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Derecho a la vivienda
Irene Yagüe: “Las mujeres somos las que tiramos del carro por el derecho a la vivienda”
Irene Yagüe es correalizadora del documental La Grieta, que retrata el proceso de desalojo de Dolores e Isabel de sus viviendas en Villaverde.
Isabel y Dolores son amigas y vecinas de Villaverde. Corre el año 2013 y ambas se enfrentan al mismo monstruo: un desahucio que amenaza sus vidas y las de sus familias para hacerlas aún más precarias. Pero, lejos de amilanarse, deciden plantarle cara. Isabel y Dolores son activistas y luchan juntas por su derecho a la vivienda. Ambas lo hacen con valentía: participan activamente en colectivos de vivienda y no les importa que en frente se encuentren los poderosos fondos buitre, esos que capturaron buena parte del parqué de vivienda de protección oficial de la Comunidad de Madrid. La historia de estas dos heroínas anónimas se refleja en La Grieta, un documental 100% independiente, que se estrenó en 2017 y se está haciendo un hueco importante dentro y fuera de nuestras fronteras. Hablamos con Irene Yagüe, su correalizadora, que nos atiende después de que la cinta se paseara por Buenos Aires y antes de partir hacia Nueva York.
Contáis la historia de dos familias de Villaverde que se exponen a un desahucio tras la compra de su casa por un fondo buitre ¿Por qué elegís a estas familias?
Las conocimos a través de la PAH y otros colectivos de defensa de la vivienda y lo que más nos llamó la atención fue su coraje, su forma de entender la vida y la justicia. Estas mujeres, a pesar de tener una vida compleja, veían el problema del desahucio con una lucidez que nos sorprendió. Un problema que a muchas nos dejaría destrozada, ellas lo afrontan de una manera muy digna y a veces con humor. Ellas nos acogieron mucho, entendieron que nuestra posición ahí no era como la de los medios de comunicación al uso y así es como continuamos rodando ahí. Fueron muchos los que nos dijeron que no, pero ellas fueron muy generosas abriéndonos su espacio más íntimo, sus momentos más complicados y no nos cerraron nunca la puerta.
Además, el espacio es muy representativo: es un bloque de ladrillo visto de vivienda pública donde la mayoría de vecinas se encontraban o bien en alquiler social o bien ocupando. Muchas tenían problemas de vivienda, por ello el espacio hablaba por sí solo y representa en sí el gueto de la pobreza. A Isabel ya le habían desalojado antes de la Avenida de los Poblados, cuando derribaron un asentamiento. Les habían tirado la casa abajo y les habían ofrecido esta vivienda, y como ella a mucha gente más. Son colectivos que siguen siendo marginados y se crea un gueto de gente con problemas de acceso a la vivienda. De alguna forma se acaba colocando a la gente que no puede pagar el precio de mercado de la vivienda en sitio con sus iguales, con lo cual siempre van a estar en este gueto.
Os acercáis al drama de los desahucios desde una perspectiva muy íntima, poniéndole cara al drama sin apenas tecnicismos ¿Qué reacción queréis conseguir en el espectador?
Lo más importante era crear empatía. Que entendiéramos que da igual ser Isabel o ser Dolores, que nadie merece ser desahuciado si no tiene una alternativa habitacional. Es un derecho constitucional y es una situación de desamparo que es responsabilidad de los poderes públicos.
Buscábamos empatía, cercanía y comprensión. Queremos que el espectador sepa qué ocurre cuando las cámaras y los activistas se van.
Introducís la cámara dentro de los hogares como un observador indiscreto y nos ofrecéis la realidad tal y como es, sin incidir en ella ¿Cómo conseguisteis que todo quede natural?
Con mucha paciencia. Esperar y rodar incluso en los tiempos muertos. Filmar, filmar y filmar. Lo que normalmente hacemos es ‘play y corta’, pero en esta ocasión no. Tuvimos mucha paciencia, no teníamos prisa por forzar momentos, esperábamos a que surgieran. Podríamos haber acelerado momentos, hacer preguntas, pero lo que queríamos era que aparecieran.
Luego, intentamos montar la película de la manera más honesta. No queríamos dibujar un ambiente más dramático del que era o dibujarlo más divertido. Mostramos lo que vimos. Queríamos que fueran ellas las que hablaran por sí mismas. No queríamos generar un discurso nuestro, queríamos que las protagonistas generaran su propio discurso.
Ponéis la lupa sobre cosas de las que a veces no se habla. Por ejemplo, mostráis las consecuencias de los desahucios para los niños y las niñas. ¿Se ha tratado poco este tema? ¿Nos centramos más en la situación de los mayores cuando analizamos las consecuencias de un desahucio?
No nos damos cuenta de lo que supone para un menor: es perder la escolaridad, es cambiar de sitio. Ellos tienen una identidad que están construyendo y, cuando tocas lo más íntimo, cuando mueves a las familias así, también mueves la construcción de su identidad y a la infancia le afecta de manera terrible. La hija de Isa, Isita, ha ido construyendo su identidad en base a todo lo que le ha pasado y conserva muchos traumas.
Vuestras protagonistas son mujeres ¿son ellas las que tiran del carro para no perder sus hogares?
Totalmente. Lo que vimos durante todas las horas de rodaje, tanto en asambleas de la PAH [Plataforma de Afectados por la Hipoteca] como en las asambleas de los barrios es que eran las mujeres las que primero llegaban y daban la cara, las que tiraban del carro por el derecho a la vivienda. Ellas eran las que rompían con la vergüenza o la depresión para llegar a la asamblea a contar su problema y pedir ayuda y meterse a trabajar por ello. Todo ese trabajo, quien primero lo hacía eran las madres de familia, las cabezas de familia, que son las mujeres. Al final participan hombres y mujeres, pero ellas dan el primer paso. Estuvimos en asambleas en las que solo había mujeres y hacían grupos de apoyo mutuo simplemente para escucharse. Rompían antes ellas el sentimiento de culpabilidad que ellos.
Las mujeres son las primeras que se abrían a la transformación, las que se abrieron al apoyo mutuo, a la resistencia pasiva, a la desobediencia, a poner tu cuerpo delante de la puerta para que no te echen
Además, las mujeres son las primeras que se abrían a la transformación, las que se abrieron al apoyo mutuo, a la resistencia pasiva, a la desobediencia, a poner tu cuerpo delante de la puerta para que no te echen; métodos nuevos que introdujo esta lucha por la vivienda.
Por otro lado, nuestras mujeres protagonistas rompen estereotipos. Nunca quisieron perder su identidad. Se agarran a su tribu para sobrevivir a pesar de estar metidas en una vorágine de medios de comunicación, de grupos de apoyo, pero ellas no perdían su esencia.
Reveláis la forma de trabajar de los juzgados. Mostráis cómo, para algunos jueces, los desahucios son solo un número ¿Qué nos queréis enseñar?
Un sistema que no da respuesta a los problemas de la sociedad. No queremos señalar a la jueza en sí o a un abogado. Queremos mostrar que se nos ve como números y como un mero trámite administrativo y burocrático. Mostrar la falta de humanidad de un sistema que no tiembla.
Finalizáis la cinta dentro de una charla de representantes de fondos de inversión inmobiliaria. Estos banalizan la situación y hablan de lo dificultoso que es desahuciar en España. ¿Existe una enorme grieta entre quienes se quedan en la calle y quienes se quedan con los pisos?
Total, una grieta total. Ya ves la facilidad con la que se habla de los “bichos” como a veces se expresan las inmobiliarias. Es curioso que los fondos muestran preocupación por la ley española y hacen lobby para que esto cambie. En ese momento se estaba cambiando la Ley de arrendamiento. Es el revés, es un jarro de agua fría ver esto. Cabrea verlo y darse cuenta de esto. Estás metida en las historias de las víctimas y de repente saltamos a todo lo contrario. Y eso cabrea e igual eso lleva a la acción. Lo bonito de esta peli es que genera mucho debate con el público después. Esta última secuencia genera eso.
Cuando rodasteis, muchos de estos casos estaban acudiendo ante los tribunales para denunciar la venta de vivienda pública a fondos buitres. Hoy ya tenemos las primeras sentencias favorables ¿Os apetece una segunda parte?
Tenemos mucho más material ya rodado de aquellos años. Más que una segunda parte, lo que podría haber es una precuela, la parte que cuenta el problema de las hipotecas, un poco diferente a la de la vivienda pública. Tenemos ya casi montada la peli.
La cinta está teniendo muy buena acogida fuera de nuestras fronteras. ¿Por qué creéis que está sucediendo esto?
De momento, sí que funciona porque al final es un problema general. El capital avanza en todas partes, no solo en Madrid, no solo en Villaverde. Avanza para todo el mundo. Vemos procesos en los que se expulsa a las vecinas porque no pueden pagar en nuestros barrios y en barrios de todo el mundo.
Isabel y Dolores son refugiadas en su propia ciudad. Acabamos de comprobar los problemas de vivienda que hay en Buenos Aires con los asentamientos, que son chabolas como en las que vivía Isabel y su familia. Creemos que se entiende por esa razón, porque los problemas son globales. Ya sea en Buenos Aires o en Nueva York, la vivienda es un bien de primera necesidad que no siempre está cubierto.