Opinión
Otra Extremadura, un libro que toma la memoria de las luchas sociales como fuente de inspiración

El libro de Manuel Cañada es una obra necesaria y útil, en la medida en que entendamos que, si los de abajo no se apropian de un conocimiento sobre su pasado, serán otros los que realicen esta labor.

Otra Extremadura, Manuel Cañada
Imagen de portada de Otra Extremadura
26 ago 2020 01:29

La historia como un arma para la transformación social

Señalaba el maestro de historiadores Josep Fontana que la “historia siempre ha tenido una función social presentándose con la apariencia de una narración objetiva de acontecimientos concretos”1. Esta función social, no puede ser entendida en términos de estricta neutralidad, sino que constituye, en buena medida, un campo de disputa. Así, como apuntara el cubano Moreno Fraginals, las clases dominantes tienden a elaborar una visión del pasado a su servicio llena de mitos y silencios.2 Y es que cualquier mirada mínimamente ecuánime será capaz de apreciar como desde el poder se intentan borrar las huellas de las batallas emprendidas por los oprimidos, desnaturalizarlas ocultando sus contenidos potencialmente subversivo o criminalizarlas recurriendo incluso -si fuera el caso- a la mentira más abyecta. Paralelamente a esto, y enmarcado en los mismos objetivos de apropiación del pasado por parte de las élites, vemos como se destaca el papel histórico de los “grandes personajes”, se fomenta un nacionalismo chovinista a través de las loas a las gestas imperiales o se construyen relatos ingenuos y míticos de ciertos procesos históricos, en la medida en que puedan servir para justificar y legitimar el actual estado de las cosas

La obra de Manuel Cañada Otra Extremadura: Materiales para una historia alternativa de Extremadura es una obra necesaria y útil, en la medida en que entendamos que, si los de abajo no se apropian de un conocimiento sobre su pasado, serán otros los que realicen esta labor. Víctor Chamorro recuerda con frecuencia cómo el franquismo proyectó una imagen de una Extremadura imperial, clerical y evangelizadora, poblada por gentes humildes pero leales al orden establecido. Puede sonar muy lejano, pero hoy cualquier joven extremeño conoce las “gestas” de colonizadores como Cortés o Pizarro, mientras son muchos a los que ni siquiera les suena un acontecimiento tan trascendental en nuestra historia reciente como el 25 de marzo de 1936. A fecha de 2020, el día oficial de nuestra región conmemora el “nacimiento” de una Virgen. E incluso en obras académicas, a las que se supone cierta distancia con respecto a las deformaciones ideológicas más grotescas, se toma por cierto el estereotipo del extremeño como ser sufriente que tiende por naturaleza a aceptar sus males con resignación. Quizás, al menos en algunos casos, no resulta muy desacertado el afirmar que en una sociedad burguesa el historiador juega un papel parecido al del cura en una sociedad feudal.

Víctor Chamorro recuerda con frecuencia cómo el franquismo proyectó una imagen de una Extremadura imperial, clerical y evangelizadora, poblada por gentes humildes pero leales al orden establecido

Apunta Enzo Traverso que la “utopía socialista estaba profundamente ligada a una memoria de los trabajadores que desapareció en las últimas y cruciales décadas.”3 En Extremadura -nunca está de más recordarlo- esta memoria rebelde sufrió su más duro golpe y comenzó a debilitarse con una represión salvaje a manos del fascismo que costó miles de muertes y la disolución violenta de las organizaciones políticas, sindicales y culturales del movimiento obrero. Pasada la transición, el poder político regional, en manos de un partido que se dice de izquierdas, no hizo nada en principio para su recuperación y solo cuando se vio forzado por las presiones de la sociedad civil, otorgó una cierta proyección pública a una labor de exposición y denuncia de la represión que, con todo, intentaba desligarse de las causas que la explican y de las ideas y el compromiso de los represaliados.

A contrapelo de las visiones del pasado al servicio del poder, Manolo ofrece un libro que toma partido con toda claridad a favor de las clases populares y en contra del capitalismo

A contrapelo de las visiones del pasado al servicio del poder, Manolo ofrece un libro que toma partido con toda claridad a favor de las clases populares y en contra del capitalismo, hasta tal punto que podría ser calificado como un “libro militante”, de “combate”, dirigido muy especialmente a aquellos que trabajan activamente por otra Extremadura libre de desigualdad, de caciquismo y de explotación.

Frecuentemente, este tipo de tomas de posición tan explícitas son objeto de críticas muy fieras. Se nos invita -sobre todo cuando somos críticos con el status quo- a que “disimulemos nuestras cojeras”, jugando a forzar una intencional neutralidad cuando nos enfrentemos al pasado que suele ser remitir las más veces al sensato centrismo del término medio, legitimador del actual estado de las cosas y de un relato histórico funcional al mismo.

Posiblemente haya quienes califiquen este libro -incluso sin leerlo- como panfletario, tendencioso, politizado o contaminado… una serie de comodines muy socorridos y con poca sustancia, que permiten descalificar las obras sin tener que tomarse la molestia de replicar sus contenidos concretos o elaborar otros argumentos alternativos a la misma. Al menos en lo que atañe a mi experiencia personal, no es extraño que estas aseveraciones tiendan a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. He conocido a historiadores que insistían especialmente en la necesidad de ejercer su oficio con aséptica imparcialidad, a la par que organizaban seminarios y conferencias sobre la Transición española en los que no se incluía ni un solo elemento de análisis crítico, se insistía en mitos como el del carácter pacífico del proceso o incluso se reproducían loas a Juan Carlos I propias de un documental de Victoria Prego.

Resulta especialmente interesante cómo, entre los materiales de trabajo de Manolo, se combinan las investigaciones historiográficas más reputadas y la asimilación de rico acervo teórico, con la emergencia de voces de gentes anónimas, normales y corrientes, que expresan su experiencia de sufrimientos como trabajadores

Pero a contrapelo de lo que pudiera parecernos desde cierto sentido común creado, la toma de partido de Manolo no está reñida con el ejercicio de una subjetividad rigurosa. A una visión de la historia comprometida con la transformación de su presente de nada le sirve montarse películas o no atender a la realidad de los hechos, sino que requiere de una aproximación a conocimientos reales, verídicos, que le permitan comprender las raíces históricas de las injusticias actuales y asimilar críticamente las experiencias de luchas que nos preceden. Pese a no tratarse de una investigación sistemática y contar con un carácter eminentemente divulgador, salta a la vista que detrás de la construcción de esta obra hay muchas horas de lectura y de estudio detrás, de recopilación de datos, de reconstrucción de hechos y de una labor aguda labor interpretativa.

En este sentido, resulta especialmente interesante cómo entre sus materiales de trabajo se combinan las investigaciones historiográficas más reputadas y la asimilación de rico acervo teórico, con la emergencia de voces de gentes anónimas, normales y corrientes, que expresan su experiencia de sufrimientos como trabajadores o su lucha como parte integral de una masa social anónima que impulsa los cambios históricos. Apuntaba Ronald Fraser que las fuentes más utilizadas por los historiadores (las presentes en los archivos, la prensa…), corren el riesgo de reflejar sólo la historia que logró imponerse,4 y por ello una historia de los oprimidos puede valerse también de fuentes orales populares.

Otra Extremadura 2
Portada alternativa (interior) del libro

Retazos de historia de una Extremadura de sufrimiento y rebeldía

El primer bloque de contenidos de Otra Extremadura está dedicado a los orígenes del movimiento obrero en Extremadura y a la etapa de la II República, culminando con las ocupaciones pacíficas del 25 de marzo de 1936. Cabe decir, que este apartado ofrece una mirada sobre este período un tanto distinta a la que estamos acostumbrados incluso en medios progresistas, y particularmente en el ámbito de la llamada memoria histórica.

No cabe duda, de que en las últimas décadas se ha realizado una labor muy positiva en cuanto al esclarecimiento del alcance de la represión o el desenterramiento de fosas comunes que no hay que menospreciar y que puede ser leída como una auténtica conquista popular. Pero como apunta el propio Manolo, esta labor se ha subordinado con frecuencia “a los intereses del poder político recordando y olvidando a conveniencia.”5

Frente al memorialismo más descafeinado, esta obra no sólo aborda la memoria de la represión, sino también la memoria de las luchas, reivindicándolas como una fuente de inspiración, de lecciones y de enseñanzas que no constituyan una nostalgia estetizante ni un refugio identitario, sino “una memoria caliente y explosiva que despierta y actúa sobre la realidad de hoy.”

¿Por qué un partido como el PSOE puede sentirse cómodo o incluso verse beneficiado con la línea dominante en el movimiento por la memoria histórica? ¿Cómo puede darse esta situación cuando se sitúan en las antípodas de lo que representó el movimiento obrero y el socialismo de los años 30?

Es evidente, que un Fernández Vara que rechaza una medida tan nimia como la subida del Salario Mínimo Interprofesional, no podría sentirse identificado con una memoria histórica que expusiera y reivindicara la lucha contra el latifundismo e incidiera en continuar -desde nuestras propias circunstancias- con el hilo rojo del combate a la explotación. A las pruebas nos remitimos: en 2007 aprobaron junto al PP la eliminación de las referencias a la Reforma Agraria presentes en el Estatuto de Extremadura.

Frente al memorialismo más descafeinado, esta obra no sólo aborda la memoria de la represión, sino también la memoria de las luchas, reivindicándolas como una fuente de inspiración, de lecciones y de enseñanzas que puedan brillar en el instante de un peligro6, que no constituyan una nostalgia estetizante ni un refugio identitario, sino “una memoria caliente y explosiva que despierta y actúa sobre la realidad de hoy.”7

Resulta especialmente acertado y novedoso el análisis global del ibarrismo que nos encontramos en sus páginas, y que puede enmarcarse a su vez en una lectura crítica de la transición y el régimen del 78 (poco presente hasta el momento en Extremadura)

En cuanto al resto de la obra, y sin desmerecer el conjunto de su contenido, diría que resulta especialmente acertado y novedoso el análisis global del ibarrismo que nos encontramos en sus páginas, y que puede enmarcarse a su vez en una lectura crítica de la transición y el régimen del 78 (poco presente hasta el momento en Extremadura) y en una profunda revisión de la llamada “modernización socialista” que apenas está empezando a dar sus primeros pasos.

Se expone así la estrecha vinculación entre el PSOE, la Junta de Extremadura y los intereses del gran capital, con artículos dedicados a figuras como Alfonso Gallardo y Atanasio Naranjo que resultan especialmente demoledores. En ellos se nos muestra el retrato de una clase dominante en Extremadura muy dependiente de la administración pública -con todo coste que ello implica en cuanto a privatizaciones, externalizaciones y subvenciones- y que ni siquiera por esas se atiene a cumplir ciertos compromisos relacionados con el empleo o a respetar los derechos laborales más elementales. Nos encontramos también ante un PSOE que tiene en el respeto a los intereses de las grandes fortunas una línea roja que jamás puede ser traspasada y una visión de la solución de los problemas de la economía extremeña basada exclusivamente en el libre mercado y la operatividad de la rentabilidad empresarial.

Nos encontramos con una buena caracterización del clientelismo, de esa corrupción cotidiana e interiorizada, que ha hecho de la Junta una suerte de cortijo privado que sale a relucir en las subvenciones a afines, los enchufes o la gestión de ciertas empresas públicas y diputaciones provinciales con criterios privado

Teniendo en cuenta este sesgo de clase social de la administración pública extremeña y las condiciones de precariedad, paro y emigración que sufre buena parte de los extremeños, Manolo intenta explicar también la relativa desmovilización que ha ido instalándose progresivamente la región, así como la existencia de una notoria base social del ibarrismo.

Otra Extremadura 3

Y aquí creo que nos encontramos con una buena caracterización del clientelismo, de esa corrupción cotidiana e interiorizada, que ha hecho de la Junta una suerte de cortijo privado que sale a relucir en las subvenciones a afines, los enchufes o la gestión de ciertas empresas públicas y diputaciones provinciales con criterios privado. Una forma de ejercer el poder que, del mismo modo que premia al fiel, puede golpear y expulsar al rebelde, como se expone a través de numerosos ejemplos concretos.

No obstante, junto a este retrato de una “inercia desmovilizadora” ligada a las características del ibarrismo, en Otra Extremadura también nos encontramos con una intensa crónica en primera persona de las ricas dinámicas de movilización popular que ha conocido esta tierra en su historia más reciente. Las luchas contra Valdecaballeros y la batalla contra la Refinería, las históricas huelgas de la construcción de los 80 y en otros sectores laborales, la irrupción en la región del 15-M o la actividad de Campamentos Dignidad constituyen un motivo de esperanza y un continuum de reivindicación frente al poder en pro de una sociedad justa, que hoy sigue en pie y que habrá de desarrollarse y extenderse en el escenario de honda crisis social al que nos vemos abocados.

Conclusión

Frente a lo que afirman los apologetas del capitalismo como “mejor de los mundos posibles”, no es cierto que las últimas décadas el mundo haya conocido una era “de paz social”. Nuestro presente está lleno de huelgas, nuevos movimientos sociales, revueltas pacíficas y violentas y hasta rebeliones de masas capaces de tumbar gobiernos.

Pero también es cierto que esta conflictividad ha tendido a quedarse con frecuencia en la mera protesta y el rechazo de lo existente, sin tener capacidad de articular un programa de transformación revolucionaria de la realidad, ni de articular un pensamiento estratégico capaz de dar pasos en dirección a esos fines. Esto provoca muchas veces la brevedad de la protesta en el tiempo o su asimilación por el reformismo, por no hablar de los riesgos de su desviación hacia una orientación reaccionaria en ciertos escenarios.

La Historia no solo vale como un instrumento de conocimiento. La memoria de las luchas pasadas, de sus victorias y de sus derrotas tiene también un papel épico, romántico si se quiere, que es clave a la hora de elevar nuestra moral y nuestro orgullo

Ante esta situación, creo que para que el movimiento popular pueda tener un norte más claro y una mayor profundidad en sus objetivos, los indignados del siglo XXI debemos abrir un frente de batalla en el terreno intelectual. No me refiero con ello a una actividad intelectual encerrada en la universidad o para círculos de iniciados, sino profundamente conectada al movimiento real, en la que se recupere una labor de formación, análisis y divulgación que estuvo muy presente en el pasado y, dentro de la cual, el desarrollo de forma de hacer historia crítica, rigurosa y combativa juega un papel central.

Con todo, la Historia no solo vale como un instrumento de conocimiento. La memoria de las luchas pasadas, de sus victorias y de sus derrotas tiene también un papel épico, romántico si se quiere, que es clave a la hora de elevar nuestra moral y nuestro orgullo. El estilo apasionado y vibrante que encontramos en este libro apunta en esa dirección y puede servir de referencia para futuras elaboraciones escritas desde ámbitos militantes.

Decía Rodolfo Walsh que “las clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.” La lectura y difusión de obras como Otra Extremadura forma parte de la recuperación de ese parte del pasado que nos han querido arrebatar y que vamos a reconstruir.

[Para más información sobre el libro: jarramplaseditorial@protonmail.com]



REFERENCIAS

1 FONTANA J (1982). Historia: análisis del pasado y proyecto social. Crítica, 1982, p.16.

2 MORENO FRAGINALS, M. (1983). La historia como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios y plantaciones. Crítica, p. 13

3 TRAVERSO, E (2019). Melancolía de la izquierda después de las utopías. Galaxia Gutenberg, p. 36.

4 FRASER R (1992). La Historia Oral como la Historia desde abajo, Ayer, 12, pp. 91-92.

5 CAÑADA, M. (2020) Otra Extremadura: materiales para una historia alternativa de Extremadura. Jarramplas, p. 103.

6 BENJAMIN, W. Tesis sobre filosofía de la historia. Revolta Global, pp. 3-4.

7 Op.cit (2019), p. 140.


 

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En esta suerte de crisis de las clases subalternas en la que, con matices, parece que estamos instalados, la construcción de una especie de historia en lucha puede jugar un papel muy interesante en pos de su superación. A ello pueden contribuir historiadores profesionales, pero también jornaleros, pensionistas, camareros, estudiantes… y colectivos organizados como es, en este caso, la Asociación 25 de marzo.

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Atanasio Naranjo es el presidente de Afruex (la patronal de la fruta). La cabeza visible de un emporio económico, Tany Nature, levantado sobre la explotación de los trabajadores, la ruina de miles de pequeños campesinos y el trato de favor constante de la Junta.
VV.AA.
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