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Universidad
Del aula a la pantalla. Las tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza
Una mirada a cómo cambiaría la formación universitaria un modelo telemático. La idea de que la educación debe adaptarse a la tecnología y al aprendizaje programado ya podía intuirse en los discursos que venían dictados a nivel europeo por el plan Bolonia. Para los administradores políticos, las grandes cuestiones no son educacionales, lo que les interesa son las implicaciones financieras de la enseñanza electrónica a distancia. Pero esta no garantiza per se la formación de los individuos. El propio modelo de enseñanza computarizada tiene consecuencias en la forma de aprender y en los estudiantes.
La identificación del papel estratégico del conocimiento, dentro de la llamada “revolución tecnológica” de los últimos cuarenta años, procede fundamentalmente de las teorías postindustrialistas de la sociedad. Según esta interpretación, el elemento distintivo de las sociedades postindustriales frente a sus antecesoras residiría en un cambio cualitativo en cómo concebimos, producimos y manejamos el conocimiento. En las sociedades industriales, el conocimiento se aplicaba como inversión tecnológica para el incremento de la producción y la sustitución de los trabajadores por máquinas. En las sociedades postindustriales, se asume el conocimiento como objeto de producción tecnológica. El saber se produce, se almacena y se usa industrialmente para producir más saber.
Desde la lógica de la convertibilidad técnica del saber, la intervención social en ámbitos de interés público se presenta y se resuelve en base a criterios de “gestión” y “viabilidad técnica”. En este sentido, una necesidad social que no se defina y se afronte mediante la técnica resulta inviable, lo que equivale, bajo la lógica dominante, a declararla socialmente “irresoluble”. Pues bien, la revolución tecnológica da lugar a nuevas orientaciones en el discurso y las prácticas educativas. Con todo, el reconocimiento del valor de la tecnología no quita para indicar los efectos negativos derivados de adoptar una fe ciega en sus potencialidades. Movidos por esta fe, podemos llegar al error de asumir la tecnología como un fin en sí mismo.
Movidos por esta fe, podemos llegar al error de asumir la tecnología como un fin en sí mismo
El papel que se le reconoce al conocimiento como una forma de ilustración, se separa de su dimensión filosófica integral (phrónesis o prudencia, en la Paideia griega; Bildung, en la tradición cultural alemana), para asumir una forma codificada y transferible como técnica, algoritmo, fundamento o recurso de operación. Así, la formación educativa tiende a reducirse cada vez más a esquemas de orientación práctica, a saberes “contextuados” y habilidades específicas. En suma, a concepciones, actitudes y habilidades vinculados con una profesión, un rol o una tarea. Dentro de esta forma de ver la formación, el prestigio del conocimiento deriva de su poder técnico, su flexibilidad como portador de valor de cambio, su performatividad y convertibilidad.
La formación educativa tiende a reducirse cada vez más a esquemas de orientación práctica, a saberes “contextuados” y habilidades específicas
Y la educación se convierte cada vez más en un problema de “acceso adecuado a las redes” y deja de verse como un proceso de construcción mediante el diálogo. Si bien en ocasiones enriquece los modos de comunicación presenciales, en muchos otros tiende a sustituirlos. Con todo, del mismo modo en que una “sociedad de la información” no se convierte automáticamente en una “sociedad de conocimiento”, la transmisión tecnológica de saber no resuelve por sí sola las dificultades inherentes al aprendizaje, ni garantiza per se la formación de los individuos. Si bien la sociedad de la información, como ninguna otra, teóricamente pone al alcance de los individuos un cúmulo de información, la adecuada y oportuna decodificación de dicha información sigue remitiendo ineludiblemente al problema de la formación de los estudiantes. Cualquier conocimiento es compartible, pero nadie puede conocer por otra persona.
El propio modo de información computarizado conlleva tendencias individualizantes que hacen difícil su uso comunal o compartido
Universidad
La incertidumbre protagoniza un curso universitario a punto de arrancar
La fascinación por el “poder infalible” de las TIC en la mejora del proceso educativo se deja ver en diferentes momentos de los discursos educativos. Una obra significativa de los años sesenta en Estados Unidos, Educating the Expert Society (Clark, 1962), consignaba ya la premisa de que los cambios educativos deben seguir a los cambios tecnológicos. Bajo esa lógica dominante pueden ser leídos también los actuales discursos sobre el aprendizaje programado y la adquisición de competencias que venían dictados a nivel europeo por el plan Bolonia. En ellos, se evidencia una tendencia dominante a concebir el conocimiento exclusivamente como un problema de planificación, organización e instrumentación didáctica, esto es, como un problema instrumental; y el vínculo educación-economía como una relación de naturaleza esencialmente técnica. Merced a las nuevas tecnologías, se introduce en el ámbito educativo una lógica del cambio permanente, del “renovarse o morir”. La cada vez más corta “vida” de los saberes, su acelerada “caducidad”, termina conformando un esquema en donde la formación, en su sentido amplio, se sustituye por la actualización, noción que literalmente expresa el acto de situar en “tiempo real”, en tiempo de red, las últimas innovaciones del saber de un campo concreto de conocimiento.
Ello explica que, frente al descrédito de la universidad pública general, se promueven de modo predominante redes alternativas de formación privatizada y mecanismos internos de estratificación y diferenciación de los alumnos: universidad pública para los sectores mayoritarios; y por otro lado opciones distintivas para la formación de la intelligentsia profesional y técnica. Al lado de su función profesionalizante, se conforma una nueva función para la Universidad: la de ofrecer educación permanente a través de nuevas modalidades para la actualización, la extensión, los diplomados y demás modalidades de capacitación y educación abierta.
En los discursos sobre el aprendizaje programado se evidencia una tendencia dominante a concebir el conocimiento como un problema de planificación, organización e instrumentalización didáctica; es decir como un mero problema instrumental
Filosofía
Google Classroom, escuela y pedagogía unidimensional
El cambio desde la innovación por el profesorado a la innovación por la administración es más que un simple cambio entre actores y sus aliados. Es también un cambio en lo que podría denominarse como cambio de filosofías espontáneas de la tecnología, con lo cual se quiere manifestar que los administradores tienen habitualmente una visión de la tecnología, y de lo que puede esta conseguir, muy diferente de la que tienen los profesores.
El profesorado, cuando de hecho se implica con la nueva tecnología educativa, siente inmediatamente que esta no está madura, que la electrónica no está “allí” todavía lista para usarse. En la experiencia real de la educación en línea, la tecnología no es una cosa predefinida en absoluto, sino un entorno, un espacio vacío que el profesorado ha de habitar y hacer vivir. Tienen más bien una relación artesanal antes que una estrategia de desarrollo. Intentan conseguir el toque y averiguar cómo animarla, proyectar su “voz” en ella. Al hacerlo actúan dentro de una antigua tradición que asigna la educación a las relaciones humanas antes que a las máquinas. La diferencia se refleja en el diferente énfasis que se da a la tecnología. Mientras que sería “estupendo” ser un profesor “estrella” en una clase virtual automatizada, la mayoría del profesorado no aspira a ese elevado estatus. Pero todo esto puede suponer una devaluación de la labor del profesorado, y un mando cada vez más reducido que decidiría los contenidos y el programa para los estudiantes, mientras el resto de profesores quedarían casi reducidos a dinamizadores del aula, auxiliares o coachs. En el delirio se plantea como una verdadera solución acabar totalmente con los institutos y los campus universitarios.
Educación
Soliloquio de una profesora
La proliferación de la tecnología en las aulas, la orientación de alumnos para los mercados y la precarización de la profesión docente está teniendo consecuencias graves sobre la formación y las vidas de las generaciones futuras.
Por otro lado, las clases online en vídeo, con sus aparatos complicados e intimidantes, se muestran poco atractivas tanto para profesores como para estudiantes. Es tedioso, genera ansiedad y no logra ni de lejos sus fines de sustitución del aula presencial.
Esto puede suponer una devaluación de la labor del profesorado, y un mando cada vez más reducido que decidiría los contenidos y el programa para los estudiantes, el resto de profesores quedarían casi reducidos a dinamizadores del aula, auxiliares o coachs. En el delirio se plantea como una verdadera solución acabar totalmente con los institutos y los campus universitarios
Educación
El sistema bimodal en educación y la “nueva normalidad”
¿Por qué se deberían automatizar tareas muy cualificadas de la educación? Se argumenta que la tecnología podría ofrecer cierto tipo de educación más efectivamente que de lo que puede hacerlo el profesorado, dando autonomía al aprendiz, el cual se supone que está oprimido o al menos mal atendido por el profesor. También se afirma que la instrucción automatizada ofrece una opción “a medida” para los adultos que trabajan. Se dice que la educación automatizada promueve “virtudes” postindustriales tales como la flexibilidad temporal y espacial, productos individualizados, y control personal. Pero en última instancia, la principal razón para la automatización resulta obvia: reducir costes.
Para los administradores políticos, las grandes cuestiones no son educacionales. Lo que les interesa son las implicaciones financieras de la enseñanza electrónica a distancia. Esperan usar la nueva tecnología para superar la crisis en los gastos de la educación que se acerca y acomodar la explosión de las matrículas de gente joven y de estudiantes que vuelven a empezar. Se supone que las innovaciones como la videoconferencia y la educación automatizada en línea harán posible mejorar la calidad a la vez que recortarán los costes de la educación. Los estudiantes en las clases virtuales no necesitan aparcamientos. Aún más, los cursos se pueden “empaquetar” y “vender” generando un ingreso continuado sin inversiones posteriores. Pero cabe preguntarse si puede la nueva tecnología satisfacer la misión educativa actual para grandes cantidades de alumnos y además lograr un ahorro de costes. Si los intentos previos de reemplazar profesores fallaron por razones puramente técnicas, dan a entender que Internet resulta prometedor para tal fin. Por su capacidad para transmitir materiales gráficos llamativos, programas y texto, representa un avance considerable sobre los medios anteriores de transmisión de información. Incluso puede ofrecer imitaciones primitivas de tareas en las que el profesor tiene más protagonismo, como responder preguntas en tiempo real o no.
Universidad pública
El ministro Castells: el tecnócrata hippie y su plan para desmontar la Universidad
En este modelo de “desarraigo” del proceso educativo, la desconexión del lugar tradicional del aula significa también la despersonalización de la educación misma. Si pretenden que el contacto humano no sea ya central en un proceso de crecimiento tan fundamental como la educación, desde luego nos dirigimos con seguridad a una idea muy diferente de madurez y a una sociedad moderna muy distinta respecto a la que ahora vivimos. Pero ¿es esto una consecuencia necesaria de la modernización?, o más específicamente, ¿qué se pierde con la desaparición del aula?
El aula constituye un grupo social genuino y propio, con todos los procesos inherentes al mismo. En cuanto tal, los diversos componentes de esta deben adquirir la competencia situacional suficiente para desenvolverse adecuadamente en ella, tanto en cuanto colectivo como en cuanto a las propias acciones individuales. En otras palabras, los individuos que componen este grupo social necesitan un “grado de adaptación” a la situación que se genera en cada aula en particular. Este cúmulo de procesos se concreta en las propuestas curriculares que tienen lugar en cada aula, en el proceso educativo único que se da en cada clase y que no puede programarse al detalle previamente. En suma, la organización de la actividad académica que se produce pone de manifiesto los significados que se han ido elaborando con los mismos, traduciendo, de algún modo, el complejo entramado cultural y social anterior, aun cuando puedan ponerse explícitamente de manifiesto pronunciamientos pedagógicos bien diferentes e incluso contrapuestos.
Universidad
Imaginación y espectáculo universitario
Este artículo ha intentado responder a cuestiones básicas sobre el estado del debate actual respecto a la tecnología educacional. En este sentido, se ha ofrecido la ilustración de unas prácticas, así como de una serie de preguntas sobre la relación existente entre la modernidad (en términos pedagógico-formativos) y la tecnología. Esta problematización puede resumirse en los siguientes principios de investigación.
1. No hay que confundir la forma en que los grupos sociales piensan sobre la tecnología con la misma tecnología. Por ejemplo, la creencia de que la computerización sirve para la eficiencia y la automatización ha sido refutada por las actuales posibilidades de aplicaciones comunicativas.
2. Las tecnologías no son cosas terminadas sino procesos fluidos. Es particularmente claro en el caso de los dispositivos propios de las TIC como los ordenadores. Es verdad que las tecnologías estabilizadas pueden parecer más fijas que fluidas, pero cualquier máquina puede ser alterada y transformada por las demandas sociales.
3. El enfoque que tomemos al estudiar la tecnología ha de moverse desde las máquinas y su supuesta neutralidad junto con la variedad de usos que permiten, hacia el proceso de su propio diseño y a las diferentes líneas de desarrollo que pueden crecer desde la presente tecnología, bajo las diferentes influencias sociales. En el caso de la educación estas líneas podrán ir en direcciones sociales radicalmente diferentes sobre la base de equipos que, aun teniendo algunas diferencias, tienen muchos elementos en común. En la mayoría de los casos, el impacto social es más bien una cuestión de la configuración de la panoplia de maquinaria e ideas técnicas que de innovación técnicamente significante.
4. El diseño de las TIC debe retrotraerse a los actores sociales cuya influencia las moldea. La ideología de las personas y su posición social gobierna su imaginación y los orienta hacia uno u otro tipo de diseño de estas tecnologías. Dado que las personas están implicadas no sólo como consecuencia pasiva sino como agentes en cada paso del desarrollo, deberíamos también como usuarios ser capaces de remodelar las TIC que encontramos a nuestro alrededor, a fin de que se ajusten mejor a nuestras necesidades. No se admite el fatalismo.
5. La cuestión de la educación que utilice en todo o en parte las nuevas TIC, debe por lo tanto estructurarse en un contexto más amplio, porque en principio no es una cuestión tecnológica. A fin de cuentas, refleja las relaciones cambiantes entre la Administración y el profesionalismo, lo cual a su vez implica cuestiones como los modelos de profesión, estandarización, calidad y control. La solución a estas cuestiones y la evolución de la tecnología educativa van de la mano. Igual que ha ocurrido en las empresas, existe una enorme tentación de plantear las TIC como una herramienta administrativa para centralizar la enseñanza. Y si el profesorado no establece medidas, algo así puede ocurrir de hecho en el entorno confuso creado por el cambio tecnológico; y una vez que ocurra, las decisiones erróneas se fosilizarán en lo técnico y ya será difícil cambiarlas.
Estos principios sugieren que, a pesar de la exageración constante, no hay una sociedad de la información. Hay muchas posibles sociedades de la información y depende de nosotros que identifiquemos la que esperamos habitar en el futuro y trabajar para que pueda existir. Desde esta perspectiva, la escuela y la universidad pueden perfilarse como instancias promotora de estrategias de pensamiento, dirigidas a la revisión permanente de nuestros marcos conceptuales