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Elecciones 10N
El 10N como forma de descomposición de la vieja política en tiempos de crisis sistémica del capitalismo
El cálculo efectuado por parte de Pedro Sánchez era que las nuevas elecciones le permitirían ocultar una serie realmente seria de déficits político-estructurales de su organización política.
Los resultados de las elecciones celebradas del 10 de noviembre presentan un desastre sin paliativos tanto por los resultados obtenidos por las distintos partidos en liza para responder a la lógica política de nuestro sistema parlamentario y las diversas crisis que afectan a la formación social española, como, sobre todo, porque evidencian qué tipo de acción colectiva los partidos predominantes y las fuerzas políticas conservadoras y reaccionarias imponen al campo de la política de la formación social española en esta coyuntura histórica.
El pivote concreto e inmediato de este desastre y el artífice más conspicuo de esta degradación de lo político y de la política susceptible de ser conceptualizada e imaginada en este preciso momento histórico es el PSOE, que ha logrado de forma deliberada manipular el dispositivo representativo durante los últimos siete meses de forma tal que (1) sus pulsiones conservadoras intrínsecas, (2) sus dificultades internas como proyecto político creíble a escala del Estado, (3) su incapacidad de pensar la crisis sistémica actual en forma de un conjunto de políticas públicas coherentes y articuladas realmente ambiciosas, (4) su relación parasitaria con la forma Estado, con su funcionamiento democrático y con el potencial transformador ínsito en la misma, y (5) su indolencia intelectual respecto a los diseños constitucionales posibles en estos momentos de crisis del proyecto de la Constitución de 1978, se han fusionado funcionalmente con la limitación deliberada por su parte del rango de posibilidades de organizar las interrelaciones viables con el resto de partidos que constituyen la izquierda nominal del campo político, de modo que este posible proyecto derivado de tal dialéctica se convierta en un plan a todas luces imposible para crear un curso político verosímil capaz de ofrecer sendas factibles y viables de salida del laberinto de crisis en el que se halla inmersa la formación social española, optando de modo absolutamente consciente por las soluciones que puedan provenir de las opciones más autoritarias y carentes de imaginación constitucional y de las más alejadas de la audacia de nuevas geometrías políticas posibles concebidas y organizadas por la izquierda del campo político, representada fundamentalmente por UP, sus constelaciones y la energía potencial conservada en su espacio socioestructural y político-electoral procedente del 15M y de las diversas luchas sindicales, laborales, ecológicas y feministas, más o menos dispersas, que se han verificado durante estos últimos años.
El cálculo efectuado durante estos meses por parte de Pedro Sánchez era que las nuevas elecciones le permitirían ocultar esta serie realmente seria de déficits político-estructurales de su organización política de modo que la formación de gobierno soldara en frío y con un enorme vacío sustantivo, estratégico y prospectivo, su incapacidad ya no de introducir genuinos vectores de innovación, aunque fuera de modo limitado, en el campo político español, sino simplemente de posibilitar una composición de fuerzas que desde la izquierda o, simplemente, desde una posible coalición no conservadora o, directamente, no reaccionara pivotada en torno al PP, permitiera introducir dinámicas de distensión y de desbloqueo capaces de hacer avanzar el cuadro político de la formación social española.
El cálculo era y lo será durante las próximas semanas y meses absolutamente miserable por el grado de pobreza que exhala en términos de imaginación política y por el cañamazo ético e intelectual que lo sustenta, que evidencian que estás máquinas políticas son demasiado toscas para pensar la constelación crisis actuales y demasiado endogámicas y elitistas para construir una forma democrática conmensurable con la profundidad de las dislocaciones sistémicas a las que se enfrentan las sociedades actuales y, en concreto para diseñar escenarios político que permitan pensar a medio plazo la trayectoria sistémica de las mismas, que, en nuestro caso, se refiere obviamente a la formación social española.
La estrategia de la socialdemocracia europea durante las últimas décadas ha consistido en la apuesta por la increíble acrobacia de deslizarse por esa pendiente reaccionaria del autoritarismo político estructural
¿Cómo explicar si no que el PSOE haya prolongado la crisis del modo que lo ha hecho, sabiendo a ciencia cierta que la repetición electoral favorecería de modo ineluctable a la derecha del espectro político español en la que la lamentable presencia de VOX era ya una realidad, en la que la volatilidad espectral de C's causaba pavor hasta en sus más devotos dirigentes y en la que la propia insustancialidad y debilidad del actual grupo dirigente del PP inspiraba más compasión intelectual que temor político? ¿Cómo demonios este partido socialista, su líder y su grupo dirigente pueden jugar en medio de esta crisis sistémica, que está sometiendo a las clases trabajadoras y pobre a un estrés inaudito durante los últimos diez años, que está vaciando de contenido la constitución material de 1978, que ha desencadenado las respuestas más pobres y reaccionarias en el viejo sistema de partidos español (subsistemas dichos nacionalistas incluidos) y las reacciones más cortoplacistas, autorreferenciales y autoconservadoras durante los últimos diez años, que además se articula con la crisis política más peliaguda del sistema constitucional que ha vertebrado la democracia española durante las últimas cuatro décadas, cómo puede jugar, decíamos, la actual dirección socialista a desatar un corrimiento molar hacia la derecha del espectro político de estas dimensiones, así como de su propio menú táctico de opciones de decisión política inmediatas, por no hablar de su abollada cosmovisión política, cómo puede preferir, pues, intensificar drásticamente con estas decisiones la fisiología conservadora y reaccionaria del sistema político de la mano del PP, de VOX y de C's y provocar el conjunto de microdesplazmientos, micropercepciones y microcomportamientos que ello induce, por definición, en el campo social y en el tejido societario de nuestra formación social?
¿Cómo puede apostar el PSOE su propia supervivencia a la hora de formar gobierno –y tal vez su propia existencia como partido político mayoritario– al fortalecimiento de la derecha española como campo de referencia con el que comprender y organizar la salida de la crisis actual tras el historial de esta tanto en la gestión de la crisis económica de la última década, dada su concepción de lo social y de los derechos fundamentales en esta fase complejísima de reestructuración socioeconómica, tecnoproductiva y ecosistémica, y dado su impagable contribución a la voladura constitucional del denominado modelo territorial del Estado, pactado y consagrado en la Constitución de 1978, cristalizada en la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional, la cual derogó, como es bien sabido, los elementos sustantivos del Estatuto de autonomía de Cataluña de 2006 –aprobado por el Congreso de los diputados y por el Parlament catalán y refrendado por la ciudadanía catalana mediante el preceptivo referéndum de ratificación– y desencadenó la crisis constitucional en la que nos hallamos atrapados en estos momentos? ¿Cómo no prever que el desgaste y la involución generados durante los últimos seis meses iba a cosechar un mísero botín, que ha sido de siete escaños menos conseguidos por los tres partidos de la derecha en las elecciones del 10N a costa de perder otros tres él mismo y privar de otros cuatro a la suma de UP y MP, resultado realmente nimio comparado con el enrarecimiento reaccionario que ha generado el comportamiento del PSOE durante los últimos seis meses y durante esta convocatoria electoral? ¿Cómo es posible que el PSOE haya podido realizar impertérrito este cálculo durante estos largos meses, cómo es posible que haya cambiado en un lapso de tiempo tan reducido toda su narrativa electoral, su siempre débil y trastabillante discurso político y sus planes de futuro para la sociedad española y haya optado por este cierre por la derecha de todas las problemáticas que esta tiene ahora sobre la mesa?
¿Cuál puede ser la apuesta de futuro de esta organización política comprendida en clave de las posibles políticas estructurales de transformación de la formación social españolan en su crisis multidimensional y qué nos dice su comportamiento desde 2015 del tipo de sujeto político en el que se ha convertido el PSOE durante las últimas décadas? ¿Cómo pueden combinarse dosis tan elevadas de irracionalidad analítica con grados de impostura política tan desvergonzados y soeces?
¿Realmente resulta cierto en términos políticos estructurales que el PSOE ha ganado las elecciones del 10 de noviembre o los misérrimos resultados conseguidos respecto a sus codiciadas expectativas de crecimiento sustancial durante los últimos meses deben leerse como un paso más en la dirección de crear un sistema político definitivamente autoritario respecto a la gama de opciones realmente posibles, objetivamente cada vez más exiguas, puestas a disposición del electorado, las cuales se hallan en condiciones de vaciar realmente la constitución material de los arquitrabes, las bóvedas y las columnas que definen la arquitectura de sus derechos fundamentales? ¿No resulta mucho más conveniente, si esta es la apuesta del PSOE, que la dura pedagogía del cierre de toda salida política dotada de capacidad realmente transformadora se imponga mediante el fortalecimiento de las fuerzas que genéticamente conciben el orden social como un orden autoritario, desigual y focalizado en la replica más cerril de los privilegios, la desigualdad y la asimetría dura y descarnada entre los fuertes y los débiles, que propugnan sin atisbo de duda las derechas tradicionales de este país y no solo?
La estrategia de la socialdemocracia europea durante las últimas décadas –y la del PSOE obviamente– ha consistido en la apuesta por la increíble acrobacia de deslizarse por esa pendiente reaccionaria del autoritarismo político estructural al tiempo que intentaban transformar su campo electoral mediante la creación de mayorías más o menos solidas pero en todo caso operativas para conservar a sus respectivas elites dirigentes –y por ende al grueso de su aparato político– como elite política activa en un campo político vaciado de contenidos sustantivos de acuerdo con la lógica de proyectos políticos transformadores respecto a la lógica sistémica del capitalismo histórico en su concreción, formas y dinámicas actuales.
El envite es arriesgado, pero si fuera posible que estas socialdemocracias lograran transmutar su viejo electorado histórico en un nuevo bloque electoral, que los más cretinos denominan transversal a estas alturas del siglo XXI, ello podría ser digno de un pacto fáustico con la desvergüenza, la impostura y la mentira políticas convertidas en una de las bellas artes de la nueva política posmaterial y posdemocrática.
¿Sería posible que la vieja inercia histórica política de los grandes movimientos sociales que auparon al socialismo y a la izquierda históricos a la escena política mundial pudiera ser utilizada en una última prestidigitación por parte de estas socialdemocracias corruptas para liquidar constitucionalmente los derechos de esas mayorías de las que todavía sus partidos dependen electoralmente y utilizar la energía residual para crear un bloque transversal, que gestione la crisis dando más al que más tiene y quitando más al que menos tiene (la «gente sencilla», como se ha oído desvergonzadamente decir estos días) de acuerdo con la lógica microfísica de la nueva razón del mundo neoliberal, a un tiempo ferozmente individualista, sobriamente mercantilista y absolutamente desprovista de solidaridad, de toda lógica de acción colectiva y de todo fundamento constitucional?
¿Podría organizarse una estrategia política a partir de estos principios estratégicos, podría reinventarse así un nuevo partido, un nuevo bloque electoral, una nueva lógica política? Obviamente, como sucede en todos los pactos fáusticos, la combinación de los elementos que los desencadenan y los dotan de verosimilitud es altamente inestable, absolutamente volátil y muy peligrosa, porque la vida va en ella, como han aprendido en carne propia los socialdemócratas y socialistas franceses, alemanes, griegos, británicos (antes de la llegada de Corbyn) y curiosamente los españoles durante los últimos años, por no hablar de las vicisitudes abracadabrantes que ha conocido el Partido Demócrata estadounidense desde la derrota de George W. Bush en 2016.
Ello parece que invitaría a la disuasión de tales estrategias concebidas en clave autoritaria, tecnocrática y posdemocrática, pero el grado de cierre del imaginario político de estas elites socialdemócratas y la percepción de que todavía pueden jugar con la indefinición que crea la lenta descomposición su base electoral histórica, el desamparo político en el que se hallan sumidas las grandes mayorías pobres, trabajadoras y golpeadas de lleno por la reestructuración neoliberal, y la dificultad que los nuevos sujetos políticos genuinamente de izquierda están teniendo para convertirse en máquinas políticas no solo capaces de estar presentes en la contienda electoral, sino de gozar de la potencia de transformar cualitativamente el campo de lo político en grado conmensurable con la crisis sistémica del capitalismo histórico y la agresividad y la brutalidad de las clases y grupos dominantes, hacen que el cálculo del PSOE de optar por una senda autoritaria entendiendo por esta el fortalecimiento del campo de la derecha histórica, el uso demagógico, rentista y manipulador de los contenidos políticos y de las previsibles dinámicas político-constitucionales que tal física desencadena el sistema político tout court, en el sistema de partidos y en el conjunto de relaciones que se crean entre los mismos y entre este último y la sociedad en sus cambiantes agregaciones electorales les hace pensar que sí, que merece la pena de correr el riesgo de firmar ese pacto fáustico con la impostura política, la incongruencia histórico-política, la inanidad intelectual y la pura irracionalidad de los comportamientos estratégicos en el ámbito delimitado del campo político-electoral realmente existente.
¿Qué tipo de victoria es esta en la que el PSOE entrega gratis total veintidós escaños a quien es, en teoría, su principal adversario en el campo político actual?
¿Cómo puede afirmar si no el PSOE que el 10N ha conseguido una victoria política a partir de su ralo resultado electoral por debajo del obtenido el 28 de abril pasado, el cual se inscribe en una sucesión de mínimos respecto a la secuencia histórica registrada desde 1978 y atestigua perspectiva alguna de volver a las cotas holgadas que permitía el bipartidismo de antaño? ¿Se trata realmente de un cálculo racional inspirado por ese pacto fáustico con el cierre autoritario del campo de lo político del ciclo fordista construido sobre el antifascismo y las grandes revoluciones del periodo de entreguerras u obedece, por el contrario, a la improvisación de elites políticas presas de un narcisismo producto de un sistema de rentismo político e institucional enloquecido, cuya lógica última responde simple y banalmente a la propia reproducción de grupos dirigentes, que percibiendo la catástrofe inminente simplemente desean colocarse en el extremo menos castigado, ahora y de forma inmediata, de la estructura social en un alarde de cinismo, miedo e impotencia a los que se puede adjetivar con toda la gama de los adjetivos habitualmente asociados a los campos de la ética, la moral y la política? ¿Cómo puede calificarse de victoria el fortalecimiento objetivo del campo, la gramática, el discurso y la fisiología político-institucional de la derecha por un partido que todavía apela nominalmente a la realmente putrefacta categoría de progresismo, cuando no directamente al campo estructural de la izquierda?
¿Cómo es posible que estos resultados enervantes sobre las formas políticas posibles en la formación social española se califiquen de victoria, cuando es objetivamente más complicado que en abril formar un gobierno dotado de una mínima lógica política y cuando, además, el comportamiento del PSOE ha enrarecido más si cabe el discurso político, la percepción de los respectivos actores políticos de las expectativas, apuestas y horizontes de futuro del resto tanto en el campo nominal de la izquierda, como respecto a los partidos nacionalistas catalanes y vascos, que podrían permitir la reedición de un bloque similar al que hizo posible la moción de censura de mayo y junio de 2018, que gratuita y parasitariamente llevó al PSOE al gobierno? ¿Qué tipo de victoria es esta en la que el PSOE entrega gratis total veintidós escaños a quien es, en teoría, su principal adversario en el campo político actual, como lo era durante la época del bipartidismo, que sin hacer nada le sirven para recuperar un terreno que no debería haber recuperado y que, además, abre las puertas y dota de espacio y capacidad de maniobra a la propuesta autoritaria de VOX, que emponzoña todo con su discurso totalmente reaccionario?
UP, no obstante, vuelve a perder terreno por muy sensato que sea su discurso tanto respecto a la crisis social como a la territorial
¿Cómo demonios puedes regalar en esta segunda convocatoria electoral de noviembre más de veinte diputados a tu contrincante electoral más abultado, que no solo gobierna con la ultraderecha en Andalucía, Murcia y la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, sino que además ha procedido a considerar que el discurso, las propuestas y el modo de concebir lo político y las posibilidades de organizar la política de esta fuerza política gozan de total homologabilidad y legitimidad en el sistema político español y que, en realidad, sus propuestas son más razonables, sensatas y democráticas que las que presenta UP y el campo político de la izquierda de este país? ¿En qué punto de la parábola de la homologación con el diseño autoritario y degradado de la forma democrática impuesto por el modelo posdemocrático neoliberal se hallan sistema de partidos y el sistema político españoles? ¿Es posible que entre la transversalidad, el progresismo y la pospolítica hayamos cruzado la línea a partir de la cual resulta realmente difícil organizar propuestas transformadoras a partir de los contenidos materiales presentes en los proyectos y expectativas de las fuerzas jurídico-políticas e institucionales todavía activas en los marcos políticos de las grandes constituciones fordistas de posguerra, que constituyen nuestro antecedente sociopolítico primordial a partir del cual debemos concebir los innumerables procesos de radicalización democrática que exige la gestión de la crisis sistémica actual y sus tendencias estructurales de incremento de la desigualdad, de complicación del colapso ecosistémico, de desarticulación del modelo laboral y de cuidados y de agotamiento de los actuales paradigmas tecno-productivos, monetario-financieros y logístico-energéticos?
Una fuerza política como UP y sus constelaciones tienen la necesidad imperiosa de crear nueva organización política, una nueva forma partido
En este contexto de estrechamiento del horizonte democrático material y sustantivo, esto es, de la ligazón de la política a la expansión de los derechos y las libertades fundamentales, la resiliencia de UP es notable y aventura la resistencia del espacio socioestructural que abrió el 15M, las mareas y la movilización popular contra la crisis de 2008 y su gestión autoritaria contra los sectores sociales más indefensos.
UP, no obstante, vuelve a perder terreno por muy sensato que sea su discurso tanto respecto a la crisis social como a la territorial, si bien respecto a esta última le falta abordar en genuinos términos de clase lo que se juega en la denominada crisis constitucional del Estado. La falta de verdadera innovación política de la formación se verifica no tanto en sus propuestas, sino, sobre todo, en el ámbito de su gramática política compositiva, en el diseño de su impacto como máquina política tanto sobre las complejidades de la formación social española sometida al impacto de los vectores de la crisis sistémica actual, como sobre la estratificación y complejización de la desigualdad multidimensional que cristaliza en su dinámica reproductiva.
Una fuerza política como UP y sus constelaciones tienen la necesidad imperiosa de crear nueva organización política, una nueva forma partido que debe, por definición, revolucionar, inventar y transformar las modalidades de ubicación de su proyecto político en la esfera pública y en el metabolismo de la formación social española, si desea desplazar las tendencias de dominación actuales, dotar de otra consistencia jurídico-constitucional al funcionamiento de la forma Estado actual y a su diseño constitucional e incidir estructuralmente en el contenido de la constitución material de la misma producto de niveles muy intensos de reestructuración, explotación y segmentación socioproductiva y territorial.
En un momento de crisis multifactorial dotada de una alta tasa de retroalimentación entre sus vectores de producción sistémica, la importancia de las propuestas palidece, siendo obviamente primordial para un proyecto de izquierda, ante la importancia de la forma partido, los circuitos de producción de conocimiento social desde abajo, las nuevas cartografías sociales, estéticas y narrativas, así como del peso determinante de los dispositivos cognitivos socializados capaces de percibir y captar colectivamente la actual miseria del mundo y efectuar la descripción novedosa de la consistencia, la densidad y la composición de la reproducción social y de la composición social y de clase de los sujetos que no logran expresarse políticamente en las formas partido existentes y en las gramáticas a partir de las cuales estos construyen las dinámicas y dispositivos de representación política y, por consiguiente, de esterilización o intensificación del contenido democrático de las constituciones fordistas todavía nominalmente en vigor.
La materialidad de la forma partido y de la organización política deben tener la fuerza suficiente para propiciar la generación de estas nuevas gramáticas políticas capaces de comprender, manejar, proyectar y articular las actuales formas de representación democrática con la posible complejización, difusión y percepción masiva de las nuevas formas de reproducción estructural de una realidad social como la actual, que se degrada irremediablemente más allá de aquellas y en cuya degradación se apelotonan los diversos niveles y formas de representación política en un colapso aparentemente ineluctable de las posibilidades de transformación y de reversión de las políticas más duras, más irracionales y más injustas generadas por la peculiar disposición de los vectores de crisis del capitalismo histórico, que son toleradas cínicamente, esto es, estructuralmente, cuando no alentadas y organizadas por el actual sistema político democrático.
Se trata de abordar la producción de las modalidades de construcción de los nuevos objetos políticos, de su lógica y de su recombinación para generar nuevas gramáticas y nuevas conversaciones políticas, que puedan no solo incidir mediante el juego democrático en la imposición de los nuevos parámetros de normalidad social, sino que trastornen y amplíen la delimitación de lo que está en juego políticamente en cuanto a los modelos de reproducción y explotación social, lo cual exige proyectos políticos de una consistencia y de una envergadura que el actual sistema de partidos simplemente no puede ver ni generar por razones de paradigma político y de lógica compositiva entre los ciudadanos, los partidos realmente existentes, los estratos más pobres de la estructura social y el conjunto de clases trabajadoras precarias, excluidas o desplazadas del actual contrato social neoliberal.
Estos sujetos políticos –Podemos y sus constelaciones en la formación social española– deben construir formas permanentes de comunicación bidireccional con los innumerables sujetos sociales que sufren la crisis y cuya afasia es una de las condiciones del enrarecido y reaccionario campo político actual, capaces de generar, mediante su descripción de los efectos de la misma, la construcción de las posibles respuestas concebibles por parte de la forma Estado y el registro de las posiciones que sobre ellas mantienen y diseñan los viejos partidos políticos (dichos estatales o nacionalistas) y, especialmente, las organizaciones conservadoras y/o reaccionarias, viejas y nuevas, que pueblan el actual sistema de partidos (PSOE, PP, C's, VOX, etcétera); ese registro deber servir como puntos de referencia respecto a las necesidades y el análisis que produce preeminentemente (1) el conglomerado de sujetos sociales superexplotados, precarizados y excluidos actuales convertidos en sujetos de enunciación y politización, (2) las diversas organizaciones intermedias (sindicatos, colectivos, movimientos sociales, etcétera) que pululan en la sociedad civil, (3) los expertos críticos y los profesionales comprometidos, así como los sujetos social e intelectualmente activos involucrados sectorialmente para diseñar las formas de intensificación del contenido democráticos de las políticas públicas de modo que su articulación se halle en condiciones de modificar el conjunto de las realidades institucionales, los dispositivos administrativos, los ritmos de funcionamiento de las Administraciones públicas y la calidad de la participación y la rendición de cuentas de la forma Estado actual.
Se trata, por un lado, de la calidad democrática del modelo constitucional, porque si el sistema político sigue en manos del actual sistema de partidos, el cual opera, en realidad, más como un vector tendencial de aceleramiento del proyecto neoliberal que como un contenedor de soberanía que puede oponer en el momento presente una lógica sistémica (democrática y constituyente) a otra lógica sistémica (depredadora y precarizadora), esta se halla literalmente contenida y sofocada estructuralmente, como, por otro, de concebir los escenarios y las sendas de transición sistémica a partir de la lectura proteica y lúcida de la consistencia real de la reproducción social para concebir escenarios de construcción de lógicas antisistémicas que tengan un impacto directo sobre los equilibrios duros del poder económico, institucional y político.
La parábola de Más País ha dado de sí lo poco que podía objetivamente dar, dado que su rango de innovación era tan bajo como disparatado el conjunto de fuerzas y personalidades que conformaban su proyecto
En el actual sistema político español, cuyas cuatro grandes matrices políticas de generación política indican que se trata de un sistema muy degradado como campo de representación política y de producción de legitimidad democrática, que es oligárquico a escala de las estructuras de poder en las que se inserta ese campo y respecto a las que se posicionan sus partidos políticos así como sus grupos dirigentes, que está supernacionalizado por elites presas de la misma lógica política autorreferencial y de la misma cosmovisión política conservadora, y que se halla desdemocratizado en tanto que impone la imposibilidad de lógicas de composición de política, que operen a partir de las necesidades, situaciones y dinámicas reproductivas del 40 por 100 menos privilegiado de la población y de la estructura socioeconómica, laboral, territorial y cultural del país, las nuevas lógicas sociales de agregación política y los nuevos contenidos de la conversación y de la disputa política que propugnan los nuevos sujetos como Podemos/UP y toda su constelación deben implicar una innovación radical de la forma partido si realmente estos nuevos sujetos políticos de izquierda desean ser relevante en las relaciones de fuerza del campo político actual e incidir en las dinámicas estructurales de la reproducción social durante esta fase de crisis y caos sistémico. Este terreno y esta complejidad todavía están por explorar por parte de Podemos/UP y sus constelaciones, que siguen manteniendo, no obstante, la energía cinética política suficiente para desencadenar esos procesos y esos rangos de complejidad de modo más o menos inmediato.
La parábola de Más País ha dado de sí lo poco que podía objetivamente dar, dado que su rango de innovación era tan bajo como disparatado el conjunto de fuerzas y personalidades que conformaban su proyecto. Aventura política lastrada irremediablemente antes de empezar a volar por sus oscuros orígenes en la voladura de Ahora Madrid, la expulsión de Podemos y de los movimientos sociales de la competencia electoral municipal en las pasadas elecciones del 26 de mayo, la propulsión y aprobación de la Operación Chamartín y la alucinante reivindicación de Manuela Carmena como único faro político, preclaro numen intelectual y berroqueña roca ética del conjunto del proyecto. Y ello tras los resultados de la primera y única legislatura de gobierno del consistorio madrileño por parte de la izquierda en el último cuarto de siglo, que se ha saldado con la vuelta del partido más corrupto de Europa y sus amigos políticos al timón municipal para descalabro de la lenta recuperación de un mínimo contenido democrático para la gestión de la ciudad de Madrid.
Su aventura política quedó de hecho irremediablemente sellada tras la publicación de la portada de El Jueves el pasado 1 de octubre, que es una obra maestra de la caricatura política y todo un tratado de semiótica política y de psicología conductual.
La coyuntura a partir de este momento presenta un escenario político muy complicado, que solo será posible, como sucede en los buenos cercos, romper por arriba, esto es, con la introducción de variables no contempladas por el juego político tasado, que estas segundas elecciones han pretendido sellar, esterilizar y simplificar de modo brutal de la mano del PSOE de Pedro Sánchez.
El PSOE es, en esta última fase, el pivote del cuadro político español en tanto que desde 2018 se ha hecho con el gobierno y ha sido la fuerza más votada en las dos últimas elecciones generales. Su discurso, su alucinado giro derechista y su nula intención de considerar otras modalidades, formas o líneas de composición política con la izquierda de este país fortalece objetivamente a la derecha, aunque sumados PP, C's y VOX pierden, como decíamos, siete escaños respecto a abril, porque el incremento de este último grupo político compensa con creces para peor ese descenso y porque todo el baricentro del sistema político se desplaza hacia la derecha sin remisión alguna durante los próximos meses si nada lo logra remediar.
EL PSOE nos hará de nuevo perder tiempo y energías políticamente preciosos, cerrará más, si ello es posible, las dinámicas endógenas de un sistema político estructuralmente conservador
Si ello hubiera supuesto un crecimiento de UP a costa del partido socialista o a costa de la abstención, el panorama no sería tan sombrío, pero la caída del partido morado debilita estructuralmente a la izquierda y el posible proyecto capaz de neutralizar a este bloque reaccionario en ciernes. La campaña ha sido demasiado convencional para que ello haya sido posible y la debilidad organizativa de UP, su deslavazamiento interno, la falta de arraigo territorial y el bajo nivel de trabajo político lastraron la campaña y lastrarán también previsiblemente los próximos meses de trabajo político. A pesar de esta situación, el espacio abierto heroicamente por Podemos/UP, Barcelona en Común, las confluencias y demás iniciativas conexas son la única garantía a día de hoy de que el espacio político español no se cierre en una línea de evolución realmente inclemente para las fuerzas democráticas transformadoras por las cotas de unilateralidad que introduce la dureza de las tendencias sistémicas de la crisis del capitalismo global, por la imposición del ajuste neoliberal perpetuo que se demanda desde la UE, por el desmantelamiento irreversible de la constitución material de la Constitución de 1978 en lo que se refiere a los derechos y libertades fundamentales y por la aceptación de una resolución autoritaria de la crisis constitucional territorial que afecta a Cataluña.
EL PSOE nos hará de nuevo perder tiempo y energías políticamente preciosos, cerrará más, si ello es posible, las dinámicas endógenas de un sistema político estructuralmente conservador, seguirá desplazando el eje a la derecha cualitativamente hablando, ya con los resultados electorales del 10N en la mano, a partir de un discurso inverosímil de una legitimidad política intangible y del derecho a gobernar en solitario, sin controles y sin socios políticamente dignos de tal nombre. Los resultado del 10N han complicado todavía más las posibilidades de formar un gobierno que no sea de concentración o de gran coalición y han confundido y confundirán más si cabe al electorado fiel del PSOE, dada la actual línea de su discurso político, que durante los últimos meses ha sido indecentemente sectario, cortoplacista y conservador.
El PSOE confunde, enmaraña y hace cada vez más reaccionario el contexto cristalizado en la foto de los cincuenta y dos diputados conseguidos por VOX, formación que seguramente conocerá un destino muy similar al de C's, pero que entretanto habrá contribuido con denuedo a degradar más el campo político de la formación social española y a deteriorar las posibilidades inteligentes de acción colectiva que precisa la virulencia de la crisis actual, que ni todos los partidos socialdemócratas, conservadores, reaccionarios y nacional-populistas del mundo juntos lograran amortiguar, revertir o eliminar en lo que a sus efectos estructurales más perniciosos e intolerables se refiere y que únicamente las nuevas formas de constitución política generadas por los nuevos sujetos surgidos de la respuesta a la crisis, que presentó el 15M y que eclosionarán con mucha mayor originalidad en los próximos pocos años, serán capaces de criticar y revertir. UP y sus constelaciones son cruciales a la hora de abordar esta tarea en toda su complejidad, sofisticación y alcance transformador.
La crisis de lo político y de la política en la que se inscribe este juego torpe y autorreferencial del PSOE y de la práctica totalidad de los partidos políticos presentes en el tablero político español, así como la fenomenología de los comportamientos que hemos visto durante los últimos siete meses y, en realidad, desde las elecciones generales de 2015, responden a la ingeniería que las clases dominantes y las transformaciones del capitalismo y la geopolítica y la geoeconomía globales han impuesto a los equilibrios de clase mediante la cauterización del conflicto social como consecuencia de la reestructuración del capitalismo histórico desplegada al hilo de la crisis del fordismo y de la sutura y borrado de los procesos de democratización impuestos por las clases dominadas durante la primera mitad del largo siglo XX (1870-2019), que ha sido el siglo político por antonomasia de la modernidad por mor de la constitución como sujeto político antisistémico de las clases trabajadoras globales metropolitanas y coloniales.
Y para concluir mencionemos uno de los eslóganes acuñados por los gilets jaunes, cuyo primer aniversario de movilizaciones se cumple estos días: «Les pauvres font l’histoire, les autres la commentent!», que es otra forma de decir que la lucha de clases es el motor de la historia y que las comunidades nacional-populares son hoy en día el principio de la antipolítica en la que se reconocen gustosos socialdemócratas, populistas, liberales y reaccionarios.
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... le faltan claves para desatascar el nudo territorial que atraviesa cualquier propuesta viable para abrir en términos de democratización, para poder cerrar la posibilidad de recomposición restaurativa del R78 y taponar las vías reaccionarias. Hace falta valentía e inteligencia política para incorporar a todos los actore democratizadores o será un fracaso con consecuencias graves en términos de involución.
Análisis científico y riguroso, Carlos Prieto tiene sintonía con Pablo, espero que lo lea, aunque mucho me temo que tras el rápido preacuerdo de Gobierno PSOE-UP no será tenido en cuenta. El PSOE abrazará a la izquierda mientras tenga fuerza, y la hará copartícipe de sus decisiones de política económica neoliberal para compartir responsabilidades. Podemos no debe contribuir al cierre del régimen desde las élites, esperemos que sepan leer la coyuntura y aprovechar el asalto al poder del Estado para iniciar un nuevo ciclo político que tenga como horizonte un proceso constituyente.