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Las Kellys
Las mujeres invisibilizadas que también levantaron Benidorm
La Asociación de las Kellys Benidorm-Marina Baixa homenajea a camareras de piso jubiladas de la turística ciudad en un acto en el que las enfermedades laborales no reconocidas, la feminización del sector y el incremento de la precariedad laboral estuvieron muy presentes.
"Benidorm tiene una deuda pendiente con las mujeres que han trabajado en su hostelería", inició Yolanda García, portavoz de las Kellys Benidorm-Marina Baixa, el discurso que abrió el evento celebrado el pasado miércoles para homenajear a las camareras de piso jubiladas. La asociación organizó la actividad para reconocer el trabajo de tantas las que "hemos construido, a menudo con manos doloridas, esta ciudad", tal y como apuntó Dori Vázquez, integrante del colectivo. "Nuestras condiciones laborales han ido empeorando al tiempo que la ciudad y los beneficios hoteleros han ido creciendo", resumió García, "por eso queremos reconocer la labor de estas miles de mujeres, porque para nosotras ellas son parte de la historia de Benidorm".
Las Kellys
Las kellys le plantan cara a la precariedad
El turismo es de vital importancia para la economía de este municipio alicantino. Los pasados meses de verano la cifra de ocupación hotelera superó el 89% en julio, el 93% en agosto y el 91% en septiembre. Los datos anuales más recientes (2018) de la patronal hotelera Hosbec arrojan una ocupación del 84,3%, una cifra que supuso "el segundo mejor dato en quince años". La ciudad, anunció la patronal, tuvo más de 11,7 millones de pernoctaciones ese año. Una cantidad ingente de camas por hacer, toallas por cambiar y habitaciones por limpiar por parte de las camareras de piso. Trabajadoras que a menudo sufren la precariedad, la externalización y las enfermedades laborales no reconocidas.
Los datos anuales más recientes de la patronal hotelera Hosbec arrojan una ocupación del 84,3%, una cifra que supuso "el segundo mejor dato en quince años"
Paqui Ruiz, camarera de piso jubilada, empezó a trabajar en hoteles cuando era muy joven. Ahora tiene 66 años. Ella asegura haber visto un cambio en la profesión: "Cuando empecé con este trabajo tenía muy buenas experiencias y había mucho compañerismo, pero a lo largo del tiempo he pasado muchas calamidades". Afirma que antes no se trabajaba "con esa ansiedad", aunque recuerda que "íbamos como burritas de carga, no llevábamos carros". Esta ex empleada denuncia haberse sentido "discriminada y sin aspiraciones" en momentos en los que tampoco era escuchada en su entorno laboral cuando denunciaba sus dolores por la sobrecarga de trabajo, que se tradujeron más tarde en tres operaciones.
Las consecuencias físicas de la profesión son compartidas en el caso de Isabel Huerta, que salió por primera vez de su pueblo a los 16 años. "Estoy fatal de los huesos, operada de la columna; estuve tres meses ingresada en el hospital después de una prótesis en un hombro. También estoy operada del otro hombro y de las manos". Huerta define la evolución de la profesión en una frase: "Empezamos con 17 habitaciones al día y acabamos con 26". La camarera de piso jubilada destaca positivamente el apoyo mutuo: "He pasado por mucho malo, pero he tenido unas compañeras buenísimas". Por su parte, Nacimiento, también jubilada, anunció serlo por iniciativa propia: "La empresa no quería jubilarme, pero lo tuve que hacer por mis dolores".
Huerta define la evolución de la profesión de camarera de piso en una frase: "Empezamos con 17 habitaciones al día y acabamos con 26"
Marisa empezó a trabajar como camarera de piso en Benidorm a los 53 años, recién llegada de Argentina. Se sintió agradecida por recibir una oportunidad laboral a esa edad, pero le sorprendió la forma de trabajar: "Yo lo llamé 'las minas blancas', porque no entendía que se forzara tanto a la gente", resume. De su trayectoria destaca "haber tenido la satisfacción de conseguir que se instalara un sistema de cuerdas para evitar cargar con pesados sacos de ropa mojada, lo que me parecía inhumano". A los 63 años, le tocó trabajar de noche, lo cual le resultaba especialmente duro.
En contraste con el caso de Marisa, Kika empezó a trabajar en la hostelería muy joven, con 16 años. Cuando estaba en la lavandería, dice, trabajaba a gusto; pero le cambiaron de departamento y las subieron a piso. Su lucha particular por mejorar las condiciones laborales del colectivo, recuerda, fue conseguir que el hotel facilitara las fregonas: "Cuando yo trabajaba se usaba un cubo y una bayeta, lo que hacía que nos doliera con frecuencia la espalda". El método, efectivamente, se tradujo en lesiones y bajas médicas. "Hay que hacer el trabajo de camarera de piso para saber lo que es".
"Hay que hacer el trabajo de camarera de piso para saber lo que es", sentencia Kika
Isabel, recién jubilada y miembro de la asociación de las Kellys, resumió sus 40 años de trayectoria en un ejemplo ilustrativo: "Me dolían los brazos porque con frecuencia me daba golpes con los pomos, porque tenía que ir con mucha prisa, porque no llegaba; y si más de una vez no llegas, te sancionan", cuenta, "me alegro de haberlo dejado porque es criminal". Uno de los hoteles en los que ha trabajado Isabel es el hotel Rosamar de Benidorm: "Ese hotel tiene tres empleadas fijas que no pueden echar porque llevan muchos años y les cuesta mucho dinero, pero el resto de compañeras están externalizadas", apunta Yolanda García. Precisamente, la demanda de acabar con las externalizaciones es una de las más repetidas por las kellys.
Las Kellys
Las Kellys reclaman que no se externalice su trabajo en los hoteles
Las camareras de piso se concentraron la pasada tarde en la plaza de España para denunciar su situación laboral.
Cecilia, también integrante de la Asociación, asegura haber pasado "todo el verano con dolores que me impedían moverme. Mi cuerpo no me respondía para seguir trabajando". Por eso, explica, desde la asociación de Benidorm reivindican acabar con un "nivel de estrés que es inimaginable".
"Se están batiendo récords de beneficios y las casi 4.000 camareras de piso no los estamos notando: y no nos referimos a ganar más dinero, sino a no terminar enfermas, a que se cumpla la ley de prevención de riesgos laborales", apunta Yolanda García. "Es toda una vida levantando estos hoteles, haciendo que la patronal cobre más, haciendo crecer la ciudad. Y, sin embargo, siempre hemos sido las olvidadas", concluye la portavoz. "Le decimos a Benidorm que también existimos, que somos ciudadanas de nuestro pueblo y que estamos pidiendo unas reivindicaciones justas".
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