Opinión
Desobediencias urbanas en la ciudad genial
“Málaga Genial”, como bautizó el Ayuntamiento de Málaga a la “ciudad de Picasso”, fue elegida para la desobediencia Urbana de Arquitecturas Colectivas de este año.

Cualquiera que camine hoy por el centro de Málaga igual queda fascinado por los espectaculares cambios que ha sufrido la ciudad en los últimos años: peatonalización de calles, inauguración de museos, apertura de cafeterías y restaurantes modernos, terrazas y azoteas en las que tomarse algo y un sinfín de extraños nuevos negocios: lavanderías, cupcakes, segways, consignas... A simple vista podría parecer que la ciudad está mejor que nunca, mostrando su atractivo al mundo, atrayendo dinero y oportunidades de trabajo y negocio para la población local. Lo que igual no es tan fácil de ver es que nuestra propia mirada se ha atrofiado bajo el embrujo de la atracción, la novedad y el espectáculo. Hemos perdido de vista lo más elemental: que bajo las grandes inauguraciones y los relucientes focos apuntando al nuevo museo, está la vida, hoy invisibilizada, expulsada. La ciudad neoliberal ha conseguido generar la obediencia absoluta, ha sido capaz de transmitir que cualquier cosa que no sea mercantilizable no cabe. Es una viscosidad deslumbrante que lo inunda todo, que se adhiere a todo. Como una purpurina gelatinosa con la que embadurnar cualquier superficie y de la que es prácticamente imposible deshacerse.
¿Somos conscientes de todo lo que hemos perdido? ¿Este era el sueño de la ciudad moderna? ¿Con esto nos conformamos? Tras años de conversaciones, seminarios, reflexiones, parece que no hemos aprendido nada. Estamos justo en el punto de culminación de la estrategia de expropiación, en el punto álgido de una nueva burbuja, simbólicamente anunciada por C’s Málaga al pedir declarar el centro de la ciudad zona no residencial, es decir, no más ciudad, una especie de engendro entre parque de atracciones y mega centro comercial. Nos acabamos de dar cuenta de que todos esos cambios anunciados desde lo verde, lo ciudadano, lo smart, no eran para nosotros, sino para “los visitantes”, es decir, para sus clientes. Ellos pagan más —“es el mercado, amigo”—, nosotros no cabemos y lo mejor es obedecer y conformarse con ser expulsado de la ciudad y solo volver para trabajar en negro, en precario, sin derechos. El centro de la ciudad reconstruido únicamente para ser visitado, ya sea por extranjeros o por personas que viven en el resto de la ciudad.
Desde los conflictos y contradicciones de la ciudad neoliberal y sus consecuencias en la vida de las personas que la habitan es desde donde emergen las desobediencias urbanas: centros sociales, plataformas, nuevas formas de sindicalismo social, colectivos y las múltiples desobediencias menores que cooperan y se articulan para construir una ciudad más democrática, abierta y vivible. De este análisis nace Desobediencias Urbanas, el XI Encuentro de la red de Arquitecturas Colectivas, que tuvo lugar en La Casa Invisible de Málaga entre el 13 y el 16 de septiembre. Frente a la obediencia que se le pide a la arquitectura y el urbanismo, se plantea un encuentro que se abre de forma desobediente a la multitud de agentes y agencias que producen ciudad desde la vida cotidiana. Poniendo en primer plano el cuidado común que supone no solo mantener y sostener las frágiles desobediencias urbanas, sino también el cómo nos relacionamos entre nosotros, cómo cuidamos la vida en la ciudad.
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