Política
La izquierda ante el colapso

Tenemos que centrar nuestros esfuerzos en convertir cada proceso electoral en una disyuntiva clara: el pueblo debe decidir si es el mercado el que reparte los recursos cada vez más escasos o si son las instituciones comunes y democráticas las que imponen su criterio.
Andalucia carteles electorales 1
Una pared del municipio gaditano de Olvera, cubierta de propaganda electoral para las elecciones del 19 de junio. David F. Sabadell
14 ago 2022 08:00

Como no cojamos el toro por los cuernos, nos vamos con la Cristeta, como dicen en Badajoz. No podemos seguir instalados en los textos y conflictos de hace unos pocos años. El tiempo ha pasado a toda velocidad y ha dejado obsoletos peleas, procedimientos y discursos nacidos de la crisis española de la que surgieron el 15M y Podemos. Pero lo que ya todo el mundo vuelve a denominar “la izquierda” está liderada por gentes que siguen ahí, perdidos en un bucle espaciotemporal que flota en una deriva que lo aleja cada vez más de la realidad social y planetaria. La Historia está acelerando porque todo el tinglado del capitalismo globalizado se desliza, imparable, hacia la catástrofe. Y quizás el repliegue derechista de la sociedad española tenga que ver con los miedos de la mayoría de los votantes, las clases medias acomodadas, a perder la posición de relativo bienestar de la que aún disfrutan hoy. Quizás es un chirriante “mamacita, que me quede como estoy” cuando las crisis energética y ecológica se anuncian a través de la inflación y un calor de mil demonios.

Pero lo que ya todo el mundo vuelve a denominar “la izquierda” está liderada por gentes que siguen ahí, perdidos en un bucle espaciotemporal que flota en una deriva que lo aleja cada vez más de la realidad social y planetaria

Vista la evolución del cambio climático y teniendo en cuenta que los combustibles fósiles van a ser cada vez más escasos, ¿a qué esperamos para centrarnos en esto? ¿Vamos a seguir haciendo como que no está pasando? El sistema actual es de una fragilidad terrorífica, directamente proporcional a su enrevesada complejidad. Una crisis del transporte puede poner en jaque todo el tinglado. Y la pérdida notable de cosechas, no digamos. Si enterramos la cabeza en tierra y dejamos que el tiempo siga acelerando sobre nuestras vidas, en no mucho estaremos en una situación brutal de sálvese quien pueda en un planeta deteriorado irreversiblemente para la vida humana y de millares de especies animales y vegetales. Tenemos una responsabilidad muy grande y va siendo hora de que el debate político y los programas de gobierno tengan como eje central la preparación para el colapso.

Vista la evolución del cambio climático y teniendo en cuenta que los combustibles fósiles van a ser cada vez más escasos, ¿a qué esperamos para centrarnos en esto? ¿Vamos a seguir haciendo como que no está pasando?

¿De verdad alguien puede creer que los grandes capitales y sus mercados van a salvar el planeta y la civilización? ¿Que van a llegar a tiempo soluciones tecnológicas, que aún son una mezcla de fantasía y cálculo teórico, para perpetuar el “business as usual”, como si el desarrollo capitalista infinito fuera compatible con la Tierra? Tenemos que centrar nuestros esfuerzos en convertir cada proceso electoral en una disyuntiva clara: el pueblo debe decidir si es el mercado el que reparte los recursos cada vez más escasos o si son las instituciones comunes y democráticas las que imponen su criterio. Es decir, si se defienden los privilegios de unos cuantos a costa del hambre creciente de la mayoría o si transitamos hacia un sistema que nos permita a todos vivir razonablemente bien porque compartimos con justicia y solidaridad los bienes necesariamente escasos y las cargas. Cada proceso electoral nos debe poner ante la encrucijada de si seguimos acelerando hacia la hostia final o si echamos el freno de emergencia de una vez. La izquierda debe representar el freno de emergencia.

Tenemos que centrar nuestros esfuerzos en convertir cada proceso electoral en una disyuntiva clara: el pueblo debe decidir si es el mercado el que reparte los recursos cada vez más escasos o si son las instituciones comunes y democráticas las que imponen su criterio

¿Qué significa eso de echar el freno de emergencia? Si queremos evitar el sálvese quien pueda, millones de muertos, miseria, hambre y calamidades, crisis energética y calentamiento insoportable, no hay más remedio que insertar el marco en la agenda pública lo antes posible y en plan casi obsesivo.

Para afrontar la crisis energética causada por la escasez de petróleo y para cuidar la tierra y atenuar el calentamiento global, es necesario el decrecimiento, la reducción drástica de emisiones, el abandono de todo tipo de dinámicas enloquecidas del sistema actual que empujan con fuerza hacia el colapso. Por ejemplo, no podemos seguir alimentando nuestra ganadería intensiva a base de soja importada desde los trópicos, cultivada a partir de la deforestación masiva de los pulmones del planeta. Comer carne barata se hace a costa de joder irreversiblemente el clima, la biodiversidad, las condiciones mínimas para que exista la agricultura, que necesita un tiempo lo suficientemente estable y templado. Por ejemplo, también, no podemos seguir dependiendo como dependemos del plástico, sembrando toda la biosfera de una cantidad inmanejable de residuos contaminantes que están empezando a ser un problema muy complicado en mares y océanos.

Decrecimiento
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Por ejemplo, también, no podemos mantener una estructura económica sostenida sobre el sector del automóvil; la electrificación implica una movilización de recursos naturales y una cantidad de emisiones tal, que empuja también hacia el colapso. Es la mala noticia: este modo de vida nos arrastra hacia el hundimiento. No se puede mantener indefinidamente una huella ecológica de tres o cuatro planetas Tierra para sostener a las clases acomodadas en España (con su perversa contraparte neocolonial en los países empobrecidos cuyos recursos devoramos mientras cerramos el paso a sus emigrantes causados precisamente por nuestra voracidad).

No se puede mantener indefinidamente una huella ecológica de tres o cuatro planetas Tierra para sostener a las clases acomodadas en España

Si queremos cuidarnos y cuidar el planeta, tenemos que elegir entre la dinámica mercantil, que implica sostener caprichos y privilegios, o decidir racionalmente qué es lo prioritario. El combustible escaso, ¿para automóviles de lujo y jets privados o para que funcionen los hospitales públicos y se caldeen o enfríen las escuelas? Hay que elegir: podemos vivir todos moderadamente bien produciendo mucho menos, eso es indiscutible. Pero implica un grado de igualdad social escandaloso para los que hoy por hoy tienen la sartén por el mango. Una economía compatible con la vida humana a largo plazo hace necesario limitar las rentas máximas y garantizar las básicas, lo cual lleva consigo un concepto que un dirigente político sabio y honrado repitió hasta la saciedad en los años noventa: planificación democrática. Implica, sencillamente, que el poder político democrático destrone definitivamente a los poderes económicos y los caprichos del mercado y ponga orden para detener la locura.

Decrecimiento
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Los ricos, las clases privilegiadas que disfrutan del poder y de unas condiciones de vida que consumen una cantidad exagerada de recursos, tienen a su vez que elegir si lo suyo es sobrevivir en un búnker en Nueva Zelanda o si aceptan ser uno más en una sociedad civilizada que hace lo que los científicos dicen que hay que hacer para que no se vaya todo a la mierda. Pero no podemos esperar a que esos que han sido capaces de todo para defender su poder y sus privilegios escandalosos se den cuenta de que esa es la disyuntiva: la gente común tiene que espabilar y hacer del estado democrático el instrumento para detener la barbarie y revertir el acelerado proceso de deterioro medioambiental y social que nos arrastra: cambiemos de una vez las razones por las que es necesario ganar cuanto antes las elecciones.

Pensamiento
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