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Guerra en Ucrania
Ahora que las bombas parecen conmovernos
Periodista y profesor de Periodismo (Universidad del País Vasco, UPV/EHU)
La Unión Europea, esta vez sí, ha abierto sus fronteras de par en par para todas las personas que huyen del espanto de la invasión rusa que se cierne sobre Ucrania. Bueno, de par en par no, la Unión Africana ha alzado su voz para denunciar que en los pasos fronterizos entre Ucrania y la Unión Europea se les impide huir a personas africanas que residen en Ucrania. Como si las bombas no fueran las mismas. Porque, por cierto, ahora que las bombas parecen conmovernos parece un buen momento para recordar que esas mismas bombas rusas que caen sobre Járkov lo hicieron también sobre Siria. Y ahora que al demonio lo pintan de cosaco podríamos recordar también que sobre Siria no solo caen bombas enviadas desde Moscú.
“Se veía la destrucción prácticamente en todas las calles, en las montañas de escombros, los edificios bombardeados y los armazones de metal retorcido de los vehículos. También había recordatorios constantes de las vidas civiles destrozadas, en las pertenencias rotas, los restos de ropa y los mugrientos juguetes infantiles esparcidos entre las ruinas”. La frase hace referencia a uno de los bombardeos sobre la ciudad siria de Raqqa atribuidos a la coalición internacional liderada por Estados Unidos. Es de Donatella Rovera y Ben Walsby, autora y autor de Guerra de aniquilación. Devastadores estragos en la población civil de Raqqa, Siria investigación encargada por Amnistía Internacional. Este es su resumen: “La operación militar llevada a cabo durante cuatro meses para expulsar al grupo armado autodenominado Estado Islámico de Raqqa, ciudad siria declarada por este su capital, mató a centenares de civiles, hirió a un número mucho mayor y destruyó gran parte de la ciudad. En el curso de la operación, de junio a octubre de 2017, viviendas, edificios públicos y privados e infraestructura, todo quedó reducido a escombros o sufrió daños irreparables”.
En Siria es difícil distinguir entre el cielo y el infierno, porque allí las bombas que llueven sobre la población civil tienen múltiples dueños
Ahora que las bombas parecen conmovernos y que Europa ha abierto de par en par (bueno, casi) sus fronteras con Ucrania, parece un buen momento para recordar qué les ha ocurrido al más de millón de personas que solo en 2015 intentaron llegar a la Unión Europea desde Siria, según los datos de la Agencia de la ONU para las personas refugiadas (Acnur). Huían, igual que ucranianos y ucranianas, de las bombas. En Siria es difícil distinguir entre el cielo y el infierno, porque allí las bombas que llueven sobre la población civil tienen múltiples dueños. Pueden ser, por ejemplo, del Estado Islámico (ISIS) o de la coalición internacional liderada por Estados Unidos en su lucha contra él. O pueden ser de Rusia que, en su caso, apoya al presidente Bashar al-Ásad. Y, por supuesto, de este último, dado que Al Ásad es señalado por organizaciones de derechos humanos como principal —aunque ya vemos que no único— responsable de los más de 500.000 muertos de su guerra contra todo lo que se le oponga. Que entre los enemigos de Al Ásad esté también el ISIS le ha servido para que ni la coalición internacional, en la que junto con Estados Unidos participan activamente países como Reino Unido y Francia, haya decidido, al contrario de lo que pasó con Sadam Hussein en Irak o Muamar Gadafi en Libia, derrocarlo.
Según los datos de Acnur, de las 12 millones de personas a las que considera refugiadas, un tercio vive en Turquía y no en la solidaria y rica UE
Pero ahora que parecemos tan conmovidos por las bombas, es un buen momento para recordar que, según los datos de Acnur, de las 12 millones de personas a las que considera refugiadas, un tercio vive en Turquía y no en la solidaria y rica UE. Turquía es, según la Acnur, el país con más personas refugiadas, con 3,7 millones. La Unión Europea paga a Turquía a cambio de que les impida el paso a Europa. 6.000 millones de euros desde 2016.
Ahora que parecemos tan conmovidos es un buen momento para recordar que, de esta manera, la ahora tan aparentemente solidaria Europa incumple la legislación internacional, que considera, en virtud de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, como personas refugiadas a las que huyen de su país por “miedo a la persecución”, según la propia interpretación que Acnur hace de esa legislación. El hecho de que una persona entre en esa categoría obliga a ofrecerle asilo en cualquier país en el que lo solicite.
Según los datos recabados por la ONG Caminando sin Fronteras, 4.401 personas, entre ellas niños y niñas, murieron en 2021 en su penoso viaje desde sus países de origen, en África, a Europa,
Pero, ahora que parecemos tan conmovidos, parece un buen momento para recordar que la legislación internacional distingue entre quien huye de las bombas o del hambre, como si esto último fuera menos grave que lo primero. 4.401 personas, entre ellas niños y niñas, murieron en 2021 en su penoso viaje desde sus países de origen, en África, a Europa, según los datos recabados por la ONG Caminando sin Fronteras. Nunca entendí por qué puede ser legal morir de hambre. Y aún no soy capaz de explicarlo. Menos aún ahora que parece que las bombas sobre Ucrania nos hubieran conmovido. ¿O no será para tanto? Y no me refiero a las bombas.