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El próximo 15 de setiembre se cumplirán diez años desde el inicio de la última gran crisis económica. Nos dijeron que un tsunami financiero había provocado un gran terremoto en el panorama bursatil internacional. El gigante financiero Lehman Brothers se derrumbaba y el mercado libre, pieza fundamental del capitalismo, llegó incluso a ponerse en cuestión. El propio Nicolas Sarkozy, entre otros dirigentes mundiales, habló de la necesidad de refundar el capitalismo. Una década después, esa supuesta refundación del capitalismo se ha limitado a profundizar en sus origenes y Sarkozy bastante tiene con hacer frente a las acusaciones de corrupción que le rodean.
Karl Marx nos explicó, hace ya tiempo y de forma magistral, que el capitalismo genera crisis de forma periódica y que, en definitiva, son parte del propio sistema. En la fase de crecimiento, a los defensores del capitalismo les resulta relativamente fácil defender el mismo y nos recuerdan que éste genera empleo, riqueza y bienestar social. ¿Pero cómo puede decirse de un sistema que genera crisis periódicas con drásticas consecuencias que es eficiente y que es el único que realmente funciona? ¿Cómo puede una opinión de esa índole estar tan extendida y formar parte del sentido común de la mayoría de los economistas o analistas sociales?
Obviamente, no hay una respuesta única a dichas preguntas, pero, ciertamente, resulta decisivo presentar los hechos económicos como fenómenos naturales, con dinámica propia y, por tanto, sin margen de incidir en ellos o hacer variar su desarrollo. Las metáforas mencionadas anteriormente son un buen ejemplo de lo que estamos comentando. Los llamados expertos económicos nos presentaron la crisis como tsunami, terremoto o turbulencia financiera, esto es, como un fenómeno natural o meteorológico y, por tanto, ocultando y negando toda responsabilidad personal en los mismos. La utilización de estos términos va más allá de criterios periodísticos o pretensiones sensacionalistas de los medios. De hecho, estos conceptos pueden encontrarse, facilmente, en los diferentes informes económicos de las entidades económicas más importantes del planeta.
Karl Marx en el primer tomo de su obra cumbre, El Capital, nos habla del papel que cumple la fetichización de la mercancia en el marco del sistema capitalista. Las mercancias, decía, como productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Cuando se cumplen doscientos años del nacimiento de Marx, la mayoría de los acontecimientos de la realidad económica se nos presentan fetichizados y con vida propia en las explicaciones que se vierten en la prensa, en los debates públicos o en las explicaciones que sobre ellos se dan en las facultades de economía. Seguimos ocultando que la economía es una ciencia social y que las supuestas leyes de la misma no tienen, absolutamente, nada que ver con las leyes de las ciencias naturales. El mercado, por ejemplo, se nos presenta como fenómeno o ser con vida propia y, por tanto, poco se puede hacer para hacer variar el desarrollo del mismo. Como mucho, lo único que podemos hacer es cumplir las recetas exigidas por la Troika o el FMI para ayudar en la recuperación de una economía débil y con problemas de salud. Más metáforas para esconder las deficiencias del mercado o legitimar políticas antisociales.
Ni el mercado ni el sistema funcionan. Ni antes, ni ahora. El capitalismo es un sistema que genera crisis de forma periódica. En tiempos de crecimiento, el capital obtiene su beneficio a costa del sudor de los y las trabajadoras (plusvalía en palabras de Marx) y, visto lo visto, en tiempos de crisis costear las pérdidas también corre por nuestra cuenta. Claro que siempre se puede vender en forma de rescate o de inyección de liquidez.
La explicación del establishment en torno el funcionamiento del sistema, obviamente, es muy diferente. También sobre esto nos advirtió Karl Marx en su otra obra La Ideología Alemana. En ella explicaba con detalle la función que cumple la ideología y cómo, mediante ella, las relaciones humanas se presentan de forma invertida a la situación que realmente se produce en el marco del sistema capitalista. Aunque nos pueda parecer increible, el mercado o la mano invisible que nos arrastra de una crisis a otra ha de ser quien conduzca la economía. Y, también supuestamente, es la única capaz de generar riqueza y bienestar común. No importa que la cruda realidad refute permanentemente dichos supuestos, la ideología del sistema y los economistas a su servicio seguirán repitiendo esos principios hasta que queden petrificados en nuestras mentes.
El actual sistema económico, y más concretamente su versión neoliberal 3.0, está generando y cronificando la pobreza, el paro y la precariedad para millones de personas a lo largo de todo el mundo; este sistema capitalista y patriarcal condena a las mujeres a labores reproductivas no retribuidas y trabajos precarios pésimamente pagados. Al igual que la mano invisible del mercado, la mujer y su trabajo, sea productivo o reproductivo, resulta también invisible para este sistema y sus defensores. El problema no es sólo el techo de cristal, sino la falta de un suelo para una vida mínimamente digna.
La dualización de la sociedad y la brecha social entre unos pocos que siguen acumulando riqueza y capital y una mayoría condenada a sobrevivir, es cada vez más grande, más hiriente y más vergonzosa. Todo ello se hace a costa de las clases populares, pero también a costa de construir el desarrollo del norte a expensas del subdesarrollo del sur y, cómo no, gracias a la explotación de unos recursos naturales que nos arrastran al caos ecológico.
Así ha sido durante siglos, pero el neoliberalismo y la globalización económica que cierra fronteras a las personas y las abre para los capitales, no ha hecho otra cosa que multiplicar precipitadamente todos esos procesos en estas últimas décadas. Las crisis ya no son sólo económicas. Ahora también son políticas y de legitimidad, son de los cuidados, son humanitarias, son ecológicas... En definitiva, el sistema, repetimos, no funciona y no lo hace mírese desde donde se mire.
Y no, todo ello no es natural. Digan lo que digan, no tiene porque ocurrir, no es una realidad per se. Y vestirlo de catástrofe natural, de economía enferma o de correciones del mercado no es más que la versión actual de la realidad invertida denunciada por Marx en su análisis sobre la ideología. Una vez más, Marx acierta de pleno en su analisis del sistema capitalista.
Lo mismo ocurre cuando en el Manifiesto Comunista nos recuerda que el ejecutivo del estado moderno no es otra cosa que una comisión que gestiona los intereses comunes de la burgesía. Hoy en día, en plena privatización de la democracia (Goikoetxea, 2017), cuando la Unión Europea y los estados cumplen a pies juntillas los mandatos de las grandes transnacionales y entidades financieras, los mandatarios de la mayoría de los estados no son otra cosa que marionetas guiadas por la mano invisible del capital. Y la corrupción no es la excepción, sino el necesario y triste precio de dicha relación al servicio de los poderosos. Por cierto, poderosos que corrompen, pero que jamás son juzgados y mucho menos condenados por ello. Para ello también están las mencionadas marionetas que, además, ayudan a extender la idea de que lo público, además de ineficaz, es también corrupto.
Han pasado 200 años desde el nacimiento de Marx. Las publicaciones, actos y congresos sobre su obra se multiplican y este artículo también pretende ser parte de dicho homenaje colectivo que hombres y mujeres de todo el mundo estamos realizando para recordar la validez de su obra.
Marx realizó aportaciones de un inmenso valor. Las explicaciones, teorías y conceptos utilizados por él y su compañero de batalla, Friedrich Engels, para comprender el sistema capitalista resultan hoy en día de rabiosa actualidad. El desarrollo actual del sistema capitalista puede seguir siendo interpretado gracias a la mirada de Marx y Engels. La función que ha tenido y tiene la lucha de clases a lo largo de la historia, la ya mencionada fetichización, la plusvalía, la realidad invertida o el sometimiento de la política a la economía, todo ello, nos siguen resultando de gran utilidad para analizar la actual realidad económica y social.
En todo caso, también hay entre los seguidores de Marx y ciertos sectores de la izquierda una incomprensible actitud que, desde luego, no podemos compartir. No es sólo que no tiene ningún sentido perderse en inzanjables debates sobre la interpretación de algunos textos de Marx, no, el problema va más allá, es más grave. El tema es que hay quien quiere interpretar los textos y las aportaciones de Marx como si el mundo no hubiera cambiado con el paso de casi dos siglos de transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Desgraciadamente, esto tampoco sería novedoso para el propio Marx que, a la vista de algunas interpretaciones que sobre su obra se estaban haciendo, ya declaró que él no era marxista. Ayer y hoy, algunos más papistas que el papa y más marxistas que el propio Marx.
Indudablemente Marx realizó aportaciones fundamentates en el campo de la economía, sociología y la filosofía. Todas ellas son válidas para seguir comprendiendo y transformando el mundo, pero afortunadamente no son las únicas.
En las últimas décadas desde la economía feminista, por ejemplo, se ha puesto de manifiesto la importancia de los cuidados y el papel que cumple lo reproductivo como pieza clave del engranaje del sistema. Se nos ha recordado que si bien es cierto que la plusvalía se debe gracias al sudor de los trabajadores, no podemos olvidar tampoco el sudor de todas las mujeres que garantizan la reproducción del sistema y que, normalmente, pasa inadvertido, sin contabilizarse y sin reconocimiento social y económico alguno. E, incluso, hay quien ya pone en cuestión los propios conceptos de productivo y reproductivo para poner en el centro de la economía el buen convivir (Pérez Orozco, 2018) y no la producción y la generación de una riqueza que jamás es repartida. En definitiva, a la aguda mirada de Marx hay quien acertamente añade gafas moradas para ver todo aquello que no habíamos visto o que, casi, había pasado inadvertido.
Lo mismo ocurre con las gafas verdes que desde el ecosocialismo nos permiten detener la mirada en la esquilmación de los recursos naturales, en la exterminación sistemática de la biodiversidad o en el embate al que están siendo sometidos el conjunto de los bienes comunes por parte de las grandes transnacionales. Todo ello desaparece de nuestro entorno físico y natural, mientras la mano invisible tampoco lo ve, ni lo contabiliza en el marco de la economía ortodoxa.
¡Y cómo olvidar las aportaciones que desde planteamientos decoloniales, de las teorías de centro-periferia o del sistema-mundo se han hecho y se siguen haciendo para comprender el papel y las relaciones de dependencia entre los estados y sus respectivas burguesias!, ¡cómo no vamos a tener en cuenta las reflexiones que desde Europa, África o Ámerica se han realizado para comprender la opresión política, económica y cultural a la que son sometidas también las naciones, los pueblos y sus clases populares! Efectivamente, resultaría largo recordar todas aquellas aportaciones teoricas y prácticas que desde muy diferentes campos están ayudando en la critica y deconstrucción del capitalismo y de la ideología neoilberal que lo sustenta.
Marx realizó una aportación inprescindible para todas las personas de izquierda y todos los movimientos políticos, sociales y económicos que queremos no sólo interpretar correctamente el capitalismo, sino avanzar hacia otro modelo social más justo, más igualitario y más libre. Sin embargo y afortunadamente, contamos ya con gafas de diferentes colores para profundizar en nuestra mirada y reflexión crítica sobre la sociedad que nos rodea. Contamos con nuevas miradas para poder llevar a cabo, también, nuevas luchas y nuevas transformaciones.
Tan importante es interpretar correctamente el mundo, como hacer frente a las diferentes desigualdades y explotaciones que en el mismo se están produciendo. Lo importante es ser capaces, entre todos, entre todas, de hacer frente a ese sistema cruel y salvaje tan correctamente descrito por Marx hace ya casi 200 años. Cada cual desde su pueblo, marco o ámbito de lucha, siendo conscientes de nuestras contradicciones, pero convencidos de que lo que queremos construir y nos une, es mucho más importante que lo que nos separa. Además, la teoría es importante, pero la práctica imprescindible. Sin duda alguna, profundizar en las prácticas transformadoras es el mejor homenaje que podemos hacer también a Karl Marx.
Lizcano, Emmánuel (2012) “Investigando cómo se construye/analiza un imaginario. Retórica e ideología en los discursos expertos sobre la crisis económica”. En Guinea Martín (Coord.), Trucos del oficio de investigador. Barcelona: Gedisa.
Marx, K. y Engels, F. (1974) La ideología alemana. México: Ediciones de Cultura Popular.
Marx, K. y Engels, F. (2010) El capital. Madrid: Siglo XXI.
Marx, K. y Engels, F (2011) “Manifiesto del Partido Comunista”. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx
Pérez Orozco, Amaia (2017) "Introducción al debate" en Talaia", 03. Donostia. Ipar Hegoa
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https://borrokagaraia.wordpress.com/2018/09/04/la-gata-revolucionaria-de-schrodinger/
http://insurgente.org/sobre-el-confort-el-ejercito-de-liberados-mercenarios-y-el-barro/
El mejor homenaje a Marx es abolir la propiedad privada y asumir que estamos al borde del colapso económico mundial. Y no poner en marcha un capitalismo de estado como el de la antigua URSS o la actual China.
Mientras Sortu no renuncie claramente al capitalismo es más de lo mismo.
"En las últimas décadas desde la economía feminista, por ejemplo, se ha puesto de manifiesto la importancia de los cuidados y el papel que cumple lo reproductivo como pieza clave del engranaje del sistema. Se nos ha recordado que si bien es cierto que la plusvalía se debe gracias al sudor de los trabajadores, no podemos olvidar tampoco el sudor de todas las mujeres que garantizan la reproducción del sistema y que, normalmente, pasa inadvertido, sin contabilizarse y sin reconocimiento social y económico alguno."
Gezurra, ez duzu Marx irakurri.