Educación
Enrique Javier Díez Gutiérrez: “No se puede ser demócrata sin ser antifascista”

Este profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León habla con El Salto Extremadura de su reciente libro ‘Pedagogía antifascista’ (Ed. Octaedro, 2022).
Enrique Javier Díez Gutiérrez
El profesor y activista Enrique Javier Díez Gutiérrez / Foto: Unileon

Maestro y Licenciado en Psicopedagogía.

23 sep 2022 06:00

En mayo de este año, Enrique J. Díez Gutiérrez publicó un artículo en El Salto titulado “Pedagogía antifascista o barbarie” que esbozaba algunas de las líneas centrales de su nuevo libro, cuyo objetivo se centra en proponer alternativas para construir una pedagogía inclusiva, democrática y del bien común frente al auge del fascismo y la xenofobia, bajo el contundente título de Pedagogía antifascista (Ed. Octaedro, 2022). Hemos querido conversar con él sobre aquellas ideas que expone en su libro y las que ha defendido a lo largo de su dilatada carrera en la docencia, pero también en el activismo social y político con motivo de la presentación del libro en La Enredadera, en Mérida el pasado 16 de septiembre.

¿Por qué la memoria histórica democrática sigue siendo una asignatura pendiente en la mayoría de los libros de texto escolares?
Efectivamente. La memoria histórica sigue siendo una asignatura pendiente en el currículum escolar. Cuando fui con mi alumnado a ver el documental El silencio de los otros me quedé atónito porque parte de mi alumnado comentó al salir de la proyección: “Nadie nos había explicado nada de esto”. Algo que también explica la directora del documental. Me sorprende la “desmemoria”, el desconocimiento de la represión franquista o de la lucha de los maquis, porque la Historia de España es una materia que se imparte en todos los centros docentes, y además durante dos cursos (4º de Secundaria y 2º de Bachillerato). De hecho, en España se sabe más del nazismo que del franquismo. Tras una investigación exhaustiva sobre los libros de texto escolares hemos constatado que la memoria histórica de aquel período permanece invisibilizada, ocultada e incluso tergiversada en buena parte del material curricular que utiliza el alumnado. Los libros de texto todavía siguen encubriendo, silenciando u ocultando de forma significativa esta parte de la historia. Además, como los estudiantes dicen, con frecuencia “se pasa de puntillas” en los institutos este tema por temor a generar discusiones. Máxime ahora con la presión del grupo ultraderechista Vox con su censura parental.

La educación neoliberal está configurando un nuevo sujeto, el sujeto neoliberal. El capitalismo ha conseguido que el relato neoliberal sea visto como condición natural de la humanidad

Pero lo más preocupante es que no hay voluntad política para para corregir este “memoricidio” educativo. En la LOMLOE aparece como saber básico —que tienen que estudiar y saber todo el alumnado español— “el Holocausto judío”, pero nada del “holocausto español”. En el nuevo Real Decreto de ESO 4º de la ESO, que se acaba de legislar, no se alude, ni siquiera se nombra la dictadura, el franquismo, la represión, los maquis, la lucha antifranquista, el movimiento de recuperación de la memoria histórica… Es decir, se elimina la memoria histórica democrática de la nueva Educación Secundaria Obligatoria. Creo que, si un solo alumno o una alumna acaba el período de educación obligatoria sin conocer esto, es una verdadera tragedia en pleno siglo XXI. Es que algo estamos haciendo mal en el sistema educativo. Y el Ministerio de Educación tiene una gran responsabilidad en ello.

Con este caldo de cultivo de fascismo, ¿dónde queda el bien común, la solidaridad, la comunidad?
Si por algo se caracteriza el neoliberalismo autoritario que defiende este neofascismo que ha crecido en España y en todo Europa, en claro contraste con el fascismo clásico, es su apología del “libre mercado” y la supresión radical de todo lo que sea público, social y comunitario, todo aquello que suponga la defensa de los bienes comunes, la solidaridad y el apoyo mutuo que han permitido sobrevivir y avanzar hacia una mayor cohesión, justicia y equidad social a la especie humana.

La educación neoliberal está configurando un nuevo sujeto, el sujeto neoliberal. El capitalismo ha conseguido que el relato neoliberal sea visto como condición natural de la humanidad. Se nos educa para “elegir libremente”, incluso desear, pertenecer al sistema. Es la nueva política del “consentimiento” y la “libre elección”, los dos nuevos ejes del neoliberalismo emocional que asientan la eficiencia de este sistema en el proceso socioeducativo de interiorización del propio sistema.

El panóptico (pos)moderno es voluntario. Lo que el capitalismo se dio cuenta en la era neoliberal, argumenta el filósofo Byung-Chul Han, es que no necesitaba ser duro, sino seductor. Pasado el tiempo de la conquista por la fuerza, llega la hora del control a través de la persuasión. La ‘McDonalización’ es más profunda y duradera en la medida en que el dominado es inconsciente de serlo. Razón por la cual, para todo imperio que quiera perdurar, el gran desafío consiste en domesticar las almas.

La clase trabajadora nunca se hubiera “convertido” espontáneamente al modelo neoliberal mediante la sola propaganda del modelo. Ha sido preciso instalar, “mediante una estrategia sin estrategias”, los mecanismos de educación del “espíritu”. El paso inicial consistió en inventar el “ser humano del cálculo” individualista, que busca el máximo interés individual. Se asienta mediante un discurso que alega que la búsqueda del interés propio es la finalidad del ser humano y que naturaliza las relaciones de competencia y mercado. Ya no se trata de mejorar lo colectivo con el esfuerzo común, sino en la capacidad y el talento individual de elegir con acierto la mejor oportunidad, porque el fin del ser humano se convierte en realizarse uno mismo frente a los demás.

Es la pedagogía del egoísmo enmarcada en la ideología del éxito, de la persona “que no le debe nada a nadie”, lo cual, efectivamente, genera la desconfianza, incluso el odio, hacia los pobres “que son perezosos”, los viejos “que son improductivos y una carga”, los inmigrantes “que quitan el trabajo” o el alumnado con dificultades que requiere atención del profesorado y “quita tiempo de dedicación al mío”. Pero tiene un efecto boomerang, dado que cada cual siente la amenaza de volverse algún día inútil, como ellos.

Es la pedagogía del egoísmo enmarcada en la ideología del éxito, de la persona “que no le debe nada a nadie”, lo cual, efectivamente, genera la desconfianza, incluso el odio, hacia los pobres

Emerge así el nuevo sujeto emprendedor fruto de los dispositivos de aprendizaje, sumisión y disciplina, tanto económicos y mediáticos, como culturales, educativos y sociales. La pedagogía neoliberal es productora de un tipo de subjetividad determinada alentada por una pedagogía del egoísmo constante. Porque educar en el emprendimiento es mucho más que enseñar determinadas técnicas y conocimientos, es aprender a tener muy claras las reglas del capitalismo para ser los ganadores. La ideología neoliberal se ha convertido así en la “razón instrumental” del capitalismo contemporáneo que estructura y organiza, no solo la acción de los gobernantes, sino también la conducta de los propios gobernados. Esto explica por qué a pesar de las consecuencias catastróficas a las que han llevado las políticas neoliberales, desde hace 30 años estas estén cada vez más activas.

En tu libro también haces una crítica de la “psicología positiva”, el coaching y los libros de autoayuda como bálsamo frente a este darwinismo competitivo que se promociona actualmente. ¿Por qué?
Ser emprendedor se ha convertido en tendencia. El emprendedor uberizado es la actual figura heroica de la nueva “clase aspiracional”, porque aguanta sin dormir y a base de cafeína para trabajar como si fuera dueño de la empresa, pero cobrando como un becario, asumiendo todo el riesgo, sin seguros ni descanso, pero felices y contentos de no ser ya “clase trabajadora”, sino avispados emprendedores. Se ha engendrado así el animal laborans que se autoexplota y se cree libre.

La presión se está convirtiendo en insoportable: si no emprendes, no eres nadie. Eres responsable de construir tu propio futuro. Ante el derrumbe del modelo de empleo estable y la precariedad organizada como sistema, se desplaza el riesgo y la responsabilidad a cada individuo, convirtiendo a las propias víctimas en culpables de la situación que sufren: “Hay mucho desempleo porque faltan emprendedores”.

Esta ideología del emprendimiento viene acompañada de la ideología del pensamiento positivo, el complemento necesario para ayudar a adaptarse a la explotación y sentirse un colaborador libre, mediante técnicas de coaching emocional. La “ciencia de la felicidad”, que ha servido para gestionar la frustración de grandes contingentes de población afectados por los despidos masivos, se instala en las pedagogías educativas con la psicología positiva y manuales tipo Pablo Coelho para aprender a cambiar la percepción, antes que cambiar las condiciones de vida. Métodos que animan a la servidumbre voluntaria. El fracaso, nos dice, es un problema de actitud personal:la crisis es una oportunidad.

Ser emprendedor se ha convertido en tendencia. El emprendedor uberizado es la actual figura heroica de la nueva “clase aspiracional”, porque aguanta sin dormir y a base de cafeína para trabajar como si fuera dueño de la empresa

Es como la película Los juegos del hambre pero revestida con lenguaje de coaching. Con una advertencia: en este nuevo mundo no hay lugar para perdedores. La protesta y el conflicto social no tienen sentido, dado que las exigencias autoimpuestas no tienen responsable ajeno. El fracaso es responsabilidad personal, una patología. Por eso en vez de llenarse los sindicatos, son las consultas de psiquiatras las que están a rebosar por depresiones ante el paro y la precariedad.

El problema es que es más fácil evadirse de una prisión física que salir de esta racionalidad elegida “libremente”, ya que esto supone liberarse de un sistema de normas instauradas mediante técnicas de control del yo.

Culturas
El negocio de la felicidad, el fraude del siglo XXI
La felicidad es el ‘trending topic’ del siglo XXI. Se ha convertido en una de las construcciones culturales con mayor influencia sobre la vida diaria de millones de personas y coincide con la agenda neoliberal.

En tu libro hablas de una nueva clase social, la aspiracional, y de cómo la meritocracia, que anima a escapar y escalar para estar colocados en la parte de arriba a la que buena parte de la sociedad aspira y que nos obliga a competir con los demás constantemente. Entonces, ¿tú crees que la Educación ha perdido la función de ascensor social?
El problema es la meritocracia y la concepción de “ascensor social”. ¿A dónde hay que ascender? ¿Contra quién debemos ascender? Porque en la cúspide del ascenso ¿podemos estar todos y todas, de forma equitativa? Michael Sandel explica en su libro La tiranía del mérito que cuando la gente se queja de la meritocracia, suele hacerlo no porque esté en contra, sino porque cree que se está llevando a la práctica incorrectamente, que el sistema está amañado para perpetuar los privilegios de los ricos y los poderosos. Que es un “ideal” que está pervertido, que “se ha roto el ascensor social”. Pero ¿y si el verdadero problema no es que no se puede asegurar una meritocracia justa, sino que el ideal es defectuoso en sí mismo, un proyecto político vacío que evidencia una concepción empobrecida de la ciudadanía y la libertad?

Porque la esencia del ideal meritocrático no es la igualdad, sino la movilidad. No cuestiona la desigualdad. Solo insiste en que ricos y pobres tengan la posibilidad, a lo largo del tiempo, de intercambiar posiciones en función de sus respectivos méritos. El ideal meritocrático no es un remedio contra la desigualdad, es más bien una justificación de ésta.

Pero sobre todo la meritocracia neoliberal pone la necesidad imperiosa de afanarse, rendir y tener éxito en el centro mismo de la vida moderna, convirtiendo a buena parte de la sociedad en esa “clase aspiracional” siempre insatisfecha y anhelante, en constante competición y búsqueda de mayores rendimientos, logros y éxitos. Incapaces de constatar la valiosa contribución al bien común de quien limpia en un hospital, quien reparte el pan, la enfermera que cuida de la salud o el electricista que mantiene la instalación, hasta que llega una crisis como la del covid-19. La pandemia de 2020 condujo a reflexionar, aunque fuera de un modo fugaz, en la paradoja de las tareas que contribuyen al bien común (pediatra) y las que son remuneradas por el mercado (magnate de casinos). Pero esto último, lo que es remunerado por el mercado, es lo que termina definiendo el mérito y la autoestima de las personas.

Hay dos modelos educativos que avanzan a nivel mundial en direcciones opuestas. El primero es el que se deriva de la progresiva imposición del neoliberalismo a escala mundial

Desde la perspectiva hoy dominante, la igualdad aceptable es meritocrática: sería aquella que se limita a eliminar las barreras de entrada que distorsionan los mecanismos para que cada cual obtenga individualmente las recompensas que merece según sus capacidades, sus esfuerzos y sus logros. Este enfoque no es un ideal adecuado para una sociedad justa, como plantea César Rendueles, en su libro titulado de forma provocativa Contra la igualdad de oportunidades. En vez de arreglar las condiciones que provocan la desigualdad, forjamos una política meritocrática que consiste en escapar y escalar, manteniendo el sistema injusto, pero buscando estar colocados en la parte de arriba. Este régimen tiránico de la meritocracia hace que resulte muy difícil invocar ese sentido de solidaridad colectiva y obligación mutua que supone un proyecto humano compartido basado en el bien común. Lo que nos tenemos que replantear es el mismo enfoque de “ascensor social” y empezar a pensar y plantear la educación en términos de “justicia social”.

Afirmas en tu libro que la escuela pública es la única que garantiza esta pluralidad y, quizás por ello está siendo atacada y desmantelada. ¿Qué crees que podemos hacer frente a ese desmantelamiento que, incluso, partidos como el PSOE está desarrollando en regiones como Extremadura?
Está claro que hay dos modelos educativos que avanzan a nivel mundial en direcciones opuestas. El primero es el que se deriva de la progresiva imposición del neoliberalismo a escala mundial, y viene avalado por las directrices de los organismos supranacionales, como el Banco Mundial, el FMI, la OMC y la UE. Este modelo parte de la base de que la educación es un bien individual y su valor es básicamente económico y que, por lo tanto, debe estar sujeto a las leyes del mercado, como cualquier otra mercancía. La educación, así entendida, pasa a estar al servicio de la economía en su doble vertiente: por un lado, debe ser “adaptada” a las necesidades de las empresas y del mundo laboral y, por otro, debe ser “rentable”, o sea, gestionada con criterios empresariales y ser susceptible de negocio privado. Son las personas individuales, interesadas en ello, las que deben “invertir” en educación, con lo que se convierten en los nuevos “clientes”, con derecho a elegir y a exigir resultados satisfactorios que rentabilicen su “inversión” de forma “eficaz”: más resultados con menos recursos. Una buena escuela es la que tiene resultados en PISA y en rankings. Es el modelo que alienta una pedagogía del egoísmo neoliberal, base y sustrato del fascismo social que emerge actualmente. Como dice Adoración Guamán en el libro que coordina, titulado Neofascismo: La bestia neoliberal: “Los estragos causados por el neoliberalismo (desigualdad, empobrecimiento, intemperie, miedo, resentimiento, desconfianza en la democracia) han preparado el terreno para que emerja un nuevo fascismo que, lejos de combatir al neoliberalismo causante, se ofrece a él para llevar su hegemonía aún más lejos”.

El otro modelo considera que la educación es un derecho universal y un bien común al que todos los ciudadanos han de acceder y que la Administración tiene el deber de garantizar en condiciones de igualdad. Este modelo considera que la educación es un factor de desarrollo personal, de emancipación social y una de las herramientas para hacer posible una sociedad cohesionada, inclusiva y justa. Dicho modelo se enmarca en todas las tradiciones que defienden una escuela pública, laica e inclusiva, que ofrezca una verdadera igualdad de oportunidades y que trate de formar personas con capacidad para vivir y participar en una sociedad democrática. Y centra su preocupación en buscar los contenidos, valores y metodologías para una educación crítica e inclusiva. El gran debate, pues, se refiere al futuro de nuestra educación: ¿hacia cuál de estos dos modelos queremos avanzar?

Una sociedad democrática debe promover la cohesión social. La escuela es un espacio fundamental para ello. Si queremos una educación cohesionada e inclusiva hemos de empezar por erradicar la principal causa de segregación educativa, los conciertos educativos y avanzar hacia una educación pública realmente inclusiva.

Una pedagogía inclusiva es el mejor antídoto frente a la pedagogía de la competición y la meritocracia, la pedagogía del egoísmo, la desigualdad y la segregación que impone el neofascismo neoliberal. El profesor Miguel López Melero explica que nos abre la esperanza para la construcción de un proyecto de sociedad y de humanización nueva, donde el pluralismo, la cooperación, la tolerancia y la libertad sean los valores que definan las relaciones.

La escuela pública es la única garantía del derecho universal a la educación en condiciones de igualdad y democracia, es la que más y mejor asegura la igualdad y la convivencia democrática

El Estado debe velar por el bien común y, como representante de la comunidad social, lo que debe es conseguir la mejora de todas las escuelas públicas y hacerlas óptimas para garantizar el derecho de todos y todas a la mejor educación, en vez de incitar a elegir y competir.

La escuela pública es la única garantía del derecho universal a la educación en condiciones de igualdad y democracia, es la que más y mejor asegura la igualdad y la convivencia democrática de personas con distintas procedencias socioculturales; y por ello, es la que mejor contribuye a la equidad y la cohesión social. Además de ser la única que se compromete con el interés común y el servicio público, al margen de intereses particulares ligados al adoctrinamiento ideológico o al negocio económico.

Los conciertos educativos son la razón principal de la elevadísima segregación escolar por origen socioeconómico que se mantiene en España. Por eso destinar el dinero público a mantener conciertos educativos es una garantía de desigualdad. Como dice el profesor Gimeno Sacristán, detrás de muchos argumentos a favor de la “libre elección” de centros concertados, más que fervor de libertad lo que esconden los privilegiados es el rechazo a la mezcla social, a educar a los hijos e hijas con los que no son de la misma clase social. El sistema de conciertos sirve a las clases acomodadas para alejarse del alumnado con diversidad y de las clases bajas, quebrando la equidad y la cohesión social.

En definitiva, frente al sistema de “elección de centro”, basada en la lógica individualista de la “ética del más fuerte” para conseguir ventajas competitivas frente a los demás, debemos apostar por la lógica igualitaria de la pluralidad y la convivencia. Se necesita para ello un proceso urgente de “des-concierto”, aunque me temo que el PSOE en esto es como el PP, no tiene voluntad política para enmendar lo que Felipe González consagró: la doble red de centros educativos, financiando los centros privados como concesión a la jerarquía católica. En esto también somos una anomalía en Europa. Por eso la única medida real que hay, es destinar la financiación pública exclusivamente a la mejora de todos los centros de la única red pública de forma equitativa, para garantizar los mejores centros educativos al lado de casa sin segregación.

Una vez superado ese primer factor de segregación debemos avanzar hacia la educación inclusiva dentro de la escuela pública. Esto supone ir más allá de programas específicos y diagnósticos centrados en el alumnado y en sus familias (integración) y promover cambios estructurales en las instituciones educativas (inclusión) que erradiquen toda exclusión, sin excepción. Replanteando los

En tu libro dices que la educación puede ser un antídoto que permite la comprensión de los valores y los derechos humanos, más allá del egoísmo, el miedo y el odio que siembra y expande esa peste ante lo que la comunidad educativa no puede permanecer ajena. Hay que educar en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. En eso estamos todo el mundo de acuerdo, pero ¿cómo se hace eso?
Desde la pedagogía del bien común. Una pedagogía fundamentada en los principios y postulados heredados del legado pedagógico comprometido con el bien común de John Dewey, de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y la educación libertaria y anarquista, la socialista de Makarenko, la antiautoritaria de Neill, la popular y cooperativa de Célestin Freinet, la de Milani, de la pedagogía liberadora de Paulo Freire, de la decolonial de Catherine Walsh, de la crítica de Giroux o Apple o de la revolucionaria de McLaren.

Debemos repensar si el sistema educativo actual está al servicio de un proyecto de liberación y justicia social, tanto personal como colectivo, o si se orienta cada vez más hacia una educación bancaria, que diría Freire, no problematizadora, puramente instrumental y al servicio de la ideología dominante. Analizar cómo es posible que tantas personas de barrios obreros y zonas marginales hayan pasado por las aulas y defiendan postulados e ideologías ultraderechistas, patriarcales, fascistas, xenófobas, racistas, neoliberales y capitalistas, apoyando sistemas basados en el egoísmo, la lógica depredadora del más fuerte y la desigualdad.

Necesitamos otro modelo de educación para otro modelo de sociedad donde no sea posible, ni siquiera pensable, el neofascismo y sus doctrinas del odio al diferente, de antifeminismo, de antiecologismo y de desprecio a los derechos humanos más fundamentales. Un modelo de educación basado en el bien común. Que defienda y garantice el derecho a la mejor educación posible para todos los seres humanos, independientemente de su clase social, de su etnia, de sus creencias o de su sexo. Sustentada también en una labor conjunta de familias y profesorado que se esmeran por enseñar a sus hijos e hijas y a su alumnado que lo más importante no son los resultados, el éxito individual, sino la solidaridad hacia sus compañeros y compañeras y el bien común que enriquece a la comunidad.

Por eso como plantean Nichols & Berliner como objetivo fundamental de la educación: “Deberíamos ser el número uno en el mundo en porcentaje de jóvenes de 18 años que están política y socialmente implicados. Mucho más importante que nuestras puntuaciones en matemáticas y nuestras puntuaciones en ciencia es la implicación de la generación siguiente en el mantenimiento de una democracia real y en la construcción de una sociedad más justa para los que más la necesitan: los jóvenes, los enfermos, los ancianos, los parados, los desposeídos, los analfabetos, los hambrientos y los desamparados. Se deberían identificar las escuelas que no pueden producir ciudadanía políticamente activa y socialmente útil y divulgar sus tasas de fracaso en los periódicos”.

En esta labor hay que combinar el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad. Paulo Freire decía que “la educación es siempre un quehacer político, en tanto quehacer humanista y liberador en lucha por la emancipación”. Lo que nos compromete con la emancipación son las responsabilidades compartidas que estamos dispuestos a asumir colectivamente. Durante la pandemia lo hemos comprobado: sin ayuda mutua, sin cooperación, sin solidaridad y justicia social estamos abocados a la extinción como especie y como planeta. No lo olvidemos.

La única forma de convencer a los dirigentes de que es necesaria una financiación escandalosa de la educación pública es nuestra movilización en las calles y nuestros votos

Debemos seguir avanzando hacia un modelo educativo que contribuya al bien común de todo el alumnado y de toda la comunidad educativa y social, que impulse la formación de personas más iguales, más libres, más críticas y más creativas. Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, afirmaba: “No nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Tenemos que atrevernos a soñar. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto.

Los elementos clave de la pedagogía antifascista que propones en tu libro exige medios y recursos, pero las comunidades autónomas se niegan a redirigir la inversión en Educación hacia estos aspectos. ¿Cómo podríamos convencer a los dirigentes educativos de que son necesarios? ¿Existe algún estudio o experiencia que avale la necesidad de ampliar y diversificar las plantillas docentes?
En mayo de 2020, el sindicato Comisiones Obreras elaboró un informe donde estimaba que se debería aumentar la plantilla a nivel estatal en torno a un 33% e invertir 5.151.474.000 euros para la contratación de un total de 165.191 docentes más de distintos cuerpos y especialidades para que las ratios se reduzcan sustancialmente, no siendo superior a 15 personas por aula, sobre todo en las etapas de Infantil y durante toda la educación obligatoria. Una medida fundamental para poder plantear una educación realmente inclusiva y que permita una atención efectiva a la diversidad.

La única forma de convencer a los dirigentes educativos de que es necesaria una financiación escandalosa de la educación pública y no destinar nuestros impuestos a armamento o a rescatar a los bancos y fondos financieros que provocan las crisis y la especulación, son nuestra movilización en las calles y nuestros votos. Mientras no haya una mayoría de representantes públicos, de gobernantes políticos, que estén al servicio del bien común y de la justicia social será imposible en esta democracia representativa que tenemos. Mientras se mantenga la impunidad de la corrupción y la connivencia política de algunos dirigentes de partidos que acaban en los consejos directivos de las grandes empresas (energéticas, mediáticas, tecnológicas, financieras, etc.), una justicia que “está hecha para el robagallinas”, como dijo el presidente del Tribunal Supremo de España y permite la impunidad de los grandes defraudadores y los bimillonarios, y mientras tengamos unos poderes mediáticos que han dejado de ser un control del poder y un servicio al bien común, rigiéndose únicamente por la cuenta de beneficios de las empresas que los controlan y difundiendo una visión al servicio de los poderes económicos y adormecedora de la crítica y el análisis, difícilmente la mayoría de la población creerá ni tendrá esperanza en que pueda haber justicia social, en se pueda salir del modelo neoliberal, del pensamiento único y del capitalismo genocida que está matando el planeta y la solidaridad de la especie.

Por eso, como comentabas el antídoto que nos queda, el único remedio frente a la barbarie del neoliberalismo y el neofascismo es la educación. Una educación para el bien común frente al odio, el racismo, la intolerancia y el acoso a la democracia. Hacer Pedagogía, con mayúscula, en todo momento y lugar. En los centros educativos y fuera de ellos, en el aula de la calle y de las ágoras públicas. La comunidad educativa no puede permanecer ajena a la barbarie. Ni a la barbarie planetaria del cambio climático, ni a la barbarie económica de la explotación social, la injusticia estructural y el saqueo internacional, pero tampoco a la barbarie social e ideológica que supone el neofascismo. La verdadera munición de este modelo no son solo las balas de goma o el gas lacrimógeno; es nuestro silencio y nuestra indiferencia cómplice.

Por eso planteo en la parte última del libro la necesidad de una Pedagogía del Compromiso: “El maestro, la maestra luchando, también está enseñando”. Frase que nos recuerda al profesorado que, por una parte, como integrantes de la clase trabajadora somos también parte de la ciudadanía que se implica social y políticamente por conseguir un mundo más justo y mejor y que por ello debemos defender en la calle y en los espacios públicos, con el resto de la sociedad, los valores y principios que proclamamos en nuestras aulas; y, por otra parte, que nuestro ejemplo es un referente también, como educadores y educadoras, para los más jóvenes y para el resto de la sociedad. Ofreciendo con nuestro compromiso a los estudiantes oportunidades para comprender y experimentar cómo la política, el poder y la responsabilidad funcionan en y través de ellos, tanto dentro como fuera de las escuelas.

Es necesario impulsar una pedagogía decolonial insumisa en todos los centros educativos. Una educación ‘otra’ que ponga en valor y redimensione las distintas expresiones culturales, sociales y filosóficas no noroccidentales

Las propuestas que planteas en tu libro son radicales, en el sentido de que van a las raíces de lo que sería un modelo de educación realmente antifascista y antineoliberal, pero además propone una Pedagogía Decolonial, una educación otra que descolonice el saber. ¿Podrías explicar brevemente en qué consiste tu propuesta?
El supremacismo, etnocentrismo y racismo del que hace gala el neofascismo no es solo hacia las personas migrantes o extranjeras pobres (aporofobia), sino que es también hacia aquellas culturas y pueblos que considera inferiores. Es la herencia del colonialismo que aún perdura no solo en las relaciones y las prácticas internacionales sino también en la mentalidad de una parte de la sociedad noroccidental. De ahí la apelación constante del neofascismo a un pasado mítico vinculado al imperio colonial, que adjetivan como “conquistado”, creando así una realidad alternativa a lo sucedido. Omitiendo y negando el saqueo, destrucción, explotación y violencia que supuso ese modelo de colonialismo extractivista y genocida en todos los continentes donde se impuso.

Por eso es necesario impulsar una pedagogía decolonial insumisa en todos los centros educativos. Una educación ‘otra’ que ponga en valor y redimensione las distintas expresiones culturales, sociales y filosóficas no noroccidentales en igualdad de condición, legitimando y valorando los conocimientos de las culturas tradicionalmente subordinadas y olvidadas. Supone un cambio de óptica, de mirada, de lógica, de paradigma no colonial ni colonializado. Una educación en clave intercultural crítica desde una perspectiva decolonial. Como están haciendo las nuevas pedagogías indígenas zapatistas.

La pedagogía decolonial, que tiene sus antecedentes en las ideas de Frantz Fanon y Paulo Freire, garantiza un verdadero diálogo de saber, inter y transdisciplinario horizontal y recíproco, que reconozca pluralidades de ser, pensar, conocer, sentir, percibir, hacer y vivir distintas a las ya impuestas por occidente desde su lógica del capital, de la racionalidad occidental e incluso su antropocentrismo. Promueve, desde una perspectiva crítica, no solo desenmascarar los planteamientos hegemónicos del discurso occidental, sino que también auspicia la praxis transformadora e insurgente por parte de quienes anhelan una sociedad “otra” del “buen vivir”. Un ancestral sumak kawsay (Buen Vivir), inspirado en la tradición indígena, entendido como el equilibrio entre “pensar bien, sentir bien para hacer bien con el objetivo de conseguir la armonía con la comunidad, la familia, la naturaleza y el cosmos”, buscando el equilibrio con la naturaleza en la satisfacción de las necesidades (“tomar solo lo necesario”) frente al mero crecimiento económico, en línea con la pedagogía del decrecimiento.

A ver si aprendemos por fin. Y superamos el dogma neoliberal y el sistema económico capitalista y avanzamos hacia un sistema económico e ideológico basado en el bien común, la cooperación, la justicia social, la equidad y la solidaridad. Esperemos que la salida de esta crisis sea “una oportunidad” para ello. Que aprendamos de una vez por todas que el capitalismo y la ideología neoliberal que lo sostiene es tóxico para la especie y el planeta. Y que, sin ayuda mutua, sin cooperación, sin solidaridad y justicia social estamos abocados a la extinción como especie y como planeta.

Por eso, como comunidad educativa debemos educar en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. Sin concesiones ni medias tintas. No se puede ser demócrata sin ser antifascista.

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yermag
yermag
23/9/2022 16:04

Largísimo artículo lleno de referencias interesantes, aunque no hemos podido digerirlo entero, hay frases que claman al universo, como: "El Estado debe velar por el bien común". Claro y el zorro debe velar por las gallinas. No te mata el pedagogo este, te pego y no te dió. ¡ Que los reyes son los padres ! Vamos a pedir, por favor, a papá Estado que financie con generosidad una escuela pública antifascista, y anticapitalista, porque como seguro que el Estado en el fondo quiere hacerse el harakiri pues accederá de buen grado a nuestras peticiones. Y mira que si no lo hace vamos a ir a meter papelitos en urnas !! (con esta amenaza seguro que la Autoridad Estatal se doblega so pena de morir ahogado entre papeletas)...

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