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Parece mentira que el despotismo, con un recorrido de tantos siglos, no haya mejorado o sofisticado sus fórmulas. Poco se diferencia la María Antonieta del 1777 diciendo ante la noticia de que los campesinos franceses no tenían para una hogaza de pan aquello de “pues que coman pastel” a la actitud del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla que ante los cientos de miles de andaluzas en lista de espera médica, en colegios sin profesoras, sin poder acceder a ayudas al alquiler y cobrando 5 euros la hora diga: “Ya no se puede gastar más en servicios públicos”.
Bueno así no lo ha dicho, específicamente lo ha anunciado así: “Somos realistas, honestos y claros: Andalucía ha llegado al tope de su capacidad financiera en sanidad, educación y servicios sociales”. Porque tope de capacidad financiera suena mejor que “no voy a pagaros más esas manías que tenéis de querer estar sanos, aprender a escribir, tener facilidades para dormir bajo techo o para tener un trabajo que os pague el vicio ese tan malo que tenéis de comer todos los días”.
Tampoco es que el anuncio pille de sorpresa, digamos que lo llamativo es que lo diga de un modo tan explícito, pero Juanma ya nos ha ido poniendo el cuerpo a tono. A pesar de esconderse tras grandes anuncios de presupuestos históricos y de inversiones nunca vistas el gasto social, Andalucía está a la cola de gasto por habitante según el último informe de la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales. Desde el 2009 ha reducido en casi 3 puntos la cuantía destinada a gasto social del 66,1 al 63,4% de 2023.
Sin embargo, no es tan grave cuánto se gasta, sino en qué. La estrategia del Gobierno andaluz desde su llegada al poder no ha sido reducir las partidas presupuestarias (eso se nota mucho) sino utilizarlas para conciertos y subcontrataciones a empresas privadas para sostener servicios tan esenciales como la salud y la educación. Por ello puede permitirse rechazar subvenciones millonarias del Gobierno Central y de la Unión Europea para reforzar la educación pública y gratuita, porque su objetivo no es mejorar la calidad de la formación que reciben las andaluzas sino, sostener su “sistema público-privado” según exponen desde la propia Junta y pidiendo que “se le dé una oportunidad”.
Por ello para que esa relación vaya bien al Gobierno andaluz no le importa cerrar instituciones que funcionan como la Escuela de Salud Pública andaluza, o abrir universidades privadas (vinculadas muchas a órdenes religiosas) a pesar de que las expertas educativas hayan denunciado su falta de adecuación, o incluso adjudicar 300 millones de euros de sanidad pública a empresas sin justificar.
Si esto no fuera suficiente ejemplo del odio visceral que Moreno Bonilla le tiene a las tiesas, ver como empresas cómo Vithas, Clece, Quirón o MEDAC se enriquecen a costa de la salud y la educación de la población, ahí va otro dato: los 98 millones de euros que el presidente perdonó a las grandes fortunas andaluzas en 2022 al eximirles de pagar el Impuesto de Patrimonio.
Junta de Andalucía
Economía Moreno Bonilla eximió el pago de 98 millones de euros a las grandes fortunas en 2022
Para esconder estas vergüenzas y además sacar pecho de españolidad de Despeñaperros para arriba, el presidente andaluz ha sido una de las figuras que se encuentra al frente del rechazo a lo que él denomina “el robo del cupo catalán”. Hasta tal punto que ha anunciado rechazaría una posible condonación de la deuda andaluza, a pesar de la delicada situación financiera del territorio, por no “blanquear el catalanismo”, como sostiene. Así las tiesas piensan que quien le está robando se encuentra a más de 900 kilómetros y que no se trata de un hurto kilómetro cero.
Juanma ha demostrado a través de sus políticas el rechazo que le tiene a la mayoría de la sociedad andaluza, la precarizada. Sin embargo, son las tiesas quienes tienen la llave de que algún día en Andalucía todo el mundo pueda comer tarta, o pan con aceite y azúcar. Y además de verdad, y no solo como una metáfora de desprecio.
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Objetivo básico del neoliberalismo, es evitar que la ciudadanía pueda llegar a tener la percepción de que el Estado puede mejorar la vida de los ciudadanos. Para ello, dejan de gastar un dinero que tienen, incumplen las normativas vigentes, y regalan nuestros impuestos a empresas privadas (que encima cotizan menos). Dinero hay, medios hay, lo que hay es una férrea voluntad de que los ciudadanos asuman que no hay nada que nacer, y se resignen. Como mucho, que dirijan su indignación hacia otros más débiles o más pobres: yo te quito la salud, pero te doy racismo.