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Mujeres de la limpieza: aprenderéis mucho de las mujeres liberadas. La primera fase es un grupo de toma de conciencia feminista; la segunda fase es una mujer de la limpieza; la tercera, el divorcio (…) Hacer mal las cosas no solo les demuestra que trabajas a conciencia, sino que además les permite ser estrictas y mandonas.
Hace unos días leía un artículo que hablaba del “Síndrome Italia”. Un concepto que psiquiatras de Rumanía y Ucrania utilizan para nombrar a los malestares de las mujeres que han emigrado a la países de la Unión Europea (España, Italia y Austria) y trabajan como cuidadoras o mujeres de la limpieza. Con él, recordaba los testimonios que aparecen en el libro de Ernest Cañada Las que limpian los hoteles y en los que podemos encontrar afirmaciones del tipo: “Estamos hechas polvo. Seguimos trabajando a base de pastillas” “A mí me robaron la salud y como a mí, a todas mis compañeras”.
Las Kellys
Las kellys le plantan cara a la precariedad
Estas frases pertenecen a las “kellys”. Mujeres que trabajan por algo más de dos euros/hora limpiando habitaciones de hoteles. Mujeres que nada saben del modelo de determinantes sociales de la salud propuesto por la OMS, ni de las soluciones que ya en 2010 proponía la Comisión para Reducir las Desigualdades Sociales en Salud a través del documento “Avanzando en equidad”. Mujeres que, sin embargo, son capaces de reconocer sin ningún género de duda que su problema no es clínico ni individual sino de clase y género.
Ante esto, como respuesta, el mundo sanitario intenta buscar nombres y etiquetas con lo que nombrar lo invisible. Seguimos catalogando síndromes y patologías dotándolas de diagnóstico y, por supuesto, de tratamiento (farmacológico en la mayoría de los casos). Supongo que hay una necesidad de darle entidad a fenómenos que nos desconciertan desde las voces legitimadas del sistema.
Mientras, como si de otra dimensión se tratase, grandes colectivos de mujeres claman por unas condiciones dignas de trabajo. Colectivos como Territorio Doméstico y otras asociaciones de empleadas de trabajo doméstico llevan años luchando por derechos tan básicos como la prestación por desempleo y la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Convenio que ha sido ratificado por más de 11 países de UE y que España ya firmó en 2011.
Definir los cuidados no es fácil. Ni para el sistema sanitario ni para nadie. Los cuidados conforman una categoría vaga y compleja que comprende desde actividades instrumentales hasta lazos emocionales
En el ámbito local, encontramos a auxiliares de ayuda a domicilio como el vivo ejemplo de una Ley de Atención a la Dependencia y de Autonomía personal que ignoró a las cuidadoras sustentándose de nuevo en la explotación de la fuerza de trabajo femenina para mantener unos cuidados que la sociedad ya no sabía como prestar.
Cientos de mujeres desde muchos municipios piden cambios en la ley y en la forma de prestación para que esta no siga siendo un nicho de mercado para aquellas grandes constructoras que vieron en los cuidados la forma de continuar tras la crisis del ladrillo y, para que ésta, no siga perpetuando roles y desigualdades de género bajo el paraguas de la prestación de cuidados a las personas dependientes.
El sistema sanitario ante la crisis de cuidados
Definir los cuidados no es fácil. Ni para el sistema sanitario ni para nadie. Los cuidados conforman una categoría vaga y compleja que comprende desde actividades instrumentales hasta lazos emocionales. Desde la Salud Pública, cada vez son más los estudios que nos muestran el impacto en la salud de la sobrecarga de cuidados.Hemos asumido que los cuidados y el trabajo doméstico conforman un determinante social de la salud e incluso integrado propuestas para disminuir este impacto. Sin embargo, a su vez, aceptamos un modelo sociopolítico que lo convierte en un determinante perjudicial para la mitad de la población.
Todos los días desde la consulta de Atención Primaria recomendamos planes de cuidados y asistencias domiciliarias que se sustentan en las cadenas globales de cuidados y en desigualdades territoriales, étnicas o de clase donde operan relaciones de poder que dejan en posición subalterna a las cuidadoras. En otros casos, asumimos que el sostenimiento de los cuerpos y de las relaciones que interaccionan con ellos será sustentado desde el modelo mediterráneo familista, en el que las mujeres siguen aportando el 90% de los trabajos de cuidados. En el mejor de los casos, intentamos abarcar también la salud de todas estas personas invisibles, meterlas en códigos Z (códigos diagnósticos que agrupan problemas psicosociales), dar talleres, huir de la medicalización y buscar estrategias que alivien esta pesada carga.
Sin embargo, nos falta la reflexión de “cómo se están organizando las necesidades de satisfacción de cuidados, en el marco de un sistema que no prioriza las necesidades de las personas sino de los mercados” (Pérez Orozco, Amaya; 2009). Para ello, es necesario salir de nuestra área de confort, de nuestras etiquetas, estudios, síndromes y diagnósticos para aterrizar en una reorganización social de los tiempos y la creación de espacios donde construir otros mundos posibles. Abrir las ventanas y crear nuevas estrategias intersectoriales que partan de hipótesis emancipatorias con las que sacar todo esto del ámbito de lo privado y colectivizar cuidados. En definitiva, convertir el cuidado en un activo comunitario y no en un determinante social con impacto negativo.
Hace unos meses reflexionábamos en común en el último Seminario de Innovación en Atención Primaria en Lleida. Me quedo con unas de las conclusiones que recogimos en aquellos días: “El camino para dar valor y repartir todos los trabajos no está en reivindicar que la sociedad reconozca lo mucho que nos debe a las mujeres; está en la negación individual y colectiva a seguir cubriendo las necesidades de cuidado como lo hacemos hoy. Solo mediante una posición activa de resistencia, de contestación, de plantarnos ante una obligación que contribuye a nuestra discriminación, conseguiremos darle la vuelta a la situación actual” (Otxoa, Isabel; Esteban, Mari Luz). Quizás ha llegado el momento de preguntarnos cuál es nuestro papel en todo esto. Quizás ha llegado el momento ir más allá, mirar hacia fuera y mojarnos llevándolo al ámbito de “lo común”.
Laboral
Cuidados encadenados, cuidados que encadenan
Mujeres que relevan a otras mujeres en la gestión de sus hogares a través de cadenas globales de cuidados en las que la explotación y la precariedad son la norma.
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