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El impacto de la pandemia sobre la mano de obra migrante que llega a Europa a través de su frontera sur es brutal. La cancelación de vuelos, vía de entrada principal a pesar de lo que diga la propaganda que magnifica los cayucos, obliga a tomar rutas cada vez más lentas, peligrosas y caras.
Desde esta perspectiva, el debate entre fascismo y antifascismo es intrascendente. Este año, la aportación española más relevante al control de los flujos migratorios ha sido el blanqueo de las propuestas de la extrema derecha en Canarias. Ello ha supuesto concentrar en barracas a miles de personas, en su mayoría en tránsito hacia Francia. Unos campos de retención ilegales que se han ubicado en los barrios más pobres de Las Palmas, siguiendo criterios clasistas: pongamos a los parias de las pateras con los sectores sociales sin capacidad de agencia, ni de representación política o mediática. Las zonas habitadas por las clases medias no se tocan.
El mismo tapón, y el mismo tipo de medidas que aplaude la extrema derecha, se han reproducido a pequeña escala en la frontera de Irun. Aquí y allá se ven tiendas de campaña que afean el paisaje de la región más próspera de la península, en medio de la legislatura gobernada por el ejecutivo más progresista de los últimos cuarenta años, del siglo, o del milenio. La Red de Apoyo a Migrantes lleva tiempo avisando de que el hacinamiento y la desesperación son crecientes, y de que los intentos de atravesar a nado la muga van a más.
Tampoco es que el fenómeno sea sorprendente, porque en Euskal Herria hace bastante tiempo que mueren cada vez más pobres de forma no natural, camino de Europa o desaparecidos por el desagüe de la exclusión social. Durante una detención en Iruñea, huyendo de la Ertzaintza en Bilbao o como el chaval eritreo que se ahorcó en las traseras de un polideportivo de Irun en marzo.
Lo anómalo es que mientras por todo el mundo se están tirando las estatuas de los esclavistas que sentaron las bases del colonialismo, aquí las de Domingo Martínez de Irala, Miguel López de Legazpi o Andrés de Urdaneta, entre tantas otras, no se tocan. Es más, se defiende un relato jatorra, humanista y científico de mercenarios que nunca ocultaron su afán de pillaje. ¿Contribuyó aquella rapiña al desarrollo técnico global? Sin duda. Entre los Premios Nobel de Química también hay unos cuantos nazis, pero hoy en día nadie los homenajea en Alemania. Por estas tierras, sin embargo, y a propósito de Sebastián Elcano, el alcalde de Getaria y los generales del ejército celebran lo mismo, y el Parlamento Vasco aprueba mociones por unanimidad.
Mientras, los cadáveres africanos se apilan al fondo del Bidasoa, junto a los centenares de portugueses que se ahogaron cruzándolo cuando escapaban de la dictadura de Salazar. No reivindicar su memoria, y andar haciendo el memo con los conquistadores autóctonos, es una derrota ideológica siniestra.
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De parte de un suscriptor. Este artículo es amarillista. No razona porque Elcano votaría a tal o cual partido y además cae en la falacia de juzgar hechos históricos con la moral actual.
¿ Eso de que Juan Sebastián ElCano sería Voxeneta como se come ?.😖🇪🇸😉
votaría a Vox porque lo digáis vosotros, pues todo en este ancho mundo es vox, menos ustedes. Sectarismo de manual
Así de claro. Habrá quien desde un cinismo nihilista, llame revisionista y descontextualizada esta forma de historiografía. Pero no hay más Historia que la de lxs oprimidxs, el resto es hagiografía servil y humillante.
Elcano solo era un timonel que a duras pena sobrevivió a una vuelta al mundo, la primera, murió al poco de llegar. Ni era un conquistador, ni era un político, el planteamiento es absolutamente absurdo y una vez más se ve como se ataca al pueblo llano desde las élites universitarias