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Tribuna
La sombra de la industria hortofrutícola es alargada
La feria Fruit Logistica reúne este mes en Berlín al lobby del sector hortofrutícola, con más de 2.700 expositores y más de 66.000 visitantes para promover el crecimiento económico del sector agrícola y logístico. Allí estarán representados más de un centenar de productores españoles, entre ellos, grandes empresas de Almería y Huelva. Todas intentarán transmitir una imagen alejada de los graves daños que provoca la industria agrícola en las zonas donde opera.
El listado de efectos ambientales y sociales negativos de la agroindustria es largo. Desde hace décadas se está constatando que la agricultura intensiva invade los espacios naturales, explota y contamina los recursos hídricos hasta la última gota y llena los paisajes y el mar de residuos plásticos.
Solo en Almería, las más de 32.000 hectáreas de invernaderos generan 150.000 toneladas de residuos plásticos, de los cuales unas 30.000 toneladas se vierten ilegalmente al medio natural cada año. La continua expansión de las zonas de invernaderos provoca un déficit hídrico anual de 170 hm³ y un deterioro de la calidad del agua debido a los fertilizantes sintéticos con concentraciones de fósforo de hasta 700 microgramos por litro, muy por encima del límite de 100 microgramos por litro establecido para las aguas hipertróficas, es decir, que ya tienen concentraciones excesivas de nutrientes.
En Huelva, el cultivo intensivo de frutos rojos está desecando y destruyendo uno de los humedales más importantes de Europa, Doñana, Patrimonio de la Humanidad. A pesar del pésimo estado de este espacio, actualmente aún hay una cantidad indeterminada —entre 1.600 y 1.900 hectáreas— de cultivo de regadío ilegal en este espacio natural. En 2022, los valores de nitratos medidos en once puntos de medida de la cuenca del Parque Nacional de Doñana arrojaron un valor medio de 97 mg/l de nitrato, el doble del valor máximo permitido, con graves consecuencias para la naturaleza y la salud humana.
Las cifras muestran que las provincias cuya economía se basa ahora en la agricultura industrial se encuentran en los últimos puestos de la clasificación nacional de ingresos
La producción hortofrutícola no solo se hace a costa de los ecosistemas, sino también mediante la explotación de las personas más vulnerables de nuestra sociedad, personas migrantes y jornaleras. El 65 % de los empleos directos de los invernaderos son para personas migrantes, muchas de las cuales viven en condiciones deplorables. En Almería, según el informe Frontera Sur 2025, recientemente publicado, se han contabilizado al menos 7.000 personas trabajadoras en Almería y como mínimo otras 5.000 en la provincia de Huelva que viven en infraviviendas sin acceso a agua potable, saneamiento o electricidad.
Un vistazo a las estadísticas oficiales del Gobierno también desmiente la narrativa que asegura que la industria agrícola es la que ha traído progreso y riqueza a las zonas más empobrecidas del Estado español. Las cifras muestran que las provincias cuya economía se basa ahora en la agricultura industrial se encuentran en los últimos puestos de la clasificación nacional de ingresos. En la provincia de Almería, la renta neta por persona en 2021 era de 10.103 euros y en Huelva de 10.609 euros, muy por debajo del umbral de la pobreza.
Sin embargo, estas sombras del modelo agroindustrial no se despejan en la Fruit Logistica, sino todo lo contrario. Un vistazo al programa revela qué voces son bienvenidas y cuáles no. Los intereses de las personas que regentan pequeñas explotaciones o jornaleras, y de todo el resto del personal de la cadena de valor, no tienen representación en ninguna parte. Y eso a pesar de que son imprescindibles para alimentar a toda la población.
Este año la feria intenta promover la sostenibilidad en una nueva sección llamada Bioruta, que incluye empresas de producción ecológica intensiva como BioSabor y Haciendas Bio, conocidas por sus violaciones de la legislación laboral. Asimismo, estas empresas suelen seguir un modelo de agricultura de sustitución, que reduce el impacto ambiental al sustituir los insumos químicos por alternativas ecológicas, pero no promueve la diversidad funcional del agroecosistema ni la mejora del suelo, ni tampoco garantiza una gestión responsable del agua.
¿Para qué vale el ahorro relativo por hectárea por ejemplo de los escasos recursos hídricos del sur de España, si la superficie total de los campos sigue creciendo?
Además, este año la feria se centrará en las tecnologías y herramientas basadas en la inteligencia artificial que prometen aumentar la “sostenibilidad” y la “eficiencia” en el aspecto social y medioambiental. En la práctica, sin embargo, estas tecnologías suelen ampliar el control y la vigilancia de la plantilla y, en función de la necesidad de conocimientos técnicos para su uso y de su coste, resultan inaccesibles para las pequeñas explotaciones, fomentando así la agricultura a gran escala. Precisamente porque esta tecnología está diseñada y desarrollada para la agricultura a gran escala, corre el riesgo de promover el cultivo estandarizado de monocultivos en los campos.
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Por último, la promesa de eficacia de estas nuevas tecnologías sólo se cumplirá si el sector no sigue creciendo: ¿para qué vale el ahorro relativo por hectárea por ejemplo de los escasos recursos hídricos del sur de España, si la superficie total de los campos sigue creciendo?
Son estas preguntas las que nos hacen cuestionar la legitimidad de Fruit Logistica y criticar el modelo agrícola que promueve en la feria. Por ello, Ecologistas en Acción, junto con una decena de grupos de la sociedad civil alemana, ha convocado protestas contra la feria hortofrutícola, que se celebra en el recinto ferial de Berlín del 5 al 7 de febrero, bajo el lema Fight Fruit Logistica.
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Al tiempo que ponemos luz sobre el lado oscuro del modelo de agricultura intensiva a las puertas de la feria, queremos manifestar que un cambio hacia un sistema agroalimentario ecológicamente sostenible y basado en la soberanía alimentaria es posible y merece la pena ser defendido.