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La vida y ya
Flores de ganchillo
Una flor de ganchillo pasa por distintas manos. Tiene once pétalos blancos. El centro es verde.
Esa flor es un símbolo de respeto. Un símbolo solemne, cargado de dignidad.
Las mujeres que las tejen son musulmanas bosnias. Es su manera de hilar la memoria. Con las flores conmemoran la matanza de Srebrenica. Fue el 11 de julio de 1995. Separaron a los hombres jóvenes y maduros, a los hombres ancianos, a los hombres que aún eran niños de sus hermanas, amigas, madres, hijas, parejas. Hombres bosnios musulmanes. El Ejército de la República Srpska, dirigido por el criminal de guerra condenado por el Tribunal de La Haya Ratko Mladić, ocupó Srebrenica. El régimen de Slobodan Milošević dio apoyo militar, logístico, financiero y político a las fuerzas serbobosnias. Asesinaron a 8.372 personas, se llevaron a los hombres jóvenes y maduros, a los hombres ancianos, a los hombres que aún eran niños y los mataron. Esa zona estaba, en ese momento, protegida por la ONU, era una de las nueve “áreas seguras” que Naciones Unidas estableció durante la guerra de Bosnia Herzegovina.
Las mujeres que tejen flores dicen que los once pétalos simbolizan ese día. Son blancos porque representan también a las personas que sienten el dolor de las pérdidas. El centro, verde, representa el féretro de cada uno de los asesinados.
Cada mujer se propuso tejer ese número de flores. 8.372. Para que la memoria permanezca. Para que nada la borre.
Pasó en Europa. No hace tanto tiempo. Los medios la denominan como la peor masacre en territorio europeo después de la Segunda Guerra Mundial. Como si hubiera una barrera que hace a los europeos menos capaces de cometer atrocidades. Como si las limpiezas étnicas y genocidios fueran más o menos graves según en qué lugar del mundo ocurren. Como si la pasividad de la comunidad internacional fuera menos grave cuando ocurren matanzas fuera de las fronteras que construye Europa.
Es verano. El genocidio en Palestina continúa.
También hay mujeres que siguen tejiendo flores.