“La pasión no basta para vivir dignamente, el capitalismo alimenta la responsabilidad individual del artista”

“Ura jaten”, la primera obra de Maddi Goikoetxea, saca a relucir datos preocupantes sobre la situación en el ámbito teatral y cultural.
Maddi Goikoetxea
Maddi Goikoetxea en Donostia, firmando ejemplares de su libro 'Ura jaten'. Itzel Yessenia Castro
17 ene 2024 05:03

Maddi Goikoetxea Juanena siempre ha trabajado en torno al teatro y conoce perfectamente la realidad del oficio. Ha trabajado durante mucho tiempo como actriz, profesora, arteterapeuta y mediadora, como muestra de que siempre tuvo clara su vocación, y con curiosidad por los diferentes ámbitos del sector. Su labor periodística en los últimos años le ha llevado a hacer crítica teatral en Ehaze y Berria. Para este análisis de la profesión, parte de la elaboración de un directorio de escuelas y centros de formación con la asociación EHAZE, preocupada por la paridad y lo sospechoso de los datos que de el se derivaron. Conociendo el trabajo desde dentro, y tratando de indagar más, ha recurrido a la investigación en este documento compuesto por entrevistas.

Editado por Susa, con el título poético y sugerente “Ura jaten” [comiendo agua], el libro recoge trece entrevistas realizadas en euskera. Son perfiles muy variados los que aparecen en el mismo: actores, profesores, personal de mediación o gestión cultural... y de toda Euskal Herria. Así, se recorren diferentes realidades: rurales o urbanas, del norte o del sur... Pero siempre todos ellos cruzados con el mismo paradigma: la precarización, la falta de prestigio y los dramas de sobrevivir en la industria. El trabajo también ha servido para acotar y establecer estos últimos conceptos. De hecho, la dignidad, la precariedad o el prestigio pueden ser conceptos que a menudo se mezclan. También tienen cabida otras cuestiones importantes como el euskera y la identidad nacional, la brecha de género o la distancia con las administraciones.

Como es natural, una investigación de este tipo sólo establece el punto de partida necesario, por ejemplo a través de las preguntas que se han planteado en esta entrevista. Sin embargo, el trabajo de Goikoetxea es muy interesante para establecer una tendencia conceptual y una situación legítima y sincera de la cuestión. Las confesiones recogidas en el libro las dan voces experimentadas como las de Ander Lipus, Amancay Gaztañaga, Koldo Celestino o Amaia Gabilondo. Además de conocer a los principales integrantes de la escena, a través de trayectorias personales y experiencias se refleja la situación del teatro vasco y algunas denuncias con un punto de vista crítico. Además, se habla mucho no sólo del teatro, sino de la cultura cultural, por lo que es un documento muy recomendable para conocer la realidad cultural de una manera sincera y para tener en cuenta las dificultades que se viven en ella. Gracias a esta primera piedra combatiendo la ignorancia, el teatro, y el trabajo cultural, en general, dejemos de comer agua.

A veces nos obsesionamos en demostrar la tesis a la hora de llevar a cabo un trabajo así incidiendo en las conversaciones... ¿Cómo ha sido el punto de partida o la intención del libro?
El libro tiene su base en otra investigación. A través de la asociación EHAZE creé un directorio de escuelas de teatro vascas o centros de formación, un mapa así. Para ello tomé en consideración a toda Euskal Herria, incluyendo Navarra e Iparralde. Según los datos que obtuve me resultó muy evidente la precariedad que tenemos en el sector y lo que me sorprendió especialmente fue que, a pesar de ser diferentes agentes y situaciones, todos comparten las mismas dificultades y obstáculos: incertidumbre, salarios y condiciones laborales precarias, dependencia administrativa... Tuvimos entonces el impulso de investigar más a fondo sobre esto, y con este propósito emprendí las conversaciones. Al final, estas entrevistas se han convertido en un libro.

En el libro hay una gran variedad de entrevistados, ¿cómo los seleccionaste? Al ser tantos, ¿cómo los has organizado? A veces da la sensación de que se puede saltar de uno a otro.
Me parecía importante reflejar la diversidad de agentes que actúan en el ámbito teatral. A la hora de hacer la selección he querido formar una imagen que represente esa diversidad: en cuanto a territorialidad, he elegido al menos un agente de cada provincia; y en cuanto al trabajo, he tenido en cuenta diferentes perfiles: gente conocida y anónima, compañías de teatro con veinte años de trayectoria y profesores de teatro autónomos, espacios de creación, escuelas más institucionales o formales, etc.
“La situación política está directamente relacionada con la situación cultural que vivimos”

No lo incluiría en el género de ensayo, pero más de uno puede considerar necesario el interés en el teatro para leerlo. ¿Para quién está escrito?
Creo que cualquiera que esté interesado en el tema podría leerlo, pero me parece especialmente apropiado para quienes trabajan en el ámbito de las artes escénicas o en el ámbito cultural. También me resulta muy útil para la administración dirigida a la gestión cultural, porque estamos hablando de una situación que la interpela.

¿Precariedad o precarización? ¿Alguien precariza la industria o es así por naturaleza? Evocar la dictadura en este sentido no es ninguna broma, ya que es la base de las políticas culturales contemporáneas. ¿La vocación o la pasión se toma como excusa para justificarlo todo en todo esto?
Sin duda, precarización. La industria cultural en sí misma no es precaria, y eso ya lo han demostrado varios países, no estamos hablando de una utopía. Lo que pasa es que para eso hay que tener como base un modelo de sociedad de cultura sana... ¿Qué podríamos esperar de una sociedad que vive hasta hace pocas décadas una dictadura de 40 años? La situación política está directamente relacionada con la situación cultural que vivimos.

Tener vocación y pasión no es suficiente para trabajar y vivir de una manera digna, pero hay una creencia que lo alimenta, que reconoce toda la responsabilidad a los creadores culturales o a los artistas, en un sentido individual: el “sueño americano” del capitalismo. Como bien explica Remedios Zafra en su libro Frágiles, esto provoca la autoexplotación.

¿No es otra excusa ver lo bueno de la precariedad? ¿Una forma de sobrevivir?
Sí, más que para justificar la precariedad, diría que es una estrategia para sobrevivir de la mejor manera posible. En este sentido, tiene un punto resiliente. Con Garazi López de Armentia -impulsora de la Sala Baratza de Gasteiz- trabajé largo y tendido al respecto. Ella ha aprovechado la incomodidad que supone trabajar en una situación precarizada para desarrollar herramientas propias, reforzar su autonomía, pensar alternativas... Y eso me parece admirable.

¿El punto de vista social es la raíz de todo? ¿Por qué hay que justificar este tipo de profesiones?
Una cultura empobrecida provoca una sociedad empobrecida, interactúan y se reflejan. Y es que la cultura es la identidad de una sociedad: el trabajo que se realiza en el ámbito cultural reflexiona sobre la situación de una sociedad y contribuye a su evolución.

Últimamente la pandemia nos ha enseñado que necesitamos ese espíritu reflexivo, que igual nos tenemos que sentar a analizar de vez en cuando cómo vivimos, y a decidir si queremos seguir así o no. Desgraciadamente, creo que se nos ha pasado con rapidez esa conciencia post-pandemia.

Creo que el acceso a la cultura debería estar a la par del derecho a una vivienda digna, a la educación o a la salud”

¿No estamos siempre pidiendo esa justificación o supervivencia a las instituciones o administraciones? ¿Qué papel debería desempeñar un Estado “paternalista” que siempre va tarde o por detrás?
Aunque pienso que el Estado tiene una gran responsabilidad, no creo que su intervención deba ser total y única: eso sería muy peligroso porque provocaría una dependencia total. En cualquier caso, no quisiera equiparar la cultura a cualquier otra “industria”, sujeta a las leyes del mercado. Es un tema complejo. Creo que para impulsar un funcionamiento sano y rico del ámbito cultural debería haber circuitos o plataformas que interactuen y pongan a trabajar conjuntamente a los agentes culturales. El Estado debería proteger e impulsar estas estructuras sin condicionar su autonomía.

¿Por qué no hay interés desde las administraciones? En el libro se habla del miedo a las sociedades críticas. También de que les impulsa la ignorancia. ¿Esa gran palabra de cultura favorece el acceso?
Las administraciones en general no están suficientemente sensibilizadas por la falta de interés real en el ámbito cultural. Su lógica de actuación es muy distinta, y eso no es más que un reflejo de nuestro modelo social: la vida de los ciudadanos -una vida digna y feliz- no está en el centro.

La cultura se considera una gran palabra por ciertas actitudes ligadas a ella: utilizamos la creencia de que la cultura sólo es cuestión de “intelectuales”, lo que le ha dado un aire elitista. Es cierto que no todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos y oportunidades, y creo que el acceso a la cultura debería estar a la par del derecho a una vivienda digna, a la educación o a la salud. La gente tiene hambre de cultura y al sistema capitalista le conviene que siga siendo así porque no quiere impulsar una ciudadanía crítica.

En Euskal Herria predomina el provincialismo: aunque vivimos en un pueblo pequeño, cada uno está en su rincón”

Se establecen muchas dicotomías a lo largo de las conversaciones: hego e ipar Euskal Herria, el núcleo urbano y rural... ¿Vivimos en una realidad tan polarizada? ¿Se produce interacción? ¿Faltan grises? ¿Cómo afecta esto a la escena?
Entre Hego e Ipar Euskal Herria hay una división notable por la situación institucional. En comparación con el sur, en Iparralde son auténticamente privilegiados por el sistema de intermitencia. Sin embargo, como me comentó Amaia Gabilondo en Garaion Sorgingunea -un espacio de creación en Gasteiz-, en Euskal Herria predomina el “provincialismo”: aunque vivamos en un pueblo pequeño, uno depende de la Diputación Foral. No hay conciencia de un todo entre administraciones, falta intercambio y compenetración general: no sólo por parte de las administraciones, sino entre asociaciones y agentes. Eso nos quita fuerza y oportunidades y empobrece la escena.

El euskera y la identidad nacional también tienen un espacio destacado. ¿Dirías que influye en la precariedad y el prestigio? ¿Como?
Las creaciones vascas, por ser en una lengua minorizada, se enfrentan a un obstáculo adicional en el camino de la obtención de prestigio que las hace aún más precarias. Ixabel Etxeberria -la Escuela de Teatro de Urruña- explica bien la falta de apoyo que tienen por parte de las instituciones de Iparralde. Sin embargo, la situación en Hegoalde no es tan diferente: Ander Lipus -compañía de teatro Artedrama- destaca que no se puede dar el mismo trato a las compañías que producen en castellano o en euskera. De hecho, los primeros pueden girar por todo el estado y los segundos, en cambio, no. También reivindica la posibilidad de llevar el euskera fuera de Euskal Herria, como se hace con otras muchas lenguas utilizando subtítulos, por ejemplo.

Has entrevistado a mujeres muy importantes, ¿en qué consiste la “Triple Carambola” que Eneritz Artetxe define magníficamente? ¿Qué efecto tiene?
Artetxe habla del triple condicionamiento que supone ser creadora, vasca y mujer. Ya hemos hablado de los dos primeros condicionantes, a los que se añade el género en la “Triple Carambola”.

Al final habéis hablado de cultura más que de teatro en las entrevistas, como reconoces en el último capítulo. El prestigio depende a veces del puesto de trabajo, ¿está ligado a la visibilidad?
Sí, claro, hay mucha diferencia entre los trabajadores del ámbito cultural y yo no soy experta para hablar de todos ellos. En cuanto al prestigio, la brecha también es evidente, y como has señalado, quizás los más prestigiosos sean los más espectaculares: por ejemplo, los actores o periodistas que trabajan en televisión.

Necesitamos una toma de conciencia para cambiar el punto de vista de la ciudadanía hacia el valor de la cultura y reivindicar el derecho a vivir y disfrutar de la cultura”

¿Cómo debería ser el mundo teatral del futuro para transformar esta realidad?
El mundo del teatro del futuro exige una gestión cultural diferente por parte de la administración: deberían reconocer responsabilidad y poder de decisión a los agentes culturales, que son los que están trabajando en él y conocen mejor la situación. Por otro lado, es imprescindible una compenetración entre los agentes culturales para poder aunar fuerzas y alimentarse mutuamente. También a nivel social necesitamos una toma de conciencia: cambiar el punto de vista de la ciudadanía hacia la cultura, tomar conciencia de su valor y reivindicar el derecho a vivir y disfrutar de la cultura.

Literatura
“Kultur-industria berez ez da prekarioa, ez gara utopia batez ari”
“Ura jaten”, Maddi Goikoetxearen lehen lanak, antzerki eta kultur arloko egoeraren inguruko datu kezkagarriak azaleratu ditu. Ostegun honetan, azaroak 7, Durangoko Azokan aurkeztuko da.
Laboral
Remedios Zafra: “La precariedad en los trabajos creativos funciona como forma de domesticación”
Un ensayo con vocación de alegato, 'El entusiasmo', le sirve a la profesora Remedios Zafra para alertar de los malestares que aquejan al trabajo creativo.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon

En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.

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