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Editorial
Falta la letra pequeña
¿Son las recetas para salir de la crisis distintas del jarabe de austeridad impuesto por la Troika la pasada década? El FMI insta a aumentar la progresividad fiscal y Europa anuncia un mecanismo de deuda mancomunada para el mayor impulso económico continental desde el Plan Marshall. ¿Ha cambiado algo, pues, desde la carta de Jean-Claude Trichet, que dio inicio a los recortes, a los viajes de Pedro Sanchez a La Haya y Estocolmo para negociar las condiciones de este nuevo rescate europeo?
La financiación está avalada por la Comisión Europea —hecho inédito— y no dependerá de los mercados financieros, por lo que la amenaza de ataques especulativos sobre el diferencial de la prima de riesgo estaría conjurada hasta 2022... pero los fondos Next Generation Europe están doblemente condicionados, como en los rescates encubiertos de 2008 y 2012. Por un lado, el Gobierno del PSOE ya ha aprobado un decreto ley que regula su gestión, y donde se explicita la evaluación permanente, desde Madrid, sobre cada euro que se invierta en Hego Euskal Herria. En plena institucionalización de la “post-política”, se privatiza el control político de las ayudas, que pasa a manos de grandes consultoras internacionales como Deloitte. Por otro lado, la transferencia de estas subvenciones directas no se completará del todo hasta 2026, lo cual dará margen a la Comisión Europea para retenerlas si considera que las “reformas estructurales” son insuficientes.
Entre tanto, la izquierda institucional vasca nos vende el pack de la “resiliencia, transformación digital y transición ecológica” proponiendo gastar los fondos en “un sistema integral de cuidados”. ¿Olvidan Elkarrekin Podemos y EH Bildu que el decreto ley que aprobaron junto con el PSOE —unido al Pacto de Estabilidad Presupuestario suspendido temporalmente— impedirá la contratación de personal público y el aumento del gasto corriente en las administraciones?
Las ensoñaciones de un renacer democrático, ecologista y centrado en la reproducción de la vida, basadas en proyectos verdes y digitales, están bien, pero las primeras propuestas de los gobiernos vasco y navarro tienen el aroma de los despachos del IBEX-35 y de las grandes constructoras. En medio de la emergencia sanitaria global, ninguno de los dos ejecutivos prevé inversiones relevantes en sus sistemas públicos de salud, tan deteriorados por años de recortes. De publificar las residencias ni hablamos.
Se avecina una gigantesca transferencia de capital público a manos privadas por la vía de acuerdos entre élites de la UE, cuyo valor esencial suele residir en lo que esconden: si la recaudación fiscal en Hego Euskal Herria se situara en la media europea, daría para financiar un Next Generation cada año.
En todo caso, conviene recordar que en los próximos años se restablecerá el Pacto de Estabilidad Europeo. Entonces la retórica se diluirá en la realidad, y las calles y las plazas seguirán ahí, esperándonos.