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Ecologismo
Prestige: los “hilitos de plastilina” de Rajoy cumplen 15 años
El naufragio del Prestige en noviembre de 2002 provocó la mayor tragedia ecológica en la historia de España y causó pérdidas que la Fiscalía cifró en más de 4.300 millones de euros.
Quince años después, lo que se recuerda del desastre ecológico por el naufragio del petrolero Prestige a 246 kilómetros de Fisterra (A Coruña) son dos cosas.
La primera, la frase “salen unos pequeños hilitos, cuatro en concreto, regueros solidificados con aspecto de plastilina”, que el entonces portavoz del Gobierno, Mariano Rajoy, pronunció en una rueda de prensa.
La segunda, el movimiento voluntario que hizo que miles de personas se trasladaran a limpiar las costas gallegas, armados con sus manos, sus trajes blancos y las escasas mascarillas con que contaron para quitar lo que se conoció como chapapote.
Fue un miércoles 13 de noviembre de 2002 cuando, pasadas las tres de la tarde, un desconocido barco que navegaba bajo la bandera de Bahamas cargado con 77.000 toneladas de crudo pidió socorro por radio a 28 millas de la costa de Galicia. Un fuerte golpe le había abierto una vía de agua en estribor. Era el Prestige.
Cuando se hundió, seis días después, el naufragio provocó la mayor tragedia ecológica en la historia de España y causó pérdidas que la Fiscalía cifró en más de 4.300 millones de euros.
La misma tarde del accidente, apenas cinco horas después de la llamada de socorro del buque, la compañía holandesa Smit ya había firmado un acuerdo para hacerse cargo del rescate del petrolero. Aun así, y a pesar de que esta compañía nunca recomendó alejar el buque mar adentro (sus opciones pasaron en todo momento por extraer el fuel del barco en una bahía tranquila o por introducirlo en un puerto seguro), la misma noche del día 13 el Gobierno español anunció que el Prestige sería alejado de la costa gallega.
El debate entonces se centró en si alejar el buque de la costa, como finalmente se decidió, o refugiarlo en un puerto, donde se hubiera podido contener el fuel. En la semana posterior a la llamada, la ruta del petrolero dio bandazos muy poco tranquilizadores, premonición del fatal desenlace.
El jueves 14, el Prestige llegó a estar a cinco millas de la costa gallega para después describir un confuso zigzag de más de 80 millas en forma de “V” invertida que finalizó la mañana del martes 19 cuando el buque se partió finalmente en dos a 130 millas de Fisterra y se hundió a 3.850 metros de profundidad con 58.000 toneladas de crudo aún en sus entrañas.
"El problema es que si se parte un buque en el puerto de una determinada localidad, mancha la costa, lo ven los ciudadanos, y tiene un coste político. Si se queda en alta mar, sabemos que es malo para el medioambiente pero el ciudadano no lo ve como si ocurriera delante de su ventana", argumenta la catedrática de Derecho Mercantil y experta en derecho marítimo Ana Belén Campuzano en una entrevista publicada por la agencia EFE.
Durante los diez meses siguientes al hundimiento, las labores de rescate del fuel lograron extraer 13.700 toneladas del pecio en una compleja y carísima operación cuyo coste ascendió a casi 100 millones de euros. A lo largo de los días, meses y años siguientes -y pese a las optimistas declaraciones del Gobierno el mismo día del hundimiento, que aseguró que el fuel se solidificaría- el petrolero siguió expeliendo fuel a razón de entre 13 y 20 litros diarios, según investigaciones científicas de la Universidad de Vigo.
El juicio
El exdirector de la Marina Mercante José Luis López Sors, único alto cargo de la administración española acusado por los daños causados por la marea negra tras el hundimiento del petrolero y que finalmente fue absuelto, alegó durante el juicio que el Prestige no cumplía las exigencias de la normativa vigente para su traslado a un puerto refugio.
Según López Sors, el buque no pudo ser trasladado a Corcubión por su "grave" estado estructural, con continuos vertidos y riesgo de que se partiera durante el trayecto; tampoco a la ría de Ares o a Ferrol por falta de calado, ni al puerto de A Coruña, donde hay una refinería que hubiera agilizado la descarga, porque el práctico alertó de que podía poner en riesgo vidas humanas.
La jueza titular del Juzgado de Corcubión que cerró la instrucción del caso consideró en el auto de noviembre de 2013 que la decisión de alejar el Prestige de la costa no contribuyó a agravar la crisis.
En enero de 2016, el Tribunal Supremo condenó a dos años de prisión por delito medioambiental a Apostolos Mangouras, capitán del Prestige, con un fallo que enmendaba la sentencia de la Audiencia Provincial de A Coruña, que se había limitado a condenar a Mangouras por desobediencia grave por haber tardado tres horas en aceptar el remolcado del buque cuando este ya zozobraba frente a las costas gallegas. La nueva sentencia, al incluir el delito contra el medio ambiente, abría la puerta a indemnizaciones por responsabilidad civil, que el fiscal Luis Navajas había solicitado por valor de 4.328 millones de euros.
Los magistrados de la Audiencia de Coruña habían afirmado en la sentencia de noviembre de 2013 que “en concreto, nadie sabe con exactitud cual ha sido la causa de los ocurrido”.
¿Qué era el Prestige?
Juan Hernández Vigueras, del Consejo Científico de ATTAC España, señaló en un artículo publicado en 2015 que “los magistrados han optado por ignorar las acusaciones formalizadas en el proceso que señalan las responsabilidades de las diversas sociedades mercantiles extranjeras implicadas, incluidas las registradas en notorios paraísos fiscales”.
El fletador del petrolero era la sociedad propietaria de la carga, Crown Ressources AG, con sede en Zoug, un pueblo de Suiza en el que están registradas miles de sociedades offshore, convertido en uno de los principales centros mundiales del transporte de petróleo. Esta sociedad mercantil pertenecía a un holding de oligarcas rusos denominado Alfa Group, cuyos negocios abarcaban desde la banca (Alfa Bank), compañías de seguros, supermercados, telecomunicaciones, bebidas (vodka Smirnoff), hasta TNK, siglas en ruso de una importante compañía petrolera; con empresas registradas en Gibraltar, las Islas Vírgenes Británicas o Chipre.
El Prestige era la única propiedad de la compañía Mare Shipping Incorporated, una sociedad anónima tapadera registrada en la República de Liberia, otro conocido paraíso fiscal, sin inspectores que controlen la seguridad de los buques. Se trataba de la misma sociedad liberiana propietaria del buque Mar Egeo que también zozobró frente a las costas de Coruña en 1992.
Aunque vinculada al mismo grupo financiero que la propietaria Mare Shipping Inc., con esta empresa había contratado la sociedad Universe Maritime Limited, con sede en Grecia, la explotación del buque como armador del Prestige, que asumía la gestión náutica, la explotación comercial, la contratación y supervisión de la tripulación.
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Y nunca sabremos el impacto de todo ese fuel vertido en los ecosistemas y en la salud de las personas.
Aquí no ha pasado nada.
Los culpables directos no van a pagar y los políticos que gestionaron el desastre viven a cuerpo de rey y siguen gobernando este país.
La memoria es débil.
La gestión del desastre del Prestige fue un desatino total.
Como pueden unos señores que solo ven el mar como un sitio donde navegar en buenos yates decidir lo que se hizo con un barco descuarringado ignorando consejos de personas preparadas para esos asuntos?
Muy sencillo, sólo pensaban en los votos que perderían y no sabían que si escupes contra el viento acabas con las babas en la cara.
La ignorancia es muy atrevida.