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Hemeroteca Diagonal
Isidro López y Emmanuel Rodríguez: “No hay que aceptar ni un solo chantaje”
Hablamos con los autores de ‘Fin de ciclo’, un libro que explica cómo se ha llegado a la crisis económica y social y en qué puede desembocar la actual situación.
DIAGONAL: ¿Qué define el ciclo actual de la crisis, concretamente en el caso de España?
ISIDRO LÓPEZ: En España se generó un modelo económico relativamente novedoso de generación de demanda a partir de activos financieros, fundamentalmente inmobiliarios, y no de los salarios. Es decir, la propiedad de vivienda propulsó lo que se llama un ‘efecto riqueza’. Esto, apoyado también en una circulación muy fuerte del crédito, dio como resultado un modelo de alto consumo para España en los años que median entre 1994 y 2007. Ahora estas dinámicas se han paralizado, fundamentalmente porque se han colapsado los mecanismos financieros por medio de los cuales se generó el crédito. Frente a la ilusión de una prosperidad más o menos generalizada basada en los activos financieros inmobiliarios, hemos pasado a una situación de lucha distributiva. Se generaliza la precariedad, se acentúa el estancamiento de los salarios, que antes se compensaba con las ganancias provocadas por el aumento de las revalorizaciones de la vivienda. Cuando desaparece eso nos queda la que era la tendencia subyacente: que la mayoría del producto social se centraliza en los mercados financieros, que son, por decirlo llanamente, el instrumento de mando de las élites locales, nacionales y europeas, ese 10% de la población que está en la parte más alta de la pirámide de ingresos, para seguir acumulando y privatizando el producto social.
D.: ¿Qué quiere decir que la crisis haya llegado a las familias?
I. L.: Una de las características de esa “década prodigiosa” es el lugar central que ocupan las familias como sujeto hacia los que se expanden los procesos de financiarización. Esto sucede entre otras cosas porque se pasa a un contexto de bajos tipos de interés. A través de éstos las finanzas entran en el cuerpo social. En una primera fase, el ciclo inmobiliario alcista supone que los ahorros de la familia se lanzan hacia el consumo. Después se acaba ese ahorro familiar, que no ha sido muy alto en España debido al estancamiento salarial. Las familias se convierten entonces en demandantes netas de financiación, en deudoras netas, y ése es el cambio clave de este periodo. El capitalismo actual, por su tendencia al estancamiento, necesita del crédito para la generación de demanda. El problema de demanda a nivel global lleva a generar la demanda suplementaria por la vía de la deuda: como los dogmas neoliberales no permiten el endeudamiento del Estado, las familias asumen esa carga de levantar la demanda.
D.: ¿Cómo se han repuesto las rentas altas del estallido de la burbuja?
EMMANUEL RODRÍGUEZ: Durante estos años se han generado enormes plusvalías inmobiliarias, financieras, etc., que han beneficiado fundamentalmente a tres sectores: las promotoras, las constructoras y las grandes entidades financieras, convertidas en grandes multinacionales protegidas por el euro, con un enorme poder de compra. Cuando la crisis estalla nos encontramos con que estos sectores han perdido una parte de sus nichos de negocio. Esto ha provocado, en muchos casos, un asalto al gasto público, buscando toda clase de subvenciones, rescates, a través de planes de vivienda, del desarrollo del Plan Español de Infraestructuras Territoriales y, sobre todo, por medio de los fondos, prácticamente a fondo perdido, de ayuda a los bancos y cajas de ahorro.
D.: ¿Qué salidas se nos plantean?
E.R.: Se nos vende que una de las salidas es el cambio de modelo productivo. En lugar de basarse en la economía del ladrillo se trataría de recuperar una senda de competitividad industrial en los mercados internacionales, nuevas tecnologías, etc. La cuestión es que, aun en el escenario más optimista, esto no va a ser una máquina de generación de empleo como la que se puso en marcha en el ciclo anterior. Por otro lado, España tiene un índice bajo de productividad y la apuesta histórica se ha basado en el turismo, en el sector inmobiliario y sus burbujas asociadas. Por tanto parece poco creíble que esto sea viable. La vía de la reanimación del sector inmobiliario depende en buena medida de la coyuntura internacional. Además, supondría un reescalamiento del endeudamiento privado, de las familias, que parece difícil dadas las condiciones actuales. Así, nos vamos a encontrar en un escenario de lucha distributiva. Los principales agentes capitalistas van a presionar al Estado para obtener lo que no pueden obtener por la que ha sido la vía convencional en estos últimos 15 años. Esto implica privatizaciones, desmantelamiento del Estado de bienestar, política de sometimiento a los poderes financieros internacionales, etc. En este escenario, las soluciones políticas pasan por huir de una “guerra entre pobres”: en lugar competir por unos recursos artificialmente escasos (el empleo, la renta, los servicios públicos, los servicios sociales) se trataría de reivindicar en bloque, igual que hacen los agentes capitalistas, que la riqueza se gestione con fines sociales y de redistribución. Esto implicaría reformas fiscales severas, gravar las rentas del capital, gravar mucho más las plusvalías inmobiliarias y, sobre todo, hacer una apuesta fuerte por las partidas sociales básicas: la educación, la sanidad y también por fórmulas como la renta básica. En cierta medida, la crisis económica tiene algo ficticio. Es una época de abundancia; es indignante que la riqueza esté tan mal repartida. Es inaceptable que la crisis sirva para reforzar a las rentas más altas. No hay que aceptar un solo chantaje: no hay escasez; el problema no es el empleo, el problema es la renta. No hay inviabilidad del Estado de bienestar, se deben poner los recursos para que sea viable y eso pasará seguramente por promover una crisis política salvaje y reconocer que los representantes políticos y sociales actuales son absolutamente inválidos para gestionar esta situación.
LUCHA DISTRIBUTIVA «En esta fase ha comenzado una lucha por el producto social, que estaba soterrada durante los años de prosperidad pero que, desaparecidas las muletas financieras del consumo en las clases medias propietarias, aparece de una manera agónica».
PERIFERIA «Se está produciendo una nueva periferia, espacial y social, donde se van a concentrar los efectos más negativos de lo que será ya no la crisis económica sino la crisis social»
PRIVATIZACIONES «Los tres sectores beneficiados por la construcción piden que el gasto público les abra el nicho de la gestión de sanidad y servicios sociales. La conclusión es terrorífica: se produce una degradación del Estado de Bienestar que afecta sobre todo a aquéllos que no tienen otra alternativa».
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