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Coronavirus
Redes de apoyo mutuo ante la COVID19: Análisis y memoria desde el ecofeminismo
Este miércoles presentamos el informe “Solidaridades de Proximidad. Ayuda mutua y cuidados ante la Covid19“ que recoge los resultados de una investigación realizada a 100 iniciativas de apoyo mutuo de todo el país que surgieron durante el confinamiento por el coronavirus y que hemos elaborado desde el Grupo Cooperativo Tangente.
En este artículo puedes encontrar algunas de las conclusiones de este estudio. Yo me quiero centrar aquí en la lectura ecofeminista de toda esta ola de solidaridad y a la vez contribuir a hacer memoria de todo lo que sucedió y todo lo que se movilizó para poder sostener y acompañar a muchas personas. Parece claro que esta pandemia ha sido solo el tráiler de lo que puede venir así que necesitamos hacer este ejercicio de memoria y necesitamos rescatar todos los aprendizajes posibles para organizarnos en momentos de crisis (de crisis más grandes todavía que la crisis en la que ya vivimos, se entiende).
La famosa interdependencia y la complejidad de los cuidados
La pandemia y el confinamiento que conllevó durante meses, nos dió de bruces con eso que no nos cansamos de recordar desde los feminismos, que hay cosas, esas cosas que hacen que nos mantengamos vivas y en unas mínimas condiciones de dignidad, que nunca se pueden dejar de hacer. De repente ser seres interdependientes se materializaba más que nunca ante nosotros. Necesitábamos cuidados, de toda índole, y los necesitaba hasta el más pintao.
Solo en Madrid, la FRAVM calcula que las redes de apoyo que han estado vinculadas a las asociaciones de barrio han atendido a más de 45.000 personas. Para el resto del territorio es difícil estimar cifras pero lo que parece evidente es que las iniciativas colectivas ayudaron a miles y miles de personas.
Además lo hicieron desplegando un abanico de ayudas que permitieron dar una respuesta integral a las necesidades que iban apareciendo. Porque nuestras vidas, todas, son complejas y más aún las de quienes viven al día o no tienen derecho a acogerse a un ERTE. Tener comida para toda la familia, pagar las facturas, negociar con el casero, acceder a internet, contar con dispositivos electrónicos para seguir las clases del instituto o simplemente poder hablar con alguien cuando estás aterido por el miedo a que se mueren tus familiares sin poder despedirte. Todas estas necesidades fueron atendidas por las redes de apoyo.
La diversidad y la transversalidad que nos hacen más resilientes
Sabemos que la diversidad, como ocurre en los ecosistemas, nos hace más resilientes, nos hace ser más capaces de adaptarnos a los cambios bruscos. Así que nos interesaba saber cómo de diversas habían sido estas redes o iniciativas de apoyo mutuo.
Podemos concluir que las redes han sido espacios diversos donde han participado personas sobre todo, en un primer momento, de diferente edad. Las personas jóvenes se han implicado mucho, a pesar de todo lo que se las demonizó durante el confinamiento. Un estudio del INJUVE de 2020 concluye que la mitad de los y las jóvenes habían participado de alguna manera en este tipo de iniciativas. Muchas nos han contado que al principio hubo menos participación de gente migrante. Como nos contaban dos compañeros del Sindicato de Manteros de Barcelona y Madrid en una entrevista, nosotros y nosotras vivimos en permanente crisis y cuentan con potentes redes de apoyo que se movilizaron desde el primer día. Aún así con el tiempo las iniciativas se fueron haciendo más diversas también en procedencia y las redes propias de personas migrantes hicieron red a su vez con muchas otras iniciativas cercanas.
Además es importante apuntar que todas las experiencias que hemos estudiado se han planteado de forma central el debate protagonistas vs asistencialismo y todas, en la medida que dejaban los tiempos y con más o menor fortuna, han trabajado específicamente para conseguir que las personas que recibían ayuda fuesen parte nuclear de la iniciativa. Esto ha ayudado a trascender sentimientos de culpa y vergüenza por otros vinculados a la cooperación y la solidaridad y al hecho de que todas en cualquier momento de nuestra vida necesitamos ayuda de otras.
También construimos resiliencia intercambiando conocimientos y recursos, esto nos permite entre otras cosas escalar y llegar a más personas. En todos los territorios las iniciativas trabajaron en red con otras cercanas para hacer más eficaces las donaciones o intercambiar recursos (alimentos que llegaban en mucha cantidad de repente, vehículos para ir a mercados centrales, etc). Nos estaba pasando algo, a todas juntas y a la vez, esta sensación de realidad compartida tuvo que ver con esta necesidad de comunicarse con quienes se estaban organizando para lo mismo.
Alianzas improbables y retaguardia invisible
En palabras de las personas protagonistas, cuando se trata de sostener urgencias de tanta envergadura y a tantas personas a la vez, lo ideológico, lo cultural o lo religioso queda en un segundo plano. Y así ha sido. Asociaciones vecinales, AFAs, asociaciones ecologistas, feministas, sindicales, clubes de fútbol, grupos de consumo, hermandades religiosas, Cruz Roja, parroquias, asociaciones de comerciantes, cooperativas … han participado de forma conjunta para albergar bancos de alimento, ofrecer locales, gestionar donaciones económicas, intercambiar contactos de personas que necesitaban ayuda o contactar con abogadas. Alianzas que en la llamada “normalidad” no se dan o lo hacen raramente.
Estas estructuras preexistentes han sido esenciales para poder desplegar una ayuda de la magnitud desplegada. La mitad de las iniciativas estudiadas procedían de grupos ya existentes, una asociación de una escuela o un grupo de scouts que pone en marcha un banco de alimentos y se empieza a sumar gente. En el resto de casos fueron grupos que surgieron espontáneamente, casi siempre por redes sociales pero que en la mayoría de los casos acabaron en algún momento por hacer red con alguna organización preexistente para tener un local, una cuenta bancaria, o para solicitar algo formalmente a la administración de turno. Es decir, se apoyaron de forma esencial en las estructuras y en los conocimientos adquiridos y ensayados durante muchos años por los movimientos sociales.
Una ética del cuidado colectiva
En las redes de apoyo mutuo han participado muchas mujeres. Era de esperar, muchas mujeres en todo el mundo están liderando luchas e impulsando organizaciones para hacer frente a las desigualdades y la explotación. También era de esperar porque estas iniciativas, sin abandonar la reivindicación, se han situado en lo micro, en la organización a través de redes informales, dando un peso muy relevante a la salud y la vida en las decisiones. Espacios todos ellos donde estamos acostumbradas, por cuestiones estructurales que tienen que ver con los roles de género impuestos, a ser activistas las mujeres.
Pero más allá de esto, las redes han vuelto a poner encima de la mesa con mucha fuerza aquello de que lo personal es político acuñado por Kate Millet. Reivindicando por un lado la necesidad de sostener a todas a las personas a la vez y visibilizando públicamente los trabajos esenciales. También han contribuido a construir y a demostrar que es posible una ética del cuidado desde lo colectivo, algo que muchas veces nos cuesta imaginar.
La ecodependencia vuelve a posponerse por lo urgente
Si bien desde el principio, las organizaciones ecologistas y el mundo científico, comunicaron el hecho de que los orígenes de esta pandemia había que buscarlos en la degradación de los ecosistemas, hemos visto que este vínculo ha estado ausente en la mayoría de las iniciativas debido a la urgencia de atender las realidades cotidianas. En algunos casos, en el 20% de las estudiadas, el tema ha aparecido en conversaciones informales. Sólo en el 2,3% de los casos este tema ha derivado en compromisos que han modificado esta práctica cotidiana, principalmente introduciendo alimentos agroecológicos o poniendo en prácticas medidas para la reutilización y reducción de residuos.
En el protagonismo comunitario, la creatividad social, la solidaridad y las reivindicaciones contra la desigualdad que han movilizado las respuestas ciudadanas, podría anidar una latente demanda de justicia ambiental, así como la potencialidad de que, ante próximas situaciones de emergencia, se encuentren mecanismos para tener más presentes las cuestiones ecosociales. No se improvisa un cambio de modelo productivo y de estilos de vida, pero podrían tomarse medidas para ir experimentando en este sentido.
Os invito mucho a leer el informe completo porque aquí no he podido contarlo todo. El papel de las administraciones públicas, las colaboraciones público-comunitarias, la organización interna de las iniciativas y algunas otras claves de esta respuesta colectiva quedan explicadas en el estudio.