Partidos políticos
¿Qué es ser militante de un partido de izquierda en el siglo XXI?

Militantes de Podemos, Izquierda Unida, las Candidaturas d’Unitat Popular y EH Bildu analizan las militancias en la era de la repolitización y el ciberactivismo.

Rafa Mayoral, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.
Rafa Mayoral, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. David F. Sabadell
10 jul 2017 13:04

Unas trescientas personas puestas en pie, puño en alto, cantan La Internacional y Els Segadors en la Plaza del Sol del barrio de Gracia. La CUP da comienzo a su campaña por el “sí” en el referéndum de autodeterminación catalán que, supuestamente, se debe celebrar este año. Al acabar el acto, un joven reparte rollos de pegatinas entre las chicas que hay por la plaza, en las pegatinas se lee: “Barcelona Feminista”.

En el mismo barrio se encuentra el Ateneu Roig, un espacio apartidista, pero con reflejos del antiguo PSUC, cuyo objetivo es ligar la cultura con las luchas obreras y de las izquierdas, donde confluyen la Comunidad Palestina de Barcelona, los yayoflautas, grupos de teatro, una cooperativa de consumo de vegetales, etcétera.

A finales de los 80 y principios de los 90 las fiestas del PCE en la Casa de Campo madrileña llegaban a congregar a casi un millón de personas. Casi todo el trabajo para levantar semejante evento era llevado a cabo, de forma voluntaria, por la militancia del partido.

En febrero, más 150.000 personas votaron telemáticamente en Vistalegre II para renovar la hoja de ruta y la dirección de Podemos.

¿Cómo articulan las fuerzas políticas de izquierdas hoy a sus militancias? ¿Cómo afectó el 15M y el surgimiento de la llamada “nueva política” a la forma interna de organización de los partidos? ¿Son militantes los inscritos en una base de datos a través de una página web?

“El Partido tiene que desarrollar una actividad que eleve el nivel intelectual de sus miembros, que están destinados a convertirse en el núcleo central y más resistente a toda prueba y a todo sacrificio del Partido, que guiará la revolución y administrará al Estado proletario”. En 1925, el teórico marxista Antonio Gramsci escribía el artículo “Necesidad de una preparación ideológica de la masa”, en el cual situaba como eje necesario para el partido, en su caso el Partido Comunista Italiano, a una militancia comprometida y preparada, capaz de estar a la altura de las circunstancias del momento. ¿Qué hay de esto en el S.XXI? El Salto habla con algunos responsables de partidos de izquierdas de distintos territorios del Estado.

“Hay que mezclar lo viejo con lo nuevo”, asegura el histórico dirigente del PCE y ahora miembro del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos, Manolo Monereo. El también diputado de Unidos Podemos tiene una posición privilegiada para hablar sobre estos temas. Conocedor de los entresijos del PCE, ahora es una de las cabezas pensantes que marcan el compás de la estrategia política del partido de Pablo Iglesias.

“En Podemos estamos haciendo un aprendizaje de militancia, donde las redes juegan un papel fundamental”, explica Monereo sobre “lo nuevo”. Pero, por otro lado, advierte a sus nuevos compañeros de partido de la necesidad de “lo viejo”: “Hay dos cosas insustituibles de la militancia, la primera es el cara a cara, el contacto personal, el ágora. La segunda, la información de los dirigentes a la militancia y el posterior estudio de esta”.

Sobre la militancia “cara a cara” de la que habla Monereo, también se refiere Toni Morillas, responsable de participación de IU. Morillas es, en buena parte, la responsable de que la organización que lidera Alberto Garzón incorpore los elementos de democracia participativa que hoy resultan imprescindibles para una formación política con vocación transformadora.

“Para mí es necesario que la militancia esté en contacto personal, que debata, que se toque, que se vea, la militancia tiene un componente vivencial que no se puede cambiar por lo online”, comenta a este medio la dirigente de IU, que hace autocrítica y describe algunos problemas del pasado de esta formación. “IU siempre ha sido una formación en la que las asambleas han tenido mucha importancia en la toma de decisiones, pero, por otro lado, se había convertido en un partido más, incorporando las dinámicas institucionales, convirtiendo la organización en un espejo de estas dinámicas, priorizando la democracia representativa sobre la participativa”, relata.

Ahora IU, desde que la dirección encabezada por Alberto Garzón tomara las riendas de la organización el pasado verano, trabaja para adaptarse a los nuevos tiempos, incorporando dinámicas en las que la participación marque el ritmo interno. “Hemos incorporado los revocatorios y pronto tendremos nuestro primer proceso de evaluación interna en el que los dirigentes tendrán que dar cuentas de los objetivos que nos habíamos marcado ante la militancia”, anuncia Morillas.

Facebook, Twitter y plazas a rebosar

Votaciones “a golpe de clic”, debates virtuales, consultas internas a la militancia. Movimientos como el 15M, que irrumpió en las plazas en mayo del 2011 enmendando la práctica política tradicional de derechas y también de izquierdas con el grito “no nos representan”, cambiaron las formas de debate y de decisión e incorporó las redes sociales y las herramientas virtuales al eje principal del funcionamiento de los partidos.

Facebook o Twitter se convertían no sólo en nuevos canales de información, sino también en herramientas de difusión. Los usuarios se convertían en altavoces que multiplicaban el alcance de los mensajes, debates y convocatorias de movilizaciones. Noelia Vera, secretaria de participación de Podemos, lo explica de la siguiente manera: “Podemos fue capaz de empoderar a mucha parte del pueblo que hasta el momento no había encontrado métodos de participación en otras formaciones políticas, en este sentido nos allanó el camino el 15M”.

El nacimiento de Podemos fue un hito de democracia participativa por la forma en la que nació y se configuró el partido, las listas y el programa con el que se presentó a las elecciones europeas del 2014. Desde entonces, hasta ahora, la vorágine electoral hizo que Podemos se convirtiera en “máquina de guerra electoral” y no centrara sus esfuerzos en la ordenación interna del partido, en el debate político entre las bases, en la militancia.

“Echamos la vista atrás y vemos que la participación de la militancia se ha centrado en preparar, gestionar y llevar a cabo campañas electorales”, evalúa la responsable de participación. Por eso, desde la nueva dirección de Podemos plantean darle más peso a la militancia y la reactivación de los círculos. La iniciativa Vamos! y la implantación del partido en el mundo rural tienen mucho que ver con esta nueva estrategia, así como el mejorar sistemas de participación presenciales, para evitar la brecha generacional en la toma de decisiones.

“Podemos ha sido pionero en que tanta gente participara en consultas internas para temas cruciales, la capacidad de intervención directa ha sido muy grande”, valora Vera, que, sin embargo, también hace autocrítica. “Tenemos dar más herramientas a la militancia para profundizar en nuestro objetivo de mandar obedeciendo a la ciudadanía, tenemos que conseguir que, cuando un diputado defiende una postura desde la tribuna, esta haya sido dictada por la militancia, por la ciudadanía”. “Al haber estado tan centrados en ganar elecciones, se ha hablado poco de política, hay que incidir en este aspecto”, añade esta dirigente.

En este sentido, Podemos ha puesto en marcha recientemente una campaña para activar un censo de militantes que va más allá de los inscritos. “Sólo así seremos capaces de calibrar dónde tenemos más o menos implantación y con ello afrontaremos mejor el reto de las elecciones municipales de 2019, nuestro momento de crecer en el territorio y de asentar este proyecto de transformación social”, asegura la invitación a los inscritos a formar parte del censo de militantes. “El número de militantes nos indicará qué tipo de órganos y espacios municipales de representación y decisión política tiene Podemos en cada caso”, añaden desde la formación morada.

Diego Pacheco ha conocido de primera mano todo el proceso de creación, implantación y estructuración de Podemos. Pacheco fue integrante de la promotora que impulsó el nacimiento del partido, del equipo técnico que lo estructuró y del primer Consejo Ciudadano de Podemos en la Comunidad de Madrid. Tiene una visión crítica con cómo se ha ido confeccionando el partido de Iglesias. “Desde el principio vimos que Podemos no tenía por qué salvarse de las inercias de los partidos tradicionales, por eso nos pusimos una serie de trampas para no recorrer el mismo camino de otros, estas trampas fueron las primarias abiertas para las listas electorales y votaciones abiertas a toda la ciudadanía para el programa electoral, que no decidiera el aparato, sino la gente”, recuerda Pacheco.

Sin embargo, asegura: “Se falló a la hora de dar espacio a la militancia”. “No se generó el espacio para que la gente de los círculos pudiera decidir”, añade al respecto. “Esto tiene que ver con cómo se fue creando la estructura del partido, partía todo de un grupo promotor pequeño centralizado en Madrid y los círculos se convertían en aquellas personas que trabajaban y se movilizaban para que salieran adelante los actos y mítines programados”, describe Pacheco sobre los inicios de Podemos. “El no haber logrado ese espacio para la militancia ha sido una rémora”, considera, “la dirección se convirtió en aparato y los inscritos a los que se les hacían preguntas precocinadas sólo votan lo que se diseña desde la dirección, no ha habido nunca una sorpresa en las votaciones de Podemos, siempre sale lo que propone la dirección”.

Pacheco también se muestra crítico con cómo se ha gestionado el proceso de integración de los liberados que trabajan para el partido. “Cuando se consuman dos velocidades tan diferentes entre el aparato de Madrid y el resto, la forma de entrar en el aparato es mediante un proceso de contratación”, dice, asegurando que Podemos ha sufrido de excesiva burocratización interna. “Se abandona el concepto de militancia, de dedicar tu tiempo libre al partido y se genera una burbuja que pierde el contacto con la realidad, tus compañeros de trabajo son tus compañeros de proyecto político, son tus amigos e, incluso, tus proyectos amorosos, todo se mezcla”, describe Pacheco. Algo que, ahora, con la nueva iniciativa de crear un censo de militantes, puede cambiar.

También aporta su visión Isa Serra, secretaria de comunicación de Podemos en la Comunidad de Madrid. Serra ofrece una doble visión, como dirigente de Podemos y como participante en una formación de izquierdas que mantiene una relación con la militancia más tradicional, Anticapitalistas. “Las nuevas formas de organización permiten abrirse a una sociedad que normalmente no militaría”, comenta la dirigente madrileña, que, por otro lado, asegura: “Se ha caído en el error de que el partido lo gestionan solamente cargos en el día a día”. Con esta doble radiografía, Serra, al igual que Pacheco, considera que “las bases pierden funciones en el día a día y capacidad de decidir, esta pasa directamente a los cargos y a los inscritos, entre ambos espectros no hay unas bases organizadas”.

Serra considera también peligroso que Podemos se haya centrado tanto en la militancia virtual: “El contacto con la gente es necesario para generar espacios de socialización, que son fundamentales para debatir estrategias y objetivos de forma colectiva”. Por ello, en su organización, Anticapitalistas, trabajan para mantener “espacios colectivos donde la gente milita, fundamentalmente en el territorio, pero también por temáticas, como la ecología, el ámbito sindical, o feminismos”.

Formación y ‘cuadros políticos’

Serra también señala una diferencia en cómo conciben la militancia en Anticapitalistas, con respecto al resto de Podemos. “Creemos que hay que avanzar hacia otra sociedad diferente. En esa búsqueda de convencer a las mayorías, asumimos que la organización no se tiene que parecer tanto a la sociedad que existe hoy, sino también a la que queremos construir. Eso necesita formación y debate político”.

La formación de la militancia, como señalaba Antonio Gramsci, ha sido una labor prioritaria para las izquierdas a lo largo de la historia. Hablamos sobre esto con José Sarrión, responsable de formación de IU. “Queremos hacer una formación dirigida a construir una organización con un objetivo político concreto, construir un movimiento político y social de ruptura”, explica Sarrión, quien también es procurador en las Cortes de Castilla y León.

“En IU se teorizaba bien, pero no éramos capaces de dotarnos de política táctica, organizativa y comunicativa que acompañara al objetivo sobre el que habíamos teorizado”, evalúa. “Si queremos ser un espacio rupturista, tenemos que formarnos para ello, y no para ser la izquierda del régimen y contentarnos con estar en las instituciones”, añade. “De lo que se trata es de desplazar el eje organizativo hacia la asamblea de base y hacia el militante, la actividad central debe ser la acción social como estrategia para el conflicto, todo eso lo hacemos desde la política de formación a la militancia”, explica Sarrión.

Este dirigente de IU se expresa también sobre cómo compaginar las nuevas herramientas para la militancia, como las redes sociales y plataformas virtuales, con programas formativos y estrategias de participación más clásicas. “La virtualidad es interesante en la medida en la que es complementaria a una lucha real y material, las redes son herramientas muy positivas, permiten que fluya la comunicación de una manera más rápida, pero no puede sustituir a la militancia”, dice.

“Igual que la virtualidad no puede sustituir a la explotación material, la lucha política no puede dejar de lado la vida real”, añade el responsable de formación de IU. “La comunidad de lucha se conforma en las asambleas de base, y eso nos permite tener autonomía frente al capital”, destaca Sarrión, que prosigue: “Como los grandes medios pertenecen a quien pertenecen, las asambleas son absolutamente insustituibles porque así se genera la autonomía contra el poder, se genera un contrapoder”.

El camino recorrido en Catalunya y Euskadi

Jordi Salvia es el responsable de comunicación de las CUP, y también marca una línea separatoria entre la militancia virtual y la real. “La militancia de la CUP es militancia, no es entrar en una página web y rellenar un formulario. Para militar en la CUP hay que entrar a una asamblea local y trabajar en ella, y no se puede ser militante de la CUP Nacional sin pasar por lo local previamente”. Y es que la labor política de la CUP no se entiende sin un ámbito de actuación clave, el municipalismo.

“No se monta una asamblea local de la CUP donde previamente no hay movimiento, antes suele haber un casal, una asamblea de jóvenes, de estudiantes… Después, la asamblea local recoge todo este trabajo estructurado”, explica Salvia, que subraya la autonomía de estas estructuras de carácter municipal. Desde las asambleas locales se estructura el resto de la organización, estas se coordinan en asambleas territoriales por comarcas y las asambleas territoriales tienen representación en el Consell Polític, la dirección política de la organización.

La izquierda abertzale, por su parte, se encuentra en plena reconfiguración de su modelo organizativo y de militancia. Pello Otxandiano, responsable nacional de Sortu de Herrigintza, que significa algo así como “construir pueblo”, relata: “Hemos hecho una refundación, se desarrolló un proceso de reflexión en el conjunto de la izquierda abertzale, hay que confluir con otros movimientos como agrupaciones juveniles y el sindicato LAB”.

Esta nueva estrategia de militancia busca “desarrollar proyectos sociales y comunitarios para construir las condiciones sociales, culturales y materiales para un modelo social anticapitalista”. “Nuestro proyecto político es un estado socialista vasco y eso exige la construcción de comunidad y determinar las necesidades ideológicas”. Por ello, apuestan por un modelo de militancia muy unido al trabajo comunitario, que se complementa con el trabajo municipalista de EH Bildu. “Intentamos formar emprendedores comunitarios que ejerzan de tractor en esos proyectos”, añade.

“Hemos tenido un conflicto político armado muy potente, una tensión muy fuerte y un modelo de militancia muy ligada a la disciplina de partido y al enfrentamiento contra el Estado”, recapitula Otxandiano. “Ahora se trata de hacer una revisión profunda, ya no se trata de campañas de arriba abajo y de consignas, ahora tenemos que pasar a un modelo de militancia preguntándonos qué tipo de estado queremos construir y activar proyectos encaminados a la construcción de esa sociedad”.

Otxandiano, sobre la militancia “a golpe de clic”, advierte: “Son buenas herramientas que hay que aprovechar y bien utilizadas pueden ser espacios de participación y transformación democrática, pero ese activismo virtual se puede convertir también en un elemento de desactivación real”. La izquierda independentista vasca se encuentra en pleno proceso de reestructuración, quieren formar un nuevo sujeto político estable, EH Bildu, a partir de la unión de partidos como Sortu, Eusko Alkartasuna, Aralar y Aternatiba, junto a movimientos sociales y partidos independientes.

Memorias del PSUC… y del PCE

En el barrio de Gracia, en el Ateneu Roig, nos recibe Joan Lou. Militante del PSUC desde el año 1969, ahora forma parte de Comunistes y es uno de los responsables de este ateneo en el que se desarrollan distintas actividades culturales, como la residencia de una compañía de teatro, la sede del postgrado “Análisis económico, filosófico y político del capitalismo contemporáneo” de la Universidad de Barcelona o la sede de la asociación de vecinos de la calle Ciudad Real, de la Comunidad Palestina de Barcelona o de los yayoflautas.

Lou milita, en su día a día, en este espacio de barrio, pero conoce muy bien cómo funcionaba el PSUC y su relación con su militancia. Es un perfecto conocedor de aquella fuerza comunista catalana que llegó a ser una potente alternativa política a la hegemonía neoliberal.
“La fuerza del PSUC, que aglutinaba a la militancia y generaba una fuerte sensación de pertenencia a la organización tiene que ver con la sensación de que se podía ganar, de que podíamos ser hegemónicos”, explica Lou.

“En el PSUC cabía todo el mundo que fuera honrado, que tuviera ganas de trabajar, y que fuera antifranquista, pero esto fue también su debilidad, pues cuando se normalizaron las elecciones democráticas mucha gente que entraba en el paraguas común del PSUC se fue a otros partidos”, recuerda este activista del barrio de Gracia, añadiendo: “Además, el PSUC, tejía redes en asociaciones de vecinos y siempre estaba en el conflicto, el PSUC consiguió mejoras en las vidas materiales de la gente”. “El problema fue cuando se consiguió mucho poder institucional, las instituciones marcan un ritmo propio y te alejan del conflicto social, de la lucha de clases, esta fue una de las causas de su disolución”, prosigue Lou, aprovechando para advertir a Barcelona En Comú: “Las instituciones chupan muchos esfuerzos que se destinan a cuestiones burocráticas”.

También hablamos con Ginés Fernández, militante del PCE desde el 1979, actualmente secretario de Comunicación del partido y director de Mundo Obrero. Para Fernández, un militante de una formación transformadora y revolucionaria tiene que tener unas cualidades básicas: “La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace en el día a día; el compromiso y trabajo, eso se daba en las calles, en las pegadas de carteles, en la participación en movimientos sociales, sindicatos, asociaciones de vecinos…; la honestidad y honradez, algo que yo aprendí de Juan Hernández, un gran ejemplo de luchador murciano, de Julio Anguita y de Gerardo Iglesias”. El director de Mundo Obrero también añade una tarea imprescindible para la militancia: leer y estudiar. Y advierte: “No podemos dejar la presencia en las calles por las redes sociales”.

Para Fernández, el ejemplo de cómo una militancia organizada puede generar movilizaciones de suma relevancia son las míticas fiestas del PCE en la Casa de Campo de Madrid. “Eran unas fiestas en las que se llegaron a juntar un millón de personas, a finales de los 80 y principios de los 90”, recuerda. “Todo lo que se hacía era de manera militante, hacíamos de carpinteros, fontaneros, arreglábamos las casetas, componíamos los stands, hacíamos turnos en las taquillas, participábamos y organizábamos los coloquios…”, prosigue.

“Era, sin duda alguna, una gran movilización y participación, no sólo de la militancia del partido, sino también de gente afín. Muchos jóvenes veían cosas que en la vida normal no estaban, escuchaban música que no se oía, asistían a debates que no se tenían rutinariamente…”, valora Fernández, que comenta: “Poco a poco se fue privatizando la Casa de Campo y tuvimos que cambiar de sitio, eso dio lugar a otras fiestas menores, en Córdoba y San Fernando de Henares, otro modelo de fiestas, pero ya no son aquellas, que eran de las más importantes que tenían lugar todos los años en Madrid”, concluye.

Manolo Monereo no duda que la militancia en las izquierdas es un aspecto fundamental para transformar la sociedad y apunta, desde su experiencia, a “una línea virtuosa de la militancia que tiene que ver con la formación, información, acción y comunidad”. Este círculo es fundamental, insustituible”, considera. Y sobre su nueva formación política, Podemos, considera: “Creo que Podemos está en eso, hasta ahora no ha habido una formación de las bases seria, pero mi impresión es que esto cada vez va mejor y que se va a invertir tiempo y dinero para hacerlo”.

“Una militancia que esté en contacto con sus representantes, que esté formada y que el partido se preocupe de que tenga la información necesaria para militar, es decir, que tenga las herramientas teóricas y la estructura del partido al servicio para transformar la sociedad”, define Monereo.
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Martín Cúneo
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