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Teatro
La santidad o la hoguera: vida y muerte de las místicas de la Baja Edad Media
Las llamaron locas y herejes, las quemaron, y con el paso de los siglos algunas fueron canonizadas. Son las místicas, figuras ambiguas de la Edad Media que desafiaron el patriarcado y se opusieron al incipiente capitalismo.
Juana Vázquez Gutiérrez, nacida en 1481, fallecida en 1534, vivió una vida iluminada. Fue una mística, una beata. También una dramaturga no reconocida. Fue ordenada párroco y ejerció como consejera política del emperador Carlos V, el Gran Capitán y el Cardenal Cisneros. Fue enclaustrada tras la reforma que el cardenal Cisneros introdujo al calor del Luteranismo y depuesta de su curato por sus poco veladas críticas a la iglesia realmente existente. Su proceso de canonización se arrastra desde el siglo XVII. Es un proceso algo inédito, ya que puede ser declarada su santidad sin haber sido descuartizada ni martirizada, solo por escribir y practicar la teología. Su figura es reivindicada por la iglesia de hoy; fue incómoda para la de ayer: investigada, no perseguida, la vida y la obra de la franciscana Sor Juana tenía demasiadas reminiscencias del pensamiento de las Beguinas, mujeres peligrosas para la jerarquía eclesiástica de la Baja Edad Media. Un movimiento de mujeres libres que vivieron en comunidad entre los siglos XII y XIV y que tiene su máximo exponente en Marguerite Porete, quemada viva en el año 1310, maestra de pobres y herejes.
Místicas es un festival de teatro y arte contemporáneo que tiene lugar en Madrid entre los días 14 y 27 de octubre. Su directora artística es Ana Contreras (Burgos, 1971), profesora de dirección escénica en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Contreras entró en contacto con la obra de Sor Juana de la Cruz a través de la trilogía de Tirso de Molina La Santa Juana de la Cruz, pero explica a El Salto que su primer impulso hacia la obra de las místicas surge en el colegio religioso en el que estudió en la niñez, cuando una monja le puso, con cinco años, a representar a la Virgen María en una anunciación, algo que despertó su vocación teatral. “Mi primera atracción hacia Sor Juana de la Cruz no fue por su misticismo, fue por su teatralidad”, explica en la entrevista con El Salto.
Contreras se ha acercado a la obra de Sor Juana de la Cruz y las vidas de las místicas con ese impulso artístico: “El teatro, o el arte, y la espiritualidad tienen mucho que ver, ambos consisten en crear mundos invisibles y creer en lo invisible”. Defiende que las místicas del final de la Edad Media tenían una manera de entender la vida y la espiritualidad muy alejada de la jerarquía eclesiástica, tanto en España como en el resto de Europa. La iglesia católica tal y como la conocemos, es un constructo que ocupa varios siglos y que supone una herramienta para el patriarcado, un sistema de dominación anterior al capitalismo que estas mujeres trataron de subvertir y, por ello, fueron perseguidas por parte del poder. “Forman casas de mujeres que ponen sus propias normas de convivencia. Son movimientos urbanos que rechazan el capitalismo, que se está extendiendo en esos momentos”.
Contreras se refiere a los movimientos pauperísticos, que tuvieron un tratamiento dual por parte de la dirección eclesiástica: la mayoría de esos movimientos fueron perseguidos por su herejía, y sus líderes proscritos durante siglos —la figura de Fray Dulcino es una de los más conocidos por la referencia en El nombre de la Rosa, de Umberto Eco—; otros fueron integrados, como es el caso del Franciscanismo. “El alumbradismo, que es una de las herejías españolas, y el arrianismo, hablan de la igualdad de las mujeres. Estas enseñan en lengua materna y por eso son las que inauguran las literaturas nacionales como las entendemos hoy. El castellano y las lenguas romances de toda Europa”. Hay una decisión política en esa posición: “Hablan en lengua romance porque quieren compartir su ciencia con la comunidad… Es cuestionable que haya un patriarcado sobre ellas, porque lo cierto es que son las mujeres quienes son maestras de hombres”, asegura Contreras. “La idea de que los cuerpos de las mujeres se dediquen a reproducir y queden encerrados en casa se construye posteriormente”, defiende.
Si los varones, especialmente los gremios de artesanos, ejercieron un anticlericalismo militante que supone el nacimiento de las burguesías urbanas, para las mujeres el misticismo supuso, en algunos casos, el modo de romper con el rol de género asignado. “La economía doméstica componía (...) una situación circular, porque la mujer la integraba como miembro primario, y, en tanto reproductor biológico y social, de ella dependía para asegurar la reposición generacional. No obstante, esa participación, lejos de encumbrarla, reforzaba su dependencia en el régimen patriarcal”, explica Carlos Astarita en Revolución en el burgo (Akal, 2019).
La solución, explica el autor, pasaba por romper la “unidad doméstica”, desintegrar la base económica, algo que fue posible en los márgenes: tanto en los beaterios o los movimientos considerados y perseguidos como heréticos como, con posterioridad a la reforma de Cisneros, en el enclaustramiento. “En todos estos agrupamientos, la mujer podía asumir una actitud crítica hacia la sociedad patriarcal afrontando la emancipación de su familia”, desarrolla Astarita. Modos de vida que chocaban con el sistema feudal de señoríos, incompatible con la emancipación de las mujeres.
Llagas, éxtasis y desmayos
Para la directora del festival Místicas, es importante hacer un esfuerzo para abandonar conceptos modernos como el de individualidad a la hora de examinar la etapa de crisis que es el final de la Edad Media en Europa. Las místicas abordan la complejidad de “trabajar dos ámbitos de la vida social y comunitaria, lo que Jean-Luc Nancy llama pluralidad y singularidad”. Una comunidad que no anule la singularidad pero que no premie lo que hoy conocemos como individualismo, una comunidad que no se someta y aliene a las decisiones del poder… es una comunidad peligrosa, ayer y hoy. También ambigua y potencialmente sectaria, si la autorreferencialidad se come esas relaciones con el afuera. “En el grupo de investigación que tenemos hablamos de cómo esa santidad se performativiza”, apunta Contreras, y comienza a resolver las dudas que plantean los tópicos sobre esas místicas: llagas, éxtasis y desmayos. Un repertorio que acerca a esas mujeres a la teatralidad, a la frontera con la ficción de sus propias vidas: “Las consideramos santas porque la gente las considera santas, porque ellas están mostrando los signos de la santidad. Esos trances, esos rituales son recursos teatrales de toda la vida, desde el origen del teatro en Grecia”.Alcanzar otros estados de conciencia a través de recursos corporales tiene que ver con una contemplación del mundo que entiende la vida “como un teatro que se hace para dios”. Según esta directora, el ejemplo es Sor Juana de la Cruz “que considera el cielo como un lugar donde hay fiestas todo el rato”, porque, recuerda, aún no se ha producido la ruptura cartesiana que divide cuerpo y mente: “La propia creación del mundo se entendía como una expresión artística”.
La espiritualidad de las místicas las llevó a “hablar de dios en femenino, de la figura de cristo también en femenino”, señala Contreras. Estos grupos de mujeres organizadas y autogestionadas en beaterios, surgen y se confunden en el contexto de la Caza de Brujas —“un invento de los jesuitas”, denuncia esta directora teatral—, una construcción que pone en tela de juicio modos de vida que pugnan con el desarrollo del mercado, que se expande en ese momento desde los principados italianos y alemanes, la city de Londres y los Países Bajos. “Lo que considero interesante esos movimientos pauperísticos es que cuestionan cómo quieren que sea su vida y son subversivos contra la lógica capitalista incipiente”.
Feminismos
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La razón y la malversación
Esa espiritualidad y cómo se gobierna y se controla son dos fenómenos distintos, explica Contreras, la primera, defiende, es consustancial al ser humano, la segunda no. Pensadores de la tradición marxista como Jan Švankmajer o Andréi Tarkovski, han desarrollado la idea de que intentar negar esas experiencias espirituales ha generado problemas psíquicos a la humanidad. Pero “el lenguaje de la espiritualidad es metafórico, alegórico, elusivo, no literal; cuando se toma literalmente, es cuando hay un problema grande”, concede la directora del festival Místicas. La razón, advierte, tiene su propia oscuridad —y ahí están obras como la del filósofo Günther Anders para explicarlo— y su culto durante los siglos modernos, y aún hoy, no deja de ser otra forma irracionalidad.El Franquismo utilizó el poder evocador de las místicas para consolidar su proyecto “neobarroco” de involución patriarcal. Santa Teresa de Jesús, una figura enclavada en el siglo XV, y su “brazo incorrupto” fueron parte de la propaganda del Franquismo destinada a la anulación de la singularidad de las mujeres y la eliminación de sentimientos y vínculos comunitarios no mediatizados por la jerarquía eclesiástica. Contreras reivindica esa tradición pauperística de la que parte Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada —Teresa de Jesús— y recuerda que fue perseguida, que muchos de sus libros fueron quemados y que la Iglesia guarda como incunables, pero nunca ha editado, otros textos. ¿Qué podía ser útil al Franquismo de su obra? Herramientas como la falsa modestia, la “santa ignorancia” o la quietud, “recursos retóricos que usaron para que el pueblo, que sí era analfabeto, pudiera entenderlas”.
Para Contreras, ideas y prácticas como el quietismo, la contemplación y el silencio, encajan bien en una época en el que “la instantaneidad es biológicamente insostenible, estamos en un momento en el que hay patologías derivadas de poner el cuerpo y la mente al filo”. En los años 70, después de que una parte de la juventud sintiera el derrumbe de las expectativas creadas en torno al vertiginoso año 68 y al “verano del amor”, comenzaron a proliferar movimientos místicos, mixturas new age casi siempre bajo una lógica mercantil, que resaltan o “venden” el valor de romper con esas urgencias.
Ahora, explica esta directora teatral, “estamos en un momento de crisis, muy análogo al del final de la Edad Media: todo en lo que creíamos y en lo que teníamos fe, creer en los Estados tal y como los conocíamos, son creencias que se han derrumbado. Cada ser humano se encuentra ante el abismo de que no sabemos qué va a ocurrir —me parece interesante rescatar que en nuestra cultura ya había personas que se dedicaban al silencio, al anonadamiento, a no necesitar nada y quedarse quietos”, concluye Contreras.
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De verdad que no tenéis filtro, menudas tonterías se exponen en el articulo