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Pocos dibujantes de tiras cómicas han tenido el éxito en España que tuvo Quino en los años 70, 80 y 90. Los pequeños libros publicados por Lumen con las aventuras, más bien domésticas, de Mafalda marcaron un tiempo de esperanzas y desesperaciones. Mafalda formó a una incipiente clase media en la disputa política, cultural y social del tardofranquismo. Después de Mafalda, Quino siguió un camino difícil de examen de la clase media y el consumismo, con menos público pero posiblemente con más finura y colmillo.
Joaquín Salvador Lavado, nacido en la ciudad argentina de Mendoza en 1932, ha fallecido hoy, 30 de septiembre en la misma ciudad. Hace un siglo y un año, en 1919, sus padres, naturales de Fuengirola (Málaga), migraron a Argentina, un país que hasta los años 80 tenía mejores perspectivas económicas que España. Desde Mendoza, Quino viajó a Buenos Aires donde se instaló a mediados de los años 50. En la capital porteña concibió a su personaje más popular, Mafalda, en un principio como reclamo publicitario para una marca de lavadoras.
Entre 1965 y 1973 el personaje y sus compañeros de colegio y amigos (el dubitativo Felipe, el hijo de migrantes gallegos Manolo, la ‘pija’ Susanita o la combativa Libertad) así como su padre sin nombre, su madre Raquel y su hermano pequeño, el sibarita Guille, se convirtieron en estrellas de unas tiras que rompían con los formatos tradicionales de las viñetas en castellano.
Ácidos, mordaces, con toques amargos pero también tiernos, los tebeos de Mafalda fueron una iniciación a la política y, lo que es más llamativo, a la concepción de lo personal como político. Algo que siguen haciendo contemporáneos unos dibujos que ya pasan del medio siglo.
La historiadora uruguaya Isabella Cosse, autora del ensayo Mafalda, historia social y política, definía en 2015 el éxito de la tira en España “en un momento en el que en España el humor estaba jugando un papel bastante importante aglutinando cierta sensibilidad antiautoritaria”. No era algo, sin embargo, exclusivo de nuestro país, sino más bien un reflejo de una sensibilidad antifascista que se expresaba con formas distintas a los dos lados del océano. También una expresión de las nuevas clases medias y sus inquietudes, que de alguna manera prefigura lo que va a llegar en mayo del 68 y las distintas expresiones internacionales de ese antiautoritarismo. Expresiones que aparecen reflejadas en la relación de Mafalda con sus padres o en la retórica de la menuda Libertad, más radicalizada que su compañera.
Hemeroteca Diagonal
“Mafalda expresó las transformaciones en materia de deseos y aspiraciones de un nuevo tipo de mujer”
El final en seco de Mafalda en 1973 permitió a Quino explorar aun más un tipo de viñeta conceptual. Los chistes a página completa de Bien, gracias, ¿y usted?, Déjenme inventar o ¡Qué mala es la gente! siguieron explorando el humor ácido, la paradoja y el absurdo ya sin las cortapisas del relato que definía el universo Mafalda.
Entre 2007 y 2009, Quino se retiró de la actividad de dibujante, si bien sus tiras hacía mucho tiempo que habían cobrado vuelo por sí solas. Desde hace décadas, las “mafaldas” crecen allí donde se cuestionan las normas absurdas, las “susanas” organizan lujosos banquetes para recaudar sémola para pobres con el paladar hecho a todo menos al lujo, los “manolos” no se enteran de que el emprendimiento está trucado, las “libertades” relacionan las condiciones materiales con las derrotas en la lucha de clases, los “felipes” aparecen para asomarse a las profundidades del pensamiento, y los “guilles” se encarnan en el hedonismo de un buen chupete on the rocks. Ese legado, tan del siglo XX, sigue siendo nuevo cada vez que alguien se topa con uno de los viejos volúmenes que llegaron a España cuando algo nuevo estaba a punto de suceder.