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Industria
Las muñecas de Famosa añoran su pueblo
Un especial e histórico vínculo entre municipio e industria se rompió con la llegada del siglo XXI. La conocida como Vall del Joguet en Alacant perdió su esencia a partir del traslado de parte de la producción muñequera a China, la reubicación de las naves de Famosa fuera de Onil y las sucesivas ventas de la empresa a fondos de inversión.
Onil representa unos 50 kilómetros cuadrados en la provincia de Alacant y la cuarta letra del acrónimo Famosa. En este pequeño pueblo de la comarca de La Foia de Castalla nació, hace más de un siglo, la primera muñeca española, hecha de barro y con dimensiones reducidas, ojos de un color azul cielo y mejillas sonrojadas a base de zumo de granada. La delicada figura, fabricada en 1878 por Ramón Mira Vidal, abriría la veda de una industria que pasaría a alimentar a casi todas las familias de este municipio.
Si bien Onil puede presumir de haber sido la cuna y el escenario que acogió el crecimiento de la industria muñequera, en las últimas dos décadas la transformación de las dinámicas empresariales, la globalización y la consecuente necesidad de competir en el mercado, sumadas a la codicia, han llevado a una pérdida gradual de aquel producto local que acompañó a las generaciones que compartieron su infancia con las Nancys, las Barriguitas o los Nenucos. Quienes conocen bien la historia de esta empresa hablan de dos Famosas: una que levantó un pueblo y otra que casi lo destruyó.
Una historia local
Después de diez años observando las muñecas que se fabricaban en varios países europeos durante su servicio militar, Ramón Mira Vidal, hijo de colivencs —gentilicio de Onil—, regresó al pueblo con la idea de trabajar en una opción que pudiera llegar a competir, aunque modestamente, con aquellas muñecas importadas a las que solo podían acceder unos pocos hijos de privilegiados. Aprovechando sus conocimientos de alfarería y las canteras de barro y arcilla de Onil, Mira Vidal, junto a su mujer Petra García, sembró las primeras semillas de un gran imperio juguetero. La Vall del Joguet recibiría ese nombre por el protagonismo de la industria en pueblos como Onil o Ibi, y a día de hoy, el País Valencià acoge, según un informe de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), al 42% de personas empleadas en el sector —unas 5.000 de forma directa y 20.000 de forma indirecta, según datos de la asociación— y abarca el 40% de facturación del total nacional: “Si bien ahora hay sedes de grandes empresas ubicadas en València, hablar de la historia del juguete en esta comunidad es hablar de Alacant”, defiende Maite Francés, directora de marketing de la AEFJ.
“Ramón Mira Vidal empezó a venderla por mercadillos regionales y luego las fue expandiendo un poco más”, arranca Vicente Vidal, que no es pariente del pionero pese a compartir apellido y pasión, pues ha documentado exhaustivamente la historia de la muñeca en la provincia y lleva toda la vida volcado en su fabricación y conservación como producto local. El prototipo de Mira Vidal tuvo muy buen recibimiento en Onil y quiso llevarlo a otros lugares, pero la delicadeza de los materiales dificultaba su transporte. Así, el muñequero adaptó la fórmula utilizando fécula de patata para poder incrementar su tamaño y reducir su fragilidad. Cada vez prepara más muñecas y su empresa va creciendo hasta que a principios de 1900 le sustituyen al frente de la misma Eduardo Juan y Agustina Mora.
Apenas diez años después, aparece en el mapa un nuevo fabricante: Isidro Rico Miralles. En los tiempos en los que la célebre Mariquita Pérez era el juguete soñado, pero de nuevo se limitaba a unos pocos bolsillos, Rico Miralles sacó a Cayetana, apenas tres centímetros más pequeña que la muñeca de moda pero con la misma dulzura en sus facciones y sustancialmente más barata. La industria se desarrollaba a pesar de las dificultades: como muchos otros empresarios durante la Guerra Civil, Rico se tuvo que marchar, en su caso a una casita de campo alejada del pueblo, junto a su familia. Al terminar la guerra, su abuelo recuperaría la fábrica y daría cada vez más espacio en la empresa a sus hijos e hijas, especialmente a Isidro Rico Juan, un nombre fundamental para la historia de Famosa y de Onil.
La unión hace la fuerza
Con el progresivo relevo del hijo de Isidro Rico Miralles, la muñeca Cayetana cada vez tenía más compañía —Guendolina, Cuca, Marylin, Carolina, Nora, Manolin, Pirri, Currin...— y tanto los beneficios de la empresa familiar —que pasó a llamarse Muñecas Diana— como su peso en la industria local iban en aumento. Pero al tiempo que crece la industria, lo hace el número de empresas, la variedad de materiales y la precariedad de una estructura comercial incapaz de soportar la competencia mutua, cada vez más feroz, entre muñequeras. Isidro Rico Juan fue uno de los primeros en verlo, quizás el que lo vio con mayor claridad, así que desde los años 50 empieza a pensar fórmulas para unir a los empresarios de la industria. Esto, junto al cierre de la juguetera Blanquer y Cía, que levanta las alarmas del régimen franquista, empuja a la creación de una gran empresa que albergue la producción de Onil. “Al caer Blanquet, desde delegación de trabajo de Alicante dan un toque de atención a Onil ya que el régimen estaba pendiente de no perder puestos de trabajo: advierten a las fábricas de Onil de que si otra empresa cerraba estarían obligados a repartirse a los trabajadores que se quedaran sin empleo, y las empresas sabían que eso hubiera sido un desastre para ellas”, explica Vidal. Esta fue la semilla de Famosa.
Vicente Vidal cimentó su afán por documentar la historia de esta industria en Onil al colaborar en construirla. Con apenas 11 años, hijo mayor de una familia humilde, empezó a trabajar en una fábrica del pueblo haciendo esquemas de muñecas para llevar ingresos a casa porque su padre, carpintero, padecía del corazón y no podía hacer esfuerzos. Maduró bien pronto, concretamente a ritmo de cien horas a la semana por las que cobraba cien pesetas, a peseta la hora, recuerda. “Con lo que yo conseguía y siete pesetas que me daba mi madre compraba la comida de dos semanas para mis hermanos”, rememora. De esos orígenes pasaría a convertirse en jefe de producción en una de las empresas jugueteras más importantes de España: Famosa.
Fábricas Agrupadas de Muñecas de Onil Sociedad Anónima (Famosa) se configuró oficialmente como empresa el 23 febrero de 1957, pero el trabajo para impulsar su creación había sido costoso: Isidro Rico Juan, quien apenas cinco años antes había sido nombrado alcalde del municipio, tuvo que convencer a los 27 dueños de grandes y pequeñas fábricas del pueblo de la pertinencia de unirse. “Mi padre escribió cartas a cada uno de estos empresarios y se las daba a Antonio Colás, un muchacho del pueblo que entonces tendría unos 13 años, para que se la hiciera llegar en mano a cada fabricante”, apunta Belter Rico. Ellos accedieron a unirse, pero con la condición de que fuera el impulsor de la iniciativa quien dirigiera la propuesta: “Él dijo que vale, pero que si dirigía se haría lo que él dijera, porque tenía un plan”, añade la hija del fundador. “Isidro quería que la empresa pudiera marchar ella misma con su capital, no tener que recurrir a bancos”, expone Vicente Vidal.
Los objetivos fueron confeccionar sus propios modelos de muñeca, conseguir la autofinanciación y aglutinar las 14 factorías que había entonces en Onil en una sola fábrica. Lo primero se logró en 1959, lo segundo en 1962 y lo tercero en 1967. En apenas diez años, Rico Juan había alcanzado las metas que se propuso y convertido Famosa en un referente del sector. Sin embargo, cinco años gestionando el capital propio y reinvirtiéndolo en la empresa fue considerado demasiado tiempo sin percibir beneficios directos entre muchos de los fabricantes que se habían subido al carro de Famosa, de modo que se llevaron sus acciones para seguir su andadura en solitario.
“Esa voluntad de querer llevar esto a buen puerto es inimaginable ahora. Ese deseo y fuerza para realizar la fusión y no solamente salvar las empresas, sino salvar al pueblo, a sus 3.000 habitantes, porque todo Onil dependía de eso, aquí la agricultura es pobre, había seis fábricas de alfarería, dos de zapatos y dos o tres telares… Con todo eso se ocupaba a lo mejor un centenar de personas, el resto se tenía que ir a hacer otros trabajos o se quedaban parados hasta que llegaron las muñecas”, remarca Vidal. “Las mujeres empezaron a ingresar dinero en casa, porque para las gachas no era preciso estar en una empresa, hacían la pieza a 50 céntimos y las vendían al final de la semana”, expone el muñequero, quien añade que hasta la entrada de maquinaria pesada en las fábricas, estas estaban compuestas fundamentalmente por mujeres y niñas.
Maite Francés apoya que la industria impregnaba a toda la ciudadanía del municipio, y que lo hacía en varios sentidos: “Los moldes se hacían en base a niños del pueblo, la arcilla era de Onil… Toda la familia se volcaba: los maridos se iban a las fábricas como operarios pero las mujeres se encargaban de hacer los vestiditos de las muñecas, se cuenta que ellas iban a la peluquería dos veces a la semana, las casas se decoraban más, se compraba comida de mayor calidad… Al final revertía en todo”. “La fusión salvó a Onil”, resume Vidal.
Tomar distancias
Probablemente, aquellos accionistas que dieron marcha atrás se arrepintieron al observar el auge de Famosa al cabo de pocos años. La dimensión que alcanzó la empresa en el imaginario colectivo fue más allá de la mera fabricación de juguetes. El villancico que compuso Luis Figuerola Ferretti para el spot publicitario de 1970 todavía resuena entre los recuerdos navideños de miles de españoles y españolas que cada diciembre veían a aquellas muñecas llevando al portal su cariño y su amistad. Pero más allá de la cuestión económica y la enorme proyección que tuvo la marca, quienes integraron Famosa en sus primeras décadas de existencia hablan con cariño del ambiente laboral impulsado por su director general, Isidro Rico Juan.
La relación de la empresa con los trabajadores y de los trabajadores con la empresa era, rememora Vicente Vidal, muy especial: Isidro Rico siempre hablaba de su ‘familia de Famosa’. En cuanto Famosa empezó a generar beneficios, estos llegaban no solo a los socios sino también a la plantilla: llegó un momento, según Vidal, en el que los trabajadores tenían 17 pagas frente al máximo de 14 que había en otras empresas. Belter Rico apoya lo especial de aquella Famosa: “Unos días después de la firma de creación de Famosa, mi padre, bueno, la empresa, invitó a una comida a todos los trabajadores, desde el bedel hasta él, y esa celebración se seguiría haciendo cada aniversario hasta que él muriera. A Famosa le daban cualquier premio y los beneficios se repartían desde el bedel hasta él”, ejemplifica quien después tendría una muñeca de Famosa con su nombre, emocionándose al recordar la fortaleza que tuvo su padre al impulsar la empresa.
Vidal lo hace cuando piensa en la forma en la que Isidro Rico Juan dirigía la empresa y primaba el bienestar de los trabajadores: desde el 59, se crea un economato dentro de Famosa para que pudieran adquirir —se les reducía de la nómina— comida o ropa a precio de coste. En los años 60 empezó a haber televisores: “Entonces Isidro le dijo a los trabajadores: todo el que quiera un televisor que se apunte, vamos a quitaros un 2% de la nómina para comprarlos, sin intereses ni nada”. Más de 400 familias del pueblo tuvieron televisión en casa. Igual sucedió con los Seat 600. Famosa crecía. Tantas personas llegaban para trabajar en Onil que se tuvieron que fabricar hasta 75 nuevas viviendas en el pueblo para los trabajadores.
Un cambio fundamental para la empresa fue la progresiva externalización de la producción hacia China. Vicente Vidal fue el primero en marchar en nombre de Famosa al país asiático, en el año 1988. Dos años después, Famosa empieza a trabajar en Asia a través de Famosa International Ltd: “Lo hacíamos allí y distribuíamos los contenedores, la directiva era de Famosa”, puntualiza Belter Rico, que comenzó a trabajar en la empresa en la década de los 70, a la edad de 22 años, después de, recalca, pasar todos los exámenes pertinentes para acceder al puesto porque su padre “no funcionaba con enchufismos”.
A pesar de la presencia de Famosa en China, en el pueblo seguía habiendo trabajo y la empresa continuaba generando altos beneficios, tanto que para muchos resultó incomprensible la venta de acciones de la empresa, en octubre de 2002 —18 años después de que muriera Isidro Rico Juan—, a Inveralia, Torreal, Ahorro Corporación Desarrollo y Caja de Ahorros del Mediterráneo. Algunos familiares de Isidro Rico Juan tenían parte del accionariado de la empresa que él dirigió: su hija Belter aceptó la venta, asegura, porque le dijeron que no había alternativa, pero siente que la engañaron, pues afirma que no le permitieron mantener acciones, además de que en el contrato se incluyó una cláusula que impedía a los firmantes abrir cualquier tipo de negocio que tuviera que ver con el sector juguetero.
Al frente de la empresa quedó Jaime Ferri, que había trabajado para Rico Juan y fue designado por él para sucederle tras su jubilación, y algunos trabajadores más de Famosa con cargos de responsabilidad pero que no eran descendientes de fundadores de la firma. En 2005, Famosa pasaría a manos de Vista Capital, el fondo de inversión del Banco Santander. Ese año deslocalizó casi totalmente la producción en China, esta vez siguiendo las dinámicas del mercado. Cientos de personas perdieron su trabajo en Onil.
Desde 2008, Famosa empezó a terminar los ejercicios en negativo: “Hemos tenido unos años muy buenos y llegó un momento en el que todo fue para abajo, por eso hemos lamentado tanto esta pérdida”, resume Vidal, que confía en que, con la última adquisición de Famosa en 2019 por parte de Giochi Preziosi, la empresa mejore económicamente al volver a manos de una firma del sector juguetero. Belter Rico, en cambio, no es tan optimista. Ella había dejado la empresa en 2003 y Vicente Vidal lo hizo en 2005. Ninguno se muestra cómodo cuando habla de sus últimos años en la empresa. Belter Rico asegura que entró en depresión y que estuvo dos años tomando un desvío cuando salía del pueblo para evitar pasar por delante de la antigua fábrica.
El fin de una familia
Con la llegada de los fondos de inversión, la familia de Famosa a la que se refería Isidro Rico Juan comenzó a dejar de serlo. Al volantazo en el rumbo de la empresa se sumó en 2012 otro golpe duro no solo para los trabajadores que continuaban en la compañía, sino para el pueblo: las naves de Famosa se trasladaron al polígono de Las Atalayas, en Alicante capital, fuera de La Foia, supuestamente por desavenencias con el propietario de las naves de Onil.
A día de hoy, los trabajadores de Famosa se tienen que desplazar más de 40 kilómetros diarios. Lo único que queda en el pueblo de Famosa es la vieja fábrica —ahora troceada y realquilada a varias empresas— en la que aun se ve el logo junto a la muñeca Famosita, el museo de la muñeca y el recuerdo y las historias de cientos de familias con padres, madres, abuelos o abuelas que en algún momento trabajaron para Famosa. De Onil en Famosa permanecen algunas de estas personas y el legado del pueblo en el acrónimo. Se perdió todo lo demás: la contribución de su buen funcionamiento a la riqueza de un pequeño pueblo de La Foia, cientos de puestos de trabajo, la persistencia de una empresa que era diferente, que nació y funcionaba de otra forma.
No ha habido más directores generales en Famosa que Isidro Rico Juan. Los trabajadores de la empresa no quisieron, ni siquiera después de su muerte el 13 de abril de 1985, que nadie le sustituyera en el puesto: se nombraron tres consejeros delegados, pero la empresa jamás tuvo otro director general. “Se le tomó mucho cariño a Isidro. Era un hombre que siempre tenía ganas de hablar con todo el mundo, y se apreciaba su trabajo muchísimo, tanto cuando cogió la fábrica de su padre para competir contra Mariquita Pérez, como cuando lideró esa visión de ‘nos unimos todos o nos hundimos todos’ en un contexto muy difícil de posguerra, hambruna, de no tener a Europa apoyando ni al Estado ayudando a las empresas”, resume Vicente Vidal.
Belter Rico tiene que parar cuando recuerda la cantidad de personas que acudieron a la plaçeta de Onil cuando murió su padre. La Famosa de los años posteriores resistió un tiempo a la deriva que tomaría unos años después, dice, gracias a la fuerza de quienes permanecían ahí por compromiso con lo que en algún momento fue una empresa familiar y con el pueblo de Onil. Luego llegaría el capital en forma de fondo de inversión y la codicia en forma de movimientos empresariales. “Tuvimos la suerte de trabajar para una empresa en la que había personas. Creo que una empresa de la envergadura de la antigua Famosa con esos valores es muy difícil de ver hoy. Los trabajadores estábamos volcados porque queríamos que Famosa tirara adelante, porque nos hacían saber que era nuestra. Pero luego llegaron las turbulencias”, lamenta Vidal.
Para la hija del director general de Famosa, la lección que se puede sacar de la historia de la empresa es que “la avaricia rompe el saco”. Porque aunque el pueblo mantiene algunas empresas jugueteras, ni Vicente Vidal ni Belter Rico ven posible que el lugar vuelva a ser lo que era, y por eso hoy Onil echa de menos a las muñecas de Famosa.
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Mientras han puesto a parir a los Salcedos por pedir lo suyo, a los de FAmosa el ayuntamiento les a dejado ir de rositas, incumpliendo el convenio firmado por FAMOSA y con el MUY ILUSTRE y la indemnizacion millonaria que tienen que pagar a Onil? silenciooooo todos a callar.
A nadie se le obligó a vender, vendieron por avariciosos TODOS, además cuándo se vendió se firmó un convenio con el ayuntamiento de Onil para una recalificación con unas fechas tope que se incumplieron por FAMOSA y de ese beneficio multimillonario que se puede beneficiar el pueblo si ejecuta ese incumplimiento nadie dice nada, ahora lloran (estáis depresivos porque vuestra conciencia todos los días os lo recuerda) pero cuando se llenaron los bolsillos solo se preocuparon de ellos mismos, PAN PARA HOY... Tenéis lo que labrasteis durante décadas, y encima dicen que había una cláusula "secreta" que les impedía volver a poner un nuevo negocio de muñecas, primero que tenga un contrato esa cláusula y no lo "veáis" ya dice todo de vosotros, después quién de todos los que os llenasteis los bolsillos(descendientes incluidos) tenéis un mínimo de coraje de levantar una empresa de muñecas? Los años han dado la razón aquella pequeña minoría de vecinos de Onil que muy dignamente defendieron que no se vendiera la empresa y menos se deslocalizara, desde aquí un pequeño homenaje aquell@s luchadores/as, aquella minoría que navego contracorriente, aquell@s soñadores/as poseíd@s por el coraje de Isidro, el despreció máximo a los avariciosos que no pensaron en el bien común de Onil traicionando los principios de Don Isidro, gracias Isidro por ser un gran ejemplo empresarial, tú visión y obra sigue más presente que nunca, gracies!
Fue una empresa muy acogedora y cariñosa. Daba gusto ir a trabajar. Una empresa que enriqueció a Onil, pero, con su venta... también lo hundió 😢
Todavía somos muchos , los trabajadores, que seguimos luchando día a día por hacer perdurar ese espiritu y no todos somos de la Foia de Castalla...