador indiscutible del ranking hasta hace solo dos años.
Su relación con la memoria colectiva de Barcelona es indiscutible. Sin embargo, también lo es la importancia que reviste para la ciudad en cuanto a su consideración de recurso turístico. En este sentido, Barcelona es una ciudad no particularmente dotada, desde el punto de vista patrimonial, para aquel turismo interesado en los referentes culturales. Su emplazamiento como ciudad global y cultural recibió un impulso importante con la declaración, en 2002, del Año Internacional Gaudí, hecho que situó la obra de este arquitecto catalán a lo largo y ancho del planeta.
Para la construcción de la escalinata, en la calle Mallorca, sería necesario eliminar una manzana completa del ensanche de Barcelona, lo que supondría dejar sin vivienda a más de 3.000 vecinos y vecinas del barrio
No podemos olvidar que, hasta hace escasas décadas, la Sagrada Familia fue altamente cuestionada por un importante sector de la ciudad. Arquitectos de renombre, como los recientemente fallecidos Oriol Bohigas y Ricardo Bofill, o el mismísimo Le Corbusier junto a otros representantes de la cultura y la sociedad civil catalana, firmaron en el año 1965 un manifiesto donde se ponía incluso en cuestión la necesidad de acabar las obras del templo. Entre las razones que apuntaba el manifiesto se citaban su irrelevancia urbanística y social —la labor parroquial de la Iglesia como institución no se realizaba, ni se realiza hoy en día, en grandes templos o catedrales, sino en las más pequeñas parroquias de barrio—, además de recordar que los planos originales habían desaparecido en un incendio, lo que unido a la muerte del propio arquitecto comportaba que la finalización de la obra se considerara como “un intento lleno de vaguedades”. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos para encontrar posiciones contrarias a la finalización de las obras de la Sagrada Familia. El anterior responsable de Arquitectura, Paisaje Urbano y Patrimonio del Ajuntament de Barcelona, Daniel Modol, llegó a tildar la basílica de “mona de pascua gigante” hace solo seis años.
Estos hechos, que pueden parecer anecdóticos en una ciudad con más de un millón y medio de habitantes y una vinculación, hasta el 14% del PIB, al turismo tan íntima, no nos tienen porque hacer obviar la pregunta que da título al presente artículo: ¿Qué supondría la finalización de la Sagrafa Familia? O, abundando en ello, ¿es necesario? Los siguientes párrafos, basados en una investigación centrada en la búsqueda y el análisis documental de artículos disponible sobre la historia de la Sagrada Familia y los conflictos que han surgido a causa de su construcción, además de en la realización de una serie de entrevistas dirigidas a conocer la percepción sobre la Sagrada Familia de turistas, residentes y comerciantes cercanos al templo, persigue aportar algo de luz sobre este tema, además de contribuir a animar el debate público sobre esta emblemática obra del Eixample barcelonés.
Aunque no está claro que Gaudí proyectara y aprobara esta parte del proyecto, la Junta Constructora de la Sagrada Familia, verdadero órgano de poder local, ya ha dejado claro que no renunciará a su construcción
140 años en construcción
El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, que es su nombre completo, es una basílica católica de la ciudad de Barcelona. Tal y como se ha señalado, fue diseñada por Antonio Gaudí, comenzando sus obras en 1882, por lo que, a día de hoy, podemos afirmar que lleva 140 años en construcción. La duración de las obras tiene una explicación sencilla: al ser planificado desde sus inicios como templo expiatorio solo puede ser financiado por parte de los propios fieles mediante donaciones —aunque con posterioridad, los tickets de acceso a la basílica pasaron a ser considerados como tal para acelerar su desarrollo—, lo que, entre otros factores, ha retrasado enormemente su finalización. Aunque el plan inicial era terminar el monumento en el año 2026, parece que este objetivo tendrá que esperar, al menos, un año más.
Más allá de consideraciones vinculadas a la idea de ciudad o al papel que el turismo y el templo juegan en la dinámica económica de Barcelona, actualmente el principal conflicto en torno a la Sagrada Familia está centrado en la supuesta existencia, en los planos originales, de una escalinata llamada a convertirse en la entrada principal de la basílica. Para su construcción, en la calle Mallorca, sería necesario eliminar una manzana completa del ensanche de Barcelona, lo que supondría dejar sin vivienda a más de 3.000 vecinos y vecinas del barrio. Aunque no está claro que Gaudí proyectara y aprobara esta parte del proyecto, la Junta Constructora de la Sagrada Familia, verdadero órgano de poder local, ya ha dejado claro que no renunciará a su construcción.
Como era de esperar, el vecindario de la zona se encuentra en total desacuerdo con la instalación de dicha escalinata
Como era de esperar, el vecindario de la zona se encuentra en total desacuerdo con la instalación de dicha escalinata. Así, Fran (nombre ficticio), vecino de la zona, señaló durante el trabajo de campo los muchos inconvenientes que tiene vivir cerca de la Sagrada Familia, añadiendo que “es una zona de turismo masificado que no está regularizado, que no hay comercios de proximidad, como supermercados o panaderías, ya que estos han sido sustituidos por tiendas de suvenires. Estoy en total desacuerdo con el plan urbanístico [...], Gaudí nunca proyectó eso”.
Las referencias al papel del turismo y a la desaparición del tejido comercial tradicional son constantes a la hora de indagar en la situación del barrio. Las quejas del vecindario sobre la presencia de tiendas de suvenires ilegales —aquellas que no cuentan con licencia para ello, sino que aprovechan que cuentan con otra de diferente tipología, generalmente, como comercio de alimentación y bebidas, para ofrecer este tipo de productos— o sobre la conversión del barrio en un área museificada destinada al ocio y la restauración para turistas, pese a no cuestionar la finalización de las obras, no coinciden, no obstante, con la de los propietarios y trabajadores de bares y restaurantes. Para estos últimos, el turismo que visita la Sagrada Familia es positivo y no genera ningún tipo de problema. En general, creen que la finalización de la obras de la Sagrada Familia tendrá un impacto positivo, ya que se verá traducida en un mayor número de visitantes y, por tanto, esto posibilitará engrosar los beneficios de sus negocios.
Las referencias al papel del turismo y a la desaparición del tejido comercial tradicional son constantes a la hora de indagar en la situación del barrio
Ni que decir tiene que esta mayor presencia de turistas en la zona, una vez que las obras del templo se hayan acabado, no resulta de especial aceptación para los vecinos y vecinas de la zona que piensan que el proceso iniciado, de turistificación y pérdida del comercio tradicional, se verá agravado por una pérdida de espacios propios para los residentes y una posible vuelta de tuerca en el incremento de los precios de los alquileres de la zona en respuesta a un mayor número de apartamentos turísticos. Sin embargo, sí que destacan que, en principio, se podrían ver beneficiados por los menores índices de contaminación acústica de la zona, causados por las obras, así como del frecuente corte de calles y circulación.
Los turistas, por su parte, en general se muestran satisfechos con la experiencia, aunque algunos parecen reconocer que no todo serán ventajas en la finalización de la basílica. Así, entre los visitantes interpelados, alguno señaló que, “la finalización de la Sagrada Familia será un factor que podría encarecer el desarrollo de la actividad turística, ya que atraerá a más visitantes”.
Sin embargo, como dato curioso conviene destacar que estos mismos turistas desconocen que la Sagrada Familia es un templo en construcción, algo que parece cuestionar el binomio turismo-cultura.
Ante este posicionamiento divergente, es evidente que la finalización de las obras de la Sagrada Familia supondrá un paso más en la conflictividad y controversia histórica que el templo viene ocasionando entre los diferentes actores con intereses materiales interpelados. Mientras que el turista prototipo ve con buenos ojos la finalización de las obras, aunque con salvedades, ya que piensan que puede acabar por encarecer los servicios turísticos, los residentes por su parte serían los primeros afectados si la opción de construir la escalinata sobre la calle Mallorca se lleva finalmente a término, además de que, de forma indirecta, continuarán siendo testigos de las dinámicas de turistificación que llevan décadas transformando el tejido social y comercial del barrio. Los únicos que ven buenos ojos, como no puede ser de otra manera, la finalización del templo son los comerciantes, los cuales se lucran, precisamente, de la función atractora de visitantes de la Sagrada Familia.
En definitiva, y a la espera de qué cambios produce en el turismo la finalización de las restricciones de la pandemia, la finalización de las obras de la Sagrada Familia presagiaría una cierta continuidad en lo que a discordia urbana se refiere, mostrándonos que los distintos intereses vinculados al templo, turistas, residentes y comerciantes, son casi imposibles de congeniar. Aunque parece claro que no hay un rechazo directo a la continuidad en la construcción del templo, estaríamos muy lejos de tener una respuesta clara y directa a la pregunta, ¿qué supondrá la finalización de la Sagrada Familia?
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Según tengo entendido, las casas afectadas por la construcción de la escalinata, ya fueron avisadas, de que esas casas, cuando tuvieran que construir la escalinata, tendrían que ser derruidas. El tema, es a quién se le ocurrió la genial idea de construir unas casas que, décadas después, tendrían que ser derruidas.
Ante la problemática de si Gaudí (que no fue el arquitecto que inició las obras de la Sagrada Familia) había proyectado las escalinatas o no, la respuesta es sencilla. Miremos si la actual construcción, tiene realmente una forma basilical. Sin esa ampliación, queda una basílica extrañamente corta, demasiadamente corta, incluso para una construcción de tipo gótico.