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La semana política
Episodio 2020
La realidad de desigualdad y pobreza homenajea involuntariamente a Benito Pérez Galdós en su centenario, al convertirlo en un autor vigente.
Faltaba una semana para el crimen de Estado de Francisco Ferrer i Guardia y apenas quince días para la dimisión forzada de Antonio Maura. El cínico presidente del Gobierno, la figura predominante de la política española de comienzo del siglo XX, era obligado a irse por Alfonso XIII. España estaba en una crisis política inconmensurable, en el agujero económico y al borde de la mayor pandemia de su historia. Había estallado una guerra contra la guerra, que, ese mismo verano, se plasmó en La Gloriosa, una semana de movilizaciones contra la leva forzosa de trabajadores pobres. Luego se le llamó “la semana trágica”.
Y Benito Pérez Galdós se sentía cada vez más impelido a la acción política.
En 1907 había entrado como diputado republicano en el Congreso. Su actividad en la Carrera de San Jerónimo fue escasa, no queda nada reseñable de ese ciclo. Sí se conservan fragmentos de sus discursos en mítines, alguno de ellos rescatado por Yolanda Arencibia en Galdós. Una biografía, publicado este año por Tusquets.
El escritor político se transformó, solo durante unos pocos meses, en un político que escribe. El grancanario tejió, en ese 1909 crucial de la historia de España, el acuerdo para la Conjunción Republicano Socialista. El autor de los Episodios Nacionales combatió el absolutismo, siempre amenazante, y advirtió contra la aventura colonial en Marruecos, que iba a desembocar en Annual, un año después de su muerte. Galdós recorrió España con la idea fija de formar para transformar. Se quejaba íntimamente de que apenas tenía tiempo para escribir.
Estaba convencido de que los tiempos no podían permitir el descanso, de que algo se estaba jugando en aquel ciclo. “Ha llegado el momento de que los sordos oigan, de que los distraídos atiendan, de que los mudos hablen”. Reivindicaba palabras hoy casi perdidas o desvirtuadas, palabras que, cuando se usan en los discursos oficiales que celebran su obra, pierden el sentido, saben a vino picado: patriotismo, libertad, ciudadanía, cultura.
Su voz política, que no es la del ideólogo o el cuadro político, sino la del autor comprometido con el pueblo, el conocimiento y la pedagogía, comienza a perderse a raíz de sus problemas de vista. La década de los diez será un lento apagarse. Mantiene el compromiso, pero destila desencanto hacia sus correligionarios republicanos y se muestra cada vez más cercano a las ideas del socialista Pablo Iglesias Posse. En 1911, escribirá en la revista orgánica del PSOE sobre el primero de mayo, adoptado desde 1889 como el día del Trabajo: “La clase productora sabe ya que el origen de su dependencia económica no proviene de causas naturales e inmutables, sino artificiosas, creadas por la codicia de una clase social hábil y rapaz y mantenidas por la ignorancia de la mayoría de los hombres durante siglos”.
Año galdosiano
2020, un año galdosiano. No solo en las historias de dolor y sufrimiento de una sociedad en crisis, también en las más altas esferas, allí donde el escritor grancanario desarrollaba su conocimiento de la historia de España. Esa de la que dijo el poeta Jaime Gil de Biedma que es la más triste porque termina mal.
El destino del equipaje del rey Juan Carlos es la segunda gran noticia del año del covid-19. El 10 de diciembre, el abogado del rey emérito anunció una regularización extraordinaria de 678.393 euros. Con ella pretende ser exonerado del delito fiscal por el que le investiga la Fiscalía del Tribunal Supremo. (Quedan los posibles delitos derivados del uso de esos fondos regularizados, pero eso es material para el episodio de 2021).
El año 2020 ha sido un año galdosiano, en cuanto el dolor de la sociedad ha emergido en toda su crudeza. Este ha sido un año de duelos
Las crónicas dicen que el rey de los contratos, el embajador de la marca España está “solo, cansado y aburrido” en el paraíso artificial de Abu Dabi. Se escribe que quiere volver a su país, recorrer un camino de vuelta que nunca tomaron Carlos IV, Isabel II o Alfonso XIII, que murieron en el exilio solos, cansados y aburridos a pesar de las distracciones y las golosinas.
La marca del africanismo ─la doctrina militar que se hizo dominante en el Ejército a partir de aquellos años convulsos en los que Galdós se implicó políticamente─ se ha revelado en 2020 con un ramillete de pronunciamientos enfáticos que pretenden “salvar a la democracia” fusilando la democracia. El absolutismo no desaparece, solo se transforma. Los apostólicos resucitan una y otra vez.
Opinión
¿Golpe de Estado? ¡Anímense!
El “pronunciamiento mediante terceros” de la semana pasada nos podrá parecer ridículo, un episodio más de las supuestas “guerras culturales”, una añagaza del PSOE, pero cada cual es libre de consolarse en la ilusión de que aquí no va a pasar nada.
En el Gobierno, la permanente disputa entre los halcones de la austeridad, reconvertidos en keynesianos de entretiempo, y la coalición Unidas Podemos, repite el conflicto entre progresistas y moderados. Los moderados moderan la letra y ralentizan la puesta en marcha de un decreto para evitar los desahucios pactado ya con los progresistas. Los progresistas se moderan y nos moderan.
(Además, hay un Pipaón en España que lo hace todo).
Corazones de piedra
“Si en la historia no hubiera más que batallas, si sus únicos actores fueran las celebridades personales, ¡cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno. En ella nada es indigno de la narración”, escribió Galdós. Y por eso, más que un Año Galdós ─que se cierra sin producciones de su obra en la televisión pública─, el año 2020 ha sido un año galdosiano, en cuanto el dolor de la sociedad ha emergido en toda su crudeza. Este ha sido un año de duelos.
Unos pocos días antes de las fiestas, los propósitos y la gazmoñería asociada a estas fechas y a la publicidad navideña chocan, como cada año, con la indiferencia y la estigmatización. Con la realidad.
El viernes 4 de diciembre, la policía local de Collado Villalba hallaba muerto a un vecino de 59 años, de nombre Alfonso, “un desahuciado al que habían echado a la calle”. La crónica de Pablo ‘Pampa’ Sáinz recorre en grandes trazos la situación de desamparo de Alfonso, el hijo de un zapatero y de la señora Pepita, que limpiaba la sucursal de Cajamadrid. Alfonso, que estuvo trabajando en la fábrica de cementos Capote. Al que la vida “se le dio la vuelta en poco tiempo”, según opinó una vecina, y que aquella noche, en un parque de Villalba, no pudo volver a tiempo a su refugio. Los habitantes de Villalba recordaron que el Gobierno municipal ha recibido varios premios “corazón de piedra” por su rácano presupuesto para gasto social.
En Badalona, en el barrio de Gorg, tres personas de las que apenas sabemos nada morían en un incendio en una nave. Allí sobrevivían un centenar de almas procedentes de Senegal, Gambia, Nigeria y Camerún, dedicadas a la recogida de chatarra o a la venta ambulante.
Ese mismo 10 de diciembre fallecía Fátima, trabajadora marroquí de 44 años, despedida por la empresa Los Arenales de Mazagón cuando se le detectó un cáncer de cuello uterino. La empresa también la desalojó de la vivienda que tenía dispuesta mientras duraba la campaña de la fresa, a la que Fátima acudía cada año, desde hace 23, procedente de su pueblo en Marruecos donde deja familia y tres hijos. Este viernes, su cuerpo seguía en el hospital Vázquez Díaz de Huelva, porque nadie ha podido hacerse cargo del coste de la repatriación.
El jueves, en un nuevo torrente de palabras, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso anunciaba que no se reestablecerá el suministro eléctrico a 4.000 personas ─1.500 de ellas, menores de edad─ de la Cañada Real. En la tormenta de palabras de Díaz Ayuso, golpean especialmente las referencias a los privilegios de esos hogares, las asociaciones con el narcotráfico, el desdén de la élite hacia quienes tienen que estudiar con velas y calentarse con restos de palét.
Son los chuzos de una guerra contra el pobre que está dando ya réditos políticos. Las palabras de una presidenta que comenzó el año invitando a leer a Pérez Galdós y lo termina como la villana con el corazón más cutre de una de sus novelas.
Sin necesidad de demasiados fastos, al margen del empeño en fosilizar al autor para desactivarlo y alejarlo de nuestro tiempo histórico, la realidad homenajea, dolorosa e incesantemente, la obra de Galdós. El sufrimiento de personas y personajes arrollados por la historia sigue resonando, cien años después de su muerte. Las enseñanzas de su capacidad para observar no se han perdido en este tiempo, siguen siendo un ensayo para la construcción moral de la sociedad. Nada es indigno de pasar a la historia: la nave de Badalona, el desamparo de Alfonso, el cuerpo abandonado de Fátima son el epílogo del episodio de 2020. Un año de duelo.
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Vaya mi homenaje a Pablo Elordui por tu inestimable contribución al conocimiento y la pedagogía desde un periodismo engrandecido por tu buen hacer y compromiso con la justicia, que es la verdad. Gracias.
...Y a todo esto... ¿Sabe alguien en qué episodio dejó de salir el emérito Jordi Puyol?
...Es que ya estamos acabando la temporada 2020 y me he debido perder algo, porque el personaje me ha desaparecido de la trama...
Esta serie está saliendo malísima y llena de gazapos en el relato; los protagonistas no tienen profundidad; malos efectos especiales y banda sonora horrible.
Quizá lo que hace falta en “Nuestro País” son mejores guionistas...
(¡A mí es que Jordi me parecía interesante pa’ dar emoción! No lo entiendo).