We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Insólita Península
Murales de Requena
En la cuesta de las Carnicerías del barrio de la Villa de Requena (Valencia), puede contemplarse el mural que refleja a una mujer elaborando embutidos.
¿Y si el acontecimiento peninsular llamado a perdurar de este inicio de siglo fuera esa sucesión de muros, fachadas, medianeras y otros fragmentos de arquitectura pintados con murales de estilos y técnicas diversas? ¿Y si ese cuadro, con cientos de autores y motivos, diseminado en paredes de pueblos y ciudades hablara sobre nosotros con una claridad desconocida? Podría ser.
Falta una explicación plausible para los personajes gigantes, las figuras sugerentes, los trampantojos, los homenajes y las ironías que acechan en cualquier esquina. Tanto proliferan que, tal vez, algunos nostálgicos de la grisura están empezando a añorar aquellas fachadas desnudas —amagos de medianera— salpicadas de ventanucos y ramas, aquellas vergüenzas al aire de nuestra arquitectura que hablaban de un todo a medio hacer, improvisado y descarnado.
En Requena (Valencia) han llevado este arte del mural a cotas muy apreciables, y el viajero puede detenerse en la contemplación de pinturas de gran tamaño, muchas de las cuales evocan el presente y el pasado de la localidad y de sus gentes. Puestos a buscar un foco, un improbable epicentro del arte de las paredes, me ha parecido oportuno detenerme en el cuadro al aire libre que, en pleno casco histórico, retrata a una mujer en el momento de elaborar embutidos. Se trata de una obra firmada por Lula Goce.
Esa mujer de pañuelo negro y gesto concentrado, abstraída en la preparación del tejido de carne que fluye entre las casas, esa mujer inmensa que surge entre los pliegues de varias fachadas creo que nos observa y se sorprende de que la observemos. El blanco y negro de la figura, el rojo muy oscuro de la carne y el amarillo cálido del fondo dan fuerza a una escena que parece escaparse de la pared, reclamar su espacio original, su lugar en el mundo.
Esa imagen de alguien de hace no tanto tiempo me hace pensar que quizá todo pasa demasiado rápido. Y lo que pasa más rápido, sin apenas darnos cuenta, es la tendencia a fijar en un museo involuntario los restos de lo que fuimos.
Me ha dado por pensar en una prueba de acceso a la universidad del año 2075 en la que los estudiantes tendrán la opción de elegir entre la década de los diez y el muralismo español de principios de siglo
Puestos a conjeturar o, mejor dicho, a imaginar, ahora que recuerdo la Requena plácida del aperitivo en una mañana de domingo, la forma de pasear y hablar de sus gentes, me ha dado por pensar en una prueba de acceso a la universidad del año 2075 en la que los estudiantes tendrán la opción, en la asignatura de Historia, de elegir entre dos preguntas: la década de los diez y el muralismo español de principios de siglo.
Sin duda, todos los estudiantes huirán de la tentación de contar algo sobre esa década inexplicable. El que se aventure y cuente que, tras el final de ETA y el período más álgido de la crisis económica, tuvo lugar una crisis política y territorial en la que nacieron nuevos partidos y el independentismo catalán reclamó… En fin, quien se aventure en semejante relato se dará cuenta de que se ha metido en un jardín inmenso, así que tratará de enmendar su error y contestar a esa pregunta más vaga sobre el muralismo español de principios de siglo. E imagino, ya puestos, que la respuesta podría empezar con un párrafo tentativo como el que sigue aquí.
“El muralismo español de principios del siglo XXI nació como un intento de embellecer las paredes menos agraciadas de los edificios, pero muy pronto se convirtió en una tendencia general en la cual artistas de muy distintos estilos plasmaron sus creaciones al aire libre. El hecho de que estas obras contaran con el impulso municipal y fueran casi siempre del gusto de los vecinos favoreció la extensión del fenómeno y propició un encendido debate sobre los difusos límites entre el arte y la artesanía, la creación y la copia, el embellecimiento y la belleza”.
Insólita Península
Madrigal de la Vera, el puente sin metáfora
Los romanos, convencidos de que era una buena idea comunicar su imperio con calzadas, se dedicaron a construir puentes por toda la Península. De aquel ejercicio han quedado entre nosotros puentes romanos y puentes de origen romano.
El segundo párrafo tendría que centrarse en alguna de las obras de referencia del muralismo español, y tal vez sería el momento de que hiciera su aparición la mujer de Requena. El texto podría continuar del siguiente modo: “Una de las obras más destacadas de este fenómeno artístico es la conocida como Mujer de Requena. En ella confluyen los cinco rasgos característicos del muralismo peninsular: recreación de una historia de interés para los vecinos, colores intensos, acoplamiento a la fisonomía de las paredes, redefinición del espacio público y voluntad de confluir con el paisaje”.
Luego es probable que el texto en cuestión diera cuenta de otras obras singulares, aunque, puestos a imaginar, prefiero pensar que diría: “Pero, más allá de sus rasgos comunes con otras obras del muralismo, lo que convierte en única a la Mujer de Requena es el sentido de su mirada, del que solo cabe decir que no mira a ningún lado y mira a todas partes. Mira hacia su interior y hacia el nuestro”.