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Medios de comunicación
Machismo y medios: titulares que sostienen el relato del terror sexual
Juzgar a las víctimas, poner en duda qué es consentir o calificar a los agresores como “monstruos” fuera del sistema son algunos de los mecanismo que persisten en los medios para sostener lo que Nerea Barjola llama “el régimen Alcàsser” en su libro Microfísica sexista del poder.
“Alcàsser es un régimen político” es la primera frase que subrayo del libro de Nerea Barjola Microfísica sexista del poder, el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual (Virus, 2018), en el que Barjola explica cómo operó el relato mediático del crimen. Un relato de terror que impactó en una generación de mujeres jóvenes para las que el caso de tres mujeres forzadas a desaparecer, torturadas y asesinadas sirvió como mecanismo disciplinador. Pero no solo: “La generación Alcàsser son nos solo las jóvenes que sufrimos el impacto del relato, sino que impactó a todas las mujeres en la década de los 90”, cuenta a El Salto.
Los programas de Nieves Herrero y Paco Lobatón cambiaron los suplicios públicos del siglo XIX por los directos para mostrar el dolor y las consecuencias de salir de los márgenes delimitados para las mujeres. Pero el relato no terminó con la aparición de los cadáveres de Miriam, Toñi y Desirée en enero de 1993, sino que fue un hito en un continuum que enlaza a las adolescentes de Alcásser con Diana Quer. A Nieves Herrero con Susanna Griso.
Culpabilizar a la víctima, hacer piruetas discursivas en torno al consentimiento o mostrar a los agresores como parte de un “estado de excepción” son algunas de las formas concretas que toma este relato en los medios de comunicación.
Juzgar a la víctima
“El único inocente verdadero no es el que es absuelto, sino el que pasa por la vida sin juicio”. Es una cita del filósofo Giorgio Agamben que selecciona Barjola en su libro. Por eso, en el crimen de Alcàsser, “las adolescentes son culpables porque ellas y sus actitudes fueron juzgadas”, explica. Como expone la autora en las páginas de su ensayo, “para ser una narración sobre el peligro sexual, indirectamente ha de construirse como un relato de culpabilidad y dejar claro que solo ellas fueron las responsables de su situación”.
El relato culpabilizador sigue vigente hoy en los medios y es uno de los primeros dispositivos que se pone en marcha cuando se trata de violencia contra las mujeres. Internet es el nuevo autostop, y se repiten titulares como “Una mujer muere asesinada en Valencia por un hombre que conoció en internet” (en EFE) o “La acosada que no pidió ayuda” (El Mundo).
Otro ejemplo reciente lo encontramos en el tratamiento informativo de la desaparición forzosa de Diana Quer. Por poner un ejemplo, el programa de Antena 3 Diana en la red afirma que la joven “fuma”, sale con chicos y que “esa noche no fue discreta”. También reciente este titular de El Español en el que su autor escribe: “La vida normal de la chica violada en San Fermín: universidad, viajes y amigas”.
“Consentimiento arrancado con violencia”
Cuestionar si la vida de una mujer que ha denunciado una violación es o no “normal” es, en realidad, juzgar si la víctima se adapta o no a lo que en los esquemas del sistema sería una “buena víctima”. El caso de La Manada y las movilizaciones en torno al Yo te creo han tenido el efecto de contrarrestar el habitual relato sobre el terror de sexual y, en concreto, sobre el consentimiento.Nerea se refiere así a este asunto en su libro: “Un pensamiento tradicional sobre la violación es el que sostenía que las mujeres seducían a sus agresores, o bien que no se resistían lo suficiente. Esta idea introduce la dificultad de establecer la diferencia entre consentimiento y no consentimiento, que además sienta las bases para justificar a los agresores y culpabilizar a las mujeres de las agresiones [...] El rapto de seducción, como la misma palabra seducción indica, toma varios sentidos en los que se mezclan actos de libertad y de coacción. Se trataría de una especie de consentimiento arrancado por coacción”.
Los siguientes titulares muestran cómo ese razonamiento persiste hoy en los medios. El titular de ABC “Imputado un anciano de 86 años por intentar tener sexo con su mujer, de 82” plasma como sexo consentido lo que parece ser una agresión a su compañera.
“Multa por llamar de madrugada a una mujer para cantarle canciones de amor”, en Diario de Mallorca, también contiene la idea de que acosar puede ser un acto seductor. Este medio luego cambió la redacción a “Multa por llamar y enviar mails a una mujer pese a tener una orden de alejamiento” y publicó una aclaración.
Sin embargo, el titular “Drogaban a las gogós para tener relaciones sexuales” del mismo medio confunde “violar” con “tener relaciones sexuales” consensuadas.
La idea de que el consentimiento se pude obtener con coacción queda plenamente reflejada en este titular: “Una de las menores de Alicante aceptó tener sexo para no ser violada por los diez miembros de la banda”.
Hombre y no hombre: Monstruos
Retomo Microfísica sexista del poder: “La brecha que separa lo excepcional y la norma cotidiana es la misma separación que existe entre la bestia y el hombre civilizado. El estado de excepción es, en realidad, esa zona en la que el hombre civilizado adquiere plenos derechos para morder como una fiera [...]. Pero ambos son el mismo hombre. El relato fue construido con la precaución de establecer una dualidad entre el hombre y el no-hombre”.Barjola desvela así cómo calificar de “alimañas” a los agresores, que es la palabra que utilizaron los medios en los 90, es en realidad un intento de separar al “hombre civilizado” de su responsabilidad sobre el crimen. Así, “se centran todas las responsabilidades en unos culpables, reduciendo el análisis sobre la violencia sexual y absolviendo de toda duda al resto de la sociedad”. Así, “identificar a los agresores como alimañas, bestias o psicópatas excluye al hombre racional de toda responsabilidad”.
Sergio Morate, declarado culpable de asesinato de su exnovia de 26 años, Marina Okarynska, y de la amiga de esta, Laura del Hoyo, de 24, en Cuenca el 6 de agosto de 2015, fue calificado como “monstruo” (por ejemplo en el titular de 20minutos “Morate, las claves del crimen machista de un monstruo”) en los medios, como también lo fue El Chicle, autor confeso de Diana Quer, entre otros.
Agresor “típico”
Lo que sostiene el argumento del monstruo es, en realidad, que los hombres normales no violan y no matan, pese al empeño de los movimientos feministas por poner de relieve que los agresores son sanos hijos del patriarcado.En Microfísica sexista del poder, Barjola rescata esta referencia de El País de 1989: “los tres condenados, sin antecedentes penales y dos de ellos padres de familia, no respondían a la imagen de típicos violadores”.
De este modo “las actitudes y prácticas del agresor o agresores no eran revisadas y, de serlo, servían, en todo caso, para constatar la dificultad de que un hombre, padre de familia, por ejemplo, pudiese cometer una agresión sexual [...] En el caso de los hombres, el tipo de vida que llevaban podía ser una ventaja para demostrar la falsedad de la denuncia. Ser padre de familia parecía incompatible con ser un violador]”.
Así, cuando se hace evidente lo contrario, los medios se quedan perplejos y empatizan con el hombre que no encaja el lo que sería un agresor “típico” en el relato patriarcal: eso es lo que reflejan estos titulares sobre Óscar Pistorius, atleta paralímpico condenado por asesinar a su mujer del que Libertad Digital destaca “intentó reanimarla” o este otro en el que RTVE lo califica de “ejemplo de superación”. Porque si un padre de familia no entra en los esquemas de lo que al sistema le encaja que sea un violador, ¿cómo va a encajar un hombre ejemplar?
Algunos obituarios sobre el periodista Alfons Quintá, que se suicidó tras asesinar a su mujer son otro ejemplo. “Alfions Quintá, hombre contracorriente” es el texto que le dedica La Vanguardia, en el que destaca que Quintá es un hombre de “trayectoria brillante sin discusión”, aunque “sinuosa”.
La espectacularización de la tortura
El ensayo de Nerea explica así el cometido de espectacularización de la violencia: “El nuevo espectáculo de la plaza del pueblo es retransmitido por televisión y su alcance no tiene precedentes. [...] El crimen de Alcàsser fue puesto en escena en calidad de simulacro social: un espectáculo cuyo guion se mantiene fiel a un sistema que tiene como lógica estructural la violación, tortura y asesinato de las mujeres. Los detalles sobre la tortura sexual que se relataron, por su dureza, centraron la mirada en lo terrible y la descentraron de lo analítico, de la posibilidad de perspectiva. Estos programas contribuyeron a la construcción de una narración que trató de mermar la libertad individual y sexual de una generación de mujeres jóvenes”.
Con esta espectacularización de la violencia, lo que consigue el relato es un aleccionamiento que “facilitó desviar la atención de la necesaria reflexión social hacia el espectáculo y el morbo”. “En realidad, la sección de sucesos era la manera más efectiva para que la narración sobre el peligro sexual ocultara su función”, dice Barjola.
Así, mostrar en televisión de los cuerpos supliciados sirve, como explica Barjola, para disciplinar a toda una generación de mujeres. Los medios, sobre todo la televisión, dan cabida a ese espectáculo de tripas en los 90, del mismo modo que los periódicos londinenses explicaron a las mujeres qué ocurría a las víctimas de Jack el Destripador.
Esta espectacularización sigue hoy vigente y es explícita en una pieza emitida en la Televisión Castilla La Mancha el 11 de noviembre de 2013, que explica cómo funcionan diferentes instrumentos de una carnicería tras el asesinato y descuartizamiento de una mujer: “Con una picadora como esta que están viendo en sus pantallas el carnicero de Cifuentes trituró las extremidades de su pareja después de descuartizarla. Hay novedades en la investigación. Hemos sabido que el asesino pudo llegar a vender esa carne triturada de su pareja a los cazadores de la zona como alimento para perros”.
Estos titulares son solo un pequeño muestrario de formas de crueldad: “El cuerpo de una modelo aparece decapitado y descuartizado en dos maletas” (en La Vanguardia), “Una mujer muere degollada a manos de su pareja y delante de su hija”(20minutos), “El camarero que ayudó a la violada en Maresme: la desfiguró tanto que no supe si era mi clienta” (El Español).
Columnistas señoros
Para terminar, he seleccionado algunos argumentos de una pieza indispensable en la construcción del relato culpabilizador sobre el que se sostiene el del terror sexual: los columnistas señoros. En su artículo “Lo terrible de estos crímenes”, Javier Marías niega la violencia de género (a la que se niega a llamar “de género”) sea estructural con estos argumentos: “La dificultad de combatir la violencia machista estriba en que en ella no hay conspiración ni proselitismo: cada sádico toma su decisión a solas”. Y sigue luego con esa idea del agresor-mosntruo: “Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detrás. […] Contra eso es muy difícil luchar”. Un segundo señoro se llama Xavier Vila Coia y escribió una columna sobre La Manada que con el título “El caso de La Manada, violación o película porno” y atribuye los hechos denunciados a una “catarsis dionisíaca” que se produce en los sanfermines. El tercer señoro se llama Manuel Molares y escribió su bazofia en El Correo Gallego. Copio el arranque: “El miedo al feminismo radical consigue que pocos medios informativos se atrevan a recordar que hay mujeres que se entregan voluntariamente a hombres violentos sabiendo que pueden matarlas”. Se atreve a hablar así después del primer asesinato machista de 2017, y se refiere a la víctima como “yihadista suicida”.Contrarrepresentaciones
Esta columna fue fuertemente contestada en las redes sociales y el Colegio Profesional de Periodistas de Galicia. El comité de empresa de la televisión manchega denunció el tratamiento informativo sobre el asesinato de una mujer en Cifuentes en 2015 y en 2017 anunciaba que impartiría a sus trabajadores cursos de igualdad. El Diario de Mallorca, como hemos vista antes, rectificó el titular y publicó una aclaración. Nerea Barjola sostiene que los medios no solo generan violencia, sino que son en sí mismos violencia. Por eso creo que pueden ser otra cosa: pueden ser otro relato. Uno feminista “que sirva como antídoto contra el universo victimista, culpabilizador, agresivo y violento de las retóricas patriarcales”, en sus palabras.
Violencia machista
Veinticinco años de los crímenes de Alcàsser
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Grandiosa forma de reflejar que ni los medios de comunicación están exentos del machismo. Además, es un claro ejemplo de la subjetividad presente en los mismos.
Ojalá tuviesen más complejos. El problema es que son machistas, no ven que lo son y además son arrogantes.
Llorad como mamarrachos lo que no supiste defender como... mamarrachos.
Pero si "el terror sexual" es la base de vuestro negocio... ¿ahora no os viene bien que se difunda ese miedo que hace manar el dinero público a vuestras asociaciones? No hay quien os entienda.
¡Vaya! Otro artículo hombres malos, mujeres buenas. ¡Qué sorpresa!
Venga seguid así, que podéis hacer creer que España entera es Ciudad Juarez, no van a ser las españolitas menos víctimas...
Autonteticos hijos sanos del heteropatriarcado tratados como casos excepcionales para no poner en duda el sistema. Y otra cosa que creo que consiguen con esta estrategia es la de la, lo voy a llamar la visceralizacion de la justicia y nos encontramos con el debate de la cadena perpetua eufemisticamente llamado prision permanente revisable encabezado por familiares de muchas de estas mujeres asesinadas de la mano de asociaciones de victimas varias y politicos de dudosa etica.
Cosas normales de hombres, que nos gusta descuartizar entre caña y partido de fútbol. Qué fácil es vivir con todas la respuestas, verdad? Bueno, con la única respuesta. Todos los problemas del mundo son por el patriarcado, el nuevo satán en vuestra secta neocristiana - que es lo que es el feminismo en el fondo, cristianismo mesiánico -.