Maternidad
Diana Oliver: “Las condiciones materiales marcan que puedas cuidar con dignidad”

La periodista Diana Oliver es autora del libro ‘Maternidades precarias. Tener hijos en el mundo actual: entre el privilegio y la incertidumbre’ (editorial Arpa).
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Diana Oliver es escritora y periodista freelance especializada en maternidad(es), infancia, salud, educación y vida saludable. David F. Sabadell

Todo se fraguó en un curso de literatura, donde conoció a la escritora Silvia Nanclares. La periodista especializada en maternidades y crianza, Diana Oliver, empezó a gestar el libro que acaba de publicar la editorial Arpa: Maternidades precarias. Tener hijos en el mundo actual: entre el privilegio y la incertidumbre. Junto con su pareja, Oliver tiene dos hijos, un piso pequeño y, como tantas otras personas, una cuenta bancaria del mismo tamaño que su vivienda.

Ser precaria y ser madre, poco se dice, poco se escribe. ¿Estás cansada?
Mucho. El agotamiento es un síntoma de cómo criamos y tenemos hijos. A mi alrededor todas estamos a rastras.

Hablemos de las condiciones materiales para maternar.
Las condiciones materiales van a marcar completamente cómo será tu maternidad. Carecer de una situación económica estable, poder asumir el pago de una vivienda, tener un trabajo precario y no contar con una red de apoyo marcará que vivas la maternidad con angustia, agotamiento y mucha precariedad. Las condiciones materiales marcan que puedas cuidar con dignidad. A lo mejor lo que digo es una obviedad, pero estamos acostumbradas a escuchar que tus hijos son tu problema, cuando en realidad son una cuestión colectiva. 

Estamos acostumbradas a escuchar que tus hijos son tu problema, cuando en realidad son una cuestión colectiva

¿Qué soluciones contemplas?
Estamos centrando todos los discursos de la maternidad y cuidados en torno a la conciliación y lo productivo, mientras detrás se están quedando muchas madres, historias y situaciones que están fuera de los discursos laborales, de los techos de cristal y de los trabajos económicamente más dignos y valorados socialmente. Creo que deberíamos abrir la mirada hacia un discurso basado en la precariedad como problema estructural que lo atraviesa todo, poniendo atención en medidas que, por fin, atiendan las necesidades reales de las madres, y eso pasa por preguntarles qué necesitan. Eso no se ha hecho. Por otra parte, tampoco se ha entendido que las madres pasan por unos procesos que no pasan los padres —el embarazo, parto, puerperio y lactancia—. Son procesos que muchas veces se llevan en soledad y, antes de que concluyan, tienes que volver a lo productivo, a la rueda, como si no hubiera pasado nada en tu vida, cuando ha habido un cambio radical: ahora una persona depende de ti.

Pareces crítica con los permisos de maternidad creados por el Ministerio de Igualdad, y no me extraña. El permiso de maternidad en España sigue siendo igual que en 1987, recuerda la asociación Petra.
Estamos a la cola de Europa en el tiempo que disfrutan las madres de permisos remunerados. Petra está poniendo el foco en esto y creo que es muy importante. Los permisos deben ser universales e ir más allá de las 16 semanas, para que alcancen al menos un año. Los permisos que propone no solo tienen en cuenta el ámbito laboral, sino que van más allá: visibilizan a las madres que se encuentran en situaciones vulnerables —las que no tienen un contrato, las que no trabajan remuneradamente pero tienen que atender otros cuidados, como personas dependientes o enfermos o patologías crónicas—, y las madres no regularizadas. Sin embargo, ahora mismo, la única solución que hay es la mercantilización de los cuidados y centramos en formar a los padres, que es una cosa que hay que hacer, pero no podemos hacerlo a costa de que nosotras sigamos cuidando en la precariedad.

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Si la precariedad ya es compañera de viaje en muchas familias con dos personas adultas y uno o dos sueldos, se convierte en espada de Damocles para la exclusión social en el caso de las familias monomarentales, que ni siquiera tienen una ley propia.
Efectivamente. No solo se enfrentan a empobrecerse mucho más fácilmente que una familia normativa compuesta por dos personas adultas, sino que cuando en casa hay dos manos en vez de cuatro, tu logística se complica muchísimo en caso de enfermedad o conflicto laboral. Es necesario poner el foco en las necesidades que tienen este tipo de familia para que su vulnerabilidad no sea mucho mayor, y asumir la diversidad familiar, que es una realidad. 

Si defendemos la lactancia como valor en salud pública, hay que legislar en ese sentido

¿Cuándo deberían ser transferibles los permisos?
Los permisos deberían ser transferibles para que cada familia pueda organizarse como considere. Hay mucho paternalismo en pensar que si se hacen transferibles serán los padres quienes renuncien a sus semanas de permiso. Y no solo deberían ser transferibles, sino que deberíamos aspirar a lograr al menos unos permisos que alcancen los seis meses, que es la recomendación para lactancia materna exclusiva. Se dice que la lactancia es una elección, pero si la eliges y no puedes llevarla a cabo porque el sistema no te permite hacerlo, esa recomendación se convierte en un contrasentido. Si defendemos la lactancia como valor en salud pública, hay que legislar en ese sentido.

Has mencionado antes la importancia de las redes de apoyo.
Cuando nació mi primera hija me pregunté cómo es posible que no fuera consciente de todo esto. Estamos más solos que nunca: familias pequeñas, lejos de la familia extensa, con relaciones poco sólidas, etc. Cuando te conviertes en madre puedes ver claramente cómo nos relacionamos, lo poco que nos ayudamos.

La investigadora Lore Lujanbio propone un sistema de cuidados comunitarios.
Como no tenemos esa red hemos mercantilizado los cuidados a todos los niveles, desde los bebés a las personas enfermas. Al final cada vez estamos más solos de puertas para dentro en una sociedad claramente individualista. Y así criamos, a nivel individual: tus hijos, tus problemas. Si tienes hijos, la única medida que te ofrece el sistema es externalizar los cuidados o que puedas pedir una excedencia o una reducción de jornada. Esto no sólo ignora las necesidades físicas y emocionales de los primeros meses sino que, además, todo se sostiene en lo económico.

¿La incertidumbre es tu compañera de vida?
La incertidumbre cuando tienes un empleo precario siempre está ahí, pero desde que tengo hijos y soy autónoma, la incertidumbre está más presente que nunca. Y es más desesperante.

 

Le haremos un altar a Adrienne Rich

Hablemos de feminismo y maternidad, ¿pondremos en un altar a Adrienne Rich por saber separar el maternar de la institución de la familia nuclear?
Sí, le haremos un altar. Hemos derribado en cierto modo la institución de la maternidad porque ya no parece un destino de la mujer. Pero esto es un poco engañoso en realidad por que si llegas a los treinta y tantos y no tienes hijos también se cuestiona por qué no los tienes. Al mismo tiempo hay una percepción generalizada de que siempre estás a tiempo, que podrás ser madre cuando quieras serlo y cómo quieras serlo. Y aquí de nuevo la mercantilización de nuestros cuerpos con la industria de la reproducción asistida. No sé si hemos derribado la institución de la maternidad para construir otra parecida en las que se sigue controlando nuestros deseos y nuestros cuerpos.

Desde joven siempre he pensado que tenemos un desconocimiento brutal sobre nuestro propio cuerpo, que va más allá de si somos cíclicas o rectangulares.
La industria de la reproducción asistida lo ha aprovechado muy bien. Es muy difícil alcanzar las condiciones laborales y de vivienda que te permitan tener una vida vivible, el deseo de ser madre compite permanentemente con otros deseos y las relaciones afectivas han cambiado. Así que la maternidad se retrasa y cuando llega el momento, si es que llega, debes recurrir a las empresas de la industria de reproducción asistida. Al final te das cuenta de que es el capitalismo el que dirige nuestros ritmos vitales.

No sé si hemos derribado la institución de la maternidad para construir otra cosa que sigue controlando nuestros deseos y cuerpos

Tengo la sensación de que algunos hombres viven aún más en la inopia que nosotras sobre la capacidad de sus cuerpos. Señores de 45 años pensando en tener su primer hijo sin ser conscientes de que la tasa de aborto espontáneo se dispara cuando el dueño del semen ya ha cumplido los 35, por no hablar de que no dormir de noche cuidando un bebé no se lleva de la misma manera si eres joven o si pintan canas.
A ellos aún les cuesta más que a nosotras ser conscientes de la dimensión de los cuidados. Siempre digo que han surgido las burbujas de los padres que cuidan, esos hombres que cada vez asumen más su papel en los cuidados, pero claramente quienes se cogen las excedencias y las reducciones de jornada son las madres. Los datos están ahí.

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El impuesto de la maternidad, que dicen las economistas feministas, y la raíz de la brecha salarial. Lo palpamos a diario en la puerta de la escuela y en la carga mental. Quién recoge a los críos, quién llama para pedir la cita con pediatría.
A mí me gusta mucho lo de las bolsas de la ropa de las que habla muchas veces Silvia Nanclares: esas bolsas con la ropa que se le queda pequeña a nuestros hijos y que seleccionamos y pasamos a otras madres. Es muy raro que un padre diga “oye, esto se ha quedado pequeño, vamos a ver si alguien lo necesita”

Es un una metáfora bonita. Hablando de asumir, la sociedad ya está asumiendo que no ser madre también está bien, ¿naturalizaremos desde el feminismo el deseo de ser madre?
Es un reto pendiente. Aún nos cuesta mucho nombrar la maternidad como algo propio de las mujeres. Nos cuesta mucho ver la maternidad como una capacidad muy brutal, que luego puedes usar o no, pero la capacidad la tienes. En vez de revalorizarla, está denostada. Si es una maternidad elegida y se la da el sostenimiento necesario, ¿por qué no naturalizarla y apostar por reivindicar medidas políticas adecuadas? 

¿Por qué el feminismo olvida a menudo a las madres?
Recordamos la maternidad como un sacrificio. Como algo que nos impide llegar a otros fines. Creo que en la década de los 70 y los 80 se resolvieron muchos frentes desde el feminismo, pero no se ha sabido resolver la cuestión de los cuidados. La socióloga estadounidense Arlie Russell Hochschild decía que las mujeres podían incorporarse al mundo laboral si aceptaban las normas que se dictan en él. Y, obviamente, los cuidados no existen aquí, ni se ha pensado en cómo darle una respuesta si no es desde la mercantilización. Tampoco se piensa en que no todo son carreras profesionales y trabajos bien remunerados y valorados.

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