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Coronavirus
Una economía para la vida
Para una reconstrucción de carácter social, es necesario erigir un nuevo modelo económico basado en una economía plural transformadora.
Las consecuencias del covid-19 muestran la fragilidad de un modelo económico global que prioriza la acumulación privada de riqueza por encima de la resolución equitativa de las necesidades humanas. En Catalunya, este modelo ha sido favorecido por políticas económicas que han supuesto, entre otros, el debilitamiento de la protección social, la deslocalización productiva, la reducción del gasto sanitario, la precarización laboral, la crisis residencial, los recursos insuficientes para la investigación, el desprecio por el sector primario y una nula capacidad de articular las cadenas productivas locales, en favor de empresas multinacionales. Como apunta Josep Manel Busqueta, la crisis señala, por el caso catalán, el colapso de una economía de interfaz que importa para exportar: “El libre mercado no nos asegura el abastecimiento del necesario, cuando nos hace más falta”.
En estas condiciones, Catalunya se encuentra con un frágil tejido socioeconómico para sostener una política económica orientada al interés general. Por lo tanto, hay que modificar las políticas recientes y desplazar el mercado de la tarea reguladora de la economía hacia instituciones sociales con más capacidad de servir al bien común, como son el sector público, la economía social y solidaria (ESS), el sindicalismo, el trabajo reproductivo y de cuidados, así como un sector privado que durante la crisis del covid-19 haya actuado con responsabilidad social, laboral y ambiental.
En Catalunya, las políticas de desarrollo han profundizado la crisis ecológica: han menospreciado la preservación de la naturaleza, la transición ecológica y energética, los circuitos de proximidad, la movilidad sostenible o la reducción de las emisiones
Para una reconstrucción de carácter social, es necesario erigir un nuevo modelo económico basado en una economía plural transformadora. Dirigido a satisfacer equitativamente las necesidades económicas, sociales y culturales de la sociedad; proporcionar salud, renta, cuidados, vivienda, abastecimientos energéticos o protección social de forma universal; garantizar bienes y servicios necesarios para la dignidad de la vida humana. De los marcos participativos de planificación, han de emanar políticas que hagan bascular la estructura económica hacia la propiedad pública y social, la gestión democrática, la socialización de los excedentes y la transición ecosocial. Hay que reorientar el sistema económico hacia una economía para la vida.
Un nuevo modelo productivo relocalizado y de utilidad social
La crisis sanitaria demuestra cuáles son los trabajos socialmente necesarios para la reproducción de la vida, y cuáles son contraproducentes. El modelo productivo catalán se ha orientado como una pirámide invertida, privilegiando el turismo, el inmobiliario o la automoción; y despreciando sectores hoy esenciales: sociosanitario, limpieza, comercio, logística, producción textil o agraria. La mercantilización de la sanidad, la deslocalización productiva, la precarización del tejido comercial y la sustitución por el capitalismo de plataforma, la uberització de la logística y la aniquilación del campo por el modelo agroindustrial han dibujado un modelo productivo multiplicador de la crisis social y económica.
Para aumentar la resiliencia productiva en contextos de inestabilidad socioeconómica y ambiental, es necesario un nuevo modelo productivo orientado a la democratización, relocalización, mutualización y transición ecosocial de la actividad económica. En el centro, un sistema público que garantice universalmente los servicios necesarios para el cuidado de las personas. Al lado, un sector industrial relocalizado y reorientado a una manufactura de impacto social y ambiental positivo; un sector comercial y logístico que mancomune infraestructuras, dignifique ocupaciones y haga frente al capitalismo de plataforma; un sector agrario reorientado los ciclos cortos, la producción agroecológica y la soberanía alimentaria; un sector servicios redimensionado hacia un desarrollo local endógeno; así como un sector de la construcción reorientado a repensar la agenda urbanística de las ciudades y el ordenamiento territorial con modelos resilientes frente la emergencia climática y residencial.
Hay que modificar las políticas recientes y desplazar el mercado de la tarea reguladora de la economía, hacia instituciones sociales con más capacidad de servir al bien común
Todos ellos, desplegando sectores orientados a la vida: agroecología, ecoconstrucción, movilidad sostenible, energías renovables, reindustrialización comunitaria, economía circular, cooperativismo de plataforma, textil ecológico, cultura de proximidad, comercio de kilómetro cero, tecnologías digitales libres, etcétera. Por el contrario, las actividades nocivas deben ser sometidas a un proceso organizado de decrecimiento y reorientación. De una economía abstracta y financiarizada, hay que pasar a una economía (re)productiva y material, orientada bajo principios de utilidad social. La salud, la vivienda, los abastecimientos energéticos o la alimentación son fundamentales para el propósito de una Economía para la Vida. En cada municipio y a escala catalana, se deben planificar estrategias de transición, resiliencia, democratización, relocalización y mutualización de las economías.
Un nuevo Modelo reproductivo y de cuidados
“Ninguna sociedad que sistemáticamente debilite su reproducción social consigue perdurar demasiado”, escribe Nancy Fraser. Como apunta el feminismo, el covid-19 agudiza la crisis de cuidados del modelo dominante de reproducción social, una crisis sostenida por las mujeres sobre todo de clase obrera y de origen migrante. Para Fraser, las luchas por la reproducción social abarcan también los movimientos por la vivienda; la defensa de la salud pública; la soberanía alimentaria; la renta básica; las luchas de migrantes y trabajadoras domésticas; los permisos de paternidad y maternidad más largos o una jornada laboral más corta. Hace falta una reorganización masiva de la relación entre la producción y la reproducción: las personas de cualquier clase, sexo, orientación sexual y color deben poder combinar actividades de cuidado con un trabajo seguro y bien remunerado.
En esta reorganización, el sector público debe jugar un rol central a partir de modelos sanitarios, sociales, educativos y de cuidados que prioricen la propiedad y la gestión pública, concertando cuando sea necesario determinados servicios con entidades sin ánimo de lucro, iniciativas comunitarias o cooperativas autoorganizadas de prestadoras y/o receptoras de servicios. En el ámbito doméstico, se necesitan medidas para la democratización y corresponsabilización del trabajo reproductivo; así como garantizar los derechos laborales de las trabajadoras domésticas, sobre todo con la regularización de todas las trabajadoras sin papeles.
Un Modelo ecológico y resiliente
La pandemia del coronavirus se relaciona con la alteración global de los ecosistemas, una crisis ecosocial provocada por la deforestación, la urbanización, la agroindustria o el turismo. Vandana Shiva vincula la pandemia con la emergencia climática global provocada por unas economías extractivas que devastan los recursos naturales. En Catalunya, las políticas de desarrollo han profundizado la crisis ecológica: han menospreciado la preservación de la naturaleza, la transición ecológica y energética, los circuitos de proximidad, la movilidad sostenible o la reducción de las emisiones.
Urge implementar un cambio de modelo productivo y de consumo: la transformación ecológica de todo el sistema económico. Urge un decrecimiento del turismo, la construcción, la energía no renovable o el transporte contaminante. Y privilegiar la agricultura y la ganadería ecológica, el reaprovechamiento circular de la materia, reajustar la actividad económica para mitigar el cambio climático. En la relocalización y transición ecológica del modelo alimentario, es necesario que las administraciones públicas sean fuerza tractora, apostando por la producción local con la compra pública de alimentos. El objetivo debe ser regenerar el territorio, potenciar el mundo rural, frenar la urbanización, ecologizar los núcleos urbanos e industriales, potenciar la soberanía alimentaria y energética del conjunto del país.
Pacto por la Salud Colectiva, la Democracia Económica y la Justicia Socioambiental
“El altísimo riesgo de destrucción de tejido productivo y deterioro de las condiciones de vida de la población, evidencian la imperiosa necesidad de una intervención pública rápida y contundente”, escribe Francisco Navarro, economista del Seminario Taifa. Sin embargo, después de batallar por medidas sociales urgentes e inmediatas, hay que poner los cimientos del nuevo modelo económico postcoronavirus. Esto es, impulsar un pacto catalán para la salud colectiva, la democracia económica y la justicia socioambiental, entre agentes socioeconómicos plurales, que articule políticas transformadoras. Un nuevo tipo de pacto social que —a diferencia de los Pactos de la Moncloa de 1977, orientados a la reestructuración neoliberal de la economía española— institucionalice un nuevo modelo económico plural: salud universal, democracia económica, justicia socioambiental. ¿Qué actores deben formar parte del nuevo acuerdo?
El sector público, con una centralidad incuestionable en la emergencia sanitaria, debe apuntalar la reconstrucción postcoronavirus, abordando la planificación de la economía, la renta básica universal, la nacionalización de sectores estratégicos, la creación de una banca pública o la provisión universal de la salud. Ahora bien, hay que discernir el trazo grueso que separa una estatalización vertical y autoritaria de las relaciones sociales, de una nacionalización democrática y redistributiva de los recursos. Hay que combinar nacionalizaciones y municipalizaciones con la democratización y descentralización de lo público-estatal, garantizando la cogestión por parte de las organizaciones de trabajadoras y usuarias. En Cataluya, el municipalismo y el sindicalismo pueden favorecer la reapropiación social de lo público.
Para salir del necrocapitalismo, se necesitará fuerza e imaginación política, económica, social y ecológica, que nos sitúe en una posición más favorable para la vida y la salud colectiva
Un segundo actor del nuevo modelo económico debe ser el cooperativismo y la economía social y solidaria. Según Navarro, es necesario “que desde el sector público se establezcan estructuras descentralizadas y apoyadas en la economía social para la planificación económica”. La crisis obliga a repensar el capitalismo en favor de la democracia económica, la propiedad colectiva de los medios de producción, la limitación del lucro, el servicio a la comunidad o la localización económica.
Ahora bien, las iniciativas de la ESS no escapan a las dificultades y algunos gobiernos, como el escocés, destinan 20 millones de libras. En Catalunya, para relanzar una nueva economía postcoronavirus, se necesitan medidas en este sentido, que exigirán una fuerte implicación de la ESS catalana en el nuevo modelo económico. En esta concertación público-cooperativa, las finanzas éticas deben contribuir, con la banca pública, a un sistema financiero al servicio de las personas y el tejido productivo. La ESS debe formar parte de los órganos colegiados de política económica, con la economía feminista y la economía ecológica. Los ateneos cooperativos deben coproducir e implementar políticas de desarrollo local y transición ecosocial en el territorio. La Ley de ESS debe reconocerla como un ámbito específico de desarrollo, sujeto de políticas públicas y de democratización socioeconómica y ambiental.
En tercer lugar, es necesario implicar la economía privada —la propia de la estructura catalana, como autónomos y PYMES— en el nuevo modelo económico. Sobre todo la que haya desarrollado una fuerte responsabilidad social, laboral y medioambiental durante la crisis del coronavirus. Hay que definir un nuevo sector privado de utilidad social: lucro limitado, excedentes a fines sociales, criterios de empresa social. Esta nueva economía privada deberá entender los riesgos de la fagocitación productiva del capitalismo de plataforma, estará supeditada al interés general y se facilitará su transición hacia estructuras asociadas.
En cuarto lugar, es necesario que las organizaciones populares y vecinales de Catalunya —además de proseguir la lucha reivindicativa— se conviertan en un agente económico comunitario. Durante la pandemia, las redes de apoyo mutuo han sostenido a la población con una universalidad que ha superado los límites estatales. Son una herramienta de solidaridad y cohesión popular indispensable en tiempos de precariedad, exclusión social y racismo institucional. Las estructuras populares de los sindicatos de vivienda, los equipamientos de gestión comunitaria, los huertos sociales, los obradores compartidos, la producción autogestionada, los FabLab comunitarios, las monedas sociales, los bancos del tiempo, los espacios de crianza compartida, la economía migrante y antirracista, o las comunidades autofinanciadas, son institucionalidad alternativa y contrapoder social. La economía popular y comunitaria es clave para la transición comunal y ecológica de pueblos y ciudades. En caso de que lo exprese, habrá incorporarla al pacto por un nuevo modelo económico.
Reconstruir el mundo y hacerlo diferente
Mariana Mazzucato se refiere a la triple crisis del capitalismo global: sanitaria, económica y ambiental. El abismo al que se enfrentan las sociedades occidentales está trastocando los paradigmas. Lo que ayer era impensable, hoy es una alternativa para hacer posible el mañana. En la conmoción mundial provocada por la pandemia, los escenarios están abiertos: se cerrarán según las correlaciones de fuerza geopolíticas, estatales, empresariales y de clase.
De cómo se afronte la reconstrucción nacerá un modelo u otro económico, político y social. Se puede normalizar la recentralización autoritaria de los Estados, la militarización, la pérdida de derechos, la extrema derecha marcando el paso. Se puede reconstruir con planes de choque neoliberales y recetas de austeridad, mientras se rescata multinacionales energéticas o aéreas. Se puede radicalizar la distopía de Silicon Valley: individuos confinados en los domicilios, conectados y abastecidos por el capitalismo de plataforma. Toda respuesta, sin embargo, deberá tener presente que la crisis del coronavirus, como apunta Iolanda Fresnillo, es el agravante de una crisis del capitalismo global que ya se fraguaba.
Para salir del necrocapitalismo, se necesitará fuerza e imaginación política, económica, social y ecologica, que nos sitúe en una posición más favorable para la vida y la salud colectiva. Ojalá tenga razón Jacques Attali, cuando escribe: “El deseo de vivir siempre prevalece y al final, los humanos acaban por derribar todo lo que les impide disfrutar de su breve paso por la tierra”. Seremos capaces de levantar una sociedad humana centrada en la reproducción equitativa, digna y colectiva de la vida?