Maternidad
De malas madres

La maternidad, sus otras realidades y sentires, según un grupo de mujeres vascas y latinoamericanas
 Errukine familia monomarental
Madre e hija, en tiempo de crianza David F. Sabadell
27 dic 2021 06:30

Tatiana Picherile es madre de dos, atraviesa su segunda baja por maternidad con el delantal colgado al cuello y con su hijo mayor esperando a que le lance un balón. Apenas puede sacar tiempo. Es profesora de Historia en un instituto y creció con ganas de formar una familia. A Tatiana le sonríen la vida, sus dos hijos y un marido.

Cruzando la acera está Estefanie Seijas. A sus 26 años, ya graduada en Derecho, esta activista antirracista y feminista le apuesta a un futuro en donde los niños no tienen cabida y donde su libertad pesa más que los 2,5 kg del bebé que no pretende ver nacer.

1, 2, 3... quién se esconde otra vez. Inés Goñi juguetea con su hijo mayor mientras su bebé de 6 meses balbucea como quien entiende de conversaciones ajenas. Admite que a sus 33 años no cambia por nada la luz que le han dado sus dos seres más preciados. Inés lo soñó y, aunque repite que es un “desastre”, ser madre le hace ilusión.

A Laura Bermeo le tocó muy joven. A los 17 años ya era madre de una niña. Ahora tiene 28, logró ser abogada y criar sola a Valeria, que con 11 años ya le ha adelantado que no quiere ser madre.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en su estudio sobre Estadísticas del Movimiento Natural de la Población (MNP), el número de nacimientos en el primer semestre del año 2020 fue de 168.047, un 4,2% menos que en el mismo periodo del año anterior. Una tendencia que según parece se mantendrá en los próximos años.

Para Estefanie Seijas no hay duda: “Un problema grave es que a nuestra generación le está costando más todo: salir de casa, encontrar un trabajo estable o tener unas buenas condiciones de vida. Si a todo eso le sumas un hijo ya es el caos para mí”.

Ser o no ser madre

Estefanie cuenta que desde pequeña ha sentido cómo la sociedad crea en las mujeres la necesidad de ser madres para así sentirse más válidas. “Por mi parte, no quiero tener hijos. Cuando era pequeña pensaba que querría tenerlos, pero era algo que no pensaba por convicción sino por presión, creía que era eso lo que debía hacer al ser mujer”, afirma. “Ser o no ser madre es una decisión muy importante, nadie tiene derecho a juzgarte, es una decisión libre, te cambia la vida como mujer”, añade.

Estas mujeres, vascas y latinoamericanas, forman parte de un colectivo que lucha a favor de la emancipación, la conciliación familiar y la libertad de ser o no ser madres totalmente válidas y sin etiquetas en una España con la tasa de fecundidad más baja del mundo, 1,2 hijos por mujer, según el resumen de Estudios sobre la Economía Española de 2021. Según este estudio, la precariedad laboral es uno de los factores que frena la idea de las parejas de formar una familia. Junto a ello, en la encuesta de fecundidad para el año 2018 -del mismo estudio- el 14% de las mujeres y el 20% de los hombres, entre los 20 y los 40 años de edad, declaraban que no desean tener hijos.

Carolina Delgado es psicóloga y madre. Ha dedicado gran parte de su carrera profesional al estudio de la mujer en la maternidad. “Dentro del marco de la feminidad y de ser madre ante la sociedad, pensar en una misma antes que en sus hijos está mal visto. Lo que no se entiende es que si pienso en mí antes que en mis hijos es porque para darles a ellos lo necesario tengo que estar equilibrada, tengo que encontrarme y desearme para poder estar entera. Y no nos referimos a abandonar hijos por irnos a la playa un año, hablamos de sacar tiempo para nosotras y para encontrarnos”, apunta.

“Dentro del marco de la feminidad y de ser madre ante la sociedad, está mal visto pensar en una misma antes que en sus hijos", Carolina Delgado, psicóloga y madre. 

Carolina tiene 33 años y es madre de una niña de 12. Ha trabajado en pro de la salud mental de la mujer y admite que siente una pasión especial por la reacción biológica que genera en las mujeres tener un hijo. Sostiene que es más “fácil” tratar a una mujer frustrada que a un niño maltratado por una mujer que no supo ser madre, que no quiso serlo y lo fue por presión. “Decir no quiero ser madre rompe con los estigmas, con el tabú social. No querer ser madre va de la mano con la aceptación propia. Estas mujeres están construyendo otra feminidad al demostrar que se puede ser maternal con la sociedad”, comenta. “Hemos ligado la maternidad con parir y eso es como decir que el color rosa le pertenece a lo femenino y el azul a lo masculino. Son estigmas creados para tenernos sujetos al marco sociocultural”, añade.

Las mujeres luchan día a día por hacer visibles sus derechos, por fomentar cambios que no se esfumen y con los que puedan decidir sin miedo y en voz alta. Hoy la presión es doble, se exige a una mujer -además de ser madre- una independencia absoluta. La maternidad hoy en día dista de ser lo que era en el pasado donde la mujer estaba hecha por y para ser madre.  

No es fácil ser madre

De abuelas a madres, y de madres a hijas, se ha presentado un único modelo de maternidad. La sociedad no deja de señalar, juzgar o incitar. Así explica su experiencia Tatiana Picherile: “Ser madre primeriza fue difícil. Sabía que quería tener hijos, pero enfrentarme a la realidad fue más duro de lo que esperaba. Tuve que ir al psicólogo. Tuve mucho estrés y angustia por la culpa. Sentía que no estaba siendo una buena madre”. Tatiana se atreve a decir que todas las mujeres que son madres pasan por esa “especie de choque” frente a lo que dicen los padres, los suegros y la sociedad sobre ser una madre modelo. “Esa situación me llevó a terapia. Allí empecé a sentirme más segura y a entender que las madres de ahora no somos como las de antes y que cada hijo trae consigo su propia experiencia”, afirma.

Hablar en voz alta sobre lo que significa ser madre está prohibido. Así lo afirma la psicóloga Delgado. Insiste en que romantizar la maternidad viene desde tiempos inmemorables y que ella misma es la primera en decir que es una mala madre -según lo cataloga la sociedad- cuando prioriza su salud mental y le hace saber a su hija que no siempre está entera, que a veces se rompe en mil pedazos, que a veces necesita su espacio. 

Un colorido desastre 

“El trabajo más duro recae sobre la madre, eres la que pone el cuerpo para albergar esa vida. No se puede decir que la tarea es compartida, no es un 50-50. Los cambios hormonales, el sobrepeso, las complicaciones de salud, tomar medicamentos, vitaminas, hacer reposo”, explica Tatiana.

Laura Bermeo sigue el hilo de Tatiana Picherile sobre lo difícil que es enfrentarse a la maternidad: “A los tres días de haber dado a luz, el padre de mi hija tuvo un viaje laboral y me quedé sola, después de una cesárea, sin apoyo. Es claro que como mujeres ya sufrimos el cambio físico, las heridas que te limitan y la depresión postparto, de la que poco se habla. Tuve que levantarme sola de la cama mientras me sostenía la herida, tuve que incorporarme en las madrugadas para alimentar a mi bebé. Sabía y tenía que poder hacerlo sola”.

La situación de Laura la obligó a no detener su camino, pero sí a renunciar a sí misma: “Durante todo el embarazo, el parto y la crianza de mi hija he tenido que dejar, entre otras cosas, mi ciudad natal. Moverme en torno a lo que el trabajo del padre de mi hija indicase. Si teníamos que mudarnos, nos mudábamos. Siento que perdí toda independencia”, reconoce, y cuenta cómo los consejos de su madre siguen vigentes hoy: “Cuando quedé embarazada mi madre me dijo: tú no sabes lo que te espera, no sabes la responsabilidad que conlleva tener un hijo. Y cuánta razón tenía. De la mano de esa razón vienen las opiniones externas con respecto a tu bebé: qué belleza, qué bien alimentada, qué guapas las dos. Lo que no se dice es que detrás de tanta belleza hay muchas lágrimas, mucho sacrificio”.

“Durante todo el embarazo, el parto y la crianza siento que perdí todo independencia", Laura Bermeo, madre

La individualidad es lo que más cuesta a estas madres que se atreven a contar sin miedo lo difícil que es asumir esa responsabilidad. Lo primero que notó Tatiana fue su falta de independencia al convertirse en madre por primera vez: “Perder la independencia es el gran tema para mí. Nadie te lo dice, te enteras sola y si no estás preparada te quieres morir”. Para Inés Goñi la principal desventaja de ser madre es la pérdida de la autonomía. “Para bien y para mal es difícil ser madre y ser individualista. Tienes que dedicar mucho tiempo y energía a los hijos, pero también te hará falta ayuda o asesoramiento en su cuidado. Tus hijos dependen totalmente de ti, pero tú dependes de otras personas que te ayudan a sacar adelante tu labor como madre.

Inés siempre quiso tener hijos, pero dice también que siempre ha querido ser muchas cosas. Se declara mala madre si eso significa ser tan real como lo es la maternidad.

Una vía de escape

Las redes sociales se han convertido en una plataforma de apoyo para mujeres que como Inés, Mama_desaster en Instagram, tienen un perfil desde el que cuentan sus experiencias y resuelven sus dudas y las de sus seguidores. Tatiana Picherile también encontró en esta red social una manera de desahogarse y al comienzo de la pandemia creo su perfil No es fácil ser madre, su frase de vida: “A veces siento que no puedo y es en Instagram donde encuentro cierto alivio. Hay mucha gente que me muestra su apoyo o agradece que comparta mis experiencias. Lo tengo como un espacio para mostrar lo que no se dice sobre la maternidad”. 

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Laura Bermeo se refugió en el estudio: “Mi decisión de entrar a la universidad me dio mucha vida y tener a mi hija me hizo muy fuerte. Tuve que buscar la manera de compaginar estudio y crianza. La situación era muy difícil y no pude más que compartir la responsabilidad con las guarderías porque su padre estaba ausente”.

A pesar de la difícil decisión de ser madre adolescente, Laura, entre sonrisas, sostiene que adora a su hija, pero que ella ha tenido que tomar responsabilidad y criarse casi sola: “Estamos muy unidas e intento estar muy presente, pero tiene una madre independiente. Ella tiene que hacer muchas veces sus deberes sola y eso la ha hecho madurar. Se ha convertido en un apoyo para mí. Todos los días me sorprende. Tiene muy claro, a sus casi 11 años, que no quiere ser madre, que quiere estudiar, viajar y ser feliz”. 

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