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En las últimas semanas, ha circulado profusamente en las redes académicas el relato de Newton como ejemplo de productividad en épocas de crisis. La historia básicamente cuenta que Newton aprovechó su confinamiento durante una epidemia de peste para ser más productivo y desarrollar sus contribuciones a la ciencia más importantes.
Isaac Newton Conceived of His Most Groundbreaking Ideas During the Great Plague of 1665 https://t.co/5wp7IAWrw0 pic.twitter.com/pHE2FvDQd5
— Open Culture (@openculture) March 17, 2020
Este hecho se ha ido repitiendo como un mantra durante el confinamiento con la idea de aprovechar esta etapa para desarrollar y mejorar nuestra productividad.
Científicos, en su mayoría jefes de proyectos, divulgadores y algunos centros de investigación no han dudado en lanzar este mensaje utilizando la historia de Newton como ejemplo para “motivar” la producción en tiempos del coronavirus. No obstante, nada más lejos de la realidad, puesto que se trata de un análisis poco crítico que narra una verdad a medias. En realidad, la historia es un poco diferente a la que nos han contado. En un artículo de la revista New Yorker, nos recuerda que todos los resultados a los que Newton pudo llegar durante su confinamiento se debieron a que la mayor parte de su desarrollo se había hecho en los años anteriores cuando trabajaba en Cambridge.
Por lo tanto, durante su encierro en casa, Newton solo llegó a las conclusiones de lo que fue un duro trabajo de años de investigación. Ninguna genialidad venida del tedio absoluto que produce estar encerrado en una casa sin salir.
Además, un dato obviado en todo este asunto: la inexistente carga de trabajo no académico que tuvo Newton al estar encerrado. Esto quiere decir que Sir Isaac, independientemente de ser un genio, vivió en una época y provenía de una clase social en la que no se tenía que ocupar o preocupar de las tareas del hogar y que además nunca tuvo hijos/as a su cargo. Esto no significa que su trabajo fuese menos difícil, pero sí más llevadero.
Es sabido que el comportamiento humano ante determinados cambios en los aspectos cotidianos de la vida puede verse en mayor medida afectado por esta pandemia y el confinamiento forzoso. Sin embargo, este tema apenas se percibe en las redes sociales donde parece estar prohibido no ser productivos, incluso llega a estar mal visto. Esto quiere decir que resulta bastante habitual encontrar en cualquier medio un exceso de información sobre diversas actividades (deporte en casa, cómo hacer pan, leer en cuarentena, etc) que acaban por abrumar a cualquiera.
Y el mundo de la academia no iba a ser menos. Es más, incluso esta forma de comportamiento llega a fomentarse desde algunos centros científicos y hasta lo disfrazan de filosofía Mr. Wonderful “Si Newton pudo, tu también puedes”. Sin embargo, este tipo de mensajes pueden llegar a ser contradictorios y, sobre todo, perjudiciales para un determinado público más precario y vulnerable.
Son muchos dentro de la investigación que durante este confinamiento no han parado de mostrar escritorios de trabajo impecables, reuniones en zoom o cómo les ha dado tiempo a escribir artículos casi sin pestañear. Las prisas por ver quién realiza el proyecto con más impacto para subir el índice h o ganar notoriedad dentro de una sociedad confinada habrán revolucionado más de un departamento o grupo de investigación. Como si no pasara nada. O mejor aún, como si en este tiempo de pandemia fuese fácil el ser más productivo y tener más carga de trabajo. Este hecho curioso se ha traducido también en un aumento en arXiv/bioRxiv/medRxiv de artículos relacionados con COVID-19 que, en su conjunto llegan a superar el millar, de tal manera que se ha creado una sección en particular para este tema, de la misma forma que ha ocurrido en Google Scholar. Incluso algunos de estos artículos llegan a abordar este problema mediante el uso de modelos que a veces no se corresponden con la realidad de lo que se estudia, ¿quizás un deseo inconfesable de conseguir prestigio por encima de todo?
Un ejemplo de esto es un artículo que usa la forma en la cual se comporta un material ferromagnético, el modelo de Ising, para explicar la expansión del COVID-19. Desde aquí no vamos a negar que el uso de modelos matemáticos para ver si describen bien un experimento es totalmente legítimo e incluso puede ser útil a la hora de entender el comportamiento de este. Sin embargo, creemos que escribir un artículo en un campo del que no se tienen unas nociones básicas y solo motivado por las prisas por publicarlo para tener una contribución al campo o quizás por una búsqueda de cierto prestigio académico puede ser una actividad temeraria y metodológicamente pobre.
Un reciente artículo publicado por The Chronique explica que los efectos de mostrar una excesiva productividad puede llegar a ser contraproducente para muchas personas provocando incluso un sentimiento de culpabilidad por no cumplir las expectativas de lo que se espera de ellas. La misma autora recomienda ignorar a aquellas personas que muestren socialmente esa productividad porque puede hacer que surjan sentimientos de frustración ante la imposibilidad de continuar con el mismo ritmo. Lo curioso es que dentro de esta burbuja, con frecuencia, se nos olvida que existe un factor que hace que estas situaciones aumenten y se normalicen en algunos sectores como el científico: la precariedad.
En este caso, la academia acaba por convertirse en una carrera de obstáculos donde el personal investigador que no se pueda permitir ser igual de productivo durante el confinamiento no obtendrá los mismos beneficios.
En definitiva, no se tienen en cuenta determinados factores como el cuidado de personas dependientes, las tareas propias que hay en una casa o las dificultades que entraña el teletrabajar para algunas personas. Resulta evidente que la productividad se ha visto afectada y reducida por tales inconvenientes, aunque este tema parece pasar totalmente desapercibido. Es más, no parece que este aspecto sea particularmente nuevo ahora en estos tiempos de pandemia. Este comportamiento a la hora de obviar la situación social de cada uno es una regla general en el mundo de la investigación que se ve amplificado en los tiempos que estamos viviendo de confinamiento.
El resultado de esta dinámica favorece, como siempre, a las personas que no tienen cargas de ningún tipo o que simplemente pueden depositarlas en alguien más.
Esto solo hace que los colectivos vulnerables estén en una posición de desventaja en un sistema donde se prioriza y se premia la productividad basada en una falsa meritocracia. De esta manera, las consecuencias de la pandemia y el confinamiento llevan a desfavorecer aún más a estos colectivos.
Otro punto de reflexión que se está viviendo en el confinamiento es la cantidad de derechos laborales que se infringen con normalidad en pro de la productividad deseada, a pesar del esfuerzo de ciertos sindicatos en informar y asesorar, creando multitud de materiales de consulta e incluso consultorios online como forma de asesoramiento. En este tiempo estamos incluso viendo como investigadores son enviados a trabajar a los laboratorios en condiciones precarias para sacar proyectos adelante.
Recientemente, FJI-PRECARIAS denunciaba casos de abuso laboral que estaban sufriendo jóvenes investigadores. Este abuso laboral se traduce en obligar al sector más precarizado a acudir a su puesto de trabajo, en este caso el laboratorio, para seguir con los experimentos o mantener el mismo ritmo de trabajo anterior al confinamiento sin tener en cuenta las particularidades de la persona. Por otra parte, las estructuras heredadas dentro de un sistema precario y arcaico también tienden a fomentar este tipo de actuaciones donde la persona se ve forzada a cumplir con unas expectativas altas de productividad que acaban por traducirse en un sentimiento de culpa basado en un “si no trabajo, no tendré contratos el año que viene”. La mezcla de ambos factores, unido a la baja sindicación y concienciación laboral en la academia, y en general en todos los sectores precarizados, hace que finalmente hasta una pandemia sea incapaz de vencer a un sistema donde si no puedes permitirte ser productivo lo más seguro es que se te culpe por tu mala gestión del tiempo. En definitiva, la precariedad unida al confinamiento acaba por convertirse en una excelente oportunidad para tratar de sacar el máximo provecho publicitario de esta ola mediante la creación de proyectos que intenten pseudosoluciones.
Poco a poco, los discursos a favor de la cultura productiva terminan por normalizarse en la sociedad llevando a efectos perjudiciales para la salud mental. Como ejemplo, un artículo publicado en The Lancet analiza una serie de artículos sobre los efectos psicológicos de situaciones en cuarentena.
La mayoría de los resultados de los diferentes estudios reportaban efectos psicológicos en periodos de cuarentena tales como síntomas de depresión, ansiedad e insomnio, entre otros.
Otro dato interesante del estudio fueron los efectos postcuarentena a raíz del confinamiento: se detectaron efectos psicológicos mayores dependiendo del tiempo de cuarentena o síntomas de estrés derivados de la incertidumbre o los problemas financieros que se habían arrastrado.
La precarización dentro, y fuera, del ámbito académico ha dado lugar a un sistema tremendamente injusto que puede verse empeorado con la pandemia. El confinamiento debería servir para reflexionar sobre la idea de productividad que teníamos previamente a la pandemia. Querer continuar con un ritmo de trabajo similar puede ser perjudicial y tremendamente injusto para las personas que no puedan seguir como si no hubiese pasado nada, sobre todo dentro del mundo de los cuidados. Finalmente, es necesario preguntarse si mantener un mismo sistema desigual donde se sobreexplota la productividad incluso en tiempos de pandemia puede ser beneficioso para un sector, el académico, que cada día va perdiendo más investigadores por culpa del monstruo que ha creado.
La fachada de igualdad de oportunidades esconde un sistema donde algunos parten con mucha ventaja en la carrera impuesta de la productividad. Valorar las circunstancias y tener en cuenta ciertas actitudes perjudiciales será primordial para desarrollar mecanismos que permitan contribuir de forma positiva al desarrollo de un entorno académico más estable y positivo.Relacionadas
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Enhorabuena por el artículo, creo que es claro y refleja de forma fiel la realidad de la ciencia precaria. Intuyo que la raíz del problema es que la ciencia humana no es inerte a la sociedad, a su vez devorada por los valores de la acumulación y conseguir estatus. La emergencia está haciendo aflorar la deshumanización de la sociedad y por tanto de la ciencia. Adelante!
Pues yo no he dejado de cumplir con mi trabajo ni con las tareas domésticas ni un solo día mientras he escrito esto: https://twitter.com/jzamorabonilla/status/1250676635495550976?s=21