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Migración
El Aita Mari parte hacia el Mediterráneo Central en su quinta misión de rescate
El rumbo del Aita Mari está claro: el Mediterráno Central. Desde noviembre, la tripulación de este barco guipuzcoano de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario es lo que más desea, pero los procesos burocráticos con Capitanía Marítima, dependiente del Ministerio de Fomento, lo ha ido retrasando hasta ahora. Pero por fin, se acabaron las excusas y las incertidumbres. En la tarde de este viernes, el buque ha zarpado desde el puerto de Adra (Almería) en lo que se convierte su quinta misión de rescate.
A echar paciencia ya están acostumbrados en el Aita Mari. No es la primera vez que tardan en recibir la luz verde de salida en momentos donde no solo el tiempo es oro, sino que, en este caso, son vidas. El mar Mediterráneo son las aguas más transitadas por barcos, pero a la vez las más invisibilizadas. “No tengo problemas en que desaparezcan las ONGs en el el Mediterráneo. Todo lo contrario, ojalá no tuviesen que existir, pero ahora mismo somos los únicos ojos y también la fuerza de rescate”, asegura Óscar Fernández Ruiz, capitán de Aita Mari.
La falta de políticas migratorias de vías seguras por parte de Europa, está convirtiendo el Mediterráneo en una fosa común. Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), hasta octubre de 2020 habían desaparecido o muerto 720 personas en el Mediterráneo Central. La solidaridad del viejo continente todavía se deja ver por la sociedad civil como las personas que navegan en este buque. Pero cuando se habla de vidas, Fernández no tiene ninguna duda: “No es cuestión solo de humanidad, que debería de existir por el hecho en sí, pero es cuestión de la legalidad actual que es el rescate a un náufrago, da igual si ese náufrago es marinero, europeo o africano. Es un náufrago y punto. Hay que rescatarle”.
La denuncia de este capitán no puede ser más concreta: el cierre de fronteras por parte de Europa. Así, cuando se cierra una puerta, se trata de abrir otra, a veces incluso, más peligrosa para las vidas humanas. “La política europea en la última década es poner vallas, fronteras y crear campos de concentración”, afirma. Para él, los motivos que ha conllevado a esta situación pueden estar entre el miedo a la crisis económica que viven algunos países europeos y la que se avecina, debido a la pandemia de covid-19, o por el temor del impulso de la ultraderecha. “Estamos creando un holocausto: el holocausto del pobre. Les estamos rechazando por el hecho de ser pobres, de ser los olvidados, de ser los últimos y eso tenemos que cambiarlo”, sentencia.
Europa, ¿El Dorado?
Para las personas que se juegan la vida en el mar a falta de vías seguras, principalmente africanas, la imagen de Europa es conocida como “El Dorado”: edificios grandes, acceso a la sanidad y a la educación, trabajo y algo muy importante, democracia. Ahora, esta democracia no solo deja a náufragos a la deriva en el mar, sino que también se niega y se debate a acoger a personas refugiadas, según la última propuesta del Nuevo Pacto de Migración y Asilo de la UE, presentado el pasado 23 de septiembre. “Somos el continente que creó la democracia, pero la democracia no puede ser solo para nosotros”, puntualiza Fernández.
“Hemos convertido Libia en un Estado fallido y es la punta de lanza actualmente de la zona africana para el tránsito hacia Europa”
La ruta del Mediterráneo Central desde Libia hasta Europa viene dada precisamente por esa falta de democracia en el país africano, desde que en 2011 la OTAN contribuyese militarmente a la caída del régimen de Muamar al Gadafi. “Hemos convertido Libia en un Estado fallido y es la punta de lanza actualmente de la zona africana para el tránsito hacia Europa. No es que sean libios la inmensa mayoría de las personas que vienen, de Libia está huyendo todo el mundo porque es un país que está en guerra”, asegura el capitán. Más de un millón de personas se han aventurado desde sus playas en busca de un futuro en el norte del Mediterráneo, según la OIM, de las cuales ya más de 1.700 ha sido las personas interceptadas desde el inicio de febrero en alta mar por unidades de la Guardia Costera libia.
Coronavirus
La Unión Europea cierra las puertas del Mediterráneo Central
La pandemia del covid-19 se ceba con los derechos de quienes cruzan el Mediterráneo. La crisis sanitaria y la crisis migratoria han confluido en la decisión de Italia, Malta y Libia de denegar el acceso a puerto de los barcos de rescate de las ONG.
En este sentido, la oficina de las migraciones de Naciones Unidas ha hecho esta misma semana un llamamiento a la Unión Europea y a sus Estados miembros para que adopten medidas urgentes que frenen los rechazos, las expulsiones colectivas y el uso de la violencia contra las personas migrantes y refugiadas, incluidos los niños, tanto en el exterior de la UE como en sus fronteras marítimas. “La alarmante situación en algunas de las fronteras exteriores de la UE pone de relieve la necesidad de mejorar la gobernanza y la política de migración y asilo, y aplicar prácticas humanas e integradas basadas en los derechos”, señala.
A todo esto, el Mediterráneo Central no es la única ruta migratoria desde África hacia Europa. La Frontera Sur española es otra de las vías de llegada al continente europeo que, según Fernández, debido a “la militarización de las fronteras” de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, Frontex, ha obligado a miles de personas a cambiar su trayecto migratorio por el Estrecho de Gibraltar o el mar de Alborán, a una ruta olvidada desde 2006 como es la ruta Canarias, donde han llegado en 2020 arribaron a las islas 23.023, según el ministerio de Interior. “El viaje es una tumba, porque son muchísimas millas. Hemos obligado a la gente a volver activar rutas más más duraderas, en peores condiciones y con un índice de mortalidad mucho más alto”.
En la zona SAR (zona de rescate, búsqueda y salvamento) de la Frontera Sur española no existe ningún medio de auxilio humanitario como Aita Mari. España cuenta con la empresa pública SASEMAR, conocida como Salvamento Marítimo, uno de los pocos cuerpos civiles que se dedican al rescate de náufragos en Europa, dependiente del ministerio de Fomento. Sin embargo, desde 2018, con la llegada del Gobierno del Partido Socialista, se puso al frente a la Guardia Civil como Mando Único de estas operaciones, que también coordina a través de Frontex, lo que para entidades como Caminando Fronteras, esto ha supuesto esa militarización de las fronteras y también causa del aumento de muertes en la mar.
Mirar de frente
La situación de las personas que se juegan la vida en la mar y las consecuencias de las políticas migratorias no es solo una preocupación del capitán de Aita Mari. La tripulación está comprometida con los derechos humanos, como Ane Inchaurraga García, enfermera que ha decidido embarcar de forma voluntaria en esta misión. “Para que tengamos que ir a rescatar gente desde Euskadi hasta el Mediterráneo Central es que algo realmente no funciona bien”, apostilla.
“No podemos mirar a otro lado y dejar que se hundan en el Mediterráneo”
Como ciudadana europea no puede “mirar a otro lado”. “Es gente que está huyendo de una circunstancia de guerra, de situaciones extremas y que solamente por haber nacido donde han nacido y por estar viviendo en un conflicto político, pues tienen que huir de sus casas, dejar a su familia atrás. No podemos mirar a otro lado y dejar que se hundan en el Mediterráneo”, aclara Inchaurraga. Por ello, lo que le pide a Europa es que “si al menos no va a aportar mucho a nivel político, por lo menos que no entorpezca en las labores humanitarias de rescate”.
La tripulación está lista para los rescates que hagan falta. “Ojalá no haya que hacer ninguno”, transmite el capitán. Durante las semanas que han estado varados en el puerto de Adra han estado haciendo prácticas y formaciones por si llega ese momento. Aquí, esa responsabilidad recae sobre Íñigo Mijangos, primer oficial y jefe de misión de Aita Mari, que ha trabajado codo con codo con todo el equipo y les ha preparado para la forma de actuar a la hora de un rescate.
“Cuando localizamos un bote a la deriva, avisamos a las autoridades y esperamos que nos autoricen para proceder, pero normalmente la respuesta es el silencio”. A pesar de ello, el jefe de misión no se lo piensan dos veces y lo importante es actuar cuanto antes. “Valoramos la situación y los clasificamos en rescates de riesgo o bajo riesgo y en base a eso se procede a poner nuestra lancha en el agua. Se llevan chalecos salvavidas a las personas en el bote y vamos haciendo el transfer al Aita Mari”, explica.
La nueva normalidad en el Aita Mari
Los protocolos no solo se han diseñado para actuar fuera del barco. En Aita Mari está todo medido y cuidado al milímetro, y como no podía ser de otra manera, la pandemia de covid-19 también ha traído una nueva normalidad para todas las personas a bordo con la que tratan de asegurar y proteger la integridad sanitaria.
En primer lugar, la tripulación para subir al barco ha tenido que presentar una prueba PCR. Nadie puede subir y bajar sin un control previo y las mascarillas. A esto hay que sumarle la cuarentena que llevan en el mismo puerto. Pero por si todo esto no fuese suficiente, antes de zarpar también se hará una prueba covid de antígenos para estar totalmente seguros de que no existe la mínima posibilidad de contagio.
Una vez en la mar y si hay algún rescate, también se ha diseñado un protocolo con vistas a posibles casos de coronavirus. “Todo el mundo debe ir con mascarilla. Haremos pruebas de antígenos y si es necesario, tendremos que dividir el bardo en dos partes, contagiados y no contagiados para hacer la atención pertinente. Además, se seguirá con los procedimientos de limpieza de manos y desinfección de cubierta regulares mañana y tarde. En definitiva, trataremos de estar lo más protegidos posible”, aclara Mijangos.
Desde enfermería, Inchaurraga aporta la responsabilidad sanitaria, pero también moral. “Si el covid nos ha afectado a todos, también ha afectado en mayor medida a las personas que se encuentran en otros países con una situación insostenible y por eso lo mínimo que podemos hacer es que tengan un poco de apoyo. Dejándoles en el Mediterráneo no les estamos apoyando. No hay peor pandemia”.
Persecución a barcos humanitarios
“Solamente estamos defendiendo los derechos humanos”, aclara esta voluntaria que, como el resto de la tripulación, no se puede sacar de la cabeza las imágenes que ya se han vivido en Italia con la patrona del barco de la ONG alemana Sea Watch en 2019, Carola Rackete, detenida tras entrar en el puerto de la isla de Lampedusa sin permiso para que desembarcasen los 40 migrantes que llevaban 17 días en la nave, desde que fueron rescatados.
Fronteras
Carola Rackete: “Un año después, continúa la criminalización de los rescates en el Mediterráneo”
La activista y capitana del barco de rescate Sea Watch 3 entró en el puerto de Lampedusa sin autorización y con 53 personas rescatadas a bordo hace un año, una decisión por la que Carola Rackete fue arrestada, aunque meses más tarde la justicia italiana le daba la razón.
En el barco de Salvamento Marítimo Humanitario se respira preocupación con este tema. “Existe una persecución a las ONG por parte de algunos países de Europa como Italia. Esto es algo que nos incumbe a todos y todos debemos de responder con no dejar vidas en el mar”, concluye Ane.
Como capitán y como responsable en la toma de decisiones de Aita Mari, Óscar Fernández, más que miedo, afirma que siente “desilusión”, ya que “lo que realmente debería de ocurrir es que fuese la Unión Europea la que cumpliese con las labores de rescate y que no pusieran trabas a las ONGs”. Por eso, reconoce que “nunca nos hemos hecho apología de la desobediencia civil, por ahora. Seguimos las leyes e igual que los Estados juegan con sus leyes, nosotros jugamos con nuestras armas para intentar llegar. Lo ideal sería llegar, a una cooperación”.