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Violencia machista
María Naredo: “En los últimos eslabones de la cadena social es donde vamos a medir la respuesta a la crisis”
Jurista e investigadora, María Naredo insiste en que la situación del estado de alarma no prevalece sobre los derechos humanos de quienes viven una situación de violencia durante el confinamiento.
El nombre de María Naredo (Madrid, 1970) aparece desde hace años relacionado con la investigación y la esperanza de un mundo libre de violencias. Ha sido responsable del Área de Mujeres de Amnistía Internacional y ha trabajado en lo institucional desde sus conocimientos como jurista y como defensora de los derechos humanos. En los últimos meses, ha participado en la elaboración de la ley de garantía de la libertad sexual, desde el Ministerio de Igualdad.
Naredo reconoce que las condiciones del estado de alarma suponen un riesgo para mujeres víctimas de violencia en el contexto del hogar, pero insiste en que los derechos humanos prevalecen sobre cualquier otra norma. El Ministerio ha lanzado la campaña “estamos contigo” y una guía de actuación para asegurar la atención integral de las víctimas de violencias en una situación insólita en la que es necesaria la implicación de toda la sociedad.
¿Cómo se aborda el mandato de acabar con esas violencias cuando está todo tan volcado en la esfera privada, en el domicilio, que sabemos que es uno de los principales focos históricos de todo tipo de violencias?
Creo que lo primero que hay que hacer es recordar que la violencia machista no es un asunto privado. Ahora más que nunca hay que reforzar ese mensaje de que las violencias machistas, incluyendo las que se producen en la pareja y en la intimidad, no son un asunto privado, son una grave violación de derechos humanos, y nos conciernen a toda la ciudadanía y también, por supuesto a los poderes públicos. Ese mensaje tiene que difundirse a través de campañas de comunicación, para que no sea una cuestión que se repite como un mensaje más, sino que va aparejado a una serie de mensajes más concretos de cómo puedes tú, si eres una mujer que estás enfrentando violencia, pedir ayuda; pero si eres un vecino, vecina o eres un comerciante, o eres una farmacéutica, cómo puedes también tú involucrarte en el apoyo a estas mujeres. Reforzar el compromiso comunitario, y también familiar, es lo más importante.
¿Cómo articular esas salidas cuando al miedo a salir de esas violencias se le suman los miedos que vienen de fuera: miedo al contagio, pero también miedo a las multas?
Uno de los mensajes más importante hacia las mujeres que pueden estar viviendo situaciones de violencia, es decir no, no, vamos a ver, la crisis sanitaria requiere una serie de medidas, pero una grave violación de derechos humanos o un abuso como lo que es la violencia machista en todas sus dimensiones, requiere unas medidas y unas actuaciones. Es decir, nadie te va a multar porque salgas a pedir ayuda, porque te vayas a casa de una amiga porque te sientes en peligro o porque sientes que tus hijos y tú estáis en peligro. Incluso las respuestas de autoprotección tienen que estar por encima de cualquier consideración, y así van a ser entendidas. Creo que hay que reforzar justamente ese esquema de valores en el cual la violencia machista en el entorno privado no se ningunea, sino todo lo contrario, se pone en la dimensión de problema gravísimo. Frente a eso, es evidente que están permitidas muchas cosas, aunque sea en el estado de alarma.
¿Cómo afecta en este momento la desigualdad económica y cómo puede influir en esa reproducción de las violencias?
Las violencias y las discriminaciones son capas que se entrecruzan. ¿Dónde termina una discriminación y empieza una violencia machista o de género? Es evidente que esas discriminaciones y violencias están superpuestas o entrelazadas. Cuando nos replegamos, o cuando nos hacen confinarnos y nos hacen estar gestionándolo todo en lo privado, se reproducen los roles de género. Ahí donde había una discriminación que podía estar supliéndose con escuelas infantiles, con servicios externos o incluso con personas contratadas desde lo externo, ahora está quedando en evidencia. Y son más explícitas también las diferencias no solo de género, también de clase, es decir las diferencias de todos los determinantes sociales sobre la salud.
¿Cómo se puede salir de esa situación anterior?
Esta crisis sanitaria está poniendo de relieve, con una crudeza tremenda, las desigualdades y la urgencia de acometerlas. Las lecturas en términos de género y políticas públicas están diciendo que es el momento, si se quiere hacer una reconstrucción en condiciones, de que acabe la discriminación de género, que tiene también muchas veces un sesgo de clase, un sesgo de etnia. Es importante que eso atraviese las políticas de respuesta y reconstrucción. Es el momento, pero por otro lado, eso requiere unos análisis y unas propuestas en profundidad. Si nos lo replanteamos, pueden ser muy potentes las propuestas políticas de salida de la crisis, desde luego es algo que está a flor de piel.
Cuando hablamos del trabajo a tiempo parcial, de los contratos más precarios, se utiliza el masculino genérico, pero todas estas pérdidas de trabajo, a quienes más están afectando es a las mujeres, que son la mayoría de trabajadores pobres o de contratos a tiempo parcial.
Está claro. Ahí está por ejemplo el sector de las mujeres empleadas del hogar, en el que se cruzan, no solamente las reivindicaciones laborales, en términos de la equiparación con el Estatuto de los Trabajadores, o sea con el Régimen General, sino toda la variable esencial, que ellas mismas además lo comentan como un primer punto en la agenda, que es la variable de las políticas de extranjería. Entonces, ¿qué sucede con estas mujeres que están ahora mismo en una situación migratoria, en una posición muy débil respecto al ejercicio de derechos en este país? Si eso se cruza con un marco muy débil de derechos por su régimen laboral, y por otro lado, la cantidad de necesidades que muchas de ellas tienen como cabezas de hogar, no solamente de familias aquí sino de familias en los países de origen, pues es evidente que la situación es complejísima. En estos últimos eslabones de la cadena social, en cómo afrontamos la respuesta ahí, es donde va a estar la vara de medir. Ahí sabremos si queda pendiente una mirada estructural.
El otro día leía que en Latinoamérica han descendido todos los tipos de crímenes y de violencias, salvo los feminicidios. ¿Qué causas están detrás en que esa tendencia ascendente de los crímenes contra mujeres?
Hemos alertado de que en situaciones de confinamiento se van a dar con mayor intensidad todos los crímenes en el ámbito de las relaciones, de las relaciones de pareja ─pero también de las relaciones familiares─ que están marcados completamente por el género y por el machismo. Entiendo que el confinamiento, además, está poniendo en riesgo a mujeres que estaban ya en una situación límite o marginal en términos sociales o socioeconómicos. Dentro de ese riesgo, el feminicidio es otro de los posibles escenarios. Lo que evidencia eso es que la lucha contra los feminicidios no puede entenderse solo, o fundamentalmente, desde la perspectiva policial y judicial, incluso penitenciaria, si quieres, sino que es preciso acometerla teniendo muy en cuenta cuáles son las raíces de esos feminicidios y cuáles son los contextos o los factores sociales, relacionales, que producen los feminicidios.
Al mismo tiempo, todo parece indicar que es más difícil denunciar en esta situación.
Si el caldo de cultivo de los feminicidios sigue absolutamente intocable, no sorprende desde luego que estos crímenes se sigan produciendo. Otra cosa es que el número de denuncias de violencias machistas pueda descender, porque las situaciones de confinamiento hacen mucho más difícil, no solamente el pedir ayuda por parte de una mujer, sino también el que una mujer se decida a ponerse en riesgo, entre comillas, porque acudir a denunciar es una fuente de riesgo de cara a las conductas de los agresores. Pero, vuelvo a repetir: me parece importantísimo hacer la reflexión de que el que no se reduzcan los feminicidios tiene que ver con la respuesta contextual, social, que es la que creo que sigue pendiente en la mayoría de los países de Latinoamérica, pero también aquí, en el Estado español.
¿Cuál sería esa agenda sobre la que trabajar para superar esas situaciones de desigualdad estructural que al final son el caldo de cultivo para las violencias?
Creo que a cuestión sobre todo es una educación en igualdad. Luego toda la cuestión de la igualdad en el ámbito laboral, en el ámbito salarial. Es importantísimo acometer todos esos desafíos.
Y, por otro lado, entender la igualdad como una línea maestra de las políticas públicas de un Estado. Dentro de esa línea maestra que son las políticas de igualdad hay que poner en primer plano la cuestión de los cuidados, con dos líneas fundamentales: una que debería ser una verdadera corresponsabilidad en lo familiar, en lo individual, si quieres, pero también en lo empresarial o en lo laboral, y, por otro lado, un sistema público de atención a los cuidados que no es en absoluto lo que tenemos ahora mismo. Tiene que ser algo mucho más potente, que abarque todas las realidades de cuidados que tiene la sociedad: no solamente la dependencia a personas de gran necesidad de atención, sino todas las esferas de cuidados desde la educativa más temprana, a toda otra serie de tareas de cuidados fundamentales y, por supuesto, el tema de las residencias o los cuidados de personas mayores.
Ahí habría que abrir también muchos debates. Todo eso que hasta ahora se estaba realizando en la trastienda, es un reto fundamental que pase a ocupar un lugar central. Eso sería incorporar el enfoque de género en las políticas de salida de esta crisis.
Es verdad que ahora se está insistiendo mucho en recuperar la sanidad, pero que no se pone el mismo acento en la educación. Me parece significativo porque lo que te puede permitir sacar adelante un país en igualdad es la educación.
Siempre he dicho que todo lo que es el sistema de atención integral a las víctimas, de detección... está muy bien frente a las violencias machistas, pero que al final lo que va a acabar un día con las violencias es la educación en igualdad y la coeducación. Y ahora mismo estamos en un momento crítico. Hay un retroceso con los mensajes de la ultraderecha frente a esta educación, que desde los años primeros 2000 se estaba asentando con mucha potencia. Estaba claro que la obligación del Estado es educar en igualdad y educar en la prevención de violencias machistas y con enfoque de género. Eso adoleció de ausencia de fondos, pero es que ahora mismo se está cuestionando no solo los fondos, también el propio marco de obligaciones de la educación en igualdad. La salida de esta crisis, y el marco de políticas que se elaboren, tienen que tener como una derivada importantísima la educación en igualdad y la prevención de violencias machistas desde ese ámbito.