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Desigualdad
El neoliberalismo y la fábula de la hormiga y la cigarra
¿A dónde puede llegar a uno si nace siendo cigarra, si nace sin privilegios?
El liberalismo económico, que surgió en la modernidad, tenía claro que había que acabar con los privilegios. Cuando campesinos, artesanos y pequeños burgueses se lanzan a la calle en la Revolución Francesa, se alzan contra el privilegio, contra las clases que vivían sin trabajar, la nobleza y el clero. Pero pronto la burguesía traiciona a su hermanos y hermanas de armas y se convierte ella en la clase privilegiada. De esta forma cuando surge la Comuna de París, la primera revolución no burguesa, esta clase social ya se había acomodado. Ahora eran los traicionados los que volvían a las calles a pedir justicia, a pedir que los ideales de la Revolución fueran de todas y de todos. ¿Cuántas revoluciones y cuánta sangre han corrido desde 1789? ¿Qué logros se han conseguido? ¿Una democracia real para todas y todos?
Se consiguieron cosas, se libraron y se libran batallas, pero el cinismo de algunas personas, la ignorancia de otras y el egoísmo de este sistema parece a veces tapar todo esto. En la situación actual, donde muchas médicas, médicos, enfermeras y enfermeros, tenderas, tenderos, personas dedicadas a la limpieza, y un largo etcétera se han dejado la piel, ¿quién sale a la calle? ¿Y por qué protestan? ¿Qué quieren?
Salen a la calle los habitantes de un barrio intocable, aquel barrio donde no caían las bombas en la Guerra Civil, aquel barrio que alberga al 1% más rico de la ciudad, salen con las banderas de España como capa, los mismos que culpaban al 8M de manifestarse antes de que se decretara el estado de alarma y supiéramos la envergadura que tenía lo que estamos viviendo. Salen los privilegiados a la calle. Pero ¿qué piden?
Viendo las manifestaciones no me queda claro que tengan ninguna demanda lógica, salvo culpabilizar a la izquierda de todos los males. La izquierda fue la culpable de permitir el 8M; la culpable de proponer medidas para ayudar a las personas más vulnerables en la nueva crisis económica que comienza; de no permitir que los negocios abran sin control para que el sistema sanitario, que ha sufrido los recortes de la crisis del 2008, vuelva a colapsar; la culpable de promover un mínimo de renta básica; de proponer una moratoria en hipotecas y alquileres. Los privilegiados del barrio de Salamanca y otros barrios afines quieren parar todo esto. Quieren anteponer, siguiendo el modelo libertario individualista americano, la economía y la libertad neoliberal a la vida. Quieren mantener sus privilegios a costa de lo que sea y enarbolan la bandera de la libertad individual como excusa a su egoísmo. Quieren destituir un gobierno que, sin ser perfecto y dejando mucho que desear para una izquierda real, hace lo que puede con este sistema y con una situación que nos ha superado a todas y todos.
Han convencido a la población de que era culpable de la crisis, de que los ricos son personas de fiar y que los pobres no. Han conseguido desmantelar la conciencia de clase
Pero no solo salen estos privilegiados a la calle, sino que el discurso del odio, de la queja constante, que, en el fondo, no propone una alternativa, cala también en algunas personas de la clase trabajadora. Esto no deja de resultar triste, que el trabajador una su voz con la clase privilegiada y acabe tirando piedras en su propio tejado. La ignorancia y la manipulación juegan un papel esencial en la sociedad de la información, como ha mostrado Noam Chomsky en muchas ocasiones. El mito de la clase media sigue teniendo fuerza y lleva a muchos a pensar que este sistema es el único posible y que la libertad neoliberal es la panacea. La clase privilegiada, la que vive en esos barrios donde ondean por doquier las banderas de España, se frotara las manos cuando vea a los trabajadores defendiendo sus privilegios, en lugar de buscar unas mejoras para todas y todos, las mejoras de las que ellos, como clase no privilegiada, se beneficiaría.
La crisis no la van a pagar los ricos, sino nosotras y nosotros. Pero me resulta curioso que en mi barrio, Tetuán (Madrid), como en muchos otros, haya gente que no se queja, sino que monta plataformas de ayuda, de recogida de comida, de apoyo mutuo; mientras los señoritos del barrio de Salamanca salen a pedir su sacrosanta libertad, que no es más que su privilegio disfrazado. Salen exponiendo a toda la población a que haya un nuevo brote y se vuelvan a colapsar la sanidad. Ya no se aplaude a las personas que hacen posible que sigamos viviendo, sino que se busca culpables. Y por supuesto, siguiendo la lógica del neoliberalismo, los culpables son el Gobierno de izquierdas que trata de prestar una mínima ayuda a la clase trabajadora.
1. La fábula de la hormiga y la cigarra
Esto me llevó a pensar en el origen del privilegio y en la culpabilización de la pobreza. Dos ideas que suelen ir de la mano. Se suele considerar que quien vive bien es porque se lo ha ganado y quien pasa penurias por algo será. Si recordamos la crisis del 2008, se ve esta idea de fondo. Se culpó a la población de la crisis, por vivir por encima de sus posibilidades, decían; por consumir, en un sistema que promueve el consumo y lo tiene como motor, a pesar de ser insostenible e injusto para la mayor parte de los habitantes de este planeta. Se culpó a la clase trabajadora, mientras los ricos salieron beneficiados de la crisis. Se propusieron reformas que ahora pagamos todas y todos. Se recortó en sanidad, se fomentó la privatización de lo público. Y esto lo hicieron los partidos de derecha, como el PP, que ahora mismo alientan a la gente a salir a quejarse.
En la película Los lunes al Sol uno de los protagonistas lee a un niño en un momento de la película la fábula de la hormiga y la cigarra. Es un obrero parado por el cierra de su fábrica y que no encuentra trabajo. Cuando termina el relato el hombre se enfada ante la mirada perpleja del niño, hijo de una familia bien, y pregunta que quién es el que distribuye los papeles. ¿Por qué a unos les toca ser hormiga, nacer en el barrio del Salamanca, tener una buena educación y un buen futuro al alcance de su mano; y a otros les toca ser cigarra, ir tirando de una trabajo a otro, sin ninguna seguridad? La fábula de Esopo era una alabanza al trabajo y una crítica a la pereza. Pero la interpretación de este trabajador va más allá, va a la raíz de los privilegios y a la culpabilización de la pobreza.
Se entrevé en quienes defienden estas ideas una falta de conciencia, una ignorancia o un cinismo. Me pasó un amigo una tira de un cómic que explicaba el privilegio mostrando la vida de dos personas: una niña que nace en una familia trabajadora y un niño que nace en una familia más acomodada. La diferencia ente ambos iba aumentando a medida que avanzaba el cómic. Las desigualdades sociales y económicas se notaban cada vez más hasta que cada personaje ocupa el puesto que le correspondía, pero no según sus capacidades y méritos, sino según su punto de partida. ¿A dónde puede llegar a uno si nace siendo cigarra, si nace sin privilegios?
Las dos crisis, la del 2008 y la actual, están mostrando que la idea de un estado de bienestar no era más que un espejismo para contentar a las masas, aunque algunos trabajadores se aferren aún a ella
El sistema neoliberal lo único que hace es mantener este privilegio, mientras ha ido desarticulando cualquier oposición. Y la jugada les ha salido bien. Han convencido a la población de que era culpable de la crisis, de que los ricos son personas de fiar y que los pobres no. Han conseguido desmantelar la conciencia de clase, ya no hay obreros, a medida que se creaba el mito de la clase media, que llevaba a pensar a los trabajadores que iban a vivir mejor. Si el empresario prospera, el trabajador también, asegura este mito. De esta forma, puede acceder a un mejor nivel de vida y a la sociedad de consumo.
Pero la crisis del 2008 y la reciente crisis sanitaria y económica ponen en peligro esto. La clase media, que se mantuvo durante un corto tiempo, empieza a desaparecer. Las personas empiezan a darse cuenta de que no pueden mantener el nivel de vida que implica esta sociedad de consumo. No se puede uno considerar clase media si salta de un trabajo a otro sin ninguna seguridad, sin poder asentarse para tener una vida, una familia, sin poder pagar el alquiler, mientras se especula con el precio de la vivienda. Por ello resurge la idea de que sí hay clases y de que la mayoría no vivimos en Núñez de Balboa, sino que dependemos de trabajos precarios y nos vemos obligados a compartir piso por la especulación inmobiliaria. Las dos crisis, la del 2008 y la actual, están mostrando que la idea de un estado de bienestar no era más que un espejismo para contentar a las masas, aunque algunos trabajadores se aferren aún a ella.
2. Justicia social, libertad y seguridad
Un ejemplo de esto lo tenemos en el tema de la renta básica, que se ha puesto de moda en los último años. Curiosamente hay personas de todas las ideologías defendiendo esta idea. Si los privilegiados, personas como los habitantes de Silicon Valley o el dueño de Amazon, Jeff Bezos, se encuentran entre los que la promueven, parece ser un tema sospechoso. Pero, como apunta Daniel Raventós, la diferencia no es defender una renta básica, sino cómo la planteas y quien se beneficia de ella.
Si la propuesta viene vinculada a la desmantelación de lo público, ¿qué beneficios se sacan? ¿Y quiénes lo sacan? En este caso salen ganando las clases privilegiadas, ya que su propuesta va a acompañada de una disminución de los impuestos. Pero no es así para los trabajadores, que no puedan pagar un seguro médico o una buena educación para sus hijos. Esta renta básica viene solo a mantener la diferencia de clases, a mantener los privilegios.
Sin embargo, la otra vertiente que defiende la renta básica no considera que se oponga o venga a sustituir a la seguridad social, sino a ser un cimiento más de ella. No se trata de que la renta básica se convierta en la panacea, la utopía que solucione todos nuestros problemas, sino solo un puntal más que asegure una justicia social y una seguridad que nos permita vivir dentro de esta sociedad.
La justicia social se afianza en la idea de que hay una riqueza colectiva que pertenece a todas y todos, como son los bienes comunes y los recursos naturales. Esta riqueza está siendo monopolizada por unos pocos
Como defiende Guy Standing: “Una afirmación fundamental es que la renta básica es un instrumento de justicia social que refleja el carácter intrínsecamente social o colectivo de la riqueza social. Desde el punto de vista de este autor la justicia social es la razón más importante para avanzar hacia la renta básica como derecho económico, aunque esta razón es complementaria con otras razones principales, concretamente, la libertad y la seguridad económica”.
La justicia social se afianza en la idea de que hay una riqueza colectiva que pertenece a todas y todos, como son los bienes comunes y los recursos naturales. Esta riqueza está siendo monopolizada por unos pocos, la propiedad de los medios de producción, de los recursos naturales, quedan en manos de las clases privilegiadas. Y desde esta perspectiva, podemos retomar la famosa frase Proudhon de que la propiedad privada de los medios de producción es un robo. La renta básica como justicia social vendría a saldar esta deuda, a decirle al habitante del barrio de Salamanca que su privilegio es a costa del trabajo de otros y que los recursos que son de todas y todos.
La renta básica también es considerada por estos economistas de izquierda como promotora de la libertad, pero de la libertad real, de la libertad disfrutada por todas y todos. No se refieren a la libertad promovida por el neoliberalismo, libertad de mercado individualista, basada en la explotación de los recursos finitos del planeta y en la explotación de las clases menos favorecidas, sino a la libertad republicana.
Una renta básica daría la posibilidad de rechazar un empleo mal pagado o con condiciones abusivas o simplemente que no le interese a la persona
“El utilitarismo predominante y la perspectiva liberal igualan la libertad con la pura no-interferencia. La alternativa 'republicana' es que la libertad significa no-dominación. (Guy Standing)”. Esta no-dominación implica dejar a la gente tener recursos adecuados que les permita vivir, tomar sus propias decisiones, errar y/o acertar en estas, asociarse con otros, etcétera.
Una renta básica daría la posibilidad de rechazar un empleo mal pagado o con condiciones abusivas o simplemente que no le interese a la persona, también le permitiría a una persona aceptar un empleo que le gusta y supone su desarrollo personal y que, por necesidades financieras, sería rechazado en las condiciones actuales. La libertad también de emprender un negocio, de cuidar a un familiar, de prestar trabajos voluntarios en la comunidad, de dedicarse a su propio desarrollo, de formar un familia, de tener hijos o hijas, de dejar una relación abusiva o maltratadora. Libertades que hoy en día escapan de las posibilidades de las clases trabajadores y quedan como un reducto para los privilegiados.
El personaje de Sócrates en uno de los diálogos de Platón decía que el ciudadano es el que tiene tiempo libre, el que es dueño de su tiempo. Pero solo una persona que tiene asegurada su subsistencia puede permitirse ser libre. El trabajador no es libre. No es libre una mujer que, por necesidades económicas, tiene que dedicarse a la prostitución. O una persona que se ve obligada a aceptar cualquier trabajo, sin contrato, ya que precisa del dinero. Ser dueño del tiempo y tener seguridad económica van de la mano.
“De forma similar, la desigualdad sobre el control del tiempo es abrumadora. Las altas esferas del espectro de la riqueza y la renta pueden tener un control completo de su tiempo, pagando a otros para hacer las tareas que ellos mismos no desean hacer. Frente a esto, el precariado tiene poco o ningún control sobre el tiempo” (Guy Standing).
Se criminaliza la pobreza y se considera, siguiendo la mentalidad protestante, que al que le va bien es porque es bueno. Y, además, se olvidan de que no todos partidos de la misma casilla de salida
Esta falta de control sobre el propio tiempo, unida a la incertidumbre económica, es la que hemos vivido muchas y muchos y que seguimos viviendo. El ver que no encuentras trabajo, que no tienes con qué pagar el alquiler, el mirar cada céntimo que gastas o el tener que pedir ayuda a un familiar o un amigo o una amiga. Esa incertidumbre que devora a la gente trabajadora no permite que haya libertad ni seguridad. Realmente hablar de renta básica, al igual que defender las instituciones públicas, como la educación y la sanidad, tendría que ser hablar de derechos fundamentales para toda persona que vive en esta sociedad. Una sociedad que se precia de proteger los derechos y libertades fundamentales no puede permitir que haya gente que no tenga de qué vivir, ni dónde vivir, ni posibilidades de desarrollarse de forma digna.
3. La “incapacidad” de la clase trabajadora y la mano de obra barata
Pero contra este discurso de la renta básica se levantan muchas críticas, algunas de ellas recuerdan a la fábula de la hormiga y la cigarra. Estas critican apuntan a que, si se les da a los pobres una renta, un salario sin necesidad de trabajar ni de demostrar nada, tal y como defienden Guy Standing o Daniel Raventós, estos no harán nada. A esta noción subyace la idea de que la gente trabajadora es una vaga, de que toman decisiones equivocadas, de que solo trabaja promovida por la necesidad, de que en el fondo los pobres lo son porque se lo merecen.
Si miramos a personas como Bill Gates o Messi, cuya fortuna les permitiría vivir holgadamente el resto de sus vidas sin trabajar, constamos que siguen trabajando o manteniendo sus empresas y generando beneficios. Entonces, ¿por qué suponemos que una persona trabajadora, a la que se le da lo justo para subsistir, va a malgastar ese dinero y no va a volver a dar un palo al agua? Esta aquí de fondo la fábula de la hormiga y la cigarra. Bill Gates o Amancio Ortega son hormigas, personas responsables, que han hecho una fortuna de forma honrada. Son gente de fiar. El obrero de la construcción o el inmigrante que recoge las fresas o la mujer de la limpieza no lo son. Si les da la oportunidad de vivir mejor, de tener una mínima posibilidad de mejorar, se van a dedicar a beber, a drogarse o a hacer el vago. No son miembros respetables de la sociedad como lo es Amancio Ortega.
Estando de estancia en Trier, Alemania, una de mis compañeras de piso me dijo que los españoles éramos un poco vagos y que, claro, cómo íbamos a salir a adelante si nos levantábamos a las 10 o a las 11 para ir a trabajar
Este es el discurso que está detrás de los que critican la renta básica. Que la gente tiene lo que se merece. Se criminaliza la pobreza y se considera, siguiendo la mentalidad protestante, que al que le va bien es porque es bueno. Y, además, se olvidan de que no todos partidos de la misma casilla de salida, que algunos parten con ventajas y otros parten de la nada, que no es por nuestros méritos en una vida pasada que unos nacen en Núñez de Balboa o en el Viso y otros en Vallecas o en un país con corrupción, guerrillas y empresas del primer mundo saqueándolo.
Esta misma lógica la vemos a gran escala en la política internacional, ya que los países del norte de Europa consideran que otros, como España o Italia, están así porque son unos vagos, que se dedican a salir de marchar, a ir a discotecas; mientras ellos generan riqueza. Alemania se olvida que recibió ayudas para su reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, que España carece de industria porque la Unión Europea ha decidido convertirla en un país de vacaciones.
Es la misma idea, la justificación del privilegio y la culpabilización de la pobreza. Estando de estancia en Trier, Alemania, una de mis compañeras de piso me dijo que los españoles éramos un poco vagos y que, claro, cómo íbamos a salir a adelante si nos levantábamos a las 10 o a las 11 para ir a trabajar. Después de un año de levantarme a las 6.30 de la mañana y compaginar el trabajo con mi tesis doctoral, no me salían palabras amables para contestarle.
La fábula de Esopo ha calado en la conciencia o, quizás habría que decir en el inconsciente, de las personas. Esta mentalidad no es nueva. No solo se piensa que los pobres lo son por sus capacidades y méritos, sino que se justifica su precariedad y las injusticias sociales. Muchas personas consideran que para que se realicen ciertos trabajos, necesitas mano de obra dispuesto a hacerlos y que para ello no todos podemos acceder al mismo nivel. Si implantas una renta básica nadie te va a ir a recoger las fresas o va a extraer el coltán necesario para tu móvil. Pero este argumento ¿no está justificando la esclavitud?
En la Revolución Francesa a los que se considera parásitos de la sociedad era a las clases acomodadas, clero y nobleza, que vivían de las rentas y no del trabajo. ¿Qué ha ocurrido para que esa idea pase ahora a los trabajadores?
Resulta curioso señalar que cuando se pidió la abolición de la esclavitud se dijo lo mismo, que nadie estaría dispuesto a trabajar en ciertos puestos. Cuando los obreros montaban huelgas y eran perseguidos e incluso condenados a muerte, como ocurrió en Chicago en la conocida revuelta de Haymarket de 1886, por defender la jornada de ocho horas, se decía lo mismo. Si se les reduce la jornada y se les paga lo mismo, se van a dedicar a beber o a jugarse el dinero o van a trabajar la mitad de los días. Ninguna de esta predicciones se ha cumplido. Las mejoras en la vida de los trabajadores, la abolición de la esclavitud, no han llevado a la pereza o al alcoholismo. No solo se prejuzga a los trabajadores, considerándoles parásitos sociales, cigarras, sino que con ello se justifica injusticias, como lo era la esclavitud o como la que viven los temporeros hoy en día en los campos de Andalucía.
En la Revolución Francesa a los que se considera parásitos de la sociedad era a las clases acomodadas, clero y nobleza, que vivían de las rentas y no del trabajo. ¿Qué ha ocurrido para que esa idea pase ahora a los trabajadores? ¿Cómo ha hecho este sistema para que la gente acepte que el parásito social es el trabajador precariado, que él es la cigarra, que pasa frío y hambre por su pereza; mientras que personas como Amancio Ortega, que se ha dedicado a llevar su fábricas de Galicia a países cuyas leyes laborales y ambientales le permitan sacar mejores beneficios y que tiene varias cuentas en paraísos fiscales, sea considerado un héroe? En una ocasión oí como dos conocidos hablaban de Messi, justificando el que hubiera defraudado a hacienda, ya que el pobre no se había enterado de nada. Resulta ofensivo que personas que ganan esa cantidad de dinero roben a todas las personas de este país y encima les tengamos como héroes, mientras que consideramos que el trabajador de la fábrica de coches, el temporero que recoge las frutas, las mujeres que limpian los hoteles, conocidas como kellys, son sospechosos, vagos y borrachos.
En los experimentos de renta básica que se han llevado a cabo hasta ahora se ha demostrado lo contrario. Las personas, que recibían un dinero sin justificación, sin tener que rendir cuentas, no se han dedicado a beber o a no hacer nada, sino que han buscado una forma de mejorar su situación. Cuando una ONG en 2009 en Londres dio 3.000 libras a varias personas que vivían en la calle, sin ninguna condición ni contrapartida, saltaron voces de alarma. ¿A quién se le ocurre dar 3.000 libras a un vagabundo? Se lo va a gastar en bebida, en drogarse o en apostar. Sin embargo, la realidad sorprendió, al cabo de un año y medio 7 de los 13 ya no vivía en la calle, y los 13 habían mejorado su situación. Los experimentos llevados a cabo en Finlandia durante dos años han dado resultados similares. No sólo mejoraban su situación económica y laboral, sino su salud mental y sus hábitos.
En Namibia, con la primera prueba piloto de renta básica, se vio que una mejora de la nutrición, sobre todo en los niños y niñas, un mayor uso de los centros de salud primaria locales, mayor asistencia a los institutos, mayor actividad económica y una mejora en la situación de la mujer
Aun viendo estos resultados, hay quien puede decir que Londres y Finlandia son países ricos, con un mentalidad trabajadora. Aquí volvería a surgir de nuestro inconsciente la fábula de la hormiga y al cigarra y se podría oír, si es que no se ha oído ya, que, si esto se hace en España o en Italia, los resultados serían desastrosos. ¿Tan baja concepción tenemos de nosotros? ¿Tanto ha calado el discurso de los países del norte, la mentalidad del neoliberalismo? ¿No va siendo hora de superar estas ideas, de dejar que nos carguen sobre nuestras espaldas con esta culpabilidad?
No somos vagos. No lo son los países pobres ni las personas que han nacido con menos privilegios. Y para constatar esto se puede sacar a relucir experimentos similares a los de Londres o Finlandia en países como Namibia o en Malawi, donde las trasferencia monetarias incondicionales aumentaron las escolarización de los más pequeños y el retraso en el matrimonio y un empoderamiento de las mujeres. En Namibia, con la primera prueba piloto de renta básica se vio que una mejora de la nutrición, sobre todo en los niños y niñas, un mayor uso de los centros de salud primaria locales, mayor asistencia a los institutos, mayor actividad económica y una mejora en la situación de la mujer.
No se trata de si es posible en el mundo en el que vivimos una renta básica, sino cómo cambiar la situación para llevarla a término
Los estudios han demostrado que la recepción de una renta básica va a acompañada de una reducción del gasto en drogas, alcohol o tabaco, que se usan, en muchas ocasiones, como evasión a situaciones insostenibles. Al final se juzga a los pobres como “estúpidos”, irracionales e incapaces de tomar las decisiones acertadas, se les considera responsable de su situación, es decir, se les culpabilidad. Y puede que en algún caso sea cierto, pero todas y todos podemos ejercer nuestra libertad de tomar decisiones equivocadas. ¿No es neoliberalismo el adalid de la libertad individual? ¿Por qué no permite a estas personas ejerzan su libertad, cuando los estudios demuestran que el dinero suele ir a mejoras en la vida y en la salud? ¿De dónde esa condescendencia? ¿Se trata de proteger a los pobres de sí mismos, infantilizarles o de mantener el privilegio? Ya dijo Marx que quien tiene el privilegio no lo van a soltar por las buenas.
Y para mantener estos privilegios se culpabilidad y se infantiliza a los pobres y, cuando esto ha fracasado, se recurre a un argumento algo peligroso, ya que se entrevé tras él la realidad. Este argumento viene a decir que hay trabajos que nadie querría realizar, que necesitamos a las kellys explotadas en las habitaciones de hotel para poder irnos de vacaciones, a los temporeros en el campo y los niños y niñas en las fábricas de la India.
Quizás no se trate de si esos trabajos se van a realizar o no, si se propone una renta básica, sino si es justa una sociedad que necesita de ello o que mantiene condiciones laborales de explotación. Si el temporero tiene una renta de 600 euros, como la que calcularon Raventós y Casassas, quizás no tenga necesidad de aceptar un contrato abusivo y tenga margen para negociar su sueldo y condiciones laborales. Sin embargo, esto puede que haga subir el precio de las fresas y veamos peligrar nuestro privilegio como habitantes de occidente. Entonces, ¿qué estamos protegiendo? ¿Cuál es nuestro discurso, si negamos a muchas personas un mínimo para vivir, una seguridad, una libertad?
4. Conclusiones. La democracia real y el cuento del erizo y el zorro
Tenemos dos ideas que se entrelazan. La primera viene a considerar que los trabajadores son perezosos, cigarras de la sociedad. La segunda es que el sistema necesita de estos trabajadores precarios y mal pagados. Se culpabilidad al pobre y se le mantiene en ese estado de inseguridad laboral para tener mano de obra. No han cambiado tanto las cosas como cuando los obreros salían a las calles a pedir mejoras como la jornada de ocho horas.
Una de mis tías me solía preguntar: ¿a quién daría primero el pan?, ¿a mi hermano o un niño desconocido? Tardé años en darme cuenta de la falacia de esta pregunta. No se trata de a quién alimentas primero, sino qué es lo justo. No se trata de si es posible en el mundo en el que vivimos una renta básica, sino cómo cambiar la situación para llevarla a término. Pero esto no solo se aplica a la renta básica; sino también a cualquier medida que haga al mundo acercarse a una justicia y a una sostenibilidad, que termine con el privilegio y se dé, por fin, el derecho.
Solo hay democracia si se anula el privilegio, si se da cabida a una participación real y directa en los asuntos públicos, del pueblo, del barrio o de la ciudad, y si se parte de una igualdad económica
Los griegos se dieron cuenta hace tiempo que, para tener una democracia real, todos los ciudadanos debían partir del mismo punto, sino las desigualdades económicas llevarían a desigualdades en la educación y éstas a unos privilegios, que facilitaría una élite capaz de manipular al resto. El término más empleado por los atenienses era “isonomía”, que se traduce como igualdad ante la ley, igualdad de derechos, en contraposición a los gobiernos anteriores de las clases aristocráticas, donde unos pocos tenían los privilegios. El segundo término usado era “isegoría”, que hace referencia a la igualdad de todos los ciudadanos en las asambleas, todos tenían la posibilidad de asistir al ágora y defender sus ideas, podían participar en la vida pública. Había un tercer término, “isomoiría”, que implica la división igual de la tierra, es decir, a una igualdad económica.
Solo hay democracia si se anula el privilegio, si se da cabida a una participación real y directa en los asuntos públicos, del pueblo, del barrio o de la ciudad, y si se parte de una igualdad económica. El talón de Aquiles de la democracia griega fue este. Las desigualdades económicas propiciaron desigualdades políticas, la manipulación y la reaparición de los privilegios. Parece ser que los griegos tuvieron también un barrio de Salamanca.
Retomemos los ideales de la Revolución Francesa y de la Democracia Griega y construyamos una nueva sociedad, basada en la igualdad, en la libertad de todas y todos, y no solo de los privilegiados, y en la participación política. Tomemos conciencia de que se trata de una cuestión de justicia social.
“Una vida no debe ser suplicada. Nuestras vidas no deben ser suplicadas. Quien suplica pide algo con docilidad. La súplica, pues, supone sumisión. (…) No podemos vivir instalados en la súplica ni en la sumisión, sino que debemos hacernos con herramientas político-institucionales para, individual y colectivamente, crear y habitar un vida. Una vida propia, libre, entre iguales. (…) Frente al mundo de la súplica, se precisa el gesto, abiertamente insumiso, de tratar de instituir dispositivos públicos que permiten reconstruir verdaderos conjuntos de recursos comunes que nos habiliten para vivir, para decirlo con Marx, “sin el permiso” y la tutela cotidiana de quienes controlan actualmente la riqueza” (Daniel Raventós y David Casassas).
Por último, ya que el artículo ha girado en torno a la fábula de Esopo, me gustaría terminar con otro cuento. El relato cuenta que un erizo cultivaba la tierra y repartía sus frutos con sus amigos, el resto de los animales de la zona. Un día llegó un zorro, que se hizo el dueño de todo, amenazando al erizo le obligó a trabajar para él. El zorro le propuso que él se quedaría con lo que crecía por encima de la tierra y le dejaba al erizo y al resto lo que crecía por debajo. El erizo, sin fuerzas para oponerse al zorro, aceptó. Pero se dedicó a plantar zanahorias y patatas. Cuando llego la cosecha, el zorro tuvo que contentarse con las hierbas, mientras que los demás animales se quedaban con las hortalizas. La próxima vez, le dijo el zorro al erizo, será al revés, él se quedaría con las raíces y los demás con lo que crece por encima de la tierra. Esta vez el erizo y sus amigos plantaron fresas, tomates y árboles frutales. Cuando regresó el zorro vio que se la habían jugado de nuevo y se marchó para no regresar nunca. La tierra quedó para los demás animales, que trabajaron en ella y repartieron sus frutos.
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¡Cuánta falta hace la lectura de artículos como este para que recuperemos la conciencia de clase y eliminemos prejuicios que, en mayor o menor medida, todas tenemos implantados! Enhorabuena por el trabajo.
Que yo sepa, el Gobierno Español de Izquierdas no piensa suprimir la Libertad Individual. La "Dictadura del Proletariado" sólo es un ideal de retrógrados. Si Sánchez e Iglesias lo propugnaran, pues perderían todas las elecciones. Cuando entenderán que la Justicia Social no está reñida con la Libertad?.