Noche electoral Colombia 2022 - 14

América Latina
Colombia celebra el fin del uribismo

Victoria histórica del progresismo en Colombia. Con 11.281.013 votos, Gustavo Petro se convierte en el primer presidente de izquierdas del país y Francia Márquez en la primera vicepresidenta mujer y negra. El 7 de agosto comienza “una historia nueva, otra Colombia”, augura el futuro presidente.

@bertacamprubi

Cauca, Colombia
20 jun 2022 09:27

Muchos lo dudaban. Una parte del país estaba lista para salir a las calles a protestar por un hipotético fraude, negándose a repetir la historia. Es lo que podía esperar un país construido durante los últimos 50 años a base de guerra, desigualdad y narcotráfico. Pero a las 17:30h de este domingo 19 de junio, al 89% del escrutinio, los marcadores de los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas mostraban como la coalición del Pacto Histórico ganaba al candidato ultraconservador Rodolfo Hernández por una diferencia de casi un millón de votos. Ya no había manera de revertirlo. Parecía increíble, pero estaba pasando. Y empezó la celebración. 

“Euforia total como nunca en la vida”, grita Diego Chávez, sociólogo y defensor de derechos humanos desde el Movistar Arena de Bogotá, sitio donde los seguidores de Petro y Márquez se concentraron para seguir los comicios. “Está lloviendo, hace mucho frio, pero la alegría es infinita, nadamos en las lágrimas del uribismo”, asegura, inspirado. La victoria de Petro es la victoria de las luchas populares de los últimos años, pero sobre todo del Paro Nacional, el estallido social que protagonizaron las juventudes del país desde el 28 de abril de 2021 y que provocó una oleada de consciencia entre las clases populares y medias. Y es una victoria que deja finalmente atrás 20 años de gobiernos liderados, personalmente o desde el backstage, por Álvaro Uribe Vélez, “el patrón del mal”, empresario vinculado reiteradamente al narcotráfico y el paramilitarismo.

“La política del amor y el diálogo”

Pero “no es un cambio para vengarnos ni construir más odios”, asegura el economista victorioso que llama a su proyecto “política del amor”. “La oposición, sea la de Uribe, sea la de Rodolfo, sea la de quien sea, será siempre bienvenida al Palacio de Nariño para dialogar”, asegura Petro ante la multitud en la noche del domingo. Ese es el gran reto de los próximos cuatro años, no sin dificultades abismales. Dejar atrás una cultura de la muerte en la que todo se resuelve a golpe de sicario o de machete. Iniciar una transición que borre deseablemente las masacres, los desplazamientos forzados masivos y los asesinatos de defensores del territorio. Que elimine la cultura de la ignorancia y el hambre, del miedo y la violencia como mecanismos de control y dominio. 

Muchos lo dudaban. Una parte del país estaba lista para salir a las calles a protestar por un hipotético fraude, negándose a repetir la historia. Es lo que podía esperar un país construido durante los últimos 50 años a base de guerra, desigualdad y narcotráfico

Antes del presidente, ante un auditorio exaltado, hablaba con firmeza la primera vicepresidenta afrocolombiana. Y empezaba por dar las gracias a los más de 1.200 líderes sociales asesinados desde la firma de la paz. “Gracias por abrir el camino, por sembrar la semilla”, dijo emocionada. “Después de 214 años, logramos un gobierno popular, el gobierno de la gente de las manos callosas, de los nadies y las nadies de Colombia”, gritaba, refiriéndose a las élites, liberales, conservadoras y uribistas, que han gobernado y desangrado la república colombiana desde su independencia en 1808. 

La paz por fin en el horizonte

En Bogotá, el exguerrillero del M19 y la lideresa afrocolombiana han ganado con un 60% de los votos. En los departamentos más empobrecidos del país, Chocó, Putumayo, Nariño y Cauca, con un 80% de los votos. Las comunidades negras, indígenas y campesinas de estos territorios donde el estado solo llega en forma de soldados armados, hoy festejan a pesar de la ley seca. No se acaban todos sus problemas, pero llegan oportunidades. Petro propone implementar, cinco años después de su firma, los acuerdos de paz de La Habana de manera íntegra y propone también crear mesas regionales de diálogo con los actores aun armados como las disidencias de las FARC, el ELN o el Clan del Golfo. Esta puede ser la oportunidad de que la muerte deje de ser el pan de cada día de los territorios. Incluso la oportunidad de creer en promesas incumplibles como “acabar con el patriarcado en Colombia” o “erradicar el racismo estructural”, que chilló Márquez en tarima.

En Cali, la capital de las movilizaciones del Paro Nacional de mayo y junio de 2021, la fiesta tiene forma de salsa y alegría. Aunque no todos celebran. Una decena de líderes de las primeras líneas de las protestas de hace un año están encerrados en prisión desde hace dos días fruto de la operación represiva del gobierno saliente. En todo el país son cientos los jóvenes privados de la libertad, desde el fin del paro. “Quiero pedirle al fiscal general de la nación que libere a nuestra juventud”, exigía Petro. 

“Euforia total como nunca en la vida”, grita Diego Chávez, sociólogo y defensor de derechos humanos desde el Movistar Arena de Bogotá, sitio donde los seguidores de Petro y Márquez se concentraron para seguir los comicios

“El principal problema que tendrá Petro es el uribismo incrustado en las instituciones, el ESMAD —Escuadrón Móvil Antidisturbios—, las fuerzas armadas, la justicia y los medios”, asegura el pensador uruguayo Raúl Zibechi. A nivel regional también ve grandes desafíos: “¿Qué va a hacer Estados Unidos que tiene ocho bases en Colombia? ¿Volverá a Ecuador donde ya tuvo la base de Manta o va a negociar con Petro?”, se pregunta. “¿O quizás ya ha negociado antes que eso no se toca?”, insinúa. Sobre su relación con el vecino ambicioso del norte, Petro solo ha señalado, en términos económicos y ambientales, que “si ellos emiten como casi en ningún otro país gases de efecto invernadero y aquí los asumimos, los absorbemos con nuestra selva amazónica, ¿por que no nos sentamos a dialogar?”.

En términos económicos el presidenciable ha dejado claro que va “a desarrollar el capitalismo en Colombia, no porque lo adoremos sino porque primero tenemos que superar la premodernidad, el feudalismo, la nueva esclavitud”. Asegura pretender pasar de una economía extractivista a una productivista. Y en esa misma línea, en términos medioambientales, el exalcalde de Bogotá también aspira alto: “América Latina tiene que entrar en el gran diálogo que le permita salvar a la humanidad. A los progresismos de América Latina les digo que podemos construir alrededor de la agricultura y las reformas agrarias”, discurso muy transformador hasta que le añade, “de la agroindustrialización, de la industria bajo las nuevas tecnologías”. “Eso si nos deja bastante preocupación”, asegura Roseli Finscue, defensora del territorio del pueblo indígena nasa, “¿esa industrialización realmente no tendrá que ver con el extractivismo? ¿Con los monocultivos? Está por ver qué propondrá en cuanto a desarrollo”, se pregunta.

Al sociólogo bogotano Felipe Martínez le preocupa otra realidad: “Puede haber una cooptación muy grande de los movimientos sociales donde los liderazgos relevantes de los territorios vayan a ser contratados como funcionarios públicos, precisamente porque necesita eso para poder hacer algo distinto”. Una pérdida de liderazgos y una distracción que pueden significar un debilitamiento importante de los movimientos sociales como ha sucedido en casos como el Movimiento Sin Tierra durante los gobiernos del Partido dos Trabalhadores en Brasil. Martínez reitera la necesidad de “la profundización de las organizaciones comunitarias más allá de las agendas institucionales, el enraizamiento en sus territorios”.

La victoria de Petro es la victoria de las luchas populares de los últimos años, pero sobre todo del Paro Nacional, el estallido social que protagonizaron las juventudes del país desde el 28 de abril de 2021 y que provocó una oleada de consciencia entre las clases populares y medias

“Los movimientos sociales deben continuar su dinámica, pero un Gobierno progresista es vital y debemos aprovecharlo, las organizaciones de base, para fortalecer nuestras dinámicas, nuestros liderazgos”, asegura Alfonso Cassiano, historiador original de San Basilio de Palenque, comunidad negra icónica por su proceso histórico de liberación de la esclavitud. “Es ahora cuando necesitamos la movilización social, cuando ya no estamos en un Estado de sitio, cuando ya no estamos en un Estado cooptado por el narcotráfico y el paramilitarismo”, se apresura a sentenciar el líder afrocolombiano.

Muchos retos e interrogantes. Como cuál será su equipo más cercano en los ministerios o cómo se sale de una economía mafiosa que va mucho más allá de los confines de Colombia, la principal proveedora de cocaína del mundo. Pero por ahora, una certeza: el uribismo queda atrás. 

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